«Pienso, luego existo»: La Primera Verdad Cartesiana
La célebre frase «pienso, luego existo» (Cogito, ergo sum) no solo va a constituir la primera verdad para Descartes, sino que en ella encontrará el fundamento de todo su sistema filosófico. A partir de esta certeza, derivará tres elementos cruciales:
- En primer lugar, el criterio de toda otra verdad, es decir, el criterio que le permitirá distinguir lo verdadero de lo falso, el acierto del error.
- En segundo lugar, encontrará también el método científico que conduce al hallazgo de toda otra verdad.
- Y en tercer lugar, las ideas en que se manifiesta dicha verdad.
El Criterio de Verdad: Claridad y Distinción
Descartes ha encontrado una primera verdad, «pienso, luego existo». Que esta verdad es indudable resulta evidente. Ahora bien, ¿por qué resulta evidente? Averiguar las razones de dicha evidencia posee suma importancia para nuestro autor, pues, según su opinión, las razones que pongan de manifiesto su evidencia nos servirán como criterio para descubrir todas las restantes verdades. Tenemos, pues, que dicha verdad resulta evidente porque la concebimos clara y distintamente. Luego, todo lo que concebimos de este modo será evidentemente verdadero. De esta manera, se nos presenta el criterio que nos permite distinguir lo verdadero de lo dudoso: la claridad y la distinción. En consecuencia, podemos afirmar que todo aquello que se nos muestre de manera clara y distinta será verdadero.
Las Reglas del Método
Partiendo de la duda, Descartes ha arribado a la primera verdad: «pienso, luego existo». Examinando esta primera verdad, ha encontrado el criterio y, a su vez, aplicando el criterio, descubrirá las reglas del método. En este sentido, la primera verdad que surge en medio de la duda universal pone de manifiesto la evidencia del entendimiento para sí mismo o, lo que es igual, del espíritu o de la propia razón. De este modo, el método parte de la conciencia de sí, del propio sujeto humano, y consiste en un examen de la marcha natural de la propia razón, pues, como fijamos más atrás, la razón encuentra el método científico en sí misma. En último término, el método sirve para vigilar el funcionamiento de la razón. Pues bien, esta funciona de manera correcta cuando cumple las cuatro reglas siguientes:
Regla de la evidencia
Evidente es lo que se presenta de manera directa y sin intermediarios a la mente, y sus notas son la claridad y la distinción. Según lo expuesto, el modo primario de conocer consiste en la captación inmediata y directa, en la intuición de las realidades simples; es decir, de aquellas percepciones que, siendo claras, se encuentran separadas y escindidas de todas las demás. En cuanto a evitar la precipitación y los prejuicios, se trata de llevar el orden establecido en el progreso científico, procurando no realizar juicios sino únicamente sobre aquellas realidades contempladas de modo claro y distinto con anterioridad.
Regla del análisis
Esta regla viene exigida por la anterior, pues, dado que la realidad cotidianamente se nos muestra en forma compleja y puesto que solo es posible la intuición de las percepciones simples, será necesario dividir aquellas en todos sus componentes.
Regla de la síntesis
Tenemos que, mientras que las verdades simples son captadas por intuición, a las verdades complejas se llega mediante la deducción; es decir, avanzando gradualmente, paso a paso, y en el orden debido desde los conocimientos simples a los complejos. Intuición y deducción son, según Descartes, los dos caminos que conducen a la ciencia de la manera más segura. La intuición capta las percepciones simples; la deducción consiste en el movimiento continuo e ininterrumpido del pensamiento que va pasando de una intuición a otra en el orden debido. La intuición es inmediata; la deducción es sucesiva.
Regla de la enumeración
Constituye un repaso de las dos anteriores: los recuentos comprueban el análisis y las revisiones, la síntesis. Descartes, de acuerdo con su idea de que para obtener buenos resultados científicos lo importante es seguir el método adecuado, extremará las precauciones a fin de evitar todo juicio precipitado. Se trata, pues, de ir despacio y emplear tanta circunspección que, «aunque adelante poco, me guarde, al menos, de tropezar y caer».
Las Ideas
En mi mente he encontrado la primera verdad («pienso, luego existo»), el criterio de verdad o de certeza (la claridad y la distinción) y también el método y sus reglas. ¿Puedo encontrar algo más? La respuesta de Descartes es afirmativa: en mi mente encuentro también ideas. Ahora bien, podemos considerar las ideas bajo dos aspectos distintos: atendiendo a su acto mental y fijándonos en su contenido objetivo. En lo que se refiere al primer aspecto, todas las ideas son iguales, pues todas ellas consisten en ciertas afecciones o acontecimientos que tienen lugar en nuestra mente o espíritu. Ahora bien, en cuanto a su contenido objetivo, podemos distinguir tres clases de ideas:
- Ideas adventicias: Son aquellas que creemos que proceden de fuera y se refieren por lo general a las cosas naturales que parecen llegarnos por medio de los sentidos.
- Ideas facticias: Son las hechas e inventadas por uno mismo.
- Ideas innatas: Son las «nacidas conmigo».
Las ideas adventicias no nos suministran conocimientos ciertos, pues, dependiendo de nuestros sentidos, siempre pueden ser puestas en duda. Las ideas facticias pudieron ser manejadas arbitrariamente por mi imaginación y mi libre albedrío, por lo que nada evidente me pueden mostrar. Sin embargo, ¿qué sucede con las innatas? Que se imponen por sí mismas de modo evidente, es decir, que en ellas mismas se nos muestra su verdad. El auténtico conocimiento, nos viene a decir Descartes, no surge ni del testimonio fluctuante de los sentidos ni del juicio falaz de la imaginación, sino solamente de la mente pura y atenta que, mirando en sí misma, logra descubrir sus verdaderos contenidos. El auténtico conocimiento, pues, tiene lugar por medio de las ideas innatas, es decir, mediante las ideas que la razón encuentra en sí misma y, en consecuencia, el objeto que en dichas ideas se nos presenta a modo claro y distinto coincide con las realidades.