El Pensamiento Filosófico de San Agustín: Razón, Fe y Moral

Razón y Fe

Para San Agustín, el ser humano anhela alcanzar su felicidad y el goce del bien supremo, y lo identificaba con Dios.

El disfrute de la felicidad requiere conocer la verdad, que se busca por dos caminos: la razón (filosofía) y la fe (religión).

La razón y la fe no son incompatibles; deben colaborar.

La fe dirige la inteligencia en la búsqueda de la verdad, y la razón nos permite entender la fe.

Teoría del Conocimiento

Nuestra búsqueda de la verdad es impulsada por el amor, por el amor espiritual (caridad), que busca elevarse hasta la verdad única, inmutable y eterna.

La teoría agustiniana del conocimiento procede de lo exterior a lo interior y de lo interior a lo superior.

San Agustín considera que esa verdad indudable es la certeza interior que proporciona la autoconciencia. En el interior del hombre es donde habita la verdad. Seguidamente, se emprende un camino de ascensión espiritual que recorre dos grados: el conocimiento discursivo o ciencia (razón inferior) y el conocimiento intuitivo de la verdad eterna (razón superior). El hombre no puede alcanzarla por sí solo, sino por la ayuda de Dios sobre su mente: la Iluminación intelectual. Es la mente la que requiere la luz divina para conocer la verdad.

Iluminación

La Iluminación se entiende como el conocimiento de la verdad, un proceso afectivo e intelectual en el que convergen el amor y la razón. En su curso, el alma experimenta una iluminación que le permite remontarse hasta la luz de la razón eterna (entendiendo así la verdad).

Dios y la Creación

El conocimiento de las verdades eternas permite demostrar la existencia de Dios: son inmutables, no las ha creado el hombre, que es un ser mudable y finito. Dios es el ser y la bondad suprema; es inmortal y eterno y, aun siendo único, está formado por una Trinidad de personas: Padre (Dios), Hijo (mente) y Espíritu Santo (amor).

Sobre la Creación, defiende el ejemplarismo: Dios es trascendente al mundo, y todos los seres son creados conforme al modelo o ejemplo que ofrecen las ideas existentes en la mente de Dios.

Definición:

Trascendente: Es todo aquel ser situado más allá de la naturaleza.

El Hombre y la Moral

El mal físico consiste en la privación del bien, pues las criaturas, por ser distintas de su Creador, son imperfectas. El mal ha de entenderse en el contexto del universo, que existe para que destaque la luz de la bondad.

El mal moral no es una sustancia dualista (como en el maniqueísmo que San Agustín combatió). Proviene de la voluntad libre. El hombre se compone de alma (inmortal) y cuerpo (mortal). Dios es bondadoso y ha dotado al hombre de libre albedrío para que pueda escoger entre el bien y el mal, y así merecer premio o castigo por sus actos.

Respecto al origen del mal moral, San Agustín rechaza la doctrina platónica de la reencarnación y sostiene el traducianismo, según la cual el alma pasa de padres a hijos, transmitiendo el pecado original que cometió Adán al desobedecer a Dios. Desde entonces, el alma no puede salvarse por sí sola; necesita de la gracia (ayuda especial de Dios).

La Virtud la define como amor ordenado, que respeta el orden establecido por Dios en el universo y consigue la paz, entendida como la tranquilidad del orden, garantizada por la justicia y el derecho.

Definición:

Gracia: Es un don gratuito de Dios y constituye una condición necesaria para la salvación.

Concepto Clave:

Providencialismo: Tesis agustiniana según la cual todos los sucesos temporales están previstos por Dios, especialmente la victoria final de la Ciudad Celestial sobre la Ciudad Terrenal.

Ideas Fundamentales y Contexto

Estas ideas se refieren a la elección entre el bien y el mal, entre otras cuestiones. El texto original parece basarse en una obra escrita en forma de diálogo, donde San Agustín debate con su amigo Evodio sobre una serie de cuestiones características de la primera filosofía cristiana o Patrística, como el problema de la libertad, el mal moral y el pecado, las relaciones entre razón y fe, o la existencia de Dios.

San Agustín defiende que el mal no proviene de Dios, que es la bondad misma, sino de la voluntad humana, que es imperfecta. También sostiene que es mejor tener la libertad y poder pecar libremente que no tenerla, pues la libre elección es lo que le da mérito a la acción humana.

La verdadera fe no es absurda; es razonable creer en sus verdades, y una vez que se entienden, sirven para reforzar la fe religiosa.

Filosofía y religión no son incompatibles; se apoyan mutuamente. Una representa el camino del intelecto y la otra, el camino del corazón.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *