Descartes: La Búsqueda de la Verdad y el Método del Conocimiento

La Búsqueda de la Certeza en la Filosofía de Descartes

René Descartes, figura central de la filosofía moderna, emprendió una búsqueda incansable de la verdad indudable, cuestionando todo aquello que pudiera generar la más mínima duda. Su método, revolucionario para la época, sentó las bases de un nuevo camino hacia el conocimiento.

El Camino hacia la Primera Verdad: «Cogito, Ergo Sum»

Descartes inició su indagación rechazando como falso todo aquello de lo que pudiera dudar. Consideró que nuestros sentidos pueden engañarnos y que nuestros razonamientos pueden ser falaces, equiparando incluso nuestros pensamientos a la incertidumbre de los sueños. Sin embargo, en medio de esta duda universal, descubrió una verdad innegable: la existencia del propio ser que duda y piensa. De esta reflexión surgió su célebre máxima: «Pienso, luego existo», una verdad de la que es imposible dudar.

La Demostración de la Existencia del Alma

Basándose en la certeza del «Pienso, luego existo», Descartes buscó demostrar la existencia del alma. Argumentó que, si bien podía concebir la no existencia de su cuerpo o del mundo exterior, no podía concebir su propia no existencia mientras pensaba. El acto mismo de pensar implicaba necesariamente la existencia de un pensador. Concluyó que su esencia es ser una cosa pensante, que no necesita de nada material para existir. Así, el alma es una entidad que subsistiría incluso si el cuerpo no existiera.

El Criterio de Verdad: Claridad y Distinción

La verdad indudable del «Pienso, luego existo» sirvió a Descartes como criterio de verdad. Observó con claridad que para pensar es necesario existir. Por lo tanto, cualquier idea que se presente a la mente con la misma claridad y distinción que esta primera verdad, debe ser considerada verdadera. Este criterio fue fundamental para sus posteriores demostraciones, incluida la existencia de Dios.

La Prueba de la Existencia de Dios a través de la Perfección

Descartes aplicó su criterio de verdad para demostrar la existencia de Dios, partiendo de la idea de perfección. Reconoció su propia imperfección al dudar, pero al mismo tiempo, percibió con claridad que el conocimiento es más perfecto que la duda. Si podía concebir un ser más perfecto que él, era evidente que tal ser debía existir. Argumentó que nuestras ideas de cosas exteriores, que existen realmente, o de nuestro propio pensamiento, que las crea, son imperfectas y, por tanto, podrían provenir de nosotros mismos. Sin embargo, la idea de un ser sumamente perfecto no podía haber sido creada por un ser imperfecto como el hombre, ya que «es contradictorio pensar que lo más perfecto sea consecuencia de lo menos perfecto». Esta idea de perfección, que Descartes denominó idea innata, solo pudo haber sido infundida en su mente por un ser que fuera intrínsecamente más perfecto: Dios.

El Método Cartesiano: Fundamento del Conocimiento

Descartes consideraba que la filosofía escolástica de su época, plagada de errores y prejuicios, impedía alcanzar un conocimiento seguro. Rompió radicalmente con ella, proponiendo un nuevo camino basado en la razón. Sostenía que la razón es inherente a todos los seres humanos, pero a menudo es desviada de su camino hacia la verdad por prejuicios y pasiones, lo que conduce al error. Por ello, era imperativo encontrar un método que permitiera «guiar bien la razón y buscar la verdad en las ciencias».

El Modelo Matemático como Único Método de Conocimiento

A diferencia de los escolásticos, quienes creían que cada ciencia debía tener su propio método según su objeto de estudio, Descartes observó que las únicas ciencias que seguían un método seguro eran las matemáticas. Propuso, entonces, el método matemático como modelo de racionalidad para todas las ciencias. Las reglas de este método las aplicó, en primer lugar, a la metafísica, considerándola el fundamento de todas las demás ciencias.

Las Reglas del Método Cartesiano

  1. Regla de la Evidencia

    Para evitar aceptar como verdadera una idea falsa, no debemos admitir nada como verdadero si no es evidente. Solo debemos aceptar como verdaderas las ideas que se presenten a nuestra mente de un modo claro y distinto. Por «claridad» se entiende la presencia inmediata de la idea a la mente que la piensa, a diferencia de las ideas oscuras cuya verdad no podemos intuir directamente. Por «distinción» se entiende la separación de dicha idea del resto de las ideas, de modo que no contenga nada que no sea claro. La evidencia, por tanto, se basa en la intuición directa de la idea, garantizando su verdad indudable y la certeza de su validez.

  2. Regla del Análisis

    Consiste en dividir las dificultades —es decir, los problemas en los que lo verdadero y lo falso están mezclados— en tantas partes como sea posible y necesario para solucionarlas. Se trata de descomponer las cuestiones complejas en sus elementos más simples para examinarlos por separado. De este modo, su verdad o falsedad se muestra de manera evidente. Solo aceptaremos como verdaderas aquellas ideas cuya verdad podamos intuir directamente tras este proceso de simplificación.

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