Moral y Ética
La Acción Moral
La acción moral es aquella acción que puede ser clasificada como buena o mala. A menudo van acompañadas de la conciencia de estar actuando bien o mal, la conciencia moral. Es como un juez interior que origina sentimientos de culpa o de bienestar en función de que uno mismo sepa que ha actuado bien o mal.
Definición de Acción Moral
Las acciones morales son acciones conscientes. Entre estas hay acciones que se realizan por costumbre o porque así está establecido. Ninguna de ellas tiene que ver con la moralidad, ya que no son actos libres. En cambio, existen otras acciones, las acciones libres y voluntarias que dependen de cada uno, son acciones que se realizan con libertad. Hay muchos tipos de acciones, como las que tienen que ver con proyectos de vida. En nuestra vida cotidiana hay que hacer frente a numerosas decisiones que tienen que ver con la moral. La decisión que se tome respecto de estas cuestiones conducirá a una acción que podrá calificarse como moralmente buena o mala.
Las Teorías Éticas
La ética es la disciplina filosófica que explica qué es la conducta moral y cuáles son sus características que la distinguen de otras acciones que no se consideran propiamente morales. La ética se ocupa de comprender el fenómeno de la moral y desarrollar una teoría que la explique.
Ética Teleológica
El teleologismo ético significa interpretar las acciones en función de un fin. Una acción es buena o mala según las consecuencias que tenga. El principal representante del teleologismo es Aristóteles. Decía que una acción era buena si nos permite ser más felices y sentir un mayor bienestar.
Ética Deontológica
El término de la deontología deriva de una palabra griega que significa ‘deber’. Según esta concepción, para juzgar si una acción es buena o mala, no hay que atender a las consecuencias sino a los principios. Una acción es buena o mala en sí misma y no porque sus consecuencias nos aproximen o alejen de un fin determinado. Kant fue el principal teórico de esta concepción ética, expuesta en su obra Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres.
La ética aristotélica y la ética kantiana no son concepciones contradictorias, sino que se ocupan de ámbitos distintos.
El Intelectualismo Moral
Parte de la premisa de que quien actúa de un modo virtuoso y de forma correcta es porque conoce lo que es el Bien. De este modo, la virtud y la sabiduría van siempre unidas. El que más sabe es el que mejor actúa. Por esa razón, esta teoría recibe el nombre de intelectualismo moral. Para Sócrates, así como para su discípulo Platón, los valores morales son objetivos y universales; son, por tanto, independientes de la conciencia humana. Aquellos que aspiran a un conocimiento verdadero serán los virtuosos y los capaces de distinguir entre el Bien y el Mal, lo justo y lo injusto.
Sócrates defiende la existencia de unos valores éticos universales, pero no pretende enseñarlos ni exponerlos, sino ayudar con sus preguntas a que el interlocutor llegue a descubrirlos en su interior.
El Eudemonismo Aristotélico
Aristóteles es el principal representante de las éticas teleológicas. Según este filósofo, todas las actividades humanas buscan alcanzar un bien concreto e inmediato; este bien es también un bien para alcanzar un fin superior. El fin último al que tienden todas nuestras acciones y el mayor bien es la consecución de la felicidad.
La Felicidad
Si la felicidad es el último fin al que aspira el individuo, esto significa que no puede ser un medio, sino que tiene que ser un bien supremo. Además, como fin último, la felicidad ha de tener valor por sí misma. Aristóteles examina las opiniones más extendidas de su época —y curiosamente también de la nuestra— sobre la felicidad:
- Si para alguien la felicidad y el mayor bien es la riqueza.
- Si se identifica la felicidad con el placer, razona que esta identificación es errónea porque hay placeres que no son buenos y hay bienes que no son placenteros.
- También se puede identificar la felicidad con el honor, la fama y la gloria. La fama depende más de quien la otorga que de quien la recibe.
Para Aristóteles, ninguna de estas soluciones es satisfactoria, sino que la felicidad consiste en vivir de forma virtuosa. El concepto de virtud o excelencia es central en la ética aristotélica.
- La felicidad no puede ser algo pasajero o breve, sino que tiene que abarcar la vida entera. Para que la vida de una persona se pueda calificar como feliz, es necesario que la felicidad englobe la mayoría de momentos vividos por dicha persona.
- Si bien es un error confundir la felicidad con el placer, los bienes materiales o el honor, tampoco se puede ser feliz sin ellos. Para ser feliz no basta con tener placeres, dinero y honores, pero estas tres propiedades son necesarias.
Virtud o Excelencia
El ser humano realiza numerosas acciones y en cada una de ellas puede llegar a convertirse en un virtuoso y alcanzar la excelencia. Para Aristóteles, la vida humana también puede conducirse por la excelencia. Solo la vida virtuosa y excelente es la que Aristóteles considera buena: la vida feliz. Para saber qué supone la vida buena, Aristóteles indaga en la naturaleza humana. Hay dos partes en el ser humano: los deseos y los actos de voluntad, y otra en la que hay deliberaciones.
- Los deseos destacan el carácter de las personas, impulsados por deseos impulsivos.
- Las deliberaciones las desarrolla la parte racional del ser humano.
Término Medio y la Prudencia
Para Aristóteles, la decisión es lo que guía la conducta. La buena decisión se caracteriza como aquella que encuentra el término medio entre dos extremos. El hábito de decidir bien, de escoger siempre entre extremos, es la vida virtuosa. El término medio se refiere al punto óptimo de rendimiento de nuestra conducta para nosotros y los demás.