Aristoteles la felicidad como actividad racional

ÉTICA:
    La ética, dice Aristóteles, tiene como objetivo alcanzar el fin propio del hombre al que se dirigen todas las actividades humanas, es decir, la felicidad. Mientras que la ética se encarga de la felicidad de un individuo la política trata de buscar la felicidad de un conjunto social;
A su vez, al ser el hombre un ser sociable por naturaleza la felicidad del individuo está indisolublemente unida a la felicidad del cuerpo social al que pertenece por lo que Aristóteles concluye que la ética es, en realidad, una parte de la política y que debe estar supeditada a ella: la felicidad del conjunto social es más importante que la del individuo.
    Piensa Aristóteles que del mismo modo que, por ejemplo,  un manzano tiene una finalidad específica (dar manzanas) el hombre debe tener una finalidad propia y exclusiva; para descubrir cuál es debemos investigar qué es el hombre y, según el discípulo de Platón, el hombre es precisamente un ser racional; la racionalidad es el ser específico del hombre por lo que la felicidad queda definida como “actividad racional” cuando esta actividad racional esta reglada por la virtud.
La actividad racional es una actividad medida y armónica ya que toda actividad desmedida y sin armonía carece de razón por esto Aristóteles define que el camino para alcanzar la felicidad, es, de hecho, la búsqueda de un justo medio entre los extremos. Aristóteles reconoce que es difícil estipular en donde está el justo medio ya que la ética no es una ciencia exacta como las matemáticas y que en muchas ocasiones no es un punto medio simétrico entre los dos extremos (el valiente se acerca más al temerario que al cobarde).
    POLÍTICA: 
    El primer concepto que se define en la “Política” es el de ciudad entendida como unidad política suprema. Mientras que todas las asociaciones buscan un fin específico particular la ciudad busca el fin supremo que implica a la totalidad: la felicidad de todos los ciudadanos. La polis era para un griego clásico la forma de organización política acabada mientras que las estructuras estatales extensas como los imperios no son consideradas aún por Aristóteles como formas de organización política libres, son demasiado extensas como para que el ciudadano pueda participar políticamente.
    Tras definir la polis y su finalidad Aristóteles se propone analizar su origen y su necesidad. Todos los hombres buscan asociarse para permanecer vivos, la primera asociación natural es la familia que es buscada para la procreación; después las familias se asocian entre sí para asegurar su subsistencia y de estos clanes de familias surge la ciudad cuando entre los clanes se ponen leyes comunes para la convivencia. El hombre es un ser social por naturaleza ya que no puede vivir aislado y sin contacto social; aquel hombre que desprecia la vida en sociedad sólo puede ser suprahumano como un dios o un héroe o infrahumano. El hombre es un ser social como lo son otros animales gregarios pero Aristóteles afirma que el hombre lo es en mucha mayor medida que lo son el resto de los animales ya que el hombre además de ser un animal social es un animal racional; la razón empuja al hombre a buscar lo justo y la justicia es una virtud social de tal manera que el ser humano necesita de la vida social no solo por ser naturalmente un ser social sino también porque busca la justicia que es algo que sólo puede encontrar en la sociedad.
    Por lo tanto la ciudad no es algo convencional sino que es natural incluso, más natural que la familia y por supuesto más natural que el individuo ya que aunque la familia y el individuo sean anteriores en el tiempo la ciudad es autosuficiente, ni el individuo ni la familia lo son, y, además, cumple el fin total que los individuos y las familias solo persiguen parcialmente: la felicidad.
    Aunque todos los hombres son sociales y racionales no todos los seres humanos son ciudadanos. En una ciudad se considerarán ciudadanos a aquellos individuos que participen del gobierno y de la justicia es decir, aquellas personas que deliberan y deciden en los órganos de gobierno o que participen en los tribunales. Son excluidos mujeres, esclavos y extranjeros. 
    El problema fundamental de la polis es la regulación de las desigualdades. Todo el mundo reclama justicia y si alguien se subleva contra el gobierno de la ciudad es porque lo considera injusto; también es cierto que todos consideran a la justicia como una cierta igualdad por lo que si la ciudad ha de buscar la igualdad deberá saber administrar las desigualdades de sus ciudadanos. La justicia será tratar igual a los iguales y desigualmente a los desiguales. Existen para Aristóteles tres clases de desigualdades: la desigualdad económica, la desigualdad en virtud, y la desigualdad numérica. Junto con estas desigualdades el político debe de tener en cuenta que existe una igualdad básica entre todos los ciudadanos en cuanto tales ciudadanos libres; armonizar equitativamente esta igualdad con las citadas desigualdades es lo que se denomina justicia en la ciudad.
Aristóteles creerá que el mejor sistema político será aquel en donde los mejores gobiernen pero como es difícil determinar quienes sean los mejores y encontrar hombres que destaquen excepcionalmente del resto el discípulo de Platón admite que un pueblo reunido puede gobernarse bien. La razón es que aún cuando individualmente las personas sean mediocres reunidas en conjunto pueden llegar a ser mejores y más sabias que en solitario pues en la deliberación pública podrán ver los pros y los contras que a un individuo aislado no se le ocurriría y podrán encontrar soluciones originales que pueden pasar por alto a particular. Sólo en masas de hombres corruptos es improcedente la deliberación pública. Además aunque sobre ciertos asuntos delibera mejor el experto que la masa también admitimos que el que vive en una casa sabe juzgarla mejor que el arquitecto así que podríamos admitir que los que viven en la ciudad, los ciudadanos, puedan juzgar los asuntos de la polis.
    En todos los sistemas políticos correctos para que la ciudad no se fracture en facciones de ricos y de pobres debe haber abundancia de clase media. No importa que existan ricos y pobres siempre que unos y otros sean pocos. La clase media es la que da estabilidad al sistema político pues es enemiga de las revoluciones. Otra virtud de la clase media es que en la ciudad en donde todos tengan suficiente para vivir bien sin lujos excesivos no se producirá la envidia entre los ciudadanos y reinará la concordia social que permitirá una convivencia pacífica.

Teoría general de la virtud

Una vez fijados todos estos puntos, indicaremos lo que es la virtud. Como en el alma no hay más que tres elementos: las pasiones o afecciones, las facultades y las cualidades adquiridas o hábitos, es preciso que la virtud sea una de estas tres cosas.

Llamo pasiones o afecciones, al deseo, a la cólera, al temor, al atrevimiento, a la envidia, a la alegría, a la amistad, al odio, al pesar, a los celos, a la compasión; en una palabra, a todos los sentimientos que llevan consigo dolor o placer. Llamo facultades a las potencias que hacen que se diga de nosotros, que somos capaces de experimentar estas pasiones; por ejemplo, de encolerizarnos, de afligirnos, de apiadarnos. En fin, entiendo por cualidad adquirida o hábito la disposición moral, buena o mala, en que estamos para sentir todas estas pasiones. Así, por ejemplo, en la pasión de la cólera, si la sentimos demasiado viva o demasiado muerta, es una disposición mala; si la sentimos en una [42] debida proporción, es una disposición que se tiene por buena. La misma observación se puede hacer respecto a todas las demás pasiones.

De aquí se sigue, que ni las virtudes ni los vicios, hablando propiamente{37}, son pasiones. Por el pronto y en realidad no se nos llama buenos o malos en vista de nuestras pasiones, sino teniendo en cuenta nuestras virtudes y nuestros vicios. En segundo lugar, al hombre no se le alaba ni se le censura a causa de las pasiones que tiene; así que no se alaba ni se censura al que en general tiene miedo o se encoleriza, sino que sólo es censurado el que experimenta estos sentimientos de cierta manera; y, por el contrario, en razón de los vicios y virtudes que descubrimos, somos directamente alabados o censurados. Además, los sentimientos de cólera y de temor no dependen de nuestra elección y de nuestra voluntad, mientras que las virtudes son voliciones muy reflexivas, o por lo menos, no existen sin la acción de nuestra voluntad y siendo objeto de nuestra preferencia. Añadamos también, que respecto de las pasiones debe decirse que somos por ellas conmovidos, mientras que respecto de las virtudes y de los vicios no se dice que experimentamos emoción alguna; y sí sólo que tenemos una cierta disposición moral.

Por estas mismas razones las virtudes no son tampoco simples facultades; porque no se dice de nosotros que seamos virtuosos o malos sólo porque tengamos la facultad de experimentar afecciones, así como no es este motivo suficiente para que se nos alabe o se nos censure. Además, la naturaleza es la que nos da la facultad, la posibilidad de ser buenos o viciosos; pero no es ella la causa de que nos hagamos lo uno o lo otro, como acabamos de ver.

Concluyamos, pues, diciendo, que si las virtudes no son pasiones, ni facultades, no pueden ser sino hábitos o cualidades; y todo esto nos prueba claramente lo que es la virtud, generalmente hablando.

{37}


 Las pasiones pueden ser indiferentemente buenas o malas según la medida en que se las siente, y según los objetos a que se aplican. Por lo contrario, la virtud es siempre y exclusivamente buena; y el vicio es siempre y exclusivamente malo.

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