Argumento de la duda metodica de dios



· TEMAS

TEMA 1: EL COGITO Y EL CRITERIO DE CERTEZA

En este tema, nos situamos en la parte constructiva del pensamiento cartesiano, que trata de reconstruir todo el edificio del saber sobre bases nuevas y solidamente fundadas. El cogito, junto a la duda metódica serán los dos momentos fundamentales de esta tarea.

Para Descartes, la filosofía y la ciencia de su tiempo estaba en crisis, por lo que enuncia que la solución está en la Razón, en la capacidad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso y al mismo tiempo, es innata al hombre por lo tanto igual a todos. Entonces se plantea el problema de que por qué hay diferentes opiniones ante un mismo tema si todas las razones son iguales. Por el método, por el modo en que dirigimos y usamos la Razón. La labor de Descartes se dirige a buscar el método correcto.

El método adecuado constituye una doble tarea. En primer lugar es necesario dejar de lado la tradición para que la Razón se manifieste libremente. En segundo lugar, hay que analizar la Razón para, a partir de su naturaleza, determinar su método.
Las actividades de la Razón consiste en dos operaciones fundamentales: intuición y deducción. La intuición es el acto del entendimiento o Razón mediante el cual captamos inmediatamente y sin esfuerzo una idea de forma clara y distinta, no cabiendo duda sobre ella, cuyo objeto son las naturalezas simples. La deducción por su parte, recoge las conexiones entre las ideas intuidas de las naturalezas simples, mediante las cuales se constituyen las naturalezas compuestas. De modo que la intuición es la base de la Razón y por ello, la parte más importante, por tanto, es necesario saber como se intuye una idea. Intuyo una idea cuando la veo clara, separada de las demás ideas y conocida así, y distinta cuando sus partes son separadas más de otras y conocidas con claridad. Para distinguir una idea es necesario verla con claridad, pero la claridad no implica la distinción.

Una vez que sabemos como conocer la razón por intuición y deducción, gracias a ella Descartes procede a explicar el método, las reglas que han de seguirse para distinguir bien la razón. La primera regla es la evidencia: no admitir como verdadero nada que no sepa con evidencia que lo es evitando la precipitación y la prevención, acepta, algo falso y rechazar algo verdadero, La segunda de las reglas es el análisis, que consiste en dividir las dificultades en todas las partes posibles y necesarias, es decir, hacer posible la intuición. En tercer lugar se encuentro la regla de síntesis, conducir el pensamiento empezando por los objetos sencillos ascendiendo poco a poco hasta los más compuestos, poner en juego la deducción. Por último tenemos la regla de la enumeración, haciendo recuentos tan integrales y divisiones tan generales que llegue a estar seguro de no omitir nada.

Establecido el método se impone su puesta a prueba, tarea que Descartes llevará a cabo mediante la duda metódica consistente en rechazar como falso todo aquello que no se manifieste absolutamente evidente a nuestra razón. De este medid se intentará alcanzar la intuición de una primera verdad simple, indubitable, que queda ser el punto de partida para la deducción. La duda metódica no es escéptica, porque viene exigida por la aplicación del método y es voluntaria: se duda para encontrar, si la hubiere, una verdad tal de la que, aunque quiera, no puedo dudar.

La duda se pone en marcha establecida en tres niveles de distinta profundidad; en primer lugar, duda del conocimiento sensible, ya que puede ser que mis sentidos me engañen, por lo tanto, consideraré provisionalmente falso todo lo que mis sentidos me suministran. El segundo nivel es dudar de la existencia del mundo exterior, siendo esto la imposibilidad de distinguir entre el sueño y la vigilia. El tercer nivel de la duda consiste en dudar del conocimiento racional, expresada a través de la hipótesis del genio maligno, siento esta una metáfora para expresar la duda a la razón misma, ya que puede ser que mi razón también se equivoque, por ello, también consideraremos provisionalmente falsas las matemáticas.

Llevada a este extremo la duda parece conducirnos necesariamente al escepticismo, pero luego se advierte que el hecho de estar pensando que todo es falso, es necesario que yo, lo que piensa, sea alguna cosa: el cogito, la primera verdad fundamental, pienso, luego existo, lo que presenta como punto de partida de su filosofía.

Una vez que descartes alcanza la primera verdad, el cogito, establece el criterio de certeza, es decir, que todo lo que pienso de forma clara y distinta como el cogito es verdad. Sin embargo, este criterio de certeza no queda libre de la duda metódica por la hipótesis del genio maligno, que hace dudar incluso de la razón. Esta hipótesis ha de ser rechazada analizando las ideas hasta encontrar una que implique necesariamente la existencia de una realidad exterior al yo capaz de justificar el criterio de certeza: así procede a demostrar la existencia de Dios a partir de la idea que hay en mí de un ser perfecto.


TEMA 2: PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Abordamos el tema, las demostraciones de la existencia de Dios a partir del establecimiento del cogito. Una vez que descartes alcanza la primera verdad, el cogito, establece el criterio de certeza. Sin embargo, este criterio de certeza no queda libre de la duda metódica por la hipótesis del genio maligno, que hace dudar incluso de la razón. Esta hipótesis ha de ser rechazada analizando las ideas hasta encontrar una que implique necesariamente la existencia de una realidad exterior al yo capaz de justificar el criterio de certeza: la idea de Dios.

Descartes procede a una demostración a priori de la existencia de Dios, oponiéndose al realismo teológico de Sto. Tomás, el cual asegura que toda prueba de la existencia de Dios debe proceder a posteriori: el orden y la belleza del mundo deben conducirnos necesariamente a la existencia de Dios. Descartes se muestra así en consonancia con el argumento teológico de San Anselmo. Para Descartes, la dificultad para aceptar la existencia de Dios y del alma deriva de considerarlo todo según la percepción, y así, lo no perceptible parece no inteligible. Sin embargo, tratar de percibir a Dios como si fuese algo material, tratándose Él de una sustancia inteligible sería como usar la vista para oír, es decir, confundir las facultades.

Antes de demostrar la existencia o no de la realidad, Descartes considera necesario un análisis de las ideas en cuanto a su origen y en cuanto a su realidad objetiva. Por su origen, las ideas pueden ser innatas, nacidas conmigo; adventicias, que vienen de fuera de mí; o facticias, producto de mi imaginación. En relación con su realidad objetiva encontramos las ideas que representan accidentes, entendiendo por accidente todo modo de ser secundario que se apoya en una sustancia o ser como el color o el tamaño; las ideas que representan cosas finitas como una mesa o una silla, que tienen más realidad objetiva que las ideas de accidentes; y las ideas que representan sustancias infinitas, la idea de Dios.

La primera prueba de la existencia de Dios dada por Descartes se basa en el principio de causalidad aristotélico. El principio de causalidad establece que hay, al menos, tanta realidad en la causa como en el efecto. De este modo, sintiendo a Dios como una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente y creadora de todas las cosas; todas esas ideas no pueden proceder de ninguna otra sustancia inferior ni de la nada. Es por esto que Dios existe realmente como causa de su idea en mí.

La última prueba de la existencia de Dios deriva de la reformulación del argumento teológico de San Anselmo. Esto es según Descartes, que cualquier idea de una cosa obtenida del ejercicio de mi pensamiento, todo cuanto reconozca pertenecerle clara y distintamente le pertenece necesariamente. Si esto es así, de la simple consideración de la idea de Dios, del ser que reúne en sí todas las perfecciones, se sigue necesariamente su existencia real, ya que ésta es una perfección. Esto es, la idea de Dios encierra todas las perfecciones, la existencia real es una perfección, luego le pertenece necesariamente. Su esencia implica su existencia. Sin embargo, se presentan dos objeciones a esta demostración. La primera dice que si la existencia de Dios es tan evidente, cómo no la hemos descubierto antes; pues porque estamos tan acostumbrados a distinguir de todas las cosas entre su esencia y su existencia que no caemos en la cuente de que tal distinción real no es posible en Dios. La segunda objeción expone que el no poder concebir a Dios más que existiendo no supone que Dios exista, pero se resuelve que la existencia es inseparable de él y, por tanto, que existe verdaderamente.

Demostrada la existencia de Dios, éste se constituye como garante último y definitivo del criterio de certeza, y quien me permite salir del solipsismo al mundo real, fundamentando así la ciencia. En efecto, si Dios es sumamente perfecto no puede ser engañador, puesto que en todo engaño hay una especie de imperfección. El genio maligno es, pues, imposible; Dios no lo permitiría, su infinita veracidad lo excluye. Se levanta entonces la duda sobre el criterio de certeza y sobre los tres niveles de la duda, quedando como única fuente de error la libertad de usar la voluntad excediéndonos en nuestros juicios más allá de lo que el entendimiento nos permite.

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