Descartes y la Fundación de la Filosofía Moderna: Razón, Duda y Certeza

Contextualización de la Filosofía Moderna

Podemos señalar el siglo XVII como el inicio de una nueva época: la Edad Moderna. Es un periodo en el que la razón humana busca autonomía y lucha contra todo tipo de superstición. El hombre moderno aspiró a la madurez intelectual, combatiendo el orden teocrático y el régimen político absolutista. Todas las esferas de la vida —social, política, económica, cultural, artística— experimentaron grandes transformaciones. La aplicación de las matemáticas a la ciencia dio origen a la ciencia moderna. Se abandonó la concepción geocéntrica del universo, sustituyéndola por el heliocentrismo, gracias a los estudios de Copérnico, Galileo y Kepler.

Los filósofos modernos, conscientes de pertenecer a una nueva era, se propusieron encontrar un nuevo método que garantizara el conocimiento. A diferencia de los filósofos antiguos y medievales, quienes confiaron ciegamente en la capacidad de la mente para aprehender la verdad, racionalistas como Descartes y empiristas como Bacon partieron del subjetivismo y la duda, buscando un fundamento indudable para el conocimiento humano. Los racionalistas buscaron la verdad en la razón, empleando el método deductivo y aceptando la existencia de ideas innatas. Por el contrario, los empiristas sostenían que todo el conocimiento provenía de los sentidos, por lo que el método de investigación científica y filosófica debía ser el inductivo.

René Descartes: Padre del Racionalismo Moderno

René Descartes fue el filósofo racionalista y matemático más influyente del siglo XVII. Estudió lógica, filosofía, teología y matemáticas en el colegio jesuita de La Flèche. Sin embargo, al finalizar sus estudios, decidió desestimar gran parte de lo aprendido (considerándolo inútil), a excepción de las matemáticas, por las que sentía profunda admiración. Y decidió viajar para ‘leer en el gran libro del mundo’. Viajó alistándose en el ejército, lo que le permitió conocer ‘cortes y gentes’ muy diversas. Fue precisamente en un acuartelamiento, durante un periodo de aislamiento debido a los rigores del invierno, donde concibió su obra filosófica más importante: Meditaciones Metafísicas. En esta obra, escrita en latín, sentó las bases metafísicas del método cartesiano, estableciendo así el fundamento de toda la filosofía moderna. No obstante, esta obra no se publicó hasta 1641 (primera edición) y 1647 (segunda edición).

Obras Relevantes de Descartes

  • Reglas para la dirección del ingenio (1628): Obra inacabada donde desarrolla su idea de una ciencia universal que explicara todos los conocimientos mediante el procedimiento matemático.
  • Tratado de la luz (El Mundo) (escrito en 1633): En esta obra desarrolla su teoría heliocéntrica. Sin embargo, al conocer la condena de Galileo, decidió no publicarla. El punto central de dicha condena era, precisamente, la afirmación del movimiento de la Tierra, que Descartes consideraba fundamental en su Tratado.
  • Discurso del Método (1637): Escrito en francés y publicado para difundir sus hallazgos al público general. En él expone la necesidad de un nuevo método que garantizara el uso correcto de la razón. Apareció acompañado de tres ensayos científicos: la Dióptrica, los Meteoros y la Geometría. En esta primera edición no figuraba el nombre de Descartes.

El Objetivo Filosófico de Descartes: La Búsqueda de la Certeza

El objetivo filosófico de Descartes era alcanzar un conocimiento seguro, verdadero y estable, más allá de toda duda razonable. Este conocimiento lo buscaba mediante el uso de la razón y siguiendo un método riguroso. Es indudable que Descartes rompió deliberadamente con el pasado. Además, ante la reaparición del escepticismo, para él la verdad se entenderá como certeza, es decir, la imposibilidad de dudar. Esta certeza es la que encuentra en el método matemático. Descartes se propuso comenzar desde cero, sin confiar en la autoridad de ningún filósofo anterior. Decidió confiar en su propia razón y, a partir de ella, alcanzar todas las ideas claras y evidentes.

1. Duda y Certeza en el Pensamiento Cartesiano

La duda metódica es el resultado de aplicar el método cartesiano: un conjunto de reglas para discernir lo falso de lo verdadero. Para Descartes, la duda es un instrumento mediante el cual se puede obtener un conocimiento firme y seguro. Es importante recordar que esta duda no es real, como la de los escépticos. Dicho de otro modo, la duda es el paso previo a la certeza. Para llegar a la certeza, Descartes establece tres niveles de duda:

  • En el primer nivel, pone en duda la fiabilidad de los sentidos, ya que a menudo nos engañan, mostrándonos una visión errónea de la realidad.
  • Dado que se busca una primera verdad indudable y los sentidos cuestionan nuestra percepción, Descartes introduce el segundo nivel de duda. En este nivel, Descartes afirma que los sueños a menudo nos muestran un mundo en el que creemos que los objetos son reales, pero al despertar nos damos cuenta de que no lo son. Por ello, es imposible distinguir entre el estado de sueño y de vigilia, lo que le lleva a dudar de la existencia del mundo exterior.
  • Por otro lado, la duda no parece afectar a las matemáticas o a los principios lógicos. Sin embargo, Descartes argumenta que incluso tales verdades matemáticas y lógicas podrían no ser absolutamente indudables. Con esto, plantea la hipótesis de un genio maligno de extremado poder e inteligencia, que pone todo su empeño en inducirnos a error. La duda, llevada a tal extremo, solo concluiría en escepticismo, dejando en entredicho todas las certezas, como las matemáticas o la existencia del propio cuerpo.

Para intentar llegar a la verdad, Descartes, aplicando la regla del análisis, examinó su propio ser. Tras esto, llega a una certeza indudable: la existencia del propio sujeto, un sujeto que piensa. Dudar es una forma de pensar, pues si dudo, previamente debo pensar. Ese ‘yo que piensa’ es indudable; solo se puede estar seguro de la propia existencia (*cogito ergo sum*). De ahí deriva una primera verdad que se aprecia de forma clara y distinta: ‘Pienso, luego existo’.

2. Res Cogitans y Res Extensa: Las Sustancias Cartesianas

Descartes, tras poner en duda el testimonio de los sentidos, la existencia del mundo y las verdades matemáticas y los principios lógicos, encuentra una primera verdad: ‘Pienso, luego existo’. Así, afirma que de lo único que puede estar seguro es de que él existe como cosa pensante (*res cogitans*). Por esta razón, Descartes pone en duda la existencia de su cuerpo (*res extensa*), porque puede llegar a pensar que los cuerpos que ve no existen, que nunca han existido o que cesen de ser. Y lo mismo puede pensar de su propio cuerpo. De ahí, extrae dos conclusiones: por un lado, afirma que la existencia de su pensamiento (el alma) es más cierta que la de su cuerpo. Lo que significa que, al pensar, sabe que existe, ya que al pensar que no existe, indirectamente afirma su existencia. Mientras que no tiene la certeza de que el cuerpo exista, puesto que el pensamiento puede subsistir sin él. Y por otro lado, que su alma es una sustancia cuya esencia es solo pensamiento y que no tiene nada en común con el cuerpo. Esta forma de existir como *res cogitans* no es resultado de ningún razonamiento, sino de una intuición: la intuición existencial básica del sujeto que piensa. Por lo que llega a una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sustancia pensante. Y esta verdad la ha encontrado en su mente. También sabe que todo lo que se le presenta de forma clara y distinta es verdadero, y este es el criterio de verdad que utilizará a partir de este momento. Por ello, comenzará a examinar lo único de lo que puede hacer uso: el contenido de su mente, sus ideas.

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