Libertad, Ética y Poder: Reflexiones Filosóficas sobre la Acción Humana y la Sociedad

1. Libertad y Determinismo: Un Debate Filosófico Esencial

1.1. Determinismo Teológico

Todo lo que hacemos y pensamos está ya previsto y fijado por un hado o destino, o por una voluntad superior o divina. El ser humano no es dueño de sus actos, sino una marioneta en manos del hado o la divinidad, y lo único que puede hacer el hombre es “representar un drama” que ya ha sido escrito de antemano. Para la teología reformista, si Dios es omnisciente, debe ser porque todo ya está, de alguna manera, establecido. Esta razón lleva a afirmar por parte de Lutero y Calvino que la voluntad humana no es tal, sino que se encuentra a merced de la voluntad divina.

1.2. El Indeterminismo y la Existencia de la Libertad

A pesar de la solidez de algunos argumentos deterministas, muchos autores se resisten a apoyar esta postura, haciendo una distinción entre factores condicionantes y factores determinantes.

  • Factores Determinantes

    Equivalen a las causas de la acción. El comportamiento humano se considera consecuencia inevitable de factores que él mismo no controla. Así, una situación de peligro eleva nuestra tensión arterial.

  • Factores Condicionantes

    Equivalen a los motivos de la acción. El comportamiento humano está influido por factores externos, pero no se considera un resultado de ellos. Así, una situación de peligro puede hacer que salgamos corriendo, pero también podríamos enfrentarnos a ella.

La defensa de la libertad suele conllevar la defensa del indeterminismo, en el sentido en que nuestras acciones y decisiones no están determinadas, sino condicionadas. En este punto, conviene hacer una aclaración que evite confusiones: afirmar el indeterminismo en la actuación humana no significa afirmar la indiferencia en esta. Considerar que nuestras acciones no están determinadas no quiere decir que nos sea indiferente una cosa u otra, es decir, que no haya nada que nos incline en nuestras decisiones: lo hay. Pensar que nuestra decisión es indiferente, no está motivada, supondría pensar que es arbitraria e irracional o que promueve la inacción.

1.3. La Evidencia de la Libertad

La creencia acerca de que somos libres está profundamente enraizada en nuestro sentido común, pero ¿cómo puede ser probada? Algunos autores sostienen que esta pregunta está mal formulada, puesto que la libertad no necesita demostración. Descartes defiende la certeza intuitiva de la libertad: la creencia de que actuamos voluntariamente es una verdad evidente en sí misma. Por esta razón, podemos considerarla un axioma: no es demostrable, pero es la base sobre la que se sustenta la acción humana. (En geometría elemental, un axioma sería: “Toda recta consta de infinitos puntos”).

1.4. Indeterminismo Teológico

La teología católica, al contrario que la protestante, acepta la omnisciencia divina sin por ello negar la capacidad de obrar del ser humano. Que Dios conozca de antemano qué va a suceder y cómo van a actuar los seres humanos, no quiere decir que anule la capacidad de la decisión humana. Tomás de Aquino considera que la libertad humana se basa en un juicio del entendimiento que muestra qué es preferible de acuerdo con el bien que deseemos alcanzar. Es, pues, el entendimiento el que mueve a la voluntad a elegir una cosa u otra (postura intelectualista). Por esta razón, cabe la posibilidad de errar y, por tanto, de escoger el mal en lugar del bien. Pero ello no le resta un ápice al hombre de libertad.

1.5. La Libertad como Postulado de la Acción Moral

Una de las razones que lleva a defender la existencia de la libertad se encuentra en las consecuencias que se derivarían de negarla: sin libertad no habría, por tanto, ni responsabilidad ni moralidad. Igual que no podemos responsabilizar a una nube por causar una inundación, al hombre no se le puede imputar ninguna responsabilidad en su actuar: obra así porque no puede hacerlo de otro modo. Para Kant, la existencia de la libertad es un postulado de la razón práctica, que hace posible la vida moral.

1.6. Indeterminismo Físico

Como ya vimos, el siglo XX se caracterizó por el nacimiento y desarrollo de la mecánica cuántica. Max Planck, Niels Bohr, Werner Heisenberg y Erwin Schrödinger, entre otros, provocan que se tambaleara la visión mecanicista que se tenía del mundo. Una de las razones de ello es que esta teoría utiliza en sus explicaciones leyes estadísticas y probabilísticas que no encajan en la concepción tradicional de la física. Esta nueva física ha propiciado el florecimiento de diversas interpretaciones que defienden el indeterminismo. Entre estas interpretaciones destaca la llevada a cabo por la escuela de Copenhague. Afirma que la naturaleza posee cierto grado de indeterminación, de imprecisión, es decir, deja campo de actuación al azar. Esto es así, al menos, a nivel subatómico, pues está demostrado que el comportamiento de los electrones no se puede predecir con total seguridad, ya que no pueden ser precisados a la vez su posición y su movimiento, solo aproximadamente establecidos. Sin embargo, otros autores se han opuesto a esta interpretación. Albert Einstein afirmaba que “Dios no juega a los dados”, dando a entender que aunque la mecánica cuántica utilice leyes probabilísticas en sus explicaciones, esto no quiere decir que las leyes de la realidad sean, asimismo, probabilísticas. Las teorías físicas no son una fotografía de la realidad, sino una forma de acercarnos a ella para entenderla. Pero si hacemos caso a Karl Popper, la cuestión de la determinación o no de la realidad no le compete a la física, quedando así expedito el camino a la metafísica.

2. Dimensión de la Ética: Individual, Social y Política

2.1. Ética: Dimensión Individual, Social y Política

La ética tiene en primer lugar una dimensión individual. No obstante, el ser humano se construye, en parte, a sí mismo y en parte dentro de una red de interrelaciones sociales. Por lo tanto, la conducta humana está condicionada por la sociedad en que vive (grupos de los que forma parte, educación que recibe, etc.) y la conciencia moral tiene, pues, un origen social. Todo individuo interioriza los valores de la sociedad en la que se halla inserto, aunque lo hace de manera personal. Por ello, es necesario un ejercicio de crítica constante sobre la razonabilidad de las concepciones morales dominantes en la sociedad: la interacción entre un individuo y el medio que lo rodea no puede ser nunca una pura recepción pasiva y acrítica. De esta manera, la dimensión social de la libertad debe operar sobre los condicionamientos sociales de la moral. Por otro lado, la ética tiene también una dimensión política: reflexionar sobre los principios de organización y de gobierno de las sociedades políticamente constituidas para que satisfagan las exigencias de la ética.

2.2. Interrelación entre Ética y Política

Aunque actualmente predominan las tendencias individualistas, que tienden a separar la ética de la política, la mayoría de las tendencias anteriores vinculan ambos espacios. El problema que ahora se plantea es si se debe o no prescindir en el ámbito político de nuestras concepciones morales:

  • Las concepciones liberales señalan la separación entre ambos aspectos al distinguir entre el ámbito privado —reservado a la ética individual o del grupo— y el ámbito público.
  • Las concepciones comunitaristas defienden que la discusión moral que se da en el espacio público no puede prescindir de las concepciones morales individuales y comunitarias.

2.3. Platón: El Bien como Idea Rectora de la Política

Para que los habitantes de la polis sean buenos, es necesaria una política capaz de fundamentar un sistema de convivencia justo. Un sistema así requiere de una clase dirigente sabia, conocedora de la verdad: los filósofos. Estos encaminan toda su vida a la investigación de la verdad y adquieren el conocimiento de la Idea de Bien. Fiel a su maestro Sócrates, solo puede ser virtuoso quien conoce qué es la virtud. Esta teoría es denominada “intelectualismo moral”. Una sociedad justa se da solo cuando cada clase social hace lo que le corresponde por naturaleza y anteponen el bien común a sus intereses particulares de clase o individuo.

2.4. Aristóteles: La Sociedad como Condición del Bien Moral

Las actividades de los seres humanos son buenas cuando van encaminadas a la consecución de un bien común: La función de la polis es posibilitar la vida buena y, por ende, feliz de sus ciudadanos. Los seres humanos, en cuanto somos los únicos poseedores de razón, no podemos realizarnos fuera del entorno de la ciudad, en la cual se dialoga. Los hombres, además de voz (con la que mostramos nuestros sentimientos y deseos, y que poseemos conjuntamente con los animales), tenemos la capacidad del lenguaje (lógos) que nos capacita para dialogar y decidir acerca del bien, de lo justo, de la verdad. Y esta capacidad del lenguaje solo se puede actualizar y desarrollar en la ciudad. Por eso dice Aristóteles que el ser humano es social por naturaleza y que la sociedad es anterior al individuo (como el cuerpo es anterior a cualquiera de sus órganos, porque solo en él pueden estos ejercer su función), porque solo en ella es capaz de desarrollarse como ser humano.

3. Perspectivas sobre la Relación entre Ética y Política

3.1. Realismo Político: Primacía de la Política sobre la Moral

La moral puede perturbar, por su carácter ideal, la acción política. La moral y la política son, a veces, incompatibles, por lo que el político deberá prescindir de consideraciones morales en el ejercicio del poder: el político debe adaptarse a la realidad. El máximo representante de esta postura fue Nicolás Maquiavelo. En El príncipe, sostiene que, si el político se quiere mantener en el poder y construir un Estado sólido, ha de aprender a no ser bueno moralmente cuando las circunstancias así lo aconsejen. Se le suele atribuir, aunque no es suya, la famosa expresión de que “el fin justifica los medios”.

3.2. Incompatibilidad entre Moral y Estado

Las normas que rigen la moral en el ámbito privado no pueden aplicarse al ámbito estatal, ya que el Estado es en sí malo y corrupto. Así, lo correcto sería que el Estado desapareciera o se redujera al mínimo. Dos posturas representan estas ideas:

  • Para la moral burguesa, lo importante es la libertad individual y por ello el Estado debe únicamente proteger la propiedad y garantizar la libertad, fundamentalmente económica, de los ciudadanos. Este Estado reducido a su mínima expresión tendría como función el ejercicio de la violencia para mantener el orden establecido.
  • La tradición anarquista ve al Estado como el principal obstáculo para vivir con dignidad, ya que oprime y coarta la libertad individual. El Estado es un mero instrumento de opresión de los patronos sobre los trabajadores. Para conseguir una sociedad sin Estado es necesaria la acción sindical de los trabajadores. La libre federación de personas y comunidades, una democracia directa y participativa, y la autogestión económica, acabarían con el Estado, garante de la explotación económica.

3.3. La Imposibilidad de Compaginar Ética y Política

Los imperativos morales llevan inexorablemente a un compromiso político, pero el intento de llevar a cabo una acción política que sea a la vez eficaz y justa está condenada al fracaso. Merleau-Ponty intenta mostrar la incompatibilidad de una acción políticamente buena y pacífica, ya que la violencia se encuentra en el origen mismo del poder: no es posible elegir entre violencia o no violencia, sino solo entre tipos de violencia.

3.4. Relación Problemática entre Ética y Política

A diferencia de la anterior, la relación ética-política se ve como problemática, no se logra nunca completamente, es más un esfuerzo que una meta conseguida, no imposible. Veamos algunos casos:

  • Un caso extremo es el del revolucionario terrorista, que emplea cualquier medio violento para luchar contra una situación que considera injusta.
  • La violencia legítima del Estado, que muchas veces se convierte en una violencia gratuita e injusta.
  • Un último caso, el de la ambigüedad moral de las personas que están sometidas a un orden político injusto y que lo aceptan y se someten, convirtiéndose, en cierto sentido, en cómplices de tal injusticia.

4. Teorías sobre el Origen y Fundamento del Poder

4.1. Teorías Cosmocéntricas: Naturaleza y Poder

Estas teorías entienden que la naturaleza es un organismo sujeto a leyes que le permiten conseguir sus fines. Según Aristóteles, los individuos y las sociedades están sometidos a unas leyes naturales, y cada uno tiene que realizar las funciones que la naturaleza ha determinado. Así, unos estarían capacitados para gobernar y otros para obedecer, unos nacen libres y otros esclavos, y dentro de la familia las mujeres deben obedecer al hombre. A finales del siglo XIX, se renovaron estas teorías al calor de las doctrinas evolucionistas, surgiendo así el darwinismo social. Según esta, igual que la naturaleza solo permite la supervivencia de las especies más aptas y fuertes en su lucha por la supervivencia, en el orden social los perdedores serían las naciones más débiles o menos desarrolladas, las razas inferiores. De este modo, se justifica la esclavitud, el racismo, el sexismo o el colonialismo.

4.2. Teorías Teocéntricas: El Origen Divino del Poder

Estas defienden que todo poder y autoridad provienen de Dios. Los reyes y gobernantes reciben el poder de Dios, en nombre del cual gobiernan. Por ello, quien se rebele ante el poder del rey se rebela contra un poder legítimo y se convierte en enemigo de la sociedad y de Dios. El obispo Bossuet fue uno de los principales defensores del fundamento divino del poder y del poder monárquico absoluto de la Edad Moderna. Dios delega su poder en los reyes para que gobiernen al pueblo. Por esto, no pueden gobernar de cualquier manera, no deben utilizar su autoridad a su capricho, sino con temor y cuidado, porque Dios les pedirá cuentas. Así, el monarca absoluto no puede ir contra la ley de Dios.

4.3. Teorías Antropocéntricas: La Voluntad Humana como Origen del Poder

A principios del Renacimiento, varios teóricos intentan fundamentar el poder en la voluntad racional de los seres humanos. Durante los siglos XVII y XVIII, varios pensadores intentan mediante un artificio teórico explicar el origen del Estado; según ellos, se debía a un pacto o contrato social. Por ello, podemos llamar Contractualismo a este conjunto de teorías. Sus principales representantes son Hobbes (Leviatán, 1651), Locke (Segundo tratado sobre el gobierno civil, 1690) y Rousseau (El contrato social, 1762). Los tres ofrecen una teoría del pacto social que bajo un esquema común presenta notables divergencias:

  • Se parte de la hipótesis del estado de naturaleza: una situación primitiva en la que los individuos viven en familias, fuera de cualquier organización social y gozando de derechos naturales.
  • El pacto social: un acuerdo con la cesión de derechos por parte de los individuos crea el Estado. La finalidad es el beneficio de los individuos, mejorando la situación del estado de naturaleza.
  • El sistema político resultante del pacto social varía según cómo se haya concebido el contrato: entre quiénes, a favor de quién y si es revocable o no.

5. El Estado y los Desafíos de la Democracia

5.1. El Estado Social de Derecho o Estado de Bienestar

El sistema liberal del siglo XIX defendía un Estado mínimo, que se abstenía de intervenir en la vida económica, rigiéndose por las leyes del mercado. A partir del siglo XX se empezaron a buscar políticas sociales más equitativas para mitigar las grandes desigualdades económicas y sociales que había entre sus miembros. Para resolver los conflictos entre patronos y obreros que se dieron a partir de la Revolución Industrial, el Estado se convierte también en un árbitro y mediador de los conflictos sociales. La Gran Recesión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial (SGM) dieron lugar a proyectos sólidos de este tipo de Estado. El Estado social de derecho institucionaliza la consecución y defensa de los derechos sociales de los ciudadanos:

  • Proporciona prestaciones económicas en circunstancias concretas, como desempleo, pobreza, enfermedad, jubilación, etc.
  • Asume la prestación de servicios generales gratuitos, como la educación obligatoria y un sistema universal de salud.
  • Promueve políticas de ayuda para acceder a la vivienda, el transporte, la cultura, etc.

5.2. Democracia y Participación Ciudadana

La democracia se presenta como un modelo ideal de organización (teniendo en cuenta lo que afirmó Churchill: “La democracia es el peor sistema político, a excepción de los demás”), pero sus realizaciones concretas no consiguen alcanzar plenamente ese modelo. Una de las enfermedades de la democracia es la escasa participación de los ciudadanos en los asuntos que los afectan, como mucho, votar cada cuatro años. Una democracia de calidad necesita ciudadanos informados, críticos y participativos, que se involucren en la tarea de gestionar los asuntos comunes. Se ha de pasar de ser un mero consumidor a un ciudadano activo y responsable. Los partidos políticos aparecen cada vez más como instituciones alejadas de los intereses reales de los ciudadanos, solo interesados en llegar al poder y mantenerse en él a toda costa. La democracia entonces tiene el peligro de convertirse en una partitocracia, donde los ciudadanos no se sienten representados por los políticos. Otro de los problemas actuales es el escaso margen de maniobra de los gobernantes debido a la globalización económica y al poder de los agentes y lobbies económicos supranacionales.

5.3. Las Paradojas de la Democracia

Si entendemos democracia en su sentido etimológico, pensaremos en la democracia directa que preconizaba Rousseau; pero esta solo es válida en Estados pequeños donde los ciudadanos pueden participar en la gobernanza directamente, sin representantes. Actualmente, el tamaño de los Estados no permite ese tipo de democracia, sino una democracia indirecta o representativa: los ciudadanos no gobiernan directamente sino a través de sus representantes elegidos. Bobbio señala las paradojas de estas democracias:

  • Cuanto más grande es el Estado, más difícil resulta respetar las reglas de la democracia.
  • En la medida en que se da un sufragio cada vez más universal, crecen las necesidades de un aparato burocrático mayor, de estructura jerárquica, no democrática.
  • En las sociedades actuales, cada vez más complejas, se plantean problemas técnicos, que requieren soluciones complejas, que se alejan del ciudadano no experto. La responsabilidad es tomada no por todos los ciudadanos, sino delegada en los técnicos.
  • Hay un contraste entre una sociedad democrática y una sociedad de masas. Esta última busca ciudadanos conformistas que se dejan guiar por la propaganda como instrumento de control del pensamiento y de la vida de la gente. Una sociedad democrática necesita, como ya dijimos, de una ciudadanía ilustrada, libre y crítica.

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