Pensamiento Filosófico Esencial: Platón, Marx, Agustín, Nietzsche, Kant, Rousseau

Platón

Antropología

Platón describe al individuo humano como un ser compuesto de **alma** y **cuerpo**. El alma es la parte más alta y digna, porque es semejante a lo divino, es decir, a las **ideas**; por su superioridad, el alma debe regir el compuesto humano. El cuerpo, por el contrario, debe ser gobernado por el alma, ya que es imperfecto; además, el cuerpo supone un obstáculo para el alma en su anhelo por alcanzar la contemplación de la verdad y el bien. Siguiendo la opinión de los pitagóricos, Platón consideró que el cuerpo es como una cárcel para el alma, de la que desea salir para vivir junto a las ideas. La asociación de alma y cuerpo no es completa, porque es una unión temporal y accidental. Es temporal porque no dura siempre, pues se deshace tras la muerte del ser humano. Es accidental porque ambos elementos nunca pierden su identidad propia dentro del compuesto; en la antropología platónica, alma y cuerpo están unidos, pero siguen siendo dos cosas distintas, como el piloto y la nave, o como el jinete y el caballo.

El cuerpo humano, al pertenecer al mundo sensible, siempre ha estado en este mundo en el que vivimos, pero ¿dónde ha estado el alma humana antes de unirse al cuerpo?, ¿cuál es su origen? El pensador ateniense consideró que el alma preexistió en el mundo de las ideas antes de unirse al cuerpo. Si el alma tiene que ver con el mundo inteligible, es porque preexistió en él con anterioridad. Entonces, si el alma habitaba en el mundo de las ideas y era feliz allí, ¿por qué ha abandonado aquel mundo para introducirse en un cuerpo?

Platón trató de responder a este interrogante considerando que el alma humana en sí misma no posee una completa unidad, por lo que sus elementos no siempre actúan con total armonía. Para intentar aclarar este razonamiento, expuso en *Fedro* el mito del carro alado. De acuerdo con él, el alma es como un carro tirado por dos caballos: uno representa las inclinaciones o impulsos nobles, mientras que el otro, más indisciplinado, simboliza los apetitos y deseos. El auriga o conductor es la **razón**, que debe dirigir a ambos. Todo va bien mientras la razón gobierna al hombre, pero cuando el deseo de placeres se desboca, la razón pierde el control, se quiebra la unidad del alma y esta queda sujeta al mundo sensible.

División Tripartita del Alma

A través de la imagen del carro alado, Platón muestra que el alma consta de tres partes o funciones:

  • La parte racional: representada por el conductor del carro, que debe gobernar a todo el ser humano y conducirlo al conocimiento de las ideas. Los sujetos en quienes destaque esta parte del alma serán los amantes del saber.
  • La parte irascible: simbolizada en el caballo noble, en la cual se encuentran los impulsos nobles, como la valentía. Aquellos que sean gobernados por el alma irascible serán los amantes del poder y de los honores.
  • La parte concupiscible o apetitiva: representada por el caballo indisciplinado, por la cual el humano busca y desea el placer sensible, y es arrastrado hacia lo material.

Esta división tripartita del alma humana ocupó un lugar destacado en el pensamiento del filósofo, porque la empleó para explicar las diversas virtudes y la organización de la sociedad ideal.

Inmortalidad del Alma

Otra cuestión importante es saber si el alma permanece cuando se separa del cuerpo tras la muerte y este se corrompe. Al igual que los pitagóricos, Platón sustentó que el alma es inmortal. No obstante, a diferencia de ellos, trató de razonarlo, alegando que el alma humana es semejante a las ideas porque ha vivido junto a ellas y las ha contemplado antes de introducirse en un cuerpo; por consiguiente, es afín a lo divino y es imperecedera. Es decir, pertenece a su esencia perdurar, aun cuando el cuerpo desaparezca. En el diálogo *Fedón* escribe: «El alma es lo más semejante a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que está siempre idéntico consigo mismo». Al igual que las ideas, no tiene partes materiales y, por tanto, no puede morir, pues no puede descomponerse ni corromperse. Tras la muerte, el destino del alma es alcanzar y contemplar nuevamente el mundo de las ideas. Sin embargo, siguiendo a los pitagóricos, Platón afirmó que no todos lo consiguen, pues el alma que no se libera plenamente de los impulsos que la atan al mundo sensible pasará (transmigrará) de un cuerpo a otro después de la muerte; ese otro cuerpo podrá ser humano o animal, dependiendo de lo racional o irracional que haya sido su vida. Solo podrá lograr su objetivo cuando esté enteramente purificada de lo terreno mediante una vida virtuosa.

Ética y Moral

La ética/moral se edifica sobre sus teorías acerca de las ideas, el hombre y el conocimiento, pues estaba convencido de que el ser humano no puede obrar el bien si no conoce lo que es el Bien en sí, la idea suprema de Bien. El pensador ateniense sostenía que todos los hombres desean las cosas buenas y la felicidad, pero con frecuencia sucede que no saben distinguir los bienes verdaderos de los bienes aparentes; muchas veces desconocen en qué consiste el bien y confunden el objeto de la verdadera felicidad con realidades imperfectas, como los placeres sensibles, las riquezas o los honores. Para Platón, el bien y la felicidad solo se pueden hallar en la contemplación de las ideas y especialmente de la idea más elevada, que es la del Bien.

Ahora bien, ¿cómo es posible alcanzar esa felicidad y esa visión de las ideas a la que todos aspiran? Solo hay un camino: el cultivo de la **sabiduría** y de la **virtud**, que, en el fondo, para Platón, se identifican. En este sentido, fue continuador del **intelectualismo moral socrático**, según el cual, quien conoce el verdadero bien no puede dejar de practicarlo y, por el contrario, quien se deja llevar por el vicio es por ignorancia con respecto a aquel. La primera tarea del filósofo consistirá en explicar qué es la virtud, en buscar la idea o esencia de esta, es decir, aquello por lo que las diferentes virtudes merecen tal nombre. Platón no llegó a dar una definición de virtud, si bien, al revisar sus obras, es posible hacer una aproximación a este concepto:

  • La virtud es algo interior del alma que le proporciona armonía y salud. No es una simple habilidad técnica —como proponían los sofistas— que se puede enseñar en un sentido meramente externo, sino que ha de brotar del alma de quien la busca (aunque requiera el apoyo de alguien que ya haya transitado el camino de la virtud). Platón pensaba que la verdadera educación es interior, es un autoaprendizaje.
  • La virtud es un saber o conocimiento acerca del bien. Ser virtuoso consiste en ser capaz de distinguir los bienes verdaderos de los aparentes y fugaces. Si actuamos mal es debido a la ignorancia, que impide al alma desvincularse de lo sensible y material.
  • La virtud es una purificación para el alma que le permite liberarse del cuerpo y retornar al mundo de las ideas tras la muerte. De hecho, el hombre virtuoso se desliga del cuerpo ya en la vida mortal, pues no se deja arrastrar por los deseos sensibles. Platón entendía que el alma debe convivir con el cuerpo mientras permanece unida a él y por eso necesita cierta satisfacción sensible. Pero si esta se sobrevalora, impide al hombre dirigirse a su verdadero fin.
  • La virtud es el dominio de la razón sobre las demás partes del alma y sobre el cuerpo; con ella, cada una de las partes del alma y del cuerpo cumple su función de modo adecuado, esto es, racional.

Las Cuatro Virtudes Cardinales

Platón expuso en el libro IV de *La República* cuatro tipos de virtudes:

  • La sabiduría o prudencia (sofía): radica en la parte racional del alma y proporciona a las otras partes el conocimiento de lo que es conveniente para ellas y para el conjunto del alma. Su misión es dirigir bien tanto a los miembros del alma como a los de la comunidad.
  • La valentía o fortaleza (andreia): se asienta en el alma irascible y regula los impulsos y pasiones nobles. Con ella, las pasiones se someten a la razón para distinguir lo que se debe de lo que no se debe temer.
  • La moderación o templanza (sofrosine): es la virtud propia del alma concupiscible y modera los deseos para que el hombre haga uso de los placeres sensibles con medida y equilibrio, actuando según el dictado de la razón.
  • La justicia (diké): consiste «en hacer lo que corresponde a cada uno de modo adecuado» y en «que cada uno no se apodere de lo ajeno ni sea privado de lo propio». En el caso del individuo, esta virtud lo capacita para que cada parte del alma realice bien la función que le corresponde. En su dimensión social, una polis es justa cuando todos los ciudadanos desempeñan satisfactoriamente sus funciones en el conjunto y cumplen con su deber.

Sociedad y Política

La vida en sociedad (la **polis**) surge, según Platón, por las ventajas materiales que esta aporta a los individuos mediante la división del trabajo y el logro de la convivencia pacífica con sus semejantes. Sin embargo, la sociedad también tiene como finalidad facilitar a los hombres una vida virtuosa y feliz por medio de la educación. Platón no aceptó ningún sistema político concreto, sino que se planteó la búsqueda de la organización social perfecta —modelo para todas las polis—, que aproximara a los hombres al bien y a la justicia. En *La República* se afirma que la polis ideal debe estar compuesta de tres clases o grupos de ciudadanos, de manera semejante a como el alma está formada por tres partes diferentes. El Estado será bueno y justo en la medida en que cada una de esas clases se ocupe eficazmente de su cometido, sin que unas interfieran en otras:

  • Los filósofos: dedicados al gobierno de la polis, constituyen el grupo más reducido, pero también el más importante. El adecuado desarrollo de su cometido exige que sean educados en la virtud de la sabiduría o prudencia, propia del alma racional. Ellos estarán en condiciones de conocer el Bien y la Justicia en sí mismos, por lo que podrán tomar decisiones buenas y justas, pensando en el bien de la ciudad, y olvidándose de sus intereses particulares y egoístas.
  • Los guardianes: un grupo más numeroso, deberán velar por la paz social interna y externa, cultivando especialmente la virtud de la valentía, asentada en el alma irascible.
  • Los productores: son la clase más numerosa de todas, constituida por campesinos, artesanos y comerciantes, quienes han de trabajar para todos y no solo para sí mismos, ya que el resto de los ciudadanos (gobernantes y guardianes) tienen que dedicarse a otras tareas. Su virtud es la moderación o templanza, que regula los deseos del alma concupiscible, pues han de usar los bienes que producen con medida, porque deben pensar en la comunidad en su conjunto.

Los ciudadanos tienen que situarse en una u otra clase de acuerdo con sus cualidades naturales, no atendiendo a su familia ni a sus riquezas. Quienes, por naturaleza, estén mejor dotados en la parte racional de su alma, deberán ser gobernantes; quienes sean más capaces en la parte irascible, serán guardianes, etc. Lo importante es que cada individuo desempeñe la ocupación que le corresponde según su naturaleza, sin interferir en funciones que no le pertenecen. Precisamente, la virtud de la justicia aplicada a la polis consiste en eso: si cada ciudadano está en su puesto y hace lo que debe, se logrará la polis ideal, en la que reinará el orden y las personas alcanzarán la felicidad.

Formas de Gobierno

En cuanto a las formas de gobierno, la ideal para Platón es la **monarquía** o gobierno del filósofo. Del mismo modo que el hombre es virtuoso cuando la parte racional de su alma manda sobre las demás, así también una ciudad será perfecta cuando la clase de los verdaderos filósofos gobierne sobre el resto de los ciudadanos. Esta forma de gobierno decae si el gobernante no tiene cuidado de que unas clases no interfieran en otras, ya que un guardián no debe ser gobernante de la polis, ni un productor dedicarse a la vigilancia. Si esto ocurre, el orden y la armonía social se desintegran y la monarquía se sustituye por sistemas de gobierno cada vez más alejados del ideal. Platón describe en *La República* la degradación de las formas de gobierno a partir de la que, a su juicio, es menos mala, hasta la peor. Empieza por la **timocracia**, en la que la clase militar se adueña del poder y somete a los demás ciudadanos. Esta degenera en **oligarquía**, donde unos pocos muy ricos controlan al resto. El empobrecimiento de los ciudadanos a favor de los oligarcas conduce a aquellos a la rebelión, lo que da lugar a la **democracia** o gobierno del pueblo. Sin embargo, este conduce al desorden y la anarquía. La consecuencia necesaria de la democracia es la **tiranía**, porque restablece el orden social. La tiranía, sin embargo, es el final de la comunidad política, pues los ciudadanos se convierten en esclavos bajo el poder del tirano, quien, a su vez, se convierte en esclavo de su propio poder. Bajo esta forma de gobierno, los hombres añorarán las realidades supremas y se verán impulsados a derrocar al tirano y a sustituirlo por el rey-filósofo. De este modo, para Platón la sucesión de las formas de gobierno tiene un carácter cíclico.

Tras los intentos fallidos de aplicar su Estado ideal en Siracusa, Platón se volvió más realista. En su diálogo de vejez, *Las Leyes*, sustituyó al rey-filósofo por un cuerpo de magistrados que se controlan unos a otros y que se someten a unas leyes inmutables. En este nuevo enfoque, la familia y la propiedad privada recobraron su lugar en la organización de la sociedad platónica.

Karl Marx

Política

Es posible afirmar que Marx mantiene el ideal ilustrado, en cuanto que pretende la liberación del hombre. Su objetivo era la transformación del mundo y acabar con la explotación del hombre por el hombre. Su antropología se caracteriza por las siguientes tesis:

  • El hombre es un ser natural: El ser humano es un ser material cuyo espíritu es una extensión de la misma materia.
  • Relación de interdependencia con la naturaleza: Entre la naturaleza y el hombre existe una relación de interdependencia. La naturaleza existe para el ser humano y el ser humano existe para la naturaleza. Es una relación activa porque, a través de su acción, en ella el hombre se realiza.
  • La esencia del ser humano es la praxis y el trabajo: La naturaleza le ofrece al hombre los medios para satisfacer sus necesidades. Pero él no se puede aprovechar directamente de ella; necesita un trabajo que le permita realizarse y cubrir sus necesidades. Por lo tanto, lo esencial en el hombre es la **praxis**, la acción productiva. Asimismo, mediante el trabajo, el ser humano entra en relación con los otros y construye la sociedad.
  • El hombre se hace a sí mismo: No existe una esencia humana ya dada, fija. El ser humano se produce a sí mismo a través de la historia y en la sociedad a través de su acción, esto es, transformando la naturaleza.
  • El hombre se constituye en la sociedad: El ser humano es la totalidad de las relaciones sociales que entabla. «La esencia humana —escribió Marx— no es algo abstracto inherente a cada individuo; es, en su realidad, el conjunto de sus relaciones sociales».

La relación del hombre con la naturaleza y con sus semejantes por medio del trabajo, constituye en el marxismo la base de la historia.

La Alienación

Marx consideró que el ser humano se debe relacionar con otras cosas y con otros hombres, por lo que, en cierto sentido, para realizarse ha de desposeerse de sí mismo. Pero existe, para Marx, otra forma de enajenación que implica la negación del propio hombre y que denominó, siguiendo a Feuerbach, **alienación**. Marx distinguió diferentes tipos de alienación:

  • Alienación económica: La alienación fundamental para él es la alienación económica. Lo propio del trabajo humano es la producción de algo, de un objeto. En consecuencia, hay que considerar el producto o resultado de esa acción como la obra del trabajador. Sin embargo, explica Marx, el hombre es desposeído de ese resultado, que pasa a ser propiedad de otro. El trabajador, entonces, se relaciona con su producto como con una cosa extraña. En esta situación, lo enajenado —lo alienado— no es solo el objeto en el que se plasma el trabajo, sino el trabajador mismo, ya que este depende de aquel para humanizarse. Como se verá, esta era para Marx la situación del proletariado de su época.
  • Alienación social: La alienación económica promueve otras formas de alienación. Así, con el trabajo alienado se desvirtúa la relación con otros hombres. El otro aparece como el ser extraño al que pertenecen el trabajo y su producto. Surgen, entonces, las clases sociales.
  • Alienación política: Estrechamente unida a la alienación social, aparece la alienación política. La clase dominante impone unas normas que sostienen un sistema económico injusto, con dominadores y dominados.

Las alienaciones precedentes se justifican gracias a dos formas más de alienación, la religiosa y la filosófica:

  • Alienación filosófica: Se lleva a cabo a través de ideologías con las que se pretende oscurecer las verdaderas condiciones materiales de la existencia humana.
  • Alienación religiosa: La causa de esta alienación surge del estado de miseria del ser humano. Debido a su sufrimiento, los hombres se ven obligados a buscar consuelo. La religión se convierte, así, en «el opio del pueblo».

San Agustín de Hipona

Dios

Dios ocupa un puesto central en el pensamiento agustiniano, porque en él se halla la verdad a la que aspira el ser humano y la felicidad a la que tiende.

La Existencia de Dios

San Agustín no pretendió elaborar pruebas sistemáticas que demostrasen la existencia de Dios. Sin embargo, en sus escritos es posible encontrar diversos argumentos que tratan de probarla:

  • Por el orden y la belleza del mundo: El universo, en su conjunto, manifiesta que no se ha hecho a sí mismo, sino que ha sido hecho; nos habla constantemente de su Creador. Desde los cuerpos —mudables en el espacio y el tiempo— y las almas —mudables en el tiempo— nos elevamos a un Ser inmutable.
  • Por las ideas o verdades eternas que encontramos en nuestra mente: Como se ha indicado, las verdades eternas e inmutables no pueden provenir de nosotros mismos; solo pueden tener su origen en Dios, ya que solo él es eterno e invariable.

Sobre la esencia de Dios, Agustín consideró que todos los nombres que se atribuyen a Dios son insuficientes para entender su esencia. En todo caso, el nombre que mejor expresa su naturaleza es el que él se dio a sí mismo: «Yo soy el que soy» (Éxodo 3, 14). Aunque nunca podemos alcanzar un conocimiento pleno de Dios, es posible atribuirle diversas perfecciones.

Atributos de Dios

  • Inmutable: Siempre es el mismo, sin cambio alguno ni mutación, frente a las criaturas.
  • Perfección pura: No se le puede añadir ni quitar nada.
  • Bien sumo: Es el bien sin restricción del que procede todo bien creado.
  • Absolutamente simple: Las diversas perfecciones no son sino modos de denominar a la esencia divina, en la que no hay composición ni partes.
  • Uno y único: Hay un solo Dios, que es principio de todas las cosas.

La Creación

San Agustín sostuvo que Dios creó todas las cosas a partir de la nada, libremente y de acuerdo con unas ideas contenidas en la inteligencia divina. De modo semejante a como una obra de arte se contiene en la inteligencia del artífice antes de realizarla, las esencias de las cosas se hallan como ejemplares o modelos en la mente divina antes de crearlas. Esta doctrina, inspirada en Platón, se llama **ejemplarismo**. Agustín sostiene que las ideas se encuentran en la mente divina, no se distinguen de Dios, son fuente del ser de las cosas y de la verdad, y son fundamento de la certeza y de la ciencia.

Friedrich Nietzsche

Realidad

Nietzsche, en *El origen de la tragedia*, afirma que los presocráticos entendían la vida como algo trágico y cambiante, pero la hacían soportable mediante el arte, integrando lo apolíneo (orden, belleza y límite) y lo dionisíaco (irracionalidad, instinto y pasión). Esta fusión dio lugar a una cultura equilibrada que abrazaba tanto la forma como el devenir de la vida. Sin embargo, con Sócrates y Platón, predominó la racionalidad, despreciando el espíritu dionisíaco y marcando el inicio de la decadencia cultural griega. Según Nietzsche, esta visión racionalista fue perpetuada por el cristianismo y el racionalismo occidental, creando una cultura hostil a la vida. Para revitalizarla, Nietzsche propuso criticar y superar los valores racionales, afirmando la vida como devenir constante y como valor supremo.

Nietzsche realizó una dura crítica a la **metafísica occidental**, porque esta había dado por supuesto que el verdadero ser, la realidad, es inmóvil, y que el movimiento y el cambio son solo apariencias. A partir de Sócrates y Platón, los filósofos habían considerado que el mundo sensible era aparente y engañoso, y habían situado la realidad en un mundo distinto. El cristianismo, para el filósofo alemán, inventó también una realidad inmutable, ajena a este mundo y negadora de él. La religión cristiana sostiene que el verdadero y auténtico ser es Dios. A su vez, Descartes imaginó el «yo pienso» como una idea evidente que se correspondía con una sustancia permanente. Sin embargo —afirmó Nietzsche—, el yo es una construcción del pensamiento y no hay nada inmutable que sea causa del pensar.

Frente a estos autores, Nietzsche defendió la postura de Heráclito: la realidad es **devenir**, cambio, movilidad. A su juicio, todo lo estático, inmutable o inamovible no es ser, sino no-ser, es decir, nada. La metafísica se había fundamentado en la antítesis realidad-apariencia. En efecto, para Nietzsche, no existe tal contraposición entre realidad y apariencia, porque la **apariencia** lo es todo; en otras palabras, la realidad del mundo consiste en su apariencia y no hay nada más allá de los fenómenos sensibles. Negó, por tanto, la realidad de la cosa en sí kantiana, porque solo existen los fenómenos, es decir, las apariencias.

Ahora bien, si esto es así, ¿por qué los filósofos han elaborado tantas teorías para distinguir entre realidad y apariencia, entre ser inmutable y devenir? La razón de esta distinción —responde Nietzsche— es que los filósofos se han dejado guiar por el instinto de supervivencia y por el resentimiento:

  • El instinto de supervivencia: Los hombres han necesitado imaginarse un fondo fijo e inmutable al que agarrarse con fuerza para, así, no ser arrastrados por el constante flujo de lo real. Con este fin, han empleado el intelecto. Sin él, la especie humana se habría extinguido a causa de su debilidad física.
  • El resentimiento: Los individuos buscan el modo de vengarse de este mundo, donde todo está en perpetuo cambio y en el que nadie se conoce verdaderamente. Su venganza contra la vida consiste en idear una realidad por debajo de las apariencias. El ser humano crea otro mundo —un más allá— para repudiar este y huir de él.

Nietzsche estimó que los engaños de la metafísica se asientan en un uso fraudulento del lenguaje y del conocimiento. Los filósofos habían sostenido, según Nietzsche, que conocer no era otra cosa que crear conceptos con los que representamos la realidad y tratamos de entenderla. Los conceptos pretenden eliminar las diferencias individuales y generalizar lo común de los individuos. Pero, si lo real es individual y puro devenir, los conceptos no reflejan la auténtica realidad. A juicio de Nietzsche, la verdad universal no es más que una creación ilusoria del lenguaje —una mentira— con la que designamos las cosas de una forma uniforme para todos. Los conceptos y las verdades proceden, por consiguiente, del lenguaje. Las palabras nos hacen creer en una fingida universalidad. Las palabras son originariamente, a juicio de Nietzsche, metáforas que expresan las intuiciones que tenemos de las cosas individuales y mudables. Sin embargo, las generalizaciones conceptuales se alejan de la experiencia singular e individual que reflejan las metáforas intuitivas. Los conceptos, en definitiva, falsean las palabras, pues ignoran las diferencias entre los individuos. Nietzsche escribió, por ejemplo, que no existen dos hojas iguales, ya que todas poseen colores, figuras y tamaños distintos, mientras que el concepto hoja es uniforme y prescinde de todas las diferencias individuales. Esto ocurre porque olvidamos el origen metafórico de los conceptos. Este olvido, según Nietzsche, es lo que nos conduce a creer firmemente en la existencia de una realidad inmóvil que se esconde tras ellos. Las metáforas se transforman en conceptos debido al desgaste que producen el uso y la costumbre.

Nietzsche sostuvo que, como todo conocimiento es individual e intuitivo, no es posible una única percepción correcta de las cosas, sino que existen múltiples puntos de vista. Todo conocimiento, por tanto, es relativo, ya que cada uno interpreta lo que percibe desde una perspectiva particular. Pero ¿por qué el lenguaje se ha convertido en un sistema de conceptos universales y uniformes? El filósofo alemán afirmó que el lenguaje surge del deseo de los seres humanos de vivir en sociedad y en paz, y es, por consiguiente, un producto de la sociedad, mediante el cual se imponen unos usos lingüísticos unitarios y válidos para todos. El lenguaje, en consecuencia, no es más que un instrumento al servicio de la sociedad y del poder político que la sustenta.

El pensador alemán distinguió entre el hombre racional y el hombre intuitivo. El hombre racional se aferra a los conceptos para tratar de salvarse mediante la previsión y la regularidad, pero se equivoca al ignorar que los conceptos no son más que metáforas. Por el contrario, el hombre intuitivo solo utiliza las metáforas originales que lo ponen en contacto con la vida en toda su apariencia y belleza, y lo alejan de mundos ilusorios.

Nietzsche emprendió una severa crítica a la ciencia moderna. Afirmó que, en realidad, solo conocemos estas leyes por sus efectos, es decir, en relación con otras leyes de la naturaleza, las cuales, a su vez, enlazan con otras, y así sucesivamente. No sabemos, por lo tanto, en qué consisten, pues solamente conocemos lo que ponemos en ellas: el espacio, el tiempo y el rigor matemático. El filósofo consideró que las ciencias se habían puesto al servicio del poder político, como instrumento para dominar y controlar a los individuos.

Dios

Una de las tesis centrales del pensamiento de Nietzsche es la **muerte de Dios**, que, según él, es una condición indispensable para poder eliminar el ser inmutable, las verdades objetivas y la moral de los esclavos. A su juicio, la metafísica occidental se había apoyado en la noción de Dios, al que había utilizado como garantía del ser inmutable y fundamento de las verdades absolutas y universales. Pero lo más grave es que los hombres débiles habían tomado a Dios como excusa para imponer a todos una moral de condiciones y prohibiciones. Tras la muerte de Dios, el ser humano se liberaría de estorbos y podría situarse más allá del bien y del mal. Esto provocaría lo que el filósofo llamó la «transvaloración o transmutación de todos los valores», es decir, la inversión completa de los principios morales que habían regido en la civilización occidental y su sustitución por la voluntad de poder.

Para el pensador alemán, Dios es la amenaza más grande que existe contra la vida, porque hace que los seres humanos crean en otras vidas y rehúyan esta, que es la única real. Por ello, solo logrando su muerte, los individuos pueden deshacerse de la creencia en otros mundos y amar solamente este. Todo lo noble y digno de Dios se debe devolver al hombre sin sustituirlo por ninguna otra cosa, de manera que, sin Dios, el hombre se convierta en Dios. En realidad, el superhombre y la voluntad de poder se podrían interpretar como sustitutos de Dios.

El ateísmo nietzscheano careció de fundamento teórico, puesto que no elaboró ninguna prueba para demostrar la no existencia de Dios. Le bastó con señalar que la creencia en Dios era la causa de que los seres humanos se hicieran débiles, rechazaran la vida y dejaran de ser independientes. Nietzsche consideró que la cultura occidental había inventado a Dios para dar un sentido a la vida y evitar que se convirtiera en algo absurdo. Los seres humanos habían ido abandonando la idea de Dios, convirtiéndolo en un elemento marginal. Como consecuencia, la metafísica y la moral se quedaban sin fundamento, es decir, sin nada.

El Nihilismo

Para el pensador alemán, el **nihilismo** puede tener un aspecto negativo y otro positivo:

  • Aspecto negativo: Con la desaparición de Dios, el hombre occidental se quedaba sin sentido u orientación a los que aferrarse. El ser humano siempre había tratado de evitar su angustia, pero ahora estaba abocado a no creer en nada, es decir, al nihilismo. Este nihilismo conducía al hombre a la pasividad y al pesimismo. Nietzsche no admitió esta forma de nihilismo, porque conducía a la desesperación, repudiaba la vida y la llenaba de otros ídolos, por ejemplo, el Estado, el progreso y la ciencia.
  • Aspecto positivo y activo: La eliminación de Dios y de todas las invenciones de la cultura occidental despejaba el camino hacia el futuro. Este futuro no era otra cosa que la afirmación de la voluntad de poder, del eterno retorno y del superhombre. Con la desaparición de la cultura occidental decadente y la muerte de Dios, pregonada por Zaratustra, podría surgir el hombre superior, capaz de crear nuevos valores de manera semejante a como el artista puede crear nuevas obras de arte.

Sobre la crítica a la cultura occidental, la muerte de Dios y el nihilismo, Nietzsche propuso una filosofía del futuro. Sin embargo, aunque intentó conferir un carácter positivo a su crítica y al nihilismo, lo cierto es que, sin Dios, el ser humano quedaba desarraigado, despojado de su dignidad y abandonado en manos de quienes ostentaban el poder.

Las Propuestas de Nietzsche

  • La voluntad de poder: Tras la negación de Dios, Nietzsche buscó un principio que unificara y explicara todos los fenómenos de este mundo y esta vida. Su conclusión fue que la **voluntad de poder** es ese principio unificador, inmanente al mundo, que nos permite describirlo e interpretarlo. La voluntad de poder, por lo tanto, no es para él una realidad que trasciende las cosas, lo cual sería volver de nuevo a la metafísica que ya había descartado, sino una explicación de la realidad y de su continuo devenir. Nietzsche identificó la voluntad de poder con el conjunto de fuerzas y energías que existen en el universo en constante flujo y cambio. No obstante, también aparece en el ser humano como la suma de todas sus fuerzas e impulsos vitales, psíquicos e instintivos. La voluntad de poder es, en definitiva, el instinto principal y superior en el ser humano, y a él se ha de someter la inteligencia. Nietzsche distinguió entre la voluntad de existir (el mero instinto de conservación) y la voluntad de poder. Por el contrario, la voluntad de poder es impulso para superar todo obstáculo y para afirmar una vida que desea expandirse y satisfacer sus deseos. La voluntad de poder ha de ser creadora de valores, pero la voluntad no ha de sujetarse a los valores que produce, sino saberse superior a ellos. Por su carácter creativo, la voluntad de poder es afán de superación y, en consecuencia, el rasgo propio del superhombre. Para Nietzsche, el ser humano no posee una voluntad libre, sino una voluntad fuerte o débil. El concepto de libertad se tiene que evitar porque ha sido el fundamento de la moral de los esclavos. Es un gran error exigir responsabilidades y hacer culpables a los hombres. La libertad solo se puede admitir si se entiende como posesión de una voluntad fuerte e independiente de toda restricción moral. Pero, al mismo tiempo, Nietzsche renegó de cualquier tipo de determinismo, fuese del mundo físico o de una causa primera.
  • El eterno retorno: La idea del **eterno retorno** se puede encontrar en sus obras *La gaya ciencia* y *Así habló Zaratustra*. Afirmó en ellas que esta vida se repetirá innumerables veces, tal como la hemos vivido en todos sus detalles, sin que se añada nada nuevo. Todas las cosas, sin excepción, volverán a existir como eran, en el mismo lugar y en el mismo tiempo, como ocurre con un reloj de arena que, cuando acaban de bajar todos sus finísimos granos, se invierte y se vuelve a repetir todo, exactamente como antes. La doctrina del eterno retorno fue lo que sirvió a Nietzsche para explicar el anhelo de eternidad que el ser humano encuentra en su interior. Eliminada la fe en Dios, solo queda creer en el eterno retorno. Por lo tanto, la tesis del eterno retorno expresa el firme deseo de Nietzsche de afirmar la vida terrenal, el devenir y la inmediatez del instante. Asimismo, también le sirve para negar supuestas realidades eternas ajenas al dinamismo de este mundo, como serían Dios y la idea de una vida en el más allá. El eterno retorno es, en definitiva, la autoafirmación de este mundo y de esta vida; es la perpetuación del devenir, que deja de ser nacimiento y destrucción para convertirse en vida eterna terrenal.
  • El superhombre: Para Nietzsche, el hombre occidental es un ser débil, que se asusta ante la vida, que necesita otros mundos en los que apoyarse y, para ello, condena este mundo como apariencia. Necesita, además, la guía de un ser divino que le indique lo que está bien y lo que está mal. Para el advenimiento del **superhombre**, sostiene Nietzsche, se han de suceder tres transformaciones del espíritu:
    • Transformación en camello: El hombre muestra su fuerza acogiendo pesadas cargas, que son los valores contrarios a la vida. Se somete mansamente a los mandatos de la ley moral, es decir, a Dios.
    • Transformación en león: El hombre se rebela contra la carga y contra su amo. Busca liberarse de los valores establecidos para eliminar el «tú debes» y sustituirlo por el «yo quiero». Es el nihilista pesimista que responde con un no a todo lo que le viene impuesto.
    • Transformación en niño: Simboliza un empezar de nuevo, un juego, un decir sí a la vida, pues el niño hace su voluntad y es creador de valores. Ya no representa al hombre, sino al superhombre, quien empieza todo de nuevo, libre de prejuicios.

    Nietzsche no describió detalladamente al superhombre, pero lo presentó como el nuevo modelo de la humanidad futura, que superaría todos los errores y limitaciones del hombre racional. El ser humano superior viviría sin Dios y amaría este mundo con todas sus fuerzas.

Dios (Repetición del texto original)

Una de las tesis centrales del pensamiento de Nietzsche es la muerte de Dios, que, según él, es una condición indispensable para poder eliminar el ser inmutable, las verdades objetivas y la moral de los esclavos. A su juicio, la metafísica occidental se había apoyado en la noción de Dios, al que había utilizado como garantía del ser inmutable y fundamento de las verdades absolutas y universales. Pero lo más grave es que los hombres débiles habían tomado a Dios como excusa para imponer a todos una moral de condiciones y prohibiciones. Tras la muerte de Dios, el ser humano se liberaría de estorbos y podría situarse más allá del bien y del mal. Esto provocaría lo que el filósofo llamó la «transvaloración o transmutación de todos los valores», es decir, la inversión completa de los principios morales que habían regido en la civilización occidental y su sustitución por la voluntad de poder.

Para el pensador alemán, Dios es la amenaza más grande que existe contra la vida, porque hace que los seres humanos crean en otras vidas y rehúyan esta, que es la única real. Por ello, solo logrando su muerte, los individuos pueden deshacerse de la creencia en otros mundos y amar solamente este. Todo lo noble y digno de Dios se debe devolver al hombre sin sustituirlo por ninguna otra cosa, de manera que, sin Dios, el hombre se convierta en Dios. En realidad, el superhombre y la voluntad de poder se podrían interpretar como sustitutos de Dios.

El ateísmo nietzscheano careció de fundamento teórico, puesto que no elaboró ninguna prueba para demostrar la no existencia de Dios. Le bastó con señalar que la creencia en Dios era la causa de que los seres humanos se hicieran débiles, rechazaran la vida y dejaran de ser independientes. Nietzsche consideró que la cultura occidental había inventado a Dios para dar un sentido a la vida y evitar que se convirtiera en algo absurdo. Los seres humanos habían ido abandonando la idea de Dios, convirtiéndolo en un elemento marginal. Como consecuencia, la metafísica y la moral se quedaban sin fundamento, es decir, sin nada.

Para el pensador alemán, el nihilismo puede tener un aspecto negativo y otro positivo: Aspecto negativo. Con la desaparición de Dios, el hombre occidental se quedaba sin sentido u orientación a los que aferrarse. El ser humano siempre había tratado de evitar su angustia, pero ahora estaba abocado a no creer en nada, es decir, al nihilismo. Este nihilismo conducía al hombre a la pasividad y al pesimismo. Nietzsche no admitió esta forma de nihilismo, porque conducía a la desesperación, repudiaba la vida y la llenaba de otros ídolos, por ejemplo, el Estado, el progreso y la ciencia. Aspecto positivo y activo. La eliminación de Dios y de todas las invenciones de la cultura occidental despejaba el camino hacia el futuro. Este futuro no era otra cosa que la afirmación de la voluntad de poder, del eterno retorno y del superhombre. Con la desaparición de la cultura occidental decadente y la muerte de Dios, pregonada por Zaratustra, podría surgir el hombre superior, capaz de crear nuevos valores de manera semejante a como el artista puede crear nuevas obras de arte. Sobre la crítica a la cultura occidental, la muerte de Dios y el nihilismo, Nietzsche propuso una filosofía del futuro. Sin embargo, aunque intentó conferir un carácter positivo a su crítica y al nihilismo, lo cierto es que, sin Dios, el ser humano quedaba desarraigado, despojado de su dignidad y abandonado en manos de quienes ostentaban el poder.

Las Propuestas de Nietzsche (Repetición del texto original)

  • La voluntad de poder: Tras la negación de Dios, Nietzsche buscó un principio que unificara y explicara todos los fenómenos de este mundo y esta vida. Su conclusión fue que la voluntad de poder es ese principio unificador, inmanente al mundo, que nos permite describirlo e interpretarlo. La voluntad de poder, por lo tanto, no es para él una realidad que trasciende las cosas, lo cual sería volver de nuevo a la metafísica que ya había descartado, sino una explicación de la realidad y de su continuo devenir. Nietzsche identificó la voluntad de poder con el conjunto de fuerzas y energías que existen en el universo en constante flujo y cambio. No obstante, también aparece en el ser humano como la suma de todas sus fuerzas e impulsos vitales, psíquicos e instintivos. La voluntad de poder es, en definitiva, el instinto principal y superior en el ser humano, y a él se ha de someter la inteligencia. Nietzsche distinguió entre la voluntad de existir (el mero instinto de conservación) y la voluntad de poder. Por el contrario, la voluntad de poder es impulso para superar todo obstáculo y para afirmar una vida que desea expandirse y satisfacer sus deseos. La voluntad de poder ha de ser creadora de valores, pero la voluntad no ha de sujetarse a los valores que produce, sino saberse superior a ellos. Por su carácter creativo, la voluntad de poder es afán de superación y, en consecuencia, el rasgo propio del superhombre. Para Nietzsche, el ser humano no posee una voluntad libre, sino una voluntad fuerte o débil. El concepto de libertad se tiene que evitar porque ha sido el fundamento de la moral de los esclavos. Es un gran error exigir responsabilidades y hacer culpables a los hombres. La libertad solo se puede admitir si se entiende como posesión de una voluntad fuerte e independiente de toda restricción moral. Pero, al mismo tiempo, Nietzsche renegó de cualquier tipo de determinismo, fuese del mundo físico o de una causa primera.
  • El eterno retorno: La idea del eterno retorno se puede encontrar en sus obras *La gaya ciencia* y *Así habló Zaratustra*. Afirmó en ellas que esta vida se repetirá innumerables veces, tal como la hemos vivido en todos sus detalles, sin que se añada nada nuevo. Todas las cosas, sin excepción, volverán a existir como eran, en el mismo lugar y en el mismo tiempo, como ocurre con un reloj de arena que, cuando acaban de bajar todos sus finísimos granos, se invierte y se vuelve a repetir todo, exactamente como antes. La doctrina del eterno retorno fue lo que sirvió a Nietzsche para explicar el anhelo de eternidad que el ser humano encuentra en su interior. Eliminada la fe en Dios, solo queda creer en el eterno retorno. Por lo tanto, la tesis del eterno retorno expresa el firme deseo de Nietzsche de afirmar la vida terrenal, el devenir y la inmediatez del instante. Asimismo, también le sirve para negar supuestas realidades eternas ajenas al dinamismo de este mundo, como serían Dios y la idea de una vida en el más allá. El eterno retorno es, en definitiva, la autoafirmación de este mundo y de esta vida; es la perpetuación del devenir, que deja de ser nacimiento y destrucción para convertirse en vida eterna terrenal.
  • El superhombre: Para Nietzsche, el hombre occidental es un ser débil, que se asusta ante la vida, que necesita otros mundos en los que apoyarse y, para ello, condena este mundo como apariencia. Necesita, además, la guía de un ser divino que le indique lo que está bien y lo que está mal. Para el advenimiento del superhombre, sostiene Nietzsche, se han de suceder tres transformaciones del espíritu:
    • Transformación en camello: El hombre muestra su fuerza acogiendo pesadas cargas, que son los valores contrarios a la vida. Se somete mansamente a los mandatos de la ley moral, es decir, a Dios.
    • Transformación en león: El hombre se rebela contra la carga y contra su amo. Busca liberarse de los valores establecidos para eliminar el «tú debes» y sustituirlo por el «yo quiero». Es el nihilista pesimista que responde con un no a todo lo que le viene impuesto.
    • Transformación en niño: Simboliza un empezar de nuevo, un juego, un decir sí a la vida, pues el niño hace su voluntad y es creador de valores. Ya no representa al hombre, sino al superhombre, quien empieza todo de nuevo, libre de prejuicios.

    Nietzsche no describió detalladamente al superhombre, pero lo presentó como el nuevo modelo de la humanidad futura, que superaría todos los errores y limitaciones del hombre racional. El ser humano superior viviría sin Dios y amaría este mundo con todas sus fuerzas.

Immanuel Kant

Ética y Moral

Kant señala la insuficiencia de las éticas anteriores para explicar el fundamento de la moralidad, que siempre se ha fundado en fines, ya sea la felicidad, el bienestar, el placer, la serenidad, etc. El propósito de Kant es encontrar una ética universal y formal. Debe ser formal: darnos una estructura vacía de contenido, una «fórmula» de actuación más que dictarnos una actuación concreta como hacen las éticas materiales. Por tanto, Kant propone superar esas éticas materiales que proponen un conjunto de normas y encontrar una ética formal que favorezca la autonomía moral de cada hombre, que debe decidir lo que debe hacer en cada caso y, además, acertar y hacer una acción buena.

Lo que Kant propone es una ética que nos dicte cómo debemos obrar para cumplir el **deber**, más que una ética nos diga qué es el bien y nos muestre qué debemos hacer en concreto. Se trata de una ética formal, a priori, autónoma, cuyos imperativos o mandatos son categóricos y por tanto universales (recuérdese que las categorías eran conceptos a priori, estructuras vacías de contenido). El deber moral para Kant es el núcleo de la moralidad: la voluntad humana es buena moralmente cuando cumple con su deber. El deber se define como la necesidad de una acción por respeto y solo por respeto a la ley. Cumple con el deber quien se somete a él precisamente por serlo. Si quiero sumar, por ejemplo, debo someterme a las reglas de la suma si quiero sumar correctamente. De la misma manera, si quiero obrar bien, debo someterme a las reglas de la buena voluntad, del querer correctamente.

Por eso entiende Kant que lo único bueno en el mundo sin restricción es la **buena voluntad**. La buena voluntad se define como la disposición de actuar de acuerdo con el deber por el deber mismo. Es el deseo de hacer lo correcto, independientemente de las consecuencias o inclinaciones personales. La buena voluntad es intrínsecamente buena, y su bondad no depende de los resultados o propósitos ulteriores de la acción.

Tipos de Acciones Según el Deber

Tres son los tipos de acciones respecto al deber:

  • Las contrarias al deber: que son malas acciones porque no cumplen con el deber.
  • Las conforme al deber: son acciones que coinciden con lo que el deber impone, pero que se realizan no por deber, sino por otros motivos y, por ello, nada tienen que ver con la moral.
  • Las hechas por el deber: estas son las únicas buenas y que Kant considera moralmente aceptables.

El hombre debe obrar moralmente por el deber, por cumplir con su obligación, sin otras consideraciones, solo estas acciones son moralmente buenas y son las que están bajo el **imperativo categórico** en sus diversas formulaciones:

Formulaciones del Imperativo Categórico

  • Primera formulación: «Obra según una máxima tal que puedas querer que al mismo tiempo se torne ley universal». Una máxima es un mandato moral propio, que el sujeto se da a sí mismo, de manera que se trata de obrar según un mandato moral propio que al mismo tiempo pudiera ser universal.
  • Segunda formulación: «Obra de tal manera que uses tu humanidad y la de los otros hombres nunca como medio, sino como fin en sí mismo». Este imperativo reúne la característica de la formalidad (no dice lo que hay que hacer) y la universalidad (debe ser aceptable por todos los hombres) porque siempre se obra con el máximo respeto al hombre, sea quien sea. Además, este imperativo se basa en la libertad del sujeto y fomenta la autonomía moral.

Postulados de la Razón Práctica

Kant propone los **postulados de la razón práctica**, que son las proposiciones que no se pueden demostrar, pero que exige el sistema, en este caso, la moral. Los postulados de la razón práctica son tres: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Algunas de estas cuestiones, el alma y Dios, quedaron fuera del conocimiento científico; pero eso no quiere decir que no existan.

  • La libertad: En primer lugar, Kant sostiene que sin libertad no hay moralidad, luego, aunque científicamente la libertad sea algo controvertido o difícil de explicar, en ética es un punto de partida indemostrable y fundamento de toda acción moral.
  • La inmortalidad del alma: Lo mismo ocurre con la inmortalidad del alma, que también está excluida de la razón pura, pero que es necesario que haya otra vida porque es necesario para garantizar la posibilidad de alcanzar la perfección moral a lo largo del tiempo.
  • La existencia de Dios: Y, finalmente, hay que admitir que existe un Dios que recompense nuestras buenas acciones que precisamente se hicieron por deber, incondicionalmente, sin buscar recompensa alguna.

Realidad

Kant se propuso someter la razón teórica a crítica, es decir, a riguroso examen, para descubrir los fundamentos del conocimiento teórico y de la ciencia. En la «Introducción» de esta obra (*Crítica de la razón pura*) realizó un estudio de los posibles tipos de juicios, ya que mediante estos se expresa todo el conocimiento. Concluyó que los juicios se dividen en dos clases: analíticos y sintéticos.

Tipos de Juicios

  • Juicios analíticos: Son aquellos en los que el concepto del predicado se incluye en el concepto del sujeto. Si afirmamos, por ejemplo, «Todos los cuerpos son extensos», entendemos que el concepto extensión está contenido en el concepto de cuerpo. Estos juicios son a priori, porque no se requiere la experiencia para saber si son verdaderos; también son universales y necesarios, ya que son verdaderos o falsos siempre. Sin embargo, no aumentan nuestro conocimiento, porque el predicado no dice nada nuevo acerca del sujeto.
  • Juicios sintéticos: Son aquellos en los que el predicado no está comprendido en el sujeto. Cuando decimos «Este cuerpo pesa 20 kilos», el predicado «pesa 20 kilos» no es una propiedad incluida en el concepto de cuerpo. Estos juicios sí aumentan el conocimiento, porque incorporan un conocimiento nuevo sobre el sujeto, pero son a posteriori, pues se necesita acudir a la experiencia para conocer su verdad. En consecuencia, no son universales ni necesarios, porque la experiencia solo nos asegura su verdad en el presente o en el pasado.

Sin embargo, Kant consideró un tercer tipo de juicios:

  • Juicios sintéticos a priori: Son los que emplea la ciencia, es decir, las matemáticas y la física. Son sintéticos porque se aplican a los objetos de la experiencia, de modo que aumentan el conocimiento; pero, al mismo tiempo, son a priori, pues su verdad se funda en conceptos que no provienen de la experiencia, por lo que son universales y necesarios.

Estructura de la Crítica de la Razón Pura

Kant estructuró la *Crítica de la razón pura* en tres partes:

  • Estética trascendental: análisis de la sensibilidad.
  • Analítica trascendental: análisis del entendimiento (o inteligencia).
  • Dialéctica trascendental: análisis de la razón.

Estética Trascendental: Análisis de la Sensibilidad

El hombre, a través de los sentidos, recibe una serie de informaciones caóticas y no comprensibles que son organizadas mediante el **espacio** y el **tiempo** que aporta nuestra mente. El espacio y el tiempo no se perciben en la realidad, sino que son aportadas por el sujeto humano y Kant las llama «formas a priori de la sensibilidad» y son las que forman una representación mental del objeto que llamamos **fenómeno**. Siempre experimentamos las cosas y los sucesos en el espacio y en el tiempo, de manera que el espacio y el tiempo constituyen el marco de nuestra experiencia; se pueden considerar, por lo tanto, anteriores a la experiencia. El espacio y el tiempo son intuiciones puras, ya que son a priori y no se mezclan con la experiencia. Kant relacionó las matemáticas con el conocimiento sensible, al considerar que la geometría estudia el espacio y la aritmética se ocupa del tiempo (que la aritmética estudia la serie numérica, que se funda en la sucesión temporal: el 2 es anterior al 3 y posterior al 1…).

Analítica Trascendental: Análisis del Entendimiento

El conocimiento intelectual es el resultado de una segunda síntesis entre las intuiciones sensibles en el espacio y el tiempo, que son proporcionados por la sensibilidad, y las **categorías**, que son puestos por el entendimiento. Las categorías son nexos lógicos que permiten unir los fenómenos. Las categorías son doce, distribuidas en cuatro grupos de tres cada una:

  • Cantidad: unidad, pluralidad y totalidad.
  • Cualidad: realidad, negación y limitación.
  • Relación: inherencia-subsistencia, causalidad-dependencia y acción recíproca.
  • Modalidad: posibilidad-imposibilidad, existencia-no existencia y necesidad-contingencia.

Así pues, la sensibilidad aporta las intuiciones empíricas al conocimiento, mientras que el entendimiento proporciona las categorías, sin las cuales las intuiciones sensibles serían ininteligibles. Kant consideró que los juicios sintéticos a priori son posibles en la física gracias a las categorías: Los juicios o leyes de la física son a priori y, por tanto, universales y necesarios, porque en ellos se emplean las categorías, que son a priori. A la vez, son sintéticos, pues las categorías tienen la función de sintetizar toda experiencia posible, de manera que aumentan el conocimiento. (En opinión de Kant, Hume tenía razón al afirmar que no hay experiencia de la conexión necesaria, pero había errado al situar el origen de la idea de la relación causa-efecto en el hábito psicológico o la costumbre, porque esa idea es una categoría objetiva de nuestro entendimiento, que usamos para comprender los fenómenos de experiencia.)

Como consecuencia de lo anterior, Kant introdujo los conceptos de **fenómeno** y **noúmeno**. El fenómeno es la cosa en mí, lo que aparece ante el sujeto que conoce, el objeto que el sujeto elabora cuando aplica las categorías a la experiencia sensible. El noúmeno, en cambio, es la cosa en sí, el objeto al margen de su relación con la sensibilidad. El fenómeno es fruto de la síntesis del conocimiento, pero el noúmeno no, por lo que podemos pensarlo, pero no conocerlo.

Dialéctica Trascendental: Análisis de la Razón

Mientras que el entendimiento se ocupa de la síntesis de la experiencia y la formación de conceptos, la razón busca unificar y organizar conceptos y explicarlos bajo leyes más amplias. A pesar de su importancia, Kant destaca los límites de la razón. Argumenta que la razón, cuando se aventura más allá de los límites de la experiencia posible, puede caer en la especulación sin fundamentos sólidos. Es el caso de las tres ideas fundamentales de la metafísica: mundo, alma y Dios. La idea de mundo hace referencia a la realidad exterior; la de alma al mundo interior; la de Dios, a ambos, exterior e interior.

Kant juzgó que la metafísica no puede ser ciencia, porque pretende conocer realidades que están más allá de la experiencia. Sin embargo, existe un uso adecuado de las ideas metafísicas, un uso regulativo, consistente en tomarlas como supuestos que establecen el límite de aquello que se puede conocer y como guía para la unidad de nuestro pensamiento.

Jean-Jacques Rousseau

Política

Rousseau escribió al comienzo del *Contrato social* que el hombre había sido libre en el **estado de naturaleza**, pero se hallaba encadenado en el orden social. Sin embargo, pese a estar convencido de esta situación, pensó que los seres humanos no podían prescindir de la sociedad, porque solo asociándose con sus semejantes eran capaces de solventar sus innumerables necesidades. Afirmó, como hecho incuestionable, que, aisladamente, los hombres son débiles y les resulta difícil subsistir, mientras que unidos en sociedad se hacen fuertes y garantizan su supervivencia. Por otro lado, la falta de libertad denunciada por Rousseau no se refería al orden social en general, sino al de su tiempo, que a su juicio se podía y debía mejorar. En realidad, planteó que la necesidad que tenemos de vivir unidos para remediar nuestras carencias, lejos de esclavizarnos, se podía transformar en algo que acrecentase nuestra libertad.

La sociedad, por tanto, es algo necesario para la subsistencia de los seres humanos, pero su aparición, según el filósofo ginebrino, trajo consigo dos inconvenientes: por un lado, la presencia de una autoridad que restringía la libertad de los individuos; por otro, la propiedad privada, causa de desigualdades. Rousseau pensó que esas dificultades se podían superar si se situaba el fundamento del orden social en un **contrato social** entre individuos libres que crearan una agrupación social para lograr un doble objetivo:

  • Proteger a las personas y sus bienes mediante la suma de fuerzas de todos los asociados; así, se lograría mantener la igualdad entre los individuos.
  • Permitir que cada miembro del grupo siga obedeciendo a su propia voluntad, es decir, que se mantenga tan libre como antes.

La idea del contrato social no resultaba novedosa, pues ya la habían expuesto otros filósofos, como Hobbes y Locke. Sin embargo, Rousseau aportó un enfoque diferente. Determinó que la esencia del contrato social consiste en que «cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la **voluntad general**». Por tanto, tal y como Rousseau lo entiende, el pacto o contrato social presenta dos notas características definitorias:

  • La aparición de una voluntad general a la que se han de someter todas las voluntades de los individuos y de los grupos que componen el conjunto social.
  • La consideración de los miembros de este conjunto social como partes indivisibles del todo.

Como consecuencia, se puede afirmar que, el contrato social produce un cuerpo moral y colectivo con vida propia, un yo común, independiente de cada una de sus partes. Este cuerpo común recibe diversos nombres:

  • Estado: el Estado es activo cuando representa la voluntad general de la sociedad y actúa en beneficio del bien común. Es pasivo cuando solo se limita a administrar y ejecutar las leyes sin considerar la voluntad general.
  • Poder o Potencia: cuando se compara a sus semejantes.

Por otro lado, sus integrantes también reciben diferentes denominaciones:

  • Pueblo: cuando se les considera en su conjunto.
  • Ciudadanos: si participan del poder soberano.
  • Súbditos: cuando se someten a las leyes emanadas del Estado.

Para Hobbes, los individuos ceden su poder a un soberano que no forma parte del pacto y que está investido de un poder absoluto. Por el contrario, según Rousseau, se designan un poder ejecutivo, que no es absoluto, puesto que depende de ese soberano o conjunto de los ciudadanos. Rousseau consideró que es necesaria tanto para la autoconservación del individuo como para su autoperfección, ya que ofrece una forma de libertad superior a la del estado de naturaleza.

¿Cómo explicó la noción de voluntad general? Y, por otro lado, ¿cómo hizo compatibles la autoridad de tal voluntad y la libertad de los ciudadanos? Respecto a la primera cuestión, afirmó que la voluntad general es la voluntad del cuerpo social, suma de todas las voluntades individuales puestas de acuerdo y dirigidas al bien común de la sociedad. Por consiguiente, la voluntad general no se puede equivocar y todos los ciudadanos se deben sentir identificados con ella, porque les proporciona el criterio objetivo sobre lo justo y lo injusto en el colectivo social. Sin embargo, no se ha de confundir la voluntad general con la voluntad de todos, que es una suma parcial de voluntades particulares. Esta no engloba todas las voluntades, sino las de una mayoría que pretende sustituir a la voluntad general y persigue solamente intereses privados. Así como la voluntad general siempre es justa y recta, puesto que incluye a todas las voluntades individuales, la voluntad de todos no siempre lo es, ya que solo corresponde a algunos individuos.

En cuanto al problema de la libertad, señaló que, viviendo en sociedad, los ciudadanos pierden su libertad natural y el derecho ilimitado a disponer de los bienes de la naturaleza, pero, en contrapartida, ganan la libertad civil y la propiedad sobre aquellas cosas que poseen. Mientras que la libertad natural está limitada únicamente por las fuerzas físicas de cada individuo, la libertad civil solo queda limitada por la voluntad general, que es expresión de la voluntad real de cada individuo. Solo con la libertad civil se adquiere una auténtica libertad moral, puesto que con ella el hombre depende exclusivamente de sí mismo y no de las fuerzas de la naturaleza. Se da a sí mismo mediante su voluntad o razón práctica. Así pues, los ciudadanos son verdaderamente libres en la medida en que acatan las leyes que se han dado a sí mismos. Según este planteamiento, los ciudadanos solo son libres cuando gobierna la voluntad general. Si esto no sucede, unos imponen su voluntad sobre otros y aparecen las injusticias y las desigualdades.

Como ya se ha indicado, se llama soberano al cuerpo social cuando es activo, es decir, cuando ejerce la acción de gobierno. Para Rousseau, como también para Locke y Hume, el gobierno reside, ante todo, en el poder legislativo y no en el poder ejecutivo, puesto que este último se ha de limitar a seguir las leyes elaboradas por el legislativo. Pero como las leyes son expresión de la voluntad del pueblo entero, cabe decir que la soberanía consiste en el ejercicio de la voluntad general. Como consecuencia, el ciudadano es, a la vez, soberano y súbdito. Soberano, porque forma parte del pueblo que legisla, y súbdito, en cuanto que está sometido a la ley.

Rousseau consideró que el contrato lleva consigo un compromiso recíproco entre el organismo social y los particulares, que en realidad es un compromiso de los individuos asociados con ellos mismos. Por un lado, como miembros del soberano respecto a los particulares; por otro lado, como miembros del Estado respecto al soberano. Así, el soberano como conjunto no puede tener intereses contrarios a los particulares que lo componen, de igual modo que un cuerpo no puede querer perjudicar a sus miembros. Sin embargo, podría ocurrir que los súbditos busquen sus intereses particulares en contra del interés general expresado por el soberano. En estos casos, el soberano no puede permitir que los súbditos gocen de los derechos del ciudadano sin cumplir sus deberes de súbditos, pues de esta injusticia se derivaría la destrucción de todo el cuerpo político. Por tanto, la voluntad individual y la voluntad social no pueden ir por separado, de modo que no es posible que la libertad individual y la libertad civil difieran.

El pensador ginebrino sostuvo, por otra parte, que la soberanía no es transferible, pues pertenece a la voluntad general en exclusiva, de tal forma que esta no se puede ceder a otros. Por consiguiente, los diputados de un pueblo no son sus representantes, sino sus administradores. El pueblo no es representado por el Parlamento. Propuso, así, una **democracia directa** en la que cada ciudadano habría de votar todas las leyes. Además, la soberanía no es divisible, ya que no se puede dividir la voluntad general. El soberano ostenta el poder legislativo, que solo pertenece al pueblo en su conjunto, y expresa la voluntad general mediante leyes generales. El poder ejecutivo es designado por el soberano y su misión es administrar las leyes emanadas por él.

Antropología

El propósito de la filosofía de Rousseau aparece claramente delineado en sus dos primeras obras, *Discurso sobre las ciencias y las artes* y *Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres*. Presenta en ellas al ser humano en posesión de una bondad natural que ha corrompido el desarrollo excesivo de las artes y las ciencias. Según él, el progreso y el refinamiento de la cultura de su tiempo habían impedido el desenvolvimiento espontáneo de los sentimientos naturales básicos en el hombre, que son siempre buenos. De este modo, se había propiciado la desconfianza, la mentira y la injusticia entre los hombres.

Según Rousseau, todos los individuos eran iguales y libres en el estado de naturaleza, donde se comportaban como buenos y pacíficos hermanos, por lo tanto, las desigualdades tendrían que proceder de la cultura y de la vida en sociedad.

El Estado de Naturaleza

Pensó que era imprescindible conocer la vida humana en el estado de naturaleza para abordar la situación del hombre de su tiempo. Ante la imposibilidad de obtener datos sobre tal estado, se propuso conjeturar cómo habría sido, es decir, reconstruirlo como hipótesis. Supuso entonces que el hombre primitivo, como los animales, era un ser sometido a las leyes mecánicas de la naturaleza y a las necesidades más elementales. Sin embargo, se distinguía de ellos por su entendimiento y, sobre todo, por su voluntad y su libertad, la cual lo empujaba a ser activo e inteligente. Así pues, gracias a su libertad, era capaz de sobreponerse a las ataduras de los instintos y de las necesidades básicas, y conducir una vida racional. Señaló, además, otra peculiaridad primordial del hombre primitivo: la **perfectibilidad**, es decir, la capacidad de perfeccionarse a sí mismo. Esta capacidad de autoperfección hizo posible que los individuos se relacionasen y, con ello, que surgiera el orden social. Pero, del mismo modo que la sociedad podía conducirlos a la plenitud, también podía abocarlos a la decadencia.

En contraste con la concepción clásica aristotélica, Rousseau concibió al ser humano natural como un ser asocial, que vivía libre y feliz, aislado de sus semejantes. Por otro lado, consideró, a diferencia de Hobbes, que era una vida pacífica en la que reinaba la igualdad entre todos ellos.

En el estado de naturaleza, supuso Rousseau, los hombres se movían por un sentimiento innato, el **amor de sí**, que sería una pasión que mueve al hombre a cubrir sus necesidades pacíficamente y de forma respetuosa con los demás. Rousseau concibió el amor de sí como el impulso fundamental que empujaba a los hombres primitivos a remediar sus necesidades con el fin de preservar sus vidas; era, por así decirlo, una especie de instinto de conservación. Junto a este sentimiento, poseían otro, la **compasión**, consistente en una sensación espontánea de disgusto ante el sufrimiento de sus iguales. Esta segunda pasión ejercía la función de contrapesar el amor de sí, puesto que, gracias a ella, los hombres primitivos procuraban conservar sus propias vidas sin cometer excesos contra sus prójimos. De este modo, se lograba la conservación de la especie sin que hubiera lugar para odios ni luchas.

El Estado Social

Rousseau desaprueba la desigualdad política, cuyo origen se encuentra en leyes que someten a muchos hombres a la esclavitud. Frente a este supuesto estado de naturaleza, el hecho es que los hombres se encuentran viviendo en sociedad o en **estado social**. Según Rousseau, con la aparición de la historia y de la sociedad surgieron nuevas pasiones y necesidades, que arrastraron a los hombres hacia la vanidad, el lujo y la codicia. El autor ginebrino situó la causa de la aparición de la sociedad en la **propiedad privada**. Fue el momento en el que surgieron las desigualdades entre los hombres, que eran enteramente desconocidas en el estado de naturaleza. Aparecieron también dos pasiones nuevas: la ambición de poder y el deseo de riqueza, que condujeron al estado de guerra de unos contra otros. Se podría decir que, mientras según Hobbes, la violencia entre los hombres se da en el estado de naturaleza, para Rousseau esta se provoca en el estado social, debido a la propiedad privada. No es que no hubiera existido ninguna desigualdad en el estado de naturaleza, sino que en este se trataba de una desigualdad natural, que venía dada necesariamente y, por consiguiente, solo cabía aceptarla. La que Rousseau reprueba es la desigualdad política, provocada por los hombres al implantar gobiernos y dictar leyes que los someten a esclavitud. No afirmaba que todos los gobiernos fueran arbitrarios y depravados, sino que, de hecho, se habían ido corrompiendo.

Como retornar al hipotético estado de naturaleza resulta del todo imposible, la propuesta de Rousseau fue reformar la sociedad y la cultura de su tiempo. Pensó que así se podrían devolver al hombre, aumentadas en la medida de lo posible, la libertad y la igualdad que habían reinado en el estado de naturaleza.

En su opinión, esta renovación solo sería posible mejorando la educación y obteniendo una ordenación social adecuada. Se ha señalado cierta contradicción en las ideas rousseaunianas sobre el estado de naturaleza y el estado social. Afirmó que la vida civilizada ha conducido a los individuos a la maldad y a la desigualdad, porque crea en ellos nuevas pasiones egoístas que no existían en el estado de naturaleza. Sin embargo, al mismo tiempo, sostuvo que la cultura y la sociedad son necesarias para el mayor perfeccionamiento del ser humano.

La Educación

Rousseau planteó en el *Emilio* todo un programa educativo encaminado a potenciar la naturaleza humana y a desarrollar los buenos sentimientos. En ese programa distinguió tres etapas:

  • Formación física: Corresponde al período de la infancia. En ella, hay que separar a los pequeños de sus familias y de la sociedad para vivir en el campo, de modo que puedan crecer en armonía con la naturaleza. Señaló diversos principios para la educación de los niños:
    • Facilitar su libertad de movimiento. Según él, han de descubrir la libertad física y disfrutarla por sí mismos. Sin embargo, esta libertad no se ha de confundir con la permisividad, puesto que, si se acostumbran a conseguirlo todo fácilmente, no aprenderán a afrontar las necesidades que limitan la libertad.
    • Impartir una educación antiautoritaria, que promueva el razonamiento y evite la simple obediencia, que a veces va unida al capricho del educador.
    • Tratar a los niños como tales y no como adultos; es decir, hay que respetar las etapas de su crecimiento y desarrollo evolutivo.
    • Partir de los intereses de los infantes, evitando los discursos y los largos razonamientos, y promoviendo que aprendan de la experiencia.
    • Huir del memorismo. Es más importante alcanzar una adecuada estructuración mental —que permite la formación del sentido del juicio— que el simple aprendizaje de contenidos.
  • Educación moral y religiosa: Esta fase educativa comienza en la infancia, pero abarca principalmente la adolescencia. La verdadera educación moral arranca a los 15 años y debe procurar el adecuado desarrollo de los sentimientos, empezando por el primero de todos, que es el amor de sí. Este es acorde con la naturaleza y es necesario para la autoconservación del ser humano. Como las virtudes y la vida moral se fundan en los sentimientos naturales, de este modo, nos hacemos más libres y conservamos convenientemente nuestras vidas. En el período de formación moral, aparece la voz de la **conciencia**, que es un sentimiento interior que nos hace semejantes a Dios. La conciencia es la voluntad instruida por la razón, que se convierte en juez infalible sobre el bien y el mal. Rousseau admitió la existencia de Dios como un ser superior que mueve y ordena el universo, que posee inteligencia, voluntad y poder. Sin embargo, al esconderse a nuestros sentidos y a nuestro entendimiento, su esencia nos resulta incomprensible. Al igual que los ilustrados, propuso prescindir de la religión sobrenatural, fundada en la Revelación y en elementos sobrenaturales, como las profecías o los milagros. Sin embargo, consideró necesaria una **religión natural** o religión del hombre, para regenerarlo y evitar que actúe con insensatez. Junto a la religión del hombre, que es individual, sostuvo que se debía añadir una **religión civil** o del ciudadano, en la que el Estado promoviera una profesión de fe enteramente civil. Los dogmas de esta religión serían pocos y precisos; entre ellos se debería destacar el rechazo de la intolerancia. En síntesis, es el Estado el que ha de salvar al ciudadano.
  • Educación social y política: Pertenece a la madurez y se adquiere viajando por diversos países; de este modo, es posible reflexionar sobre sus formas de gobierno y distinguir lo que es natural y universal de lo que es creación del hombre y particular. En esta etapa, además, se profundiza sobre el origen y la constitución de la sociedad.

Ética y Moral (Repetición del texto original)

La ética/moral se edifica sobre sus teorías acerca de las ideas, el hombre y el conocimiento, pues estaba convencido de que el ser humano no puede obrar el bien si no conoce lo que es el Bien en sí, la idea suprema de Bien. El pensador ateniense sostenía que todos los hombres desean las cosas buenas y la felicidad, pero con frecuencia sucede que no saben distinguir los bienes verdaderos de los bienes aparentes; muchas veces desconocen en qué consiste el bien y confunden el objeto de la verdadera felicidad con realidades imperfectas, como los placeres sensibles, las riquezas o los honores. Para Platón, el bien y la felicidad solo se pueden hallar en la contemplación de las ideas y especialmente de la idea más elevada, que es la del Bien. Ahora bien, ¿cómo es posible alcanzar esa felicidad y esa visión de las ideas a la que todos aspiran? Solo hay un camino: el cultivo de la sabiduría y de la virtud, que, en el fondo, para Platón, se identifican. En este sentido, fue continuador del intelectualismo moral socrático, según el cual, quien conoce el verdadero bien no puede dejar de practicarlo y, por el contrario, quien se deja llevar por el vicio es por ignorancia con respecto a aquel. La primera tarea del filósofo consistirá en explicar qué es la virtud, en buscar la idea o esencia de esta, es decir, aquello por lo que las diferentes virtudes merecen tal nombre. Platón no llegó a dar una definición de virtud, si bien, al revisar sus obras, es posible hacer una aproximación a este concepto: La virtud es algo interior del alma que le proporciona armonía y salud. No es una simple habilidad técnica —como proponían los sofistas— que se puede enseñar en un sentido meramente externo, sino que ha de brotar del alma de quien la busca (aunque requiera el apoyo de alguien que ya haya transitado el camino de la virtud). Platón pensaba que la verdadera educación es interior, es un autoaprendizaje. La virtud es un saber o conocimiento acerca del bien. Ser virtuoso consiste en ser capaz de distinguir los bienes verdaderos de los aparentes y fugaces. Si actuamos mal es debido a la ignorancia, que impide al alma desvincularse de lo sensible y material. La virtud es una purificación para el alma que le permite liberarse del cuerpo y retornar al mundo de las ideas tras la muerte. De hecho, el hombre virtuoso se desliga del cuerpo ya en la vida mortal, pues no se deja arrastrar por los deseos sensibles. Platón entendía que el alma debe convivir con el cuerpo mientras permanece unida a él y por eso necesita cierta satisfacción sensible. Pero si esta se sobrevalora, impide al hombre dirigirse a su verdadero fin. La virtud es el dominio de la razón sobre las demás partes del alma y sobre el cuerpo; con ella, cada una de las partes del alma y del cuerpo cumple su función de modo adecuado, esto es, racional.

Platón expuso en el libro IV de *La República* cuatro tipos de virtudes: La sabiduría o prudencia (sofía) radica en la parte racional del alma y proporciona a las otras partes el conocimiento de lo que es conveniente para ellas y para el conjunto del alma. Su misión es dirigir bien tanto a los miembros del alma como a los de la comunidad. La valentía o fortaleza (andreia) se asienta en el alma irascible y regula los impulsos y pasiones nobles. Con ella, las pasiones se someten a la razón para distinguir lo que se debe de lo que no se debe temer. La moderación o templanza (sofrosine) es la virtud propia del alma concupiscible y modera los deseos para que el hombre haga uso de los placeres sensibles con medida y equilibrio, actuando según el dictado de la razón. La justicia (diké) consiste «en hacer lo que corresponde a cada uno de modo adecuado» y en «que cada uno no se apodere de lo ajeno ni sea privado de lo propio». En el caso del individuo, esta virtud lo capacita para que cada parte del alma realice bien la función que le corresponde. En su dimensión social, una polis es justa cuando todos los ciudadanos desempeñan satisfactoriamente sus funciones en el conjunto y cumplen con su deber.

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