Conocimiento
Preguntas como: “¿Qué es el conocimiento?”, “¿En qué se funda el conocimiento?”, “¿Cómo es posible el conocimiento?”, etc., pertenecen a una disciplina filosófica llamada de varios modos: “Teoría del conocimiento”, “crítica del conocimiento”, “gnoseología”, etc.
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El problema –y los problemas– del conocimiento han sido tratados por casi todos los filósofos, pero la importancia que ha adquirido la teoría del conocimiento como disciplina filosófica especial es asunto relativamente reciente. Los griegos introdujeron en la literatura filosófica, y con un sentido preciso, los términos que nos sirven todavía para designar nuestra disciplina: los vocablos gnosis (“conocimiento”) y episteme (“saber”, traducido a veces asimismo por “ciencia”).
La pregunta “¿Qué es el conocimiento?” fue a menudo formulada entre los griegos en estrecha relación con la pregunta “¿Qué es la realidad?”.
La Posición de la Teoría del Conocimiento en el Sistema de la Filosofía
La filosofía es, en primer término, una autorreflexión del espíritu sobre su conducta valorativa, tanto teórica como práctica. Entendida como una reflexión sobre la conducta teórica, la llamaríamos ciencia, y la Filosofía es, entonces, teoría del conocimiento científico o teoría de la ciencia. Como reflexión de la conducta práctica del espíritu, lo que en un sentido estricto llamamos valores, la filosofía toma el sentido de teoría de los valores. Pero la reflexión del espíritu sobre sí mismo no es un fin autónomo, sino un medio o un camino para llegar a una concepción del universo. En tercer lugar, entonces, la filosofía es una teoría de la concepción del universo.
La teoría de la ciencia se divide en formal y material. Llamamos a la primera lógica y a la segunda teoría del conocimiento.
Ciencia, Conocimiento y Método Científico
Según Platón, para que se pueda hablar de conocimiento (episteme) en contraposición a la mera opinión (doxa), se necesitan tradicionalmente tres condiciones (interpretación clásica del diálogo Teeteto):
- Creencia: Quien formula la proposición debe creer en ella.
- Verdad: La proposición creída debe ser verdadera.
- Justificación (Prueba): Debe existir una justificación o razón adecuada para la creencia (logos).
Escepticismo y Dogmatismo
El dogmatismo es aquella posición epistemológica para la cual no existe el problema del conocimiento. El dogmatismo (= doctrina fijada) da por supuesta la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto. Para él no existe el problema del conocimiento, pues considera evidente la relación entre el sujeto y el objeto. Cree que los objetos del conocimiento nos son dados por obra de la función intermediaria del conocimiento; además, “los objetos de la percepción y los objetos del pensamiento nos son dados de la misma manera: directamente en su corporeidad”. Se puede hablar de dogmatismo teórico (conocimiento teórico), ético y religioso (ambos conocimientos se refieren al de los valores; el primero, al moral, y el segundo, al religioso). En resumen, el dogmatismo considera la posibilidad de una relación entre el sujeto y el objeto como algo dado.
El escepticismo, por su parte, afirma que no hay verdad ni certeza, pero sí probabilidad (lo que supone el concepto de verdad, ya que lo probable es lo que se acerca a lo verdadero). El escepticismo no se restringe a la duda sobre la posibilidad del conocimiento. En su forma más interesante, depende siempre de un argumento; cuanto mejor es el argumento, más fuerte es la forma de escepticismo que genera. Dado que depende de un argumento, debe poder ser expresado en forma de conclusión. La conclusión escéptica es que el conocimiento es imposible: nadie sabe nada de hecho, porque nadie puede saber nada. El escéptico que plantea la cuestión sin comprometerse con proposiciones de este tipo no presenta ninguna posición filosóficamente interesante. Sin embargo, cuando sí se da ese compromiso, volvemos a una forma de escepticismo que depende de un argumento. Consideremos la aseveración de que no es posible responder a la cuestión “¿Cómo sabes que tienes dolor?” diciendo simplemente “Porque tengo dolor”. Quien da esta respuesta está considerando claramente que en algunos casos funciona, y no debemos descartar su postura por anticipado.
Racionalismo y Empirismo
Se denomina racionalismo a la doctrina epistemológica que sostiene que la causa principal del conocimiento reside en el pensamiento, en la razón. Afirma que un conocimiento solo es realmente tal cuando posee necesidad lógica y validez universal. El planteamiento más antiguo del racionalismo aparece en Platón, quien tiene la íntima convicción de que el conocimiento verdadero debe distinguirse por la posesión de las notas de la necesidad lógica y de la validez universal.
Frente a la tesis del racionalismo (que postula que el pensamiento, la razón, es el único principio del conocimiento), el empirismo (del griego Empereimía = experiencia) opone la antítesis: la única causa del conocimiento humano es la experiencia. Según el empirismo, no existe un patrimonio a priori de la razón. La conciencia cognoscente no obtiene sus conceptos de la razón, sino exclusivamente de la experiencia.
Descartes: El Discurso del Método
René Descartes, en su Discurso del Método (1637), establece un conjunto de reglas para direccionar el entendimiento hacia la obtención de la verdad. Estas reglas son:
- Regla de la Evidencia: No admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
- Regla del Análisis: Dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.
- Regla de la Síntesis: Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos; e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
- Regla de la Enumeración (o Revisión): Hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada.
El criterio de verdad cartesiano establece que una idea es verdadera si es clara y distinta. Lo evidente (claro y distinto) es verdadero; lo dudoso u oscuro y confuso es considerado falso o, al menos, no aceptado como verdadero hasta que se demuestre su evidencia.
El Genio Maligno y la Duda Hiperbólica
El genio maligno es una figura hipotética empleada por Descartes en sus Meditaciones Metafísicas (1641), aunque la idea de duda radical ya está presente en el Discurso del Método, como parte de su duda metódica. Este recurso sirve para radicalizar la duda hasta el extremo, cuestionando incluso las verdades matemáticas o las más evidentes. Consiste en la suposición de que podría existir un ser sumamente poderoso y astuto, un «genio maligno», que emplea toda su industria en engañarnos sistemáticamente.
Con el argumento del sueño, Descartes también pone en duda la fiabilidad de los sentidos, ya que las experiencias oníricas pueden ser indistinguibles de las de la vigilia, lo que le lleva a cuestionar si puede estar seguro de no estar soñando en un momento dado y, por tanto, si las percepciones sensoriales son fuente fiable de conocimiento.
Primera Certeza (El Cogito): A través de esta duda radical, Descartes llega a su primera certeza indubitable. Se da cuenta de que, aunque el genio maligno lo engañe en todo, o aunque esté soñando, para ser engañado o para soñar, él mismo debe existir como algo que piensa. Dudar es pensar, y si piensa, existe. De aquí su famosa conclusión: “Pienso, luego existo” (en latín, “Cogito, ergo sum”). Esta proposición es necesariamente verdadera cada vez que la pronuncia o la concibe en su espíritu, convirtiéndose en el fundamento de su filosofía.