Conceptos Fundamentales de Belleza y Experiencia Estética: Un Recorrido Filosófico

Perspectivas Filosóficas sobre la Belleza y el Arte a Través de la Historia

Los Pitagóricos y la Armonía Universal

Los pitagóricos (siglos V y IV a. C.) estudiaron la influencia que tienen las proporciones matemáticas en la armonía musical e hicieron que la música ocupara un papel central en su explicación del orden del universo.

Platón: La Belleza Ideal y el Desdén por las Artes Plásticas

Platón (427-347 a. C.) concedió gran importancia a la belleza, pero la ubicó en un mundo ideal separado del mundo físico. La belleza de las cosas que captamos por los sentidos no es más que una copia defectuosa de esa belleza ideal y perfecta que solo se capta mediante la inteligencia. Esta concepción de la belleza lo llevó a denostar las artes plásticas porque en ellas el artista se limita a copiar lo que ve, que, a su vez, es un calco defectuoso de un modelo perfecto. De esta manera, la obra de arte se aleja doblemente del ser auténtico. La música, en cambio, cultiva el alma según Platón; de ahí que mostrara aprecio por ella hasta el punto de incluirla como disciplina fundamental para la educación de buenos gobernantes.

Aristóteles: El Arte como Imitación de la Esencia

Aristóteles (384-322 a. C.) entendió el arte como imitación de la naturaleza, pero no de la mera apariencia de las cosas, sino de su esencia universal. El artista debe esforzarse por plasmar la perfección de la esencia que se esconde en el interior de las cosas. Al igual que Platón, ignoró las artes plásticas; por contra, orientó su interés hacia la poesía y la tragedia. Su reflexión lo condujo a destacar la función purificadora del arte.

Tomás de Aquino: Belleza, Agrado y Entendimiento

Tomás de Aquino (1225-1274) relacionó la belleza con el agrado que determinados objetos producen a los seres humanos. No se trata aquí, sin embargo, de una identificación de la belleza con el placer experimentado a través de los sentidos, porque afirmar de algo que es bello es emitir un juicio, y la construcción de juicios no es una cuestión que dependa de nuestra sensibilidad, sino del entendimiento. Consecuentemente, el agrado o placer que produce la belleza según Santo Tomás de Aquino no es sensible, sino intelectual.

David Hume: La Belleza como Sentimiento y el Gusto Estético

David Hume (1711-1776) identificó la belleza con un sentimiento de agrado que se genera en nuestro interior. Por tanto, para el filósofo escocés la belleza no está en los objetos, sino en la apreciación del sujeto. Sin embargo, esto no quiere decir que se trate de una cualidad enteramente subjetiva. Para apreciar la belleza, es preciso tener gusto estético, concebido como una habilidad o capacidad que permite detectar propiedades de los objetos que producen ese sentimiento.

La Experiencia Estética

La Actitud Estética

La actitud estética es una disposición peculiar que el espectador debe adoptar para poder disfrutar de una experiencia estética u obra de arte. Esta actitud presenta cuatro características principales:

  • Generosidad: La actitud estética no puede ser avariciosa ni egoísta; no se trata de apropiarse del objeto, sino de gozar con su percepción, de reconocer su valor. La generosidad es un requisito para el espectador y para el creador. Toda creación artística es un acto de amor desinteresado.
  • Gratuidad: La experiencia estética no es nunca fruto de un mérito. Es cierto que se necesita educar el gusto, pero esa experiencia es vivida siempre como un regalo.
  • Provisionalidad: La conquista de lo bello nunca es definitiva. La experiencia estética depende del sentimiento, y este se nutre de la presencia concreta del objeto estético. Su disfrute es siempre temporal.
  • Distanciamiento: A diferencia de lo que ocurre con los objetos de uso, nunca debe haber sentimiento de posesión en relación con un objeto estético. En todo caso, nos deberíamos sentir poseídos por su belleza, más que poseedores de ella. Y, aun así, tampoco nos entregamos sin reserva. El espectador de una obra de teatro puede estar tan interesado en el espectáculo como para simpatizar con los personajes y sentirse absorto por la acción, pero no hasta el punto de dejarse engañar y decidir intervenir en la escena como si fuera real.

En la actitud estética no se trata solo de cómo nos presentamos nosotros ante una obra de arte; también hay que tener en cuenta las características o habilidades que hemos de cultivar para estar en disposición de comprender una obra de arte en su integridad. Hume denominó a esto «gusto», entendiéndolo en un sentido filosófico, es decir, no hace referencia a los sentidos (sabor, placer), ni a la percepción social (buen gusto), sino que se refiere a un tipo de conocimiento específico.

El Juicio Estético

La experiencia estética requiere la implicación de la reflexión, pues la contemplación de una obra de arte nos conduce siempre a formular un juicio de valor sobre ella. El proceso que concluye con la formulación de un juicio requiere la intervención de varias facultades cognoscitivas humanas:

  • Nuestra sensibilidad capta un cúmulo de sensaciones que nos llegan por las distintas vías que proporcionan los sentidos.
  • La imaginación ordena esas sensaciones y construye una imagen sensible.
  • Finalmente, el entendimiento identifica la forma presente en la imagen creada y le aplica el concepto adecuado.

Este proceso culmina con la formulación de un juicio. En todo juicio de valor, el concepto que se atribuye al objeto es una cualidad. Cuando el juicio de valor es un juicio estético, la cualidad atribuida es de índole estética, principalmente la cualidad de la belleza.

La Perspectiva de Kant sobre el Juicio Estético

Según Kant, lo bello no es una propiedad objetiva de las cosas, sino algo que nace de la relación entre el objeto contemplado y nuestro sentimiento de placer. A pesar de este carácter subjetivo del juicio estético, Kant sostiene que es un juicio universal por dos motivos:

  • El fundamento del sentimiento de placer estético radica en la armonía que se produce entre las facultades de la imaginación y el entendimiento. Esta armonía tiene su origen en la perfección de la forma sensible del objeto estético, que es captada por la imaginación y que conduce a una perfecta adecuación con el concepto del entendimiento.
  • El sentimiento de placer es subjetivo, pero la armonía de las facultades cognoscitivas que lo produce es igual para todos. De ahí que el juicio estético pueda tener validez universal, aunque descanse en un sentimiento subjetivo.

Kant distinguía tres tipos de placeres: sensible, moral y estético. Los dos primeros son interesados, pues persiguen un fin, ya sea satisfacer una necesidad o lograr la perfección moral.

  • El placer sensible es producido por un estímulo de nuestros sentidos, como puede ser un baño con agua templada.
  • El placer moral se obtiene como consecuencia de haber cumplido con el deber.
  • El placer estético no persigue ningún fin más allá del goce mismo que produce la contemplación. Esta ausencia de interés personal hace que el placer estético pueda ser aceptado y compartido de forma universal.

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