La Filosofía Empirista de David Hume: Conocimiento, Causalidad y Metafísica

La Teoría Empirista de Hume

Introducción

Hume pertenece al siglo XVIII (Ilustración). Este filósofo es contemporáneo de Newton y sufre las consecuencias de la revolución científica. Estos avances científicos despertaron la curiosidad de los filósofos modernos y tuvieron como consecuencia el auge de la epistemología, donde hubo respuestas desde el racionalismo y respuestas desde el empirismo.

Las ideas principales de la filosofía de David Hume se resumen en los siguientes principios básicos:

1. No existen los conocimientos innatos

Los seres humanos llegamos a la vida sin saberes previos ni esquemas de pensamiento que delimiten cómo debemos concebir la realidad. Todo lo que llegaremos a saber será gracias a la exposición a las experiencias.

De esta manera, David Hume negaba el dogma racionalista de que hay verdades que existen por sí mismas y a las que podríamos tener acceso en cualquier contexto posible, tan solo mediante la razón.

2. Existen dos tipos de contenidos mentales

Hume distingue entre las impresiones, que son esos pensamientos que se fundamentan en cosas que hemos experimentado a través de los sentidos, y las ideas, que son copias de las anteriores y su naturaleza es más ambigua y abstracta al no tener los límites ni los detalles de algo que se corresponde con una sensación originada por ojos, oídos, etc.

Contexto: La Clasificación de las Ideas según Locke

(Nota: La siguiente clasificación pertenece a John Locke, otro empirista relevante, y se incluye para contextualizar)

Locke clasifica las ideas en:

  • Ideas simples: Son aquellas que nos proporciona de manera directa la experiencia, sea por medio de la sensación o la reflexión. Locke se refiere a estas ideas como los “átomos de la experiencia”, es decir, las unidades elementales de nuestro conocimiento. Este tipo de ideas “nos entran” por los sentidos, ya que el sujeto de conocimiento permanece totalmente pasivo y se limita a recibir la información, sea del mundo exterior o de su propio cuerpo.
  • Ideas complejas: Son aquellas que nuestra mente construye a partir de las ideas simples. Las ideas complejas se forman combinando las simples o abstrayendo algunas de las cualidades de las ideas simples. En este apartado estarían todas aquellas ideas que podemos deducir de las simples, y también las ideas abstractas que se basan en las ideas simples. En estas ideas nuestra mente no es pasiva, sino activa: no se limita a “recibir datos” sino que los elabora y los mezcla para producir nuevo conocimiento.

3. Cuestiones de Hecho

El segundo tipo de objetos de razón, las cuestiones de hecho, no pueden ser investigadas de la misma manera que las relaciones de ideas, ya que lo contrario de un hecho es, en principio, siempre posible. No hay ninguna contradicción en ello. No podríamos demostrar su falsedad recurriendo únicamente al principio de contradicción.

¿A qué debemos recurrir, pues, para determinar si una cuestión de hecho es verdadera o falsa? Todos los razonamientos sobre cuestiones de hechos parecen estar fundados, nos dice Hume, en la relación de causa y efecto. Si estamos convencidos de que un hecho ha de producirse de una determinada manera, es porque la experiencia nos lo ha presentado siempre asociado a otro hecho que le precede o que le sigue, como su causa o efecto. Las causas y efectos, por lo tanto, no pueden ser descubiertas por la razón, sino sólo por experiencia.

4. Crítica a la Idea de Causalidad

Partiendo de sus principios empiristas, Hume examinó la idea de causalidad, entendida como conexión necesaria entre dos fenómenos: la causa y el efecto. Cuando repetimos muchas veces la misma experiencia, la obtención de resultados similares crea en nosotros un hábito o costumbre que nos predispone a esperar que la próxima vez las cosas vayan a suceder del mismo modo. La idea de conexión causal, según Hume, procede justamente de esta sensación creada por la costumbre.

De acuerdo con Hume, no existe conexión necesaria entre causa y efecto. Dicha relación sólo es una sensación que procede del hábito generado en nosotros por la repetición de muchas experiencias similares.

El punto de vista de Hume sobre la causalidad es importante porque viene a decirnos que la conexión causal no es algo tan firme y seguro como ingenuamente podría parecernos. No se trata de una conexión estrictamente necesaria y obligatoria, sino sólo de una relación probable. El hecho de que hasta ahora dos fenómenos siempre hayan estado unidos nos permite imaginar que, la próxima vez que repitamos la experiencia, las cosas probablemente ocurrirán del mismo modo. Pero Hume insiste en recordarnos que esto es sólo una suposición, no una certeza indudable como pretendían hacernos creer los racionalistas.

Si la relación causal es algo únicamente probable y no exacto con rigor, entonces las leyes de la ciencia no son verdades necesarias, sino que sólo pueden considerarse suposiciones razonables, aunque no seguras por completo. Para Hume, las leyes causales de la ciencia son reglas prácticas de gran utilidad, pero que de ninguna manera pueden mostrarnos la verdad absoluta y definitiva.

5. Crítica a la Metafísica

En cuanto a la metafísica, al no tratarse de un conocimiento de relaciones de ideas ni de cuestiones de hecho, pasa a quedar fuera del ámbito del conocimiento por no ser los temas a los que se dedica (Dios, Mundo y Yo) objeto de experiencia. Hume intenta desautorizar una a una las tres ideas objeto de estudio de la metafísica.

La Idea del Yo

La idea del Yo, la identidad personal, el “sujeto pensante”, adquiere su legitimidad de la intuición intelectual en la obra de Descartes. Sin embargo, Hume rechaza la validez del concepto mismo de intuición intelectual; sólo hay intuiciones sensibles, nada llega a nuestro entendimiento que no haya pasado previamente por los sentidos. El Yo resulta del quehacer mismo de nuestra maquinaria pensante, es el punto al que se dirigen todos los juicios que realiza nuestro entendimiento. No es pues una sustancia, sino el resultado de una función.

Las Ideas de Mundo y Dios

Con respecto a las ideas de Mundo y Dios, las objeciones vienen de otra dirección. La validez del principio de causalidad radica en que, tanto la idea de causa como la de efecto, sean derivadas de una impresión, es decir, procedan de la experiencia. Descartes otorga validez a la idea de Mundo al entender que se deduce de nuestras sensaciones sobre objetos externos. Si en mi mente tengo la idea de árbol, caracol, antena parabólica o puente flotante, es admisible entender que existen esos objetos y, consiguientemente, el mundo. Sin embargo, objeta Hume, en este caso se está aplicando incorrectamente el principio de causalidad al utilizar como causa de las sensaciones una idea, la de mundo, que no procede de la experiencia.

Algo parecido ocurre con el tercer objeto de estudio de la metafísica, la idea de Dios. Según Descartes, la existencia del mundo y del Yo requerían de una tercera entidad que las hubiera creado y estuviera dotada de las características necesarias para tal tarea (perfección). En este caso, nuevamente recurrimos a una idea como la de Dios, que no tiene su origen en la experiencia, como causa primera.

Consecuencias para el Conocimiento

Como vemos, después de la entrada en escena del empirismo inglés ha tenido lugar una revisión de los tipos y valor de lo que se considera conocimiento. El rango de conocimiento necesario, que Descartes entendía válido para todo saber alcanzado de acuerdo con las reglas de la Razón (el método), se le concede únicamente a las ciencias formales (como la matemática); mientras que el resto, las ciencias empíricas, se quedan en conocimiento probable debido a su origen en la experiencia. La Metafísica, otrora madre de todas las ciencias, es expulsada del ámbito del conocimiento legítimo, junto con otras disciplinas como la ética, la estética o la teología (en cuanto pretenden ofrecer conocimiento factual).

6. Escepticismo Fenomenista

En realidad, para Hume sólo es posible tener un conocimiento indudable de aquello que percibimos gracias a nuestras impresiones. La teoría del conocimiento de Hume es un fenomenismo escéptico. Hablamos de una filosofía fenomenista porque, de acuerdo con ella, sólo podemos tener seguridad de los fenómenos que captan nuestros sentidos. Además, se trata de una posición escéptica porque, según Hume, no nos es posible conocer con certeza las supuestas realidades metafísicas (como la sustancia o Dios) que pueda haber detrás de los fenómenos.

Conclusión e Influencia

Kant, unos años más tarde, dialoga críticamente con Hume. Este ayuda a Kant a “despertar de su sueño dogmático”, escribiendo una obra (la Crítica de la Razón Pura) inspirada en parte por Hume y en parte por Leibniz. Kant, además, realiza una síntesis superadora del racionalismo y el empirismo de Hume.

Otro autor al que Hume ayudó a aclarar sus ideas fue Karl Popper en el siglo XX. Este se inspiró en el escepticismo de Hume respecto a la inducción y la causalidad, y desarrolló la corriente epistemológica llamada Racionalismo Crítico o Falsacionismo, en la que sostenía que la ciencia progresa gracias a la refutación de teorías.

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