Comparación entre Nietzsche y Descartes
La Duda
René Descartes inicia su filosofía con la duda metódica, un proceso sistemático de cuestionar todo aquello que no pueda ser conocido con certeza. Este método incluye dudar de los sentidos, las verdades matemáticas y cualquier conocimiento derivado de la experiencia. Sin embargo, la duda cartesiana es provisional y tiene como objetivo alcanzar una verdad indubitable que sirva de fundamento para el conocimiento. Por otro lado, Friedrich Nietzsche no utiliza la duda como un método formal, sino como una herramienta crítica para desmontar las certezas tradicionales de la metafísica y la religión. A diferencia de Descartes, Nietzsche no busca verdades universales, sino que cuestiona las bases mismas de la razón y las creencias heredadas. Para Nietzsche, la duda no conduce a una verdad absoluta, sino al reconocimiento del carácter contingente y perspectivista del conocimiento humano.
El Cogito
Descartes formula su célebre «Cogito, ergo sum» («Pienso, luego existo») como la primera verdad indubitable que surge de su duda metódica. Para él, el acto de dudar implica la existencia del sujeto que duda, lo que establece la primacía del pensamiento como fundamento del ser y del conocimiento. Nietzsche, en cambio, critica la noción cartesiana del «yo» como algo fijo y estable. Desde su perspectiva, el «yo» es una construcción lingüística y no una realidad independiente. Además, cuestiona la idea de que el pensamiento implique necesariamente un sujeto, argumentando que el pensamiento es más bien un proceso dinámico influido por fuerzas inconscientes, instintos y la voluntad de poder. Para Nietzsche, el cogito cartesiano simplifica la complejidad de la experiencia humana al ignorar los aspectos corporales e irracionales del ser.
Clasificación de Ideas
Descartes clasifica las ideas en tres categorías principales:
- Innatas: Como la idea de Dios, están presentes en la mente desde su creación.
- Adventicias: Provienen de la experiencia sensorial.
- Ficticias: Son creaciones de la imaginación.
Descartes otorga prioridad a las ideas innatas, considerándolas las más confiables porque no dependen de los sentidos, que pueden ser engañosos. Nietzsche rechaza la idea de que existan conceptos innatos o clasificaciones universales de ideas. Para él, las ideas son productos de construcciones culturales, históricas y lingüísticas. Además, están profundamente influenciadas por los instintos y la voluntad de poder. En lugar de considerar las ideas como verdades objetivas, Nietzsche las interpreta como interpretaciones y perspectivas que reflejan intereses y valores específicos.
La Existencia de Dios
Descartes desarrolla varios argumentos a favor de la existencia de Dios, entre los cuales destacan la prueba ontológica y la prueba causal. Según Descartes, la idea de un ser perfecto implica su existencia, ya que un ser perfecto no podría carecer de la cualidad de existir. Además, argumenta que la idea de perfección debe haber sido causada por un ser igualmente perfecto. Para Descartes, Dios no solo existe, sino que es la garantía de la verdad y la base de la confianza en el conocimiento.
Nietzsche, por su parte, niega la existencia de Dios y proclama su «muerte de Dios» como un símbolo del colapso de las certezas absolutas derivadas de la religión y la metafísica. Para Nietzsche, la idea de Dios es una construcción humana destinada a dar sentido a la vida, pero que ha servido para reprimir los instintos y perpetuar valores decadentes. En lugar de buscar fundamentos trascendentes, Nietzsche aboga por una revalorización de los valores humanos basada en la afirmación de la vida.
Las Sustancias
Descartes propone una metafísica dualista que distingue dos sustancias fundamentales: la res cogitans (sustancia pensante) y la res extensa (sustancia extensa). La res cogitans corresponde al alma o mente, mientras que la res extensa se refiere al cuerpo y al mundo físico. Aunque ambas sustancias son independientes, Descartes sugiere que interactúan a través de la glándula pineal.
Nietzsche rechaza la noción de sustancias como entidades metafísicas independientes. En su visión, conceptos como «sustancia» y «esencia» son invenciones de la filosofía occidental para imponer un orden artificial al caos de la vida. Nietzsche no considera al ser humano como una combinación de alma y cuerpo separados, sino como una unidad dinámica compuesta por fuerzas, instintos y la voluntad de poder.