Orígenes y Fundamentos del Estado Moderno: Perspectivas Filosóficas sobre el Contrato Social y la Justicia
Diversos filósofos explican el nacimiento del Estado moderno como producto de un contrato social entre individuos. Estos pensadores argumentan que los individuos se percatan de que es beneficioso vivir bajo un Estado y coinciden en entender que la justicia consiste fundamentalmente en mantener dicho contrato social, ya que este permite alcanzar la paz y la seguridad.
Thomas Hobbes
En su obra Leviatán, Hobbes se cuestiona por qué los hombres viven en Estados u obedeciendo leyes. Su respuesta es que los hombres son muy parecidos en sus facultades físicas y mentales. En un estado sin leyes (el estado de naturaleza), incluso el más débil podría matar al más fuerte, ya que todos aspiran a lo mismo y desconfían mutuamente. Por ello, el estado de naturaleza sería una «guerra de todos contra todos» (bellum omnium contra omnes), donde no hay un poder común que les atemorice.
En este estado, argumenta Hobbes, no existe la justicia ni la injusticia, porque estas solo son posibles donde hay un poder común que genere leyes y tenga la fuerza para hacerlas cumplir. Para escapar de esta condición miserable, la razón sugiere normas de paz, conocidas como Leyes de la Naturaleza:
- Buscar la paz y seguirla.
- El individuo debe estar dispuesto a limitar su libertad (renunciar a su derecho a todo) en la medida en que los demás también lo estén, estableciendo un contrato donde se acuerda transferir el poder a un soberano (un hombre o asamblea) que establezca leyes comunes con la finalidad de garantizar el bienestar, la paz y la seguridad en la sociedad.
- Los hombres han de cumplir los pactos (contratos) que han celebrado. Aquí reside la fuente y el origen de la justicia: es justo cumplir el contrato, e injusto romperlo. Cumplir las leyes impuestas por el soberano es justo, porque la alternativa es volver al estado de naturaleza y la guerra.
John Locke
John Locke, al contrario que Hobbes, piensa que el estado de naturaleza no es un estado de guerra, sino uno regido por la ley natural (la razón). Esta ley enseña que, siendo todos iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones (derechos naturales). Estamos obligados a conservar nuestra vida y, en la medida de lo posible, la de los demás.
Por ello, si un individuo incumple la ley natural dañando a otro, este tiene el derecho de castigar al transgresor en proporción a su falta, con el fin de reparar el daño, disuadir al infractor de repetir la ofensa y advertir a los demás. El estado de naturaleza es, idealmente, un estado de paz, benevolencia y ayuda mutua, en el que todos los individuos viven guiándose por la razón, pero sin un jefe o juez común con autoridad.
Locke también argumenta que cada individuo posee en propiedad aquello que es fruto de su esfuerzo y trabajo. La necesidad de formar un Estado surge porque en el estado de naturaleza, aunque existen derechos, su disfrute es incierto y está constantemente expuesto a la invasión de otros. Faltan leyes establecidas, jueces imparciales y un poder ejecutor. Por tanto, los individuos consienten unirse en sociedad política para preservar sus vidas, libertades y propiedades. El poder político solo puede surgir del consentimiento de los gobernados, y aboga por una separación entre el poder legislativo y el ejecutivo.
Montesquieu
En su obra Del Espíritu de las Leyes, Montesquieu considera fundamental para un Estado justo la separación de poderes. Argumenta que concentrar los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) en una sola mano o cuerpo conduce inevitably a la tiranía y a estados injustos, donde prima la arbitrariedad sobre la ley.
Jean-Jacques Rousseau
Rousseau, en su obra Del Contrato Social o Principios del Derecho Político, defiende que el estado de naturaleza es el estado idílico del hombre. Sostiene la famosa idea de que «el hombre nace bueno y libre, pero la sociedad lo corrompe y lo encadena». En el estado de naturaleza original, todo era común, hasta que alguien cercó un terreno, dijo «esto es mío» y encontró gente lo bastante ingenua para creerle; ese fue el verdadero fundador de la sociedad civil y, con ella, comenzaron las injusticias y las desigualdades.
Reconoce que es imposible volver a este estado idílico inicial. Por ello, busca establecer los requisitos necesarios para considerar justa una sociedad civil:
- Debe ser la expresión de la voluntad general, que no es la simple suma de voluntades particulares, sino aquello que todos los ciudadanos coinciden en desear para el bien común.
- Al pasar del estado de naturaleza al estado civil, el hombre sustituye el instinto por la justicia como guía de conducta, perdiendo su libertad natural (hacer lo que quiera) pero ganando la libertad civil (limitada por la voluntad general) y la libertad moral (obediencia a la ley que uno mismo se ha prescrito).
- Las leyes deben ser aceptadas por la voluntad común del pueblo (soberanía popular) y no impuestas por unos pocos.
- El Estado tiene como objetivo proporcionar libertad e igualdad entre los súbditos. Si no es garante de estos principios, el pacto social es ilegítimo.
Immanuel Kant
Kant, en sus escritos sobre filosofía política y del derecho, plasma su concepción de justicia. Coincide parcialmente con Hobbes en que el estado natural es un estado sin ley civil y sin un juez para dictar sentencia y asegurar su cumplimiento. Por tanto, es un estado de inseguridad, donde se puede sufrir la violencia de otros. Sin embargo, su concepción del estado civil es muy distinta.
Para Kant, un Estado (civil) es la unión de un conjunto de hombres bajo leyes jurídicas. Cada Estado se fundamenta en tres poderes distintos pero coordinados:
- Poder soberano (legislativo): Reside en el legislador y crea las leyes.
- Poder ejecutivo: Reside en el gobernante (regente) y aplica las leyes y decretos.
- Poder judicial: Reside en el juez y adjudica a cada uno lo suyo según la ley.
Estos poderes deben actuar de manera coordinada. Para que el Estado sea justo, el poder legislativo solo puede pertenecer a la voluntad unida del pueblo, pues se asume que nadie comete injusticia consigo mismo al decidir sobre sí mismo a través de la ley.
Kant también reflexiona sobre cómo alcanzar un orden internacional justo. Para ello, propone la creación de una federación de Estados libres, regida por un derecho de gentes, capaz de generar leyes aplicables a todos sus miembros. Estas leyes prohibirían acciones como la mentira en los tratados internacionales, la compra de Estados o el uso de espionaje, consideradas contrarias a la moral y al derecho. Argumenta que la paz dentro de un solo Estado es solo temporal, mientras que una federación de Estados libres posibilitaría una paz perpetua.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel
Para Hegel, el Estado justo es aquel que posibilita la realización de la libertad de todos sus miembros. El concepto de libertad según Hegel no es la simple ausencia de coacción, sino la capacidad de autodeterminarse racionalmente. El hombre es, en potencia, un ser libre, pero solo se desarrolla plenamente como ser racional y libre dentro de la eticidad del Estado.
Cuando el individuo actúa movido solo por sus inclinaciones o intereses subjetivos, no es verdaderamente libre. La persona que se guía por la razón universal actúa por el bien común. La consecuencia es que cada individuo obtiene su plena libertad solo en un Estado racional.
En su obra Principios de la Filosofía del Derecho, Hegel sostiene que las leyes de un Estado deben ser racionales y accesibles a la población. Lo justo solo puede realizarse gracias a la existencia de leyes civiles, siempre que estas sean expresión de la voluntad racional (el espíritu objetivo) y no de una voluntad meramente subjetiva o arbitraria.
Considera el delito como una negación del derecho y, por tanto, una acción peligrosa para la sociedad. El castigo es la anulación del delito y la reafirmación del derecho. Su severidad dependerá del grado de peligrosidad, la época y el lugar, y de si la sociedad es sólida o inestable. El tribunal debe elegir su sentencia afirmando la convicción objetiva del derecho, no solo la subjetiva del juez.
Karl Marx
Marx afirma que la evolución histórica se debe fundamentalmente a factores económicos (materialismo histórico). La infraestructura económica (modo de producción y relaciones de producción) determina la superestructura social, política e ideológica (incluyendo el Estado y el derecho), y desencadena la existencia de clases sociales antagónicas.
Desde esta perspectiva, el Estado y sus leyes no son neutrales, sino que representan los intereses de la clase dominante (en el capitalismo, la burguesía). Por tanto, un Estado justo, para Marx, sería aquel que surge tras la revolución proletaria y que conduce a la desaparición de las clases sociales. Solo entonces las leyes representarían verdaderamente a todos los miembros de la sociedad.
En el Manifiesto Comunista, escrito con Friedrich Engels, proponen medidas transitorias hacia una sociedad sin clases, consideradas pasos hacia una mayor justicia social: expropiación de la propiedad territorial, fuerte impuesto progresivo, abolición del derecho de herencia, centralización del crédito y los transportes en manos del Estado, etc. Un Estado justo, en la fase socialista, es aquel que controla la propiedad y los medios de producción al servicio de una sociedad sin clases, aunque el objetivo final es la extinción del propio Estado en la sociedad comunista.
En la Crítica del Programa de Gotha, Marx introduce el criterio de justicia distributiva que debería regir en la sociedad comunista avanzada. Inicialmente (fase socialista), la distribución se haría bajo el principio: «De cada uno según su capacidad, a cada uno según su contribución (trabajo)». Pero en la fase superior de la sociedad comunista, la distribución adoptaría el principio: «De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad«.
John Stuart Mill
John Stuart Mill, principal exponente del utilitarismo, sostiene que la acción correcta (y por tanto, justa) es la que produce la mayor felicidad para el mayor número de personas. Define la felicidad como placer y ausencia de dolor. Por ello, una sociedad justa es aquella cuyas leyes e instituciones consiguen maximizar la felicidad general de sus miembros.
En su obra El Utilitarismo y otros escritos, identifica varias acciones como inherentemente injustas:
- Sacrificar a un individuo inocente sin su consentimiento, incluso si fuera para el supuesto bien de la comunidad.
- Forzar a una persona a aceptar las creencias o el modo de vida que otra tenga por conveniente (defensa de la libertad individual).
- Castigar a alguien por aquello que no puede evitar o imponer un castigo cuyo sufrimiento exceda lo necesario para disuadir al infractor y a otros de cometer actos similares.
Por otra parte, considera justo que sean mejor recompensados aquellos miembros de la sociedad que contribuyen en mayor medida a la felicidad general. También aborda la justicia en el intercambio: considera justo que los comerciantes cobren el mismo precio por un producto a todos los clientes, pero también defiende como justa la imposición progresiva, donde los que tienen más capacidad económica paguen más impuestos.
Acepta como definición común de justicia «dar a cada uno lo que se merece», entendido como dar bien por bien y mal por mal (castigar el daño). Defiende firmemente el principio del daño: no es justo que el Estado recorte la libertad de un individuo, excepto para impedir que ese individuo cause daño a la libertad o los intereses legítimos de los demás. El Estado no tiene derecho a entrometerse en las decisiones y acciones del individuo que solo le afectan a sí mismo.
John Rawls
John Rawls, en su influyente obra Teoría de la Justicia, propone un experimento mental para determinar los principios de una sociedad justa. Diseña una situación hipotética que llama la posición original, en la cual los individuos racionales deben elegir los principios de justicia bajo un velo de la ignorancia.
Bajo este velo, los individuos no conocen su lugar específico en la sociedad (su clase, estatus social, raza, género), ni sus talentos naturales, ni su concepción particular del bien. Solo conocen hechos generales sobre la sociedad humana. Se asume que son racionalmente egoístas en el sentido de que escogerán los principios que consideren mejores para ellos mismos, sin saber qué posición ocuparán. Esta ignorancia les obliga a ser imparciales.
Rawls argumenta que, desde esta posición original, los individuos acordarían los siguientes dos principios de la justicia:
- Principio de igual libertad: Toda persona tiene derecho al más amplio sistema total de libertades básicas iguales, compatible con un sistema similar de libertad para todos.
- Principio de diferencia y justa igualdad de oportunidades: Las desigualdades económicas y sociales solo están justificadas si cumplen dos condiciones:
- Deben estar vinculadas a cargos y posiciones abiertos a todos en condiciones de justa igualdad de oportunidades.
- Deben redundar en el mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad (principio de diferencia). Es decir, las desigualdades son aceptables solo si mejoran la situación de los que están peor en comparación con una situación de estricta igualdad.
La posición original y el velo de la ignorancia buscan reflejar un punto de vista de imparcialidad desde el cual evaluar la justicia de las instituciones sociales básicas.