Vocabulario de Santo Tomás de Aquino

«Entre las cosas / las inclinaciones naturales»


En el texto, Santo Tomás realiza un paralelismo entre razón especulativa y razón práctica para tratar de demostrar que el precepto de la ley natural es único. Al igual que lo primero que comprende aquella es el ser (“el ente”), la segunda capta “el bien”. Y al igual que en aquella existe un primer principio de toda demostración, evidente e indemostrable, el principio de no contradicción, en ésta existe un primer principio: “Bien es lo que todos los seres apetecen”, del que se deriva el primer precepto moral de la ley natural: “Se debe obrar y proseguir el bien y evitar el mal”.         Esta ley natural única, inmutable, indeleble y universalmente válida es la que sirve de criterio para evaluar todos los actos morales del hombre: todos los mandatos éticos, “Todos los demás preceptos de la ley natural se fundan en éste”, igual que todas las demostraciones toman como base el citado principio lógico.         Santo Tomás concreta, en el segundo párrafo, el bien que expresa la ley natural, aclarando que sus mandatos coinciden con las inclinaciones naturales del ser humano; por ello dice que “el orden de los preceptos de la ley natural es paralelo al orden de las inclinaciones naturales”. 

«Así pues, la ley natural.»

El texto trata de demostrar la universalidad de la ley natural, entendiendo por tal que ésta es la misma para todos los hombres: todos deben cumplir las mismas normas morales, que además pueden ser conocidas mediante el uso de la razón. Ésta es la tesis principal, marcada además claramente por la expresión «se debe concluir…». No obstante, a continuación Tomás de Aquino introduce una matización importante en lo que a esta universalidad se refiere: no es la misma para los principios generales que para las consecuencias particulares. Respecto a los primeros la universalidad es total, «tanto en el contenido como en el grado de conocimiento», es decir, los principios generales (del tipo «hay que buscar el bien y evitar el mal») son universalmente aceptados y conocidos con certeza absoluta. Respecto a las normas concretas, «que son como conclusiones derivadas de los principios universales», la situación cambia: pueden aparecer excepciones debido a circunstancias especiales que no se tenían en cuenta al comprender los principios generales (p. Ej., aunque no se debe mentir quizá sea ésta la única forma de no perjudicar a otros, o tal vez matar a un loco peligroso sea la única forma de impedir que se produzca una masacre…), o, lo que es más frecuente, puede que nuestra razón no conozca estas normas concretas con tanta claridad debido a que su contenido está demasiado cerca de nuestros intereses y puede entrar en conflicto con ellos (“algunos tienen la razón oscurecida por una pasión, por una mala costumbre o por una torcida disposición natural”). Por ello es fácil encontrar, y Tomás de Aquino pone un ejemplo, opiniones contrarias a los mandatos concretos de la ley natural.

Por otra parte Impide su destrucción.”

El fragmento pertenece al artículo 2 de la cuestión titulada «Sobre la ley natural», donde se plantea el problema de cuántos preceptos (uno solo o muchos) comprende dicha ley natural. La respuesta que Tomás de Aquino da a este problema es: Aunque la ley natural consta de varios preceptos, todos pueden reducirse a uno solo («el bien ha de buscarse, el mal ha de evitarse»). El texto trata de desarrollar este precepto general, mostrando el modo como se concreta en los muchos mandatos que forman la ley natural. El bien ha de buscarse, pero ¿qué bienes en concreto? Lo dice Santo Tomás: el bien que la razón conoce, lo que «aprehende la razón como bueno», es «todo aquello a lo que el hombre se siente naturalmente inclinado». Esto es así porque, dice siguiendo a Aristóteles, «el bien tiene razón de fin», cada cosa persigue su bien propio, y esta tendencia pertenece a la naturaleza de cada cosa; también el hombre posee una naturaleza o esencia, universal y permanente en el tiempo, que le lleva a buscar una serie de bienes. Pero la naturaleza humana puede ser contemplada desde tres puntos de vista (en el texto sólo aparece el primero de ellos): como sustancia, cosa o ser individual en general; como viviente animal, y finalmente como ser dotado de razón. Por ello el hombre tiene tres tipos de inclinaciones naturales, la primera de las cuales es la que “es común con todas las sustancias”: la tendencia a “conservar el propio ser”, a permanecer en la existencia. Ésta es la tendencia humana más básica, aunque no la de rango superior, y de ella se deducen como pertenecientes a la ley natural todos los mandatos positivos que buscan “la conservación de la vida humana” y las prohibiciones que “impiden su destrucción”.

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