Vocabulario de Descartes: LOMCE, CYL

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VOCABULARIO DE DESCARTES (LOMCE, CYL)

  • Razón: para Descartes es la mayor facultad de conocimiento con que cuenta el ser humano. La razón se encarga de examinar la verdad de las ideas y los razonamientos y su valor reside precisamente en su independencia respecto a la experiencia empírica, que para el autor francés será siempre menos fiable. En este contexto, la razón será el fundamento sólido desde el que buscar una verdad que resista todo tipo de duda, y por tanto la respuesta adecuada frente a la incertidumbre generalizada que reinaba en el tiempo de Descartes, tan sólo pocas décadas después de la irrupción del heliocentrismo y de la reforma protestante.
  • Certeza: es un estado subjetivo de seguridad absoluta respecto a la verdad de un conocimiento determinado, que no puede por tanto ponerse en duda. La certeza sería en cierto modo el objetivo último del conocimiento humano: es verdad aquello que se nos presenta con evidencia, y por lo tanto podemos estar seguros del valor de ese conocimiento. De esta forma habría una correspondencia entre las ideas evidentes y la certeza que despiertan en nuestro pensamiento. Para Descartes, nada puede considerarse como verdad, si no podemos asociarlo a la certeza.
  • Método: el propio Descartes entiende el método como el “conjunto de reglas ciertas y fáciles gracias a las cuales todos los que las observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo es que es falso, y alcanzarán –sin fatigarse con esfuerzos inútiles, sino acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de todo aquello de que sean capaces.” Habría que destacar al menos dos rasgos de esta definición: la sencillez y la verdad como meta última del mismo. Descartes concreta las reglas en cuatro: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
  • Duda: en un sentido general, la duda consiste en un proceso subjetivo del conocimiento por el cual cuestionamos el valor de aquello que se nos presenta como verdadero. Con todo, en la filosofía cartesiana tiene un significado más profundo: la duda es la primera consecuencia del método cartesiano. Si en su primera regla Descartes nos aconseja no aceptar como verdadero más que aquello que se presente como evidente, parece razonable revisar todo lo que conocemos, someterlo a las mayores y más diversas pruebas de la duda, para quedarnos sólo con aquellas verdades que superen este proceso. La duda cartesiana no es escéptica, no pretende destruir el conocimiento, sino más bien alcanzar la verdad, revisando los fundamentos de todo lo que hemos heredado como verdadero de las autoridades, la tradición, la historia, etc.
  • Hipótesis: en un sentido general de la palabra, cabe entender hipótesis como una verdad provisional. En el contexto de la filosofía cartesiana cobra un valor añadido al hacer alusión a una de sus ideas más conocidas: la hipótesis del genio maligno. La propuesta cartesiana puede entenderse casi como un juego o un experimento mental: supongamos que hay un genio dedicado a engañarnos permanentemente. Aún así, ¿seríamos capaces de encontrar alguna verdad indudable? Con esta hipótesis, Descartes no pretende afirmar la existencia de este genio, sino sencillamente plantear el argumento más difícil de rebatir en contra de la existencia de la verdad. Si logramos escapar a esta hipótesis, como hace el autor francés por medio del cogito, habremos escapado también al más extravagante de los escepticismos y estaremos en condiciones de afirmar que existe la verdad.
  • Cogito: es la primera verdad del sistema cartesiano, a partir de la cual se pueden ir deduciendo el resto de verdades y, en último término, el conocimiento empírico de la realidad. El “pienso luego existo” cartesiano (cogito ergo sum) es el reconocimiento de la intuición directa que cada cual tiene de su propia conciencia, y del valor de este conocimiento, capaz de superar cualquier ataque de la duda, por más sofisticado e inverosímil que este sea. Con el cogito, Descartes sitúa la conciencia, el yo, como fundamento último del conocimiento y de la verdad del mundo, lo cual resultará problemático pues bastará elaborar una crítica a este concepto para derrumbar todo el racionalismo que se está apoyando, en último término, en la subjetividad.
  • Idea: contenido mental simple. La palabra idea adquiere por tanto en Descartes un nuevo significado, alejado del idealismo de Platón. Idea es para Descartes cualquier contenido de mi mente, por lo que una vez más volvemos a alejarnos de la realidad para refugiarnos dentro del sujeto de conocimiento. En consecuencia, la verdad para Descartes será una propiedad de las ideas, y no de las cosas, por lo que esta subjetivización del concepto de idea nos está alejando del mundo objetivo, con el que después será muy complicado volver a conectar.
  • Sustancia: la definición cartesiana nos indica que sustancia es “una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad sino de sí misma para existir.” Son sustancia, para Descartes las cosas particulares. Lo que ocurre es que Descartes reconoce que esta definición, en un sentido estricto, solo se puede aplicar a Dios, la sustancia infinita. En cuanto que han sido creadas en algún momento, todas las demñás cosas son sustancia sólo en un sentido derivado, indirecto, “prestado”. Entre todas estas cosas (sustancia finita) Descartes distinguirá la sustancia extensa (mundo material) y la sustancia pensante (mundo mental o espiritual). Junto al concepto de sustancia, el autor francés utiliza los conceptos de atributo (extensión y pensamiento) y modo (formas en que se dan la extensión y el pensamiento) para completar su explicación de la realidad.
  • Subjetivismo: tendencia a fundamentar la realidad en el sujeto, quitando así valor al mundo objetivo. Descartes es uno de los autores que inician este subjetivismo, al fundamentar en el yo el conocimiento verdadero. Aunque luego vuelva a enlazar con el mundo a través de la demostración de la existencia de Dios, en realidad estamos ante un autor subjetivista, pues sólo la verdad del cogito puede dar una respuesta adecuada a la hipótesis del genio maligno. Además, el propio Descartes nos da una pista sobre el valor que concede a la subjetividad al apuntar en la regla de la evidencia que la verdad reside en las ideas (contenidos mentales) y no en las cosas. De hecho, este subjetivismo cartesiano bordeará constantemente el solipsismo: si no aceptamos su demostración de la existencia de Dios, nos tendríamos que conformar con el “pienso luego existo” como única verdad absolutamente indudable.

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