Teoria de la iluminacion de san agustin de hipona resumen

La actitud filosófica de S. Agustín.

El punto de partida de S. Agustín está cerca del de la filosofía helenística. Las escuelas posteriores a Aristóteles creyeron que el fin del estudio filosófico apuntaba a conseguir la felicidad. Sin embargo S. Agustín, lejos de las posiciones naturalistas de estas escuelas cree que la felicidad sólo es posible en el plano sobrenatural. El único camino para conseguirla es partiendo de la interioridad del alma humana que asciende progresivamente hasta el Ser Supremo. Aquí está el primer recuerdo a la filosofía de Platón; con matices S. Agustín es el encargado de cristianizar la filosofía platónica.
Su teología está por ello unida al problema del hombre, el filósofo es el hombre que busca la verdad partiendo de su propia contingencia (mutabilidad), para transcender hasta Dios que siendo lo más íntimo al alma humana desborda su contingencia.
Hay por lo tanto una teologización de la filosofía, pero sin olvidar lo antropológico (ciencia del hombre).
Podemos concluir que en S. Agustín la filosofía no es solo un sistema racional sino una estructura unida a la religión, que se descubre con una especial actitud del hombre que volviendo a su interioridad se eleva hasta Dios.


Relaciones entre fe y razón.

Como para S. Agustín lo importante es explicar la relación entre el alma humana y Dios, entonces fe y razón no son más que medios o instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad.
Por lo tanto fe y razón no se excluyen, sino que se complementan. Ni creer es algo irracional, ni el conocimiento racional (de Dios) destruye la fe. Para superar estas posiciones excluyentes, S. Agustín propone que la fe se sitúe al comienzo y al final de la especulación racional. Primero como una condición necesaria para que se ponga en marcha una investigación sobre temas que de otra manera permanecerían ignorados, (la fe es guía y pauta de la razón), por otro lado la investigación racional dirige al hombre hacia la fe, ésta elimina las dudas consolidando el conocimiento racional.

El problema del conocimiento.

El problema del conocimiento es para S. Agustín el problema de justificar la verdad, porque esto está conectado con la posibilidad de que el hombre alcance la felicidad. Si ésta sólo es perfecta en Dios, de lo que se trata es de buscar un tipo de conocimiento que nos lleve a Dios. Dios es el que fundamenta y hace posible el grado más alto de conocimiento humano: el conocimiento de lo universal y lo necesario, que para S. Agustín son las verdades eternas.
Para S. Agustín el conocimiento es una visión (Platón). El conocimiento para Platón es el de las ideas. Esa visión es posible gracias a la acción iluminadora de Dios sobre la inteligencia para que pueda alcanzar las verdades eternas que con mucho exceden su contingencia2 y finitud3. El precedente a esta concepción del conocimiento está en Platón que afirmaba que la idea de bien era el sol del conocimiento intelectual. Los neoplatónicos decían que lo UNO irradiaba luz sobre toda la realidad y todo esto es compatible con la concepción evangélica que identifica a Cristo con la luz del mundo.

La acción iluminadora de Dios para S. Agustín no es un auxilio sobrenatural sino algo estrictamente racional.

La luz natural de la razón procede de Dios y capacita a la mente para contemplar las verdades universales y necesarias. Nosotros tenemos noticia de la existencia real de las cosas por la sensación, y realizamos una comparación entre esos entes finitos y las ideas eternas e inmutables gracias a la iluminación divina. Quiere superar S. Agustín la teoría de la reminiscencia de Platón, es decir, no es necesario que el alma haya contemplado las verdades eternas en una vida anterior, lo que es necesario es que Dios eterno y inmutable abra nuestra mente para acceder a ellas. Y esta iluminación no es una visión o experiencia directa de la divinidad (ontologismo), sino la capacidad natural que Dios nos ha dado. 


Dios y la creación.

Tres temas trata la teología natural o teodicea de S. Agustín:

1- Las pruebas de la existencia de Dios.
2- El problema de la esencia metafísica(3) de Dios.
3- El problema de la creación.

1.- Si Dios no es objeto de experiencia inmediata se requiere una prueba de su existencia. S. Agustín aporta una serie de argumentos entre los que destaca el de las verdades eternas. La mente posee verdades inmutables, es decir verdades «que no son tuyas ni mías, ni de ningún otro, sino que están presentes en todos por igual». Hay conocimientos que se imponen necesariamente al hombre, y que transcendiendo la razón finita humana deben fundarse en el SER. Si hay conocimientos universales y necesarios y ningún ser particular y contingente puede ser su fundamento es porque refleja la necesidad de Dios, es decir se presentan como la entrada para la demostración de su existencia.

2.- Demostrada la existencia de Dios hay que pasar a estudiar su esencia. La esencia metafísica de Dios se encuentra en la inmutabilidad. Frente a toda realidad contingente y mutable de la realidad creada Dios se erige como el SER sumamente perfecto. Todo ente finito no posee la plenitud del ser, por ser esencialmente mudable. Dios en cambio es imposible pensar que cambie, porque lo posee todo, lo que no quiere decir que sea estático, quiere decir que es perfecto. Sus atributos fundamentales son conocer, crear y amar, con un poder difusivo que llegando hasta el hombre le permite a éste encontrarse con Él.

3.- Dios para S. Agustín es el fundamento de las ideas platónicas. El mundo inteligible de Platón tiene ahora un fundamento teológico. De la misma manera, que no podemos pensar en ningún otro autor que realice sus obras sin tener una idea de lo que va a ejecutar, Dios creó el mundo según unos modelos que son las ideas inmutables y eternas que existían previamente en la mente del creador. Esta doctrina se llama ejemplarismo. Teniendo en cuenta que el auténtico ser está en Dios y en sus ideas, el mundo contingente debe su esencia y su existencia (su ser) al creador (según la doctrina cristiana a través del Verbo, segunda persona de la Trinidad, o Dios Hijo).

¿Cómo es posible que la contingencia de la creación proceda del ser necesario, o si es inmutable como crea en un momento determinado?. Para S. Agustín, Dios posee eternamente los modelos o las ideas, y la creación consiste en la identificación de su voluntad y la realización del mundo, en un acto eterno, incluyendo el tiempo que no es más que la sucesión de los momentos que pasan los seres creados al desarrollarse, según las leyes y el orden previsto por Dios.


El problema del hombre.

S. Agustín recoge la tradición de Platón. El alma es una sustancia completa unida accidentalmente al cuerpo. Rechaza S. Agustín la teoría hilemórfica aplicada al hombre. La concepción de S. Agustín es dualista.
Dos etapas. Defiende el traduccionismo, es decir, el alma se transmite directamente de padres a hijos en el momento de la generación. S. Agustín piensa así con el fin de defender un dogma cristiano:. el carácter universal del pecado original.
Segunda opta por el creacionismo, es decir, el alma espiritual del hombre está creada directamente por Dios, pero no define el momento de dicha creación.
La estructura del alma manifiesta la «imagen y semejanza» de Dios al crearla. La misma naturaleza del hombre hace posible encontrar a Dios en su interior. La estructura del alma es la siguiente: Formando una unidad indisoluble el hombre posee tres facultades, memoria, entendimiento y voluntad, que para S. Agustín se corresponden con la Trinidad de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La «Ciudad de Dios». Influencia histórica de San Agustín.

El saqueo de Roma llevado a cabo por los bárbaros en el 410 hizo revivir la idea de que la seguridad del Imperio Romano estaba unida al paganismo. El cristianismo había minado los cimientos del Imperio. Contra estas ideas escribe S. Agustín el libro «La ciudad de Dios» hacia el año 412. S. Agustín presentó la historia y el presente como la eterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal, dirigidas por la providencia divina. El providencialismo es la tesis que entiende el desarrollo de la historia del hombre movido por Dios en orden a la consecución del bien universal. La providencia lo abarca todo, la existencia del bien que Dios quiere, y la presencia del mal que Dios permite para que se obtenga de él beneficios mayores. Así para S. Agustín el proceso histórico es la lucha entre la ciudad terrenal (la construida por el egoísmo humano) y la ciudad de Dios, dirigida por la caridad. En realidad al hombre siempre le mueve el amor, que puede tener un doble sentido, el primero hacia intereses materiales y el otro hacia la caridad. El hombre elige libremente entre los dos sentidos. Según la opción la historia avanzará negativa o positivamente, pero siempre en orden al fin que la providencia de Dios ha previsto.

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