Sociedad ilustrada

Maquiavelo

Está considerado como el fundador de las concepciones políticas modernas. En “El príncipe”, Maquiavelo reflexiona sobre las carácterísticas que debe tener el gobernante para logar alcanzar el poder y mantenerlo. Maquiavelo es partidario de un Estado ordenado y unido: – El orden, la ausencia de violencia, el cumplimiento de las leyes, es esencial para que el conjunto de la ciudadanía pueda desarrollar sus obligaciones y quehaceres. Sin embargo, el ser humano tiene tendencia a la maldad y a infringir las leyes, por lo que la función del gobernante consiste en evitar que los ciudadanos comentan estos excesos. – La uníón del Estado es prioriataria para evitar que sea invadido y expoliado por fuerzas extranjeras. Maquiavelo era partidario del establecimiento de un ejército profesional y formado por los propios ciudadanos. Para Maquiavelo, la única manera de logar un estado ordenado y unido es contar con un gobernante fuerte – al que denomina Príncipe- , capaz de imponer su voluntad a la población. Los medios son buenos en la medida en que sirven para lograr el fin. Con este planteamiento, Maquiavelo distingue la esfera política de la ética. En lo que se refiere a la moral y a la bondad, la norma establece que aquel que gobierna debe caracterizarse por la bondad. Maquievaleo, sin embargo observó que el poderoso está rodeado de personas malvadas y que, si pretende obrar virtuosamente estará condenado a la ruina. Por esta razón, inevitablemente tendrá que mostrarse cruel. Maquiavelo no pretende exaltar el mal por el mal; antes bien afirma que es partidario del mal menor. Un gobernante que siempre sea bueno tendrá un Estado donde imperará la ley del más fuerte, el crimen y el terror. Por el contrario, si el príncipe emplea la fuerza en algunos casos, podrá imponer el orden y será mayor la prosperidad. Maquiavelo, sin embargo, no acepta que el gobernante deba someterse a ninguna ley. El príncipe es la máxima instancia y no hay ningún tribunal por encima de él, lo que significa que tiene libertar para obrar como quiera. Carácterísticas de los gobernantes: Debe tener astucia y fuerza, las carácterísticas propias del zorro y del legón. Se deben alternar ambas con prudencia. – La astucia significa el cálculo de los mejores medios para lograr mantenerse en el poder.  – La fuerza y la violencia son medios a través de los cuáles se logrará mantener el orden en el interior de un Estado y protegerlo de los ataques del exterior.


Thomas More


Su obra “Utopía” está inspirada en el pensamiento de su amigo Eramo de Rotterdam. Contó con el apoyo de Enrique VIII. Al divorciarse el rey de Catalina de Aragón Thomas More se negó a firmar el acta con al que el rey se autoproclamaba cabeza de la inglesia anglicana. Se negaba a ser infiel a su
conciencia por lo que Enrique VIII le condenó a muerte. En el libro Tomás Moro nos narra la decripción que un explorador llamado Hythloday hace de una isla llamada Utopía, que casualmente ha descubierto en uno de sus viajes y en la que ha permanecido durante cinco años. En Utopía la vida es idílica y pacífica: las ciudades y las viviendas se organizan racionalmente, de forma que ningún ciudadano tenga privilegios o riquezas mayores que los demás. No existe la propiedad privada y todo el mundo trabaja por el bien común, establecíéndose turnos para que las tareas más duras sean desempeñadas por todos. El trabajo ocupa el tiempo imprescindible para producir lo necesario para una vida cómoda, gozando los ciudadanos de suficiente ocio, que dedican al arte, la música y la filosofía. Las autoridades son elegidas democráticamente y disfrutan de una envidiable libertad religiosa. Todo parece perfecto en Utopía. La descripción de esa isla ideal le sirve a Moro para criticar y señalar los aspectos negativos de la sociedad de su tiempo : las desigualdades, las guerras, la intolerancia religiosa, etcétera.

Utopías y distopías


Se trata sin duda de un sueño difícilmente realizable, pero a veces los sueños tienen el valor de expresar aquello que nos resulta deseable, aquello por lo que estaríamos dispuestos a luchar. A lo largo de la historia del pensamiento político se han planteado multitud de sociedades «perfectas» o «ideales», que han recibido el nombre de utopías . En general, las utopías han servido para que los distintos autores expresaran una crítica del mundo en el que vivían, aunque en ocasiones se han presentado como si fueran realmente realizables algo que, evidentemente, no ha ocurrido. A la izquierda puedes ver un fragmento de la famosa obra de El Bosco El Jardín de las Delicias que se encuentra en el Museo de El Prado en la que aparece el jardín de Edén, lugar que ha sido considerado como una utopía.


Karl Marx y la lucha de clases


Marx es uno de los principales críticos del capitalismo. Según este pensador, el capitalismo es capaz de estimular la producción de riqueza, pero los costes son excesivos, ya que crea desigualdades – el beneficio no repercute en toda la sociedad, sino exclusivamente en la burguésía- y, por otro lado,
explota al obrero. Esta explotación es lo que explica la generación de riqueza y conduce a la alienación. Según Marx, el Estado no es una realidad diferente y superior al individuo. Considera que los pensadores que lo han precedido-como los contractualistas- parten de una idealización del Estado y no tienen en cuanta el proceso histórico. Por eso hay que partir del individuo. Otra diferencia con los contractualistas es que, para Marx, el Estado no es una entidad necesaria e inevitable, sino una imposición de la clase dominante. Para él, la única organización natural es la sociedad que había antes de que existieran Estados. El Estado no es más que una añadidura que nade para proteger, incluso la violencia, los intereses de clase. Llegado el tiempo, se conseguirá abolir la lucha de clases, por lo que el Estado, sin función propia, podrá ser abolido también. Marx consideraba que la superestructura, en su época, empleaba sus instituciones y toda clase de instrumentos para legitimar una situación en la que los dueños del capital-la burguésía- explotaban al proletariado. La única manera de cambiar este orden de cosas habría de ser la revolución, lo que supondría la destrucción de todas las instituciones para
crear otras formas de organización en la que no hubiera ni opresores ni oprimidos.

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