1. Datos biográficos y contexto histórico
Agustín de Hipona nació en Tagaste, en el norte de Argelia, en el año 354. En esa época, el Imperio Romano decaía, y había un enfrentamiento entre romanos y cristianos. Su padre era pagano, y su madre, cristiana, educó a Agustín en el cristianismo. Sus primeros estudios fueron en Madura (Argelia), y más tarde se trasladó a Cartago para iniciar una búsqueda espiritual. Surgió el maniqueísmo y abrió una escuela de retórica. Después fue a Roma y conoció el escepticismo. En Milán siguió el mismo estilo de vida. Abandonó esa vida de placeres alejada del cristianismo gracias a una señal de Dios; así se convirtió en un auténtico cristiano. Conoció al obispo de Milán, y la lectura de los textos de Plotino propició esta vuelta al cristianismo. Logró un conocimiento de la doctrina cristiana leyendo y meditando sobre los evangelios y las epístolas. Se bautizó y se hizo sacerdote; fue nombrado obispo de Hipona. En el año 430 murió tras el asedio de Hipona por los vándalos, y Roma se derrumbó. Tras la muerte del emperador, se dividió el imperio entre dos de sus hijos. Esto desencadenó luchas internas e intrigas por conseguir el poder. Los bárbaros comenzaron a atacar Roma, y también tomaron Hipona, donde murió Agustín.
2. Fe y Razón: Conocer para creer (Epistemología)
Para ser felices y encontrar la verdad debemos llegar a Dios. Por eso, Agustín orienta su filosofía a la búsqueda de la verdad trascendente, busca la verdad eterna. Distingue tres grados de conocimiento:
- El conocimiento sensible: Conocimiento a partir de la información obtenida por medio de los sentidos, puede alcanzar la opinión (doxa) y es cambiante.
- El conocimiento racional inferior: Conocimiento que se consigue comparando la información recibida de los sentidos con la razón; lo universal y lo necesario.
- Conocimiento racional superior: Posibilita el conocimiento de verdades eternas, inmutables, universales y necesarias. Consiste en ver las ideas tal como son con la ayuda de Dios, obteniendo la verdadera sabiduría y las ideas universales.
El alma aprehende los modelos según los cuales juzga las realidades sensibles. Puede decirse que Dios es la Verdad, el arquetipo de todas las verdades y su causa. Dios ilumina al ser humano. La verdad está en nuestro interior, pero no la vemos, los sentidos no pueden verla, está en el alma donde Dios las ha puesto. La verdad no está en la realidad sino en el alma y se conoce a través de la iluminación. Para conocer a Dios es imprescindible que la razón y la fe cooperen. La fe y la razón van juntas y se complementan. Es necesaria la razón para la fe, y la fe para la comprensión de la realidad. La fórmula es: “creo para comprender, entiendo para creer”. El primer paso es creer en la revelación de Dios para buscar la verdad, su frase “creo para entenderlo”.
3. La felicidad y la posesión de Dios
Constituye una permanente búsqueda de la verdad, sobre todo acerca de la relación del alma con Dios. La verdad tiene como fin la felicidad y la salvación. La ética agustiniana aceptará elementos procedentes del platonismo y del estoicismo. El objetivo del hombre es alcanzar la felicidad; pero al buscar en ellos la felicidad, además de incurrir en la forma el deseo desordenado, las personas no encuentran la desolación. La felicidad plena resulta inalcanzable en esta vida, ya que todos los seres creados son temporales. Para ello necesita a Dios. Para tener una verdadera felicidad absoluta, debemos poseer la idea de Dios, y para lograr esto debemos estar libres de pecado. Dios ilumina al ser humano para que la perciba; el maestro es Dios. El ser humano solamente puede lograr la beatitud tras la muerte en la unión amorosa con Dios. La felicidad no es mera contemplación intelectual de Dios, sino que consiste en la unión amorosa con Él. Según Agustín, los escépticos o “académicos” nunca conseguirán la felicidad; puesto que dicen que no podemos conocer la verdad absoluta. De este modo, si la verdad absoluta es Dios, y Dios es la felicidad, los escépticos nunca alcanzarán la felicidad, porque sólo el saber, el conocimiento de la verdad absoluta de Dios, la proporciona.
4. La existencia de Dios y las Ideas ejemplares
El mundo y el tiempo han sido creados por Dios. Se explica a través de la teoría del ejemplarismo: Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de aquellas ideas eternas que están en su mente divina. Dios depositó los gérmenes de todos los seres futuros para que fueran apareciendo progresivamente en el tiempo. Todo ser creado se constituye de materia y forma. Esta creación la cuida y gobierna, y ha concebido un plan para el mundo, y este plan se expresa en la ley eterna. Dios es el Ser Absoluto, Eterno, Perfecto, Perfectamente Bueno, Justo e Inmutable. Dios aparece en el alma creyente; el alma es capaz de conocer a Dios, y este conocimiento no podría producirse sin la existencia de Dios. Utiliza tres argumentos:
- Argumento gnoseológico: La verdad existe, y siendo Dios la esencia de la verdad, Dios también existe.
- Argumento cosmológico: La creación no puede dar al ser humano la felicidad que busca, hay un Dios para concederla, Dios está reconocido como creador del mundo.
- Ideas ejemplares: Consiste en la infinitud y necesidad de las ideas. Estas ideas ejemplares son más elevadas que el entendimiento. Deben tener como causa a Dios. Ha puesto las ideas ejemplares en su entendimiento, su alma. No puede transformarlas, porque permanecen siempre igual. Según la demostración agustina, las ideas existen, y como las ideas son eternas, Dios es eterno.
5. La libertad y el problema del mal
El ser humano consta de cuerpo y alma, el alma anima, da vida y gobierna al cuerpo. Es una sustancia espiritual, tiene la capacidad de percibir lo no corpóreo. Tres facultades: la memoria, la inteligencia y la voluntad. Estas tres facultades constituyen una imagen de la Trinidad. El alma es inmortal, pero no eterna, porque ha sido creada por Dios. Es inmortal porque aprehende la verdad, y para conocerla debe ser inmortal. Agustín tiene dos teorías: el creacionismo, Dios crea el alma para cada ser humano que nace; y el generacionismo, que afirma que el alma se transmite de padres a hijos al ser generada por los padres y madres. Agustín dice que el ser humano es libre. Defiende la libertad humana, el libre albedrío sería la capacidad de elegir entre el bien y el mal; la voluntad nos hace pecar o vivir bien. Amar a Dios. Para obrar correctamente el ser humano necesita la ayuda de Dios, la gracia de Dios. Para Sócrates y Platón la maldad y la bondad de las acciones dependían del conocimiento; para Agustín dependen de la voluntad. Si la intención es buena, conforme a la ley de Dios, será buena independientemente del resultado; sino será pecado. El mal moral es el abuso que el ser humano hace con su libertad, es el responsable del pecado cometido. El fin del ser humano es ser feliz, y para conseguirlo, debe volver al Bien supremo, amar al Bien supremo. El mal es para Agustín la ausencia del Bien.
6. Filosofía de la Historia: la Ciudad terrenal y la ciudad de Dios
En el año 410 los ejércitos destruyeron Roma. Agustín escribió “La Ciudad de Dios” para contrarrestar los ataques romanos. Se utiliza como apología de los cristianos, explicando el sentido del dolor y el mal. Agustín expone sus tesis sobre la sociedad, la organización política y la historia. La crónica aparece como una lucha entre dos ciudades: la ciudad del bien y la ciudad del mal. Agustín divide a los seres humanos en dos grupos: los que se aman a sí mismos, a los ciudadanos terrenales, y los que aman a Dios, los ciudadanos del cielo. Mantenían una lucha ética entre ellos; pero al final se separaron: unos premiados y otros castigados. La Historia es un conflicto entre dos amores: el amor a Dios y a uno mismo. Algunos que no son enemigos de Dios aparecen como enemigos de la Iglesia, pero algún día serán admitidos como hijos de Dios y otros “buenos” no se salvarán. Agustín de Hipona es el primer pensador que analiza el sentido de la historia humana. La historia es lineal, teniendo un buen principio, la creación, y un fin, el Juicio Final. Adquiere un significado global en ese final de los tiempos; porque la historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios que tendrá lugar al final de los tiempos. A pesar de que Agustín no identifica totalmente la ciudad de Dios con la Iglesia visible, ni la ciudad terrenal con el Estado; la oposición entre ambas fue utilizada posteriormente para defender la prioridad de la Iglesia sobre el poder político. Agustín afirma que ambas ciudades se encuentran mezcladas, la sociedad es necesaria para el poder político. Aunque defiende que el Estado por sí mismo no puede establecer la Justicia, debe guiarse por la verdad cristiana.
7. La influencia de Platón en Agustín
La filosofía de Platón ejerció gran influencia sobre Agustín. Esta filosofía de naturaleza platónica, el neoplatonismo, une las ideas de otras filosofías antiguas, y ejercía una clara influencia sobre Agustín. En la cúspide de su filosofía, Plotino sitúa al UNO, tiene carácteres incognoscibles y todas las cosas proceden de él y vuelven de nuevo a él. Agustín pone a Dios en lugar del UNO. La idea principal de Platón que necesita la razón para obtener el Bien, ha influido en Agustín. Dice que no sólo se utiliza la razón, sino que el ser humano necesita también la fe, conseguirá la idea suprema o Dios, lo que le conducirá a la felicidad. El dualismo antropológico de Platón encuentra reflejo en la filosofía agustina, Agustín afirma también que el ser humano está compuesto de alma inmortal y cuerpo mortal. El alma introduce la vida, no puede morir. El alma no ha existido anteriormente, y el conocimiento consiste en percibir las ideas que Dios ha puesto en su interior. San Agustín aprecia también en la dualidad ontológica, en la diferenciación entre el mundo de las ideas y el mundo físico. Agustín describe una doble realidad: el Reino de Dios verdadero y el mundo físico en constante evolución. A este dualismo ontológico, se une el dualismo epistemológico; para ambos filósofos existen dos tipos de conocimiento: el conocimiento sensible y el conocimiento racional. Si bien en Platón el Bien es el principio de visibilidad, que permite llegar a la verdadera sabiduría, conocer las ideas eternas, en San Agustín Dios ilumina al alma humana haciéndole llegar al conocimiento de la verdad absoluta.