Representantes de la filosofia escolastica

CONTEXTO HISTORICO MEDIEVAL:


La filosofía de la Edad Media abarcaría desde el siglo V hasta la primera mitad del siglo XV y el conjunto de doctrinas que en ella se desarrollan se caracterizará por estar determinado por alguna de las tres grandes religiones: judaísmo, cristianismo y el Islam.

La filosofía cristiana, por tanto, es sólo una parte de la filosofía medieval, un pensamiento sobre Dios, el mundo y el hombre elaborado desde las creencias o presupuestos de la fe cristiana.  Esta filosofía, representa una forma peculiar de recibir la herencia filosófica clásica ya que expresa las doctrinas reveladas en el Antiguo y Nuevo Testamento a través de las categorías filosóficas de los grandes pensadores griegos. La filosofía en esta época, pues, se puso al servicio de las creencias religiosas. Así, hasta el siglo XIII los cristianos se servirán casi exclusivamente de la filosofía platónica al ofrecer un esquema de la realidad más afín al cristianismo, pero también porque las obras de Aristóteles no estarán disponibles en latín hasta el siglo mencionado.

Los grandes temas de reflexión en la filosofía cristiana fueron dos:

  • Por un lado, el valor del conocimiento intelectual referido a los conceptos universales.
  • Por otro, las relaciones entre los campos de la razón y de la fe.

Podemos decir también, que la filosofía cristiana se divide en dos corrientes que se sucedieron en el tiempo:

  • La Patrística (desde los primeros siglos hasta el VII d.C.)
  • La Escolástica (s. VIII – XIV d.C.)

La primera de estas corrientes comprende el pensamiento de los santos padres de la Iglesia encargados de construir el edificio doctrinal del Cristianismo. Su labor cubrió tres frentes:

  • La labor apologética: defender a los cristianos de las persecuciones políticas y defender la doctrina cristiana de los ataques de la filosofía pagana.
  • Fijar el contenido del Nuevo Testamento.
  • Establecer cuál era la interpretación correcta de los textos bíblicos.

En esta primera corriente del Cristianismo y concretamente en la Patrística latina destacó S. Agustín, creador del primer sistema de Filosofía cristiana y que supuso la síntesis entre las doctrinas de esta religión y el platonismo. Este autor que se pone a sí mismo como objeto de la reflexión, consideró que ambas tienen como misión la comprensión de la verdad cristiana, la única verdad. La fórmula agustiniana ‘Cree para entender, entiende para creer’ expresa la relación entre la fe y la razón así como la subordinación de esta con respecto a la fe. Para Agustín el origen de todo el conocimiento estará en Dios y el alma conocerá las verdades inmutables por iluminación divina. El ser humano debe buscar en su interior, allí Dios iluminará su espíritu y le permitirá llegar a Él.


La segunda gran corriente de la filosofía cristiana será la Escolástica, saber cultivado en las escuelas medievales (palatinas, catedralicias y monacales) y a partir del siglo XIII también en las universidades. Las escuelas enseñaban las artes liberales (trívium: gramática, dialéctica, retórica y quadrivium: aritmética, geometría, astronomía y música) bajo la dirección de un ‘scholasticus’ (maestro en las artes mencionadas). Se aplicaba un método de enseñanza común: la lectio y la quaestio disputatio; y se caracterizaron por mostrar la racionalidad de la fe.

La Escolástica engloba una gran diversidad de corrientes y enfoques entre los que destacan:

  • Los dialécticos que aplicaban las reglas de la lógica a la Teología.
  • Los antidialécticos o místicos que reaccionaron contra los anteriores porque consideraron que a dialéctica desfiguraba las verdades de la fe.
  • La corriente agustiniana que confundían los campos de la razón y la fe.
  • A partir del s. XIII, el Averroísmo latino cuyo mayor representante, Sigerio de Bravante, reclamó la autonomía de la razón frente a la fe.

Por su parte, Tomás de Aquino supuso la culminación de la Escolástica y la asimilación del aristotelismo realizando la segunda gran síntesis de la filosofía cristiana. Recordemos que el siglo XIII, el de Sto. Tomás, es el de la recepción de las obras de Aristóteles a través de los filósofos árabes y sus interpretaciones.

La obra de Sto. Tomás se construye como referencia a la crítica al averroísmo proponiendo como alternativa un equilibrio y armonía entre los planos de la fe y la razón. Para este autor tan sólo existía una verdad, salvo que un ámbito de ella pertenecía a la fe y otro a la razón, existiendo un punto de confluencia en el que el acceso a la verdad podría realizarse  por los dos medios (preámbulos de fe). De esta manera razón y fe colaboran para Sto. Tomás y aunque defiende que razón y fe deben ser autónomas e independientes, la autonomía de la razón es más limitada y siempre estará al servicio de la fe.

El siglo XIV supuso la crisis de la Escolástica y Guillermo de Ockham, padre del nominalismo, uno de sus mayores críticos. Para este autor razón y fe son fuentes de conocimiento radicalmente distintas, no existiendo zona de verdades comunes. Los ámbitos propios de la fe y la razón están totalmente separados. Así, por ejemplo, la existencia de Dios (preámbulo de fe en Sto. Tomás) será indemostrable para la razón ya que pertenece al ámbito de verdades exclusivo de la fe.

Ockham participó activamente en la polémica que enfrentaba al emperador y al Papa, posicionándose a favor del emperador y defendiendo la separación del poder espiritual y del temporal. Su postura señala que el Papa no debe tener jurisdicción ninguna en el ámbito de los asuntos temporales así como tampoco ejercer un pode absoluto en el ámbito de la Iglesia, el Papa debe estar, ante todo, al servicio de la comunidad de fieles que constituye la Iglesia.

Esta separación entre razón y fe constituiría el fundamento de la filosofía renacentista. La razón, libre de ataduras, dio lugar a la pluralidad de corrientes y tendencias características del Renacimiento.

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