Que es el sentido lógico

La crítica del lenguaje metafísico:


Más allá del ámbito de lo lógico, queda el ámbito de la vida, del sentido de la vida, es lo místico, ante lo que no cabe sino el silencio; lo místico, en todo caso, se muestra en unas determinadas formas de vida. El que no se pueda hablar del sentido del mundo y de la vida, acerca de cuestiones metafísicas, éticas o estéticas, no significa que haya enigmas, que haya ciertas preguntas que no puedan contestarse o ciertos problemas que no puedan resolverse, porque donde hay una pregunta con sentido cabe una respuesta, pues cuando expresamos una proposición con sentido, siempre habrá un hecho que la confirme o la refute, sino que tales preguntas o problemas carecen de sentido. Desde el punto de vista lingüístico no hay problema, en el lenguaje de los hechos, en el lenguaje del mundo todo puede ser dicho con claridad. La duda sólo puede existir cuando existe una pregunta, y ésta cuando hay una respuesta, y ésta, a su vez, cuando se puede decir algo. De aquí que el escepticismo, como actitud última, no es irrefutable, sino un sinsentido, pues pretende dudar donde no pueden formularse preguntas. No hay más preguntas con sentido que las preguntas científicas. Es cierto que cuando han sido contestadas, los problemas vitales están sin tocar (“sentimos que cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado lo más mínimo”), pero como estos problemas no constituyen propiamente preguntas, ya no hay preguntas, y ésta es la respuesta. La solución al problema de la vida consiste en su disolución, dado que no es sino un falso problema, que no puede ni formularse con sentido (“La solución al problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema”). No es que ésta no sea una preocupación real que atañe a todos los hombres, sino que la preocupación misma es inexpresable; por ello sugiere a continuación que quizás sea ésta la razón por la que quienes han encontrado sentido a la vida no han sido capaces de comunicar en qué consistía. En todo caso, estas cuestiones pertenecen al ámbito de lo místico, de lo inexpresable por medio del lenguaje, pero que puede mostrarse en un determinado estilo de vida (“Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico”). La ética y la estética no describen el mundo, tratan sobre valores, y, por tanto, pretenden establecer, en todo caso, cómo debería ser; la cuestión del valor y, por tanto, de la ética y de la estética (“ética y estética son una y la misma cosa”) no puede expresarse, pues no se trata de hechos que acaecen. Estas cuestiones pertenecen al ámbito de la voluntad, pero no al de la voluntad como fenómeno, aspecto que sólo interesa a la psicología, sino al de la voluntad como sujeto de la ética, al ámbito de la voluntad buena o mala que afecta, en todo caso, al modo en que cada uno vive el mundo, pero no a los hechos, a “lo que puede expresarse mediante el lenguaje”. En este contexto aparece lo que necesariamente queda fuera del ámbito de lo decible y, en consecuencia, de lo pensable, el ámbito de lo místico. Aunque no explica qué quiere significar con este concepto, parece, por una parte, que lo místico es aquello de lo que carecería de sentido manifestarse, lo que no puede ser descrito ni pensado, porque desborda los límites del lenguaje, y que, por otra parte, está asociado al sentimiento, un sentimiento que el lenguaje puede mostrar, pero no decir. Las cuestiones últimas que tradicionalmente habían sido objeto de la metafísica caen bajo el indeterminado campo de lo místico: “No como sea el mundo es lo místico sino que sea”; lo extraordinario no es que el mundo sea de éste o de aquel modo, sino el exista en absoluto, es decir, la vieja y radical pregunta: ¿por qué existe algo y no más bien nada? En otros términos, el por qué exista el mundo, el sentido del mundo y, con él, el enigma de la vida, está más allá de lo que puede decirse con sentido por medio del lenguaje. “El sentimiento del mundo como todo limitado es lo místico”. Para poder contemplar el mundo como un todo limitado tendríamos que salirnos de los límites del mundo, pero los límites de éste son los de la lógica y éstos son infranqueables. Nada puede decirse acerca del mundo como un todo, porque en la medida en que el mundo es – considerado como un todo– la totalidad de los hechos, difícilmente cabría afirmar sin incurrir en paradoja que el conjunto de todos los hechos es a su vez un hecho. No puede tampoco, por tanto, haber pensamiento del mundo como un todo, sólo puede pensarse lo que puede decirse, la imposibilidad del deseo metafísico de conocer el mundo como un todo radica en la estructura lógica del lenguaje. Ahora bien, si el pensamiento, y con él el lenguaje (la razón), no pueden salirse de los límites de la lógica, existe el sentimiento, el ámbito de la voluntad, que puede mostrar, más allá del lenguaje, el enigma de la vida.

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