Problema del hombre en Rousseau

Rousseau

ÉTICA Y HOMBRE

Para conocer la sociedad humana Rousseau se propone analizar al hombre que vive en el estado salvaje previo a la vida comunitaria. El hombre salvaje es un ser amoral pero no inmoral es decir, carece de sentido moral pues lo bueno y lo malo son conceptos que solo se adquieren en sociedad; sin embargo, esto no significa que el hombre sea malo o cruel en el estado natural ya que su comportamiento está definido por dos impulsos: el amor de sí y la piedad. Por el amor de sí el hombre busca su autoconservación y la de su descendencia: comer, beber, reproducirse, tener un cobijo, etc. Es lo que busca este instinto de supervivencia que está presente en todos los animales. La piedad es igualmente un impulso natural, gracias a este sentimiento el hombre siente compasión ante el sufrimiento ajeno y se rebela ante este dolor aunque no sea propio. Muchos animales dan muestra de sufrir ante el dolor de sus congéneres e incluso de intentar aliviar ese sufrimiento por lo que Rousseau concluye que en el hombre también existe este impulso natural que modera el amor de sí.

Algunos autores como Hobbes pensaron que el hombre natural viviría en un estado de lucha continua (lucha de todos contra todos) pero Rousseau considera que este argumento parte del error de considerar que los hombres naturales buscan tantos lujos y bienes como el hombre social.
Al salvaje le son suficiente muy pocas cosas para satisfacer su amor de sí por lo que no tiene que combatir con sus semejantes continuamente para subsistir. Las guerras son fruto de la avaricia rara vez del hambre, por esto afirma Rousseau que el hombre es bueno por naturaleza pues su impulso de supervivencia (amor de sí) no le lleva a la codicia sino que se conforma con poco y, además, su piedad natural no está anulada por las razones del hombre “civilizado”.

Cuando el hombre vive en sociedad el amor de sí degenera en amor propio; este impulso busca la superioridad y el reconocimiento de los elementos del cuerpo social y es el origen de los vicios del hombre como codicia, lujuria, intemperancia, soberbia, etc. El amor propio surgido en sociedad es el origen de la degeneración de los sentimientos naturales. El amor propio acalla la piedad con razones a las que seríamos sordos si vivíésemos en naturaleza; la miseria del pobre, la muerte de un semejante o el desastre del prójimo dejan de conmover a nuestra piedad cuando la razón nos da argumentos que justifican la indiferencia: “si quiere comer que trabaje”, “es un hereje, es justo que muera”, “yo estoy seguro ¿qué me importa lo que le pase?” son razones que nuestra inteligencia nos da para hacer enmudecer los impulsos naturales de la piedad. De aquí viene la famosa frase de Rousseau: “el hombre que medita es un animal degenerado”.

Frente a los valores ilustrados de confianza en la razón y en la sociedad Rousseau traslada su optimismo hacia la naturaleza humana y los sentimientos del hombre; el salvaje y el niño son los hombres verdaderos mientras que el hombre llamado civilizado y el adulto seres corrompidos por la sociedad.

Según Rousseau hay una diferencia fundamental entre el hombre natural y el hombre social. El primero es aquel que vive en el estado de naturaleza, mostrado en el mito del buen salvaje. Para Rousseau el hombre en estado de naturaleza, antes de convivir en sociedad, sería un hombre bueno y feliz, independiente en relación a los otros hombres y con un egoísmo no negativo sino llevado por un sano amor hacia sí que no implica buscar el mal de los otros hacia los que siente compasión. En este estado natural, el hombre mantendría sentimientos puros, no coartados o envenenados por el prejuicio social, y una relación directa con la naturaleza.

Este estado natural de cómo sería el hombre en sus orígenes, que Rousseau presenta como una hipótesis y no como una realidad que se haya dado en la historia, se enfrenta al hombre social, aquel que vive en un estado de sociedad o estado cultural. En este estado social, que sí que es real frente al natural, el hombre no es un ser feliz y bueno, sino que está llevado por un egoísmo malsano por el cual busca su propio interés en detrimento de los otros seres humanos. Así, la cultura y el progreso no han hecho al hombre más feliz y más bueno, como creían la mayoría de los pensadores de la Ilustración, sino que lo han hecho más desigual, injusto y profundamente infeliz. Cultura y progreso no actúan pues como elementos emancipadores sino que dentro de la sociedad son elementos que han corrompido a los hombres.

POLÍTICA:


EL PACTO SOCIAL

Llegó un momento en donde los hombres no podían seguir viviendo aislados y se agruparon por causa de la presión demográfica o para realizar tareas colectivas como cazar. En los primeros momentos esta vida común no había corrompido al hombre ya que las desigualdades eran solo fruto de la biología y el amor propio y la razón apenas tenían fuerza para cegar a la piedad natural. Sin embargo con la minería y la agricultura los hombres pudieron acumular recursos y nacíó el concepto de propiedad, por culpa de la propiedad las desigualdades se incrementaron y el deseo de poseer más provocó guerras, asesinatos y luchas. Es en este momento cuando sí se produce la guerra de todos contra todos: los que no tienen roban a los que tienen y los que tienen intentan robar a los más débiles.

En esta situación caótica los ricos ven la necesidad de crear un orden y una ley que proteja sus propiedades por lo que instituyen el pacto social;
Sin embargo, para que los carentes de propiedades entren en el pacto social también deben ser beneficiados por él pues si no ¿qué sentido tendría entrar en él cuando sería mejor la lucha de todos contra todos? Por esto el pacto social establece que todos los miembros del pacto son partes indivisibles de un todo y que todos ponen en común todas sus fuerzas para defender los intereses del nuevo cuerpo político. Cuando los poderosos violan el pacto social oprimiendo a una parte del cuerpo político los oprimidos tienen todo el derecho a rebelarse ya que la igualdad y la unidad total del cuerpo social  son elementos imprescindibles del pacto.

La soberanía o lo que es lo mismo la capacidad de decidir de los miembros del cuerpo político es indivisible e inalienable. Es decir, la soberanía del cuerpo político es un acto total de todos y cada uno de los miembros de la sociedad que no puede dejar fuera a nadie ya que si así se hiciera la decisión no tendría valor total sino parcial. La soberanía tampoco es alienable, es decir, nadie puede representar a nadie en los actos de decisión soberana ya que la soberanía es colectiva o no es tal. Se puede transferir el poder para ejercer la soberanía pero nunca la soberanía misma, si se entrega la soberanía el pacto social se torna en una relación de señores y súbditos por lo que como tal queda roto.

El modelo político propuesto como ideal por Rousseau se aleja mucho de los estados-naciones actuales; la soberanía inalienable e indivisible que él defiende presupone unos estados reducidos como los cantones suizos a los que pertenecíó, las polis griegas o la civitas romana de la República. La posibilidad real del modelo político de Rousseau en la actualidad es discutible pero es patente que el ginebrino se opuso siempre al ejercicio de la soberanía indirecta, base sobre la que se asientan las democracias liberales de hoy en día.

EL PROBLEMA SOCIAL: TEORÍA SOCIAL

La sociedad corrompe así al hombre pero Rousseau es consciente de que no se trata de volver a un estado primitivo, que ni siquiera se puede demostrar que existíó, sino que hay que analizar esta sociedad, que produce esa infelicidad y egoísmo en el ser humano, para ver cuál es su causa y reformarla de forma tal que pueda ser una comunidad que haga felices a los hombres. Y para realizar esta tarea seguirá dos pasos: en primer lugar situar el origen del mal social; y, en segundo, proponer una serie de reformas para reformar esta sociedad.

Para Rousseau el origen del mal en la sociedad es la desigualdad. Esta es fruto de la propiedad que al surgir produjo que los hombres acabaran siendo socialmente desiguales pues unos empezaron a atesorar privilegios frente a otros. Además, esto produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo era poseer más y por tanto se fomentaba el egoísmo de cada uno frente a los demás. Así, la sociedad actual es injusta y además impide la realización plena de los seres humanos pues no les lleva a la felicidad.

Para reformarla, Rousseau propone un contrato Social. Se debe pues reformar la sociedad, pero no se puede volver al estado de naturaleza, sino que la idea del estado natural debe servir para crear las bases de una sociedad justa, legítima de acuerdo al ser humano. Se trata de establecer las bases para un pacto social justo, donde se pueda armonizar libertad, igualdad y poder político. Establecer un contrato social en el que el pueblo sea el soberano. Esta soberanía popular se expresa en la voluntad general que no es una mera suma de las voluntades de cada uno. Efectivamente, la voluntad de todos sería la suma de intereses egoístas de cada uno de los hombres; sin embargo, la voluntad general es la del sujeto colectivo, la del ciudadano que siempre pretende el bien común. Así, el individuo renuncia a sus egoísmos personales para someterse por consentimiento libre a las leyes que se emanan de la voluntad general. Cada uno renuncia no a la libertad, pues el Estado debe respetar siempre los derechos de los individuos, sino a la libertad de obrar de acuerdo al egoísmo propio y en contra de la comunidad.

De esta forma, y según Rousseau, los hombres pueden entrar en un nuevo estado que no es ni el social anterior donde primaba el egoísmo individual ni tampoco el natural. Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre donde se erradicará el mal moral y la injusticia y permitirá que cada uno de los seres humanos pueda alcanzar su felicidad y plena realización.

Dios

Se considera a Rousseau como precursor del Romanticismo. Esto supone, naturalmente, rebajar la relevancia de la razón como guía para comprender, o solucionar, los problemas filosóficos y engrandecer la del sentimiento, la virtud ROMántica por antonomasia. Esto se puede interpretar como una forma de afrontar la realidad, en el caso de la teología, de los protestantes, y la compara con la llevada a cabo por la tradición filosófica, que siempre brindaba “argumentos”, fueran o no convincentes, para tratar de demostrar (o rebatir) la existencia de Dios por medios racionales.

De la noción ‘sensible’ de Dios se deriva, primero, que sea siempre algo personal: la creencia arraigada sólo permite seguirla a quien la siente así, pero no demuestra a los demás su existencia. También supone que para alcanzar unas normas de conducta adecuadas no debemos atender a la razón, sino a nuestra propia conciencia: Podemos colegir aquí un cierto desdén del filósofo francés hacia la moral imperante en su sociedad, sino también idiosincrásico del movimiento ROMántico que está por llegar.

Hay dos objeciones principales a la práctica de basar las creencias relativas a los “hechos objetivos” en las emociones del corazón. La primera es que no existen motivos razonables para sospechar que esas creencias son ciertas, pues no todos los corazones humanos dicen que lo correcto. La segunda, ya señalada, es que corresponde únicamente a una apreciación personal. Por muy ardientemente que yo, o toda la Humanidad, pueda desear algo, por necesario que pueda ser a la felicidad humana, no hay razón para suponer que ese algo exista.

La postura de Rousseau se debe calificar de deísta: A Dios se llega a través de un sentimiento personal, no por medio de una revelación divina señalada por una tradición religiosa. Por otro lado, este Dios de Rousseau no interviene en los asuntos ni del hombre ni de la Naturaleza, al contrario de lo que afirma el teísmo.

CONOCIMIENTO

Rousseau ganó inesperadamente el premio de la Academia de Dijon en 1750 con su obra ” Discurso sobre las ciencias y las artes”. En ella manténía la tesis de que los avances que había producido el conocimiento en el hombre, habían provocado su corrupción. El lujo y la economía artificial son la fuente de la vanidad y la valoración del afán de apariencia frente a los demás, lo cual nos convierte en esclavos tanto del conocimiento como de la economía y la concepción de la sociedad emanada de aquél.

A partir de aquí podemos entender perfectamente la postura de Rousseau en relación con el tema del conocimiento. Sin embargo en su obra “Emilio” es donde desarrolla totalmente este punto de partida y todas sus consecuencias.

Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza, la sociedad es la que le corrompe. La educación debe partir de los impulsos naturales que tiene el niño, el tutor debe dejarle seguir su curiosidad y su iniciativa personal guiándole para un desarrollo espontáneo y sin dirigirle hacia los valores ya establecidos en la sociedad.

Lo principal en la educación es la creación de un ser humano, hacer de él un ciudadano es algo secundario aunque inevitable y aconsejable. Esto significa que el niño debe seguir su propio impulso, es decir el no hacer mal a nadie, el tutor debe hacerle valorar esta tendencia natural y no inculcarle otras normas morales de carácter religioso o ideológico.

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