Platón política y educación

Educación y gobierno de la ciudad

El título propuesto para la redacción plantea una cuestión fundamental en el pensamiento de Platón y, especialmente, en su obra La República: la relación entre la educación y el gobierno de la ciudad.

La importancia del tema se inscribe en el contexto socio-político del autor, en el que la derrota ante Esparta y las posteriores convulsiones políticas (los abusos del gobierno de los Treinta Tiranos y la llegada de una democracia que fue capaz de condenar a muerte a su maestro Sócrates), llevaron Platón al convencimiento de que ningún estado estaba bien gobernado y, como consecuencia, al intento de diseñar lo que sería un buen gobierno a partir de la formación de unos buenos gobernantes.En relación a ésto, a lo largo de la redacción, vamos a intentar dar respuesta a cuestiones como éstas: ¿en qué consiste la concepción platónica de la educación? ¿quiénes han de gobernar la ciudad? ¿cómo han de ser educados para ello?En primer lugar, hay que destacar la relación inseparable que, en el pensamiento platónico, existe entre los ámbitos epistemológico y ético-político; el intelectualismo moral que arranca en Sócrtaes y es ampliamente recogido en la filosofía platónica, parte de que sólo el conocimiento del auténtico bien, del bien en-sí, de la idea de bien, puede llevar a actuar correctamente tanto en la vida privada (ética) como en la pública (política)
; así pues, sólo aquellos que conozcan el bien, podrán ser aptos para gobernar la ciudad, para orientarla hacia el bien y la felicidad. La labor de los fundadores será, pues, educar a los futuros filósofos gobernantes en el conocimiento de las ideas, para llegar a la más alta y bella de ellas (el bien).

En este proceso educativo, destaca lo novedoso del la concepción platónica de educación; concepción que se distancia del sentido tradicional del término y del uso sofista del mismo: Platón, influenciado todavía por elementos míticos como la Tª de la Anmámnesis de origen pitagórico, parte de que la facultad de conocer y aprender e, incluso, el conocimiento mismo, ya preexiste en cada uno y, por tanto, educar consistirá, no en dar conocimiento a alguien que no lotiene (como si se tratara de “infundir visión en unos ojos ciegos”), sino en ayudar a que el alma de cada uno se Oriente correstamente apartándose de lo sensible para, con la sola ayuda de la inteligencia, alcanzar las ideas.

Vemos, hasta aquí, la importancia de lo epistemológico en la condición de gobernante;
Inscrito en la teoría de las ideas platónica, sólo aquel que es capaz de alcanzar el conocimiento de esas realidades inmateriales y eternas que son las ideas, alejándose de lo sensible y cambiante que sólo es una copia de aquellas realidades eternas, podrá saber cómo y hacia donde dirigir la polis.En el mito de la caverna, este aspecto epistemológico es representado por el momento en que el prisionero liberado accede al exterior de la caverna y es capaz de contemplar la realidad, dándose cuenta de que lo que había visto en el interior de su vivienda subterránea, no eran sino sombras de esa realidad. Sin embargo, el mito no termina aquí; el prisionero no se contenta con ese conocimiento, sino que está resuelto a volver a la caverna para ayudar a aquellos que quedaron allí a liberarse de su ignorancia. En la interpretación del mito, este es el aspecto ético que apunta directamente a la acción de gobierno: el filósosfo, que ha conocido la idea de bien, querrá necesariamente hacer el bien, ayudando a la ciudad entera a que, como él, se vuelva hacia la verdad y el bien. El gobierno aparece, por tanto, no como una búsqueda de honores, gloria o riqueza (que el filósofo reconoce como “vanas sombras”), sino como una autobligación de carácter ético que el filósofo se impondrá para devolver a su ciudad su crianza, su educación como filósofo.En conclusión, fundamentada en la teoría de las ideas y en el intelectualismo moral, emerge la figura del filósofo gobernante como la de aquel que, tras alcanzar, mediante la educación, el conocimiento, accederá a volver al mundo de lo opinable para guiar a la ciudad hacia la felicidad.La obra de Platón pone de manifiesto dos cuestiones que siempre -y hoy más que nunca- han estado de actualidad. Por un lado, la referida a si el intelectual debe permanecer al margen de la acción política o, por el contrario, participar en ella; por otro, cuál debe ser la intención con la que aquellos que participan en el gobierno, se dirigen a él. La respuesta de Platón a ambas cuestiones no puede ser más clara: sólo la implicación del filósofo -que, mediante la educación, es capaz de conocer lo real- en la acción de gobierno y la voluntad de servicio a la comunidad como única aspiración del gobernante abren la puerta a la esperanza de un estado bien gobernado.


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