Lacan y Descartes

 EL PROBLEMA DE Dios
Entre las ideas innatas se encuentra la idea de Infinito, que Descartes identifica con la idea de Dios, idea que tiene la mayor realidad objetiva (carácterísticas y cualidades) pues incluye las máximas perfecciones. Según Descartes, la idea de Infinito (Dios) que existe en nuestra mente no es adventicia, pues no puede proceder del exterior, ni facticia, pues no puede ser producida por la mente, así pues tiene que ser innata. Descartes aplicará a continuación el principio de causalidad sobre la idea de Dios para demostrar la existencia de Dios. Descartes afirma que toda idea tiene una realidad objetiva dada, sus carácterísticas y propiedades, y su causa debe tener una realidad formal, existencia real actual con cualidades determinadas, igual o mayor y por lo tanto proporcional a la realidad objetiva de la idea causada. La idea de infinito (Dios) no puede haber tenido como causa a un ser finito, pues no habría proporción entre la realidad formal de la causa (las cualidades del ser real que ha originado la idea de infinito en el sujeto) y la realidad objetiva del efecto (las carácterísticas o propiedades de la idea de infinito). Por tanto, esa idea de infinito ha tenido que ser causada por un ser real que es infinito y, por ello Descartes afirmará que Dios existe como sustancia infinita pues es la causa necesaria de nuestra idea de Dios-infinito. Además de esta demostración, Descartes defenderá también una variante del Argumento Ontológico según la cual el propio concepto de Dios al implicar todas las perfecciones necesariamente conlleva la afirmación de su existencia pues si no supondría una imperfección. Igualmente, considerará que Dios debe existir por la necesidad de una primera causa para la sustancia pensante que sea, a su vez, incausada. El Dios afirmado por Descartes, la sustancia infinita, es infinito, omnisciente, perfecto y bueno. Así, Dios existe sin duda alguna y es la garantía, el fundamento, de que a mis ideas sobre el mundo exterior les corresponde una realidad extramental, pues Dios es bueno y no me engaña. Por tanto, ya no podremos dudar de la existencia de la realidad extramental. Esta sustancia extensa es concebida como si fuera una máquina y será explicada a través del Mecanicismo.

EL PROBLEMA DEL SER HUMANO Y DE LA MORAL

Descartes afirmará un dualismo según el cual alma (el cogito) y cuerpo (sustancia extensa) mantienen una lucha permanente siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo a través de dicha conexión. El ser humano es propiamente la sustancia pensante (el cogito), independiente de la sustancia extensa (que en este caso es su cuerpo físico). El cuerpo, como toda la realidad física, actúa como una máquina (tal y como defiende el Mecanicismo) y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito siendo, por tanto, auténticamente libre. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero. Descartes no presenta un sistema ético terminado sino que defenderá una moral provisional. Como resultado de la duda como método y mientras se construye una ética indudable y cierta, los seres humanos deberán actuar moralmente de forma moderada, de acuerdo a las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta moderación el error no será nunca absoluto mientras se busca, de ahí que sea una moral provisional, esa ética cierta que producirá la Razón.

Hume  EL PROBLEMA DE LA MORAL O LA ÉTICA

Hume realizará una crítica de todas las teorías éticas presentadas por los filósofos anteriores a él que basan la moral en la razón.
Meramente convencional, sino que se constituya desde un sentimiento moral carácterístico de la propia


 humanidad y su naturaleza. Afirma que nuestros juicios morales no son producto de la razón pues no proceden de ninguno de los tipos de conocimiento racional. Las afirmaciones de la moral no son el resultado del conocimiento de relaciones entre ideas (razonamiento a priori), pues los juicios morales no son analíticos a priori. Pero, tampoco son el resultado del conocimiento de cuestiones de hechos (razonamiento a posteriori) ya que no describen una realidad sino que la juzgan como buena o mala produciendo así un juicio de valor del que es imposible tener impresión. Además, añade Hume que si bien la razón puede ayudarnos a clarificar la utilidad de las acciones humanas no puede impulsarnos o motivarnos a realizarlas. Así, según Hume, la moral no se fundamente en nuestra razón. Hume defenderá el emotivismo moral según el cual el fundamento de la moral está en el sentimiento moral que surge del interior del individuo. Este sentimiento moral se presenta como una emoción o “gusto” interior que brota del sujeto, desde su propia esencia o naturaleza, y que expresa agrado o desagrado ante las acciones. Esta emoción moral es universal y común a todas las personas debido a la universalidad de la naturaleza humana. Este sentimiento moral se basa en dos principios: la utilidad y la simpatía. La utilidad depende de la expectativa del placer que una acción puede ocasionar. Así, aquellas acciones que más placer podamos prever que van a procurar las tenderemos a calificar como buenas. Por ello, una parte de la calificación moral de las acciones se basará en criterios pragmáticos. En segundo lugar, está la simpatía, que Hume define como la inclinación que todos los seres humanos poseen a participar de los sentimientos y de las inclinaciones de los otros seres humanos y que nos lleva a obrar moralmente buscando la felicidad del otro. De esta forma, la moral humana no es ni resultado de un frío cálculo racional ni tampoco de un puro sentimiento, sino que ambos factores se interrelacionan. Esta mutua relación garantiza que el sentimiento moral no sea individual ni egoísta y que la moral no sea meramente convencional, sino que se constituya desde un sentimiento moral carácterístico de la propia humanidad y su naturaleza siendo, por tanto, universal. 


P REALIDAD Y CONOCIMIENTO


Descartes, Siglo XVII, es el fundador de la Filosofía Moderna y principal pensador de la corriente filosófica del Racionalismo. El Racionalismo es una escuela filosófica que considera a la Razón, frente a los sentidos, como única fuente de conocimiento verdadero. Para Descartes lo fundamental es buscar un conocimiento cierto y seguro sin ningún tipo de duda. Por ello, su prioridad será buscar un método que nos ayude a modo de guía a razonar. Además, este método debe ser compatible con la forma de pensar de la Razón humana, pues si no sería inútil. Por ello, lo primero que hace es analizar la forma de actuar de la propia Razón. En la Razón, que es la misma para todos los hombres, se distinguen dos modos de conocimiento seguros: la intuición o luz natural, conocimiento de las ideas simples que surgen de la propia razón de forma clara y distinta, cuya verdad es evidente e indudable; y la deducción, que es el conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples y de las conexiones que la razón descubre entre ellas para llegar a verdades complejas, juicios o leyes. Por ello, el método deberá cumplir cuatro reglas que permitan desarrollar estos modos y que nos lleven a un conocimiento seguro. La primera regla es la evidencia, que consiste en aceptar como verdadero solo aquello que se muestra de forma clara y evidente. La segunda es el análisis, por el que se dividen las ideas complejas hasta llegar a las ideas simples y evidentes para que puedan ser intuidas. La tercera es la síntesis que busca desde lo ya intuido construir las verdades complejas. Y, por último, la cuarta es la enumeración, por la que al final se deben revisar los pasos anteriores para estar seguros de su correcta aplicación. Descartes aplicará este método para buscar una verdad indudable y llegar así a una metafísica cierta y segura. Para encontrar esta verdad evidente aplicará la duda metódica: a través de un proceso de duda se buscará llegar hasta aquello que resulte evidente e indudable. En la primera duda, dudará del conocimiento que proviene de los sentidos pues pueden engañarnos. En la segunda duda, dudará de la existencia de la realidad extramental ya que resulta imposible distinguir la vigilia del sueño. Y por último, en la tercera duda, dudará del conocimiento que proviene de la razón, de las ideas de razón o de los razonamientos, pues se puede suponer la existencia de un genio maligno que nos lleva hacia el error cuando creemos estar en lo cierto. Sin embargo, afirma Descartes, no podemos dudar que dudamos, mientras pensamos no podemos dudar que estamos pensando y por lo tanto que existimos. La primera intuición de una verdad indudable es pienso, luego existo (cogito ergo sum). Y si existo lo hago como un yo pensante, un cogito, afirmando, pues, la existencia de la sustancia  pensante (el cogito) como primera verdad indudable. Descartes partirá del cogito, la verdad indudable, para construir su metafísica. El cogito piensa ideas que pueden dividirse hipotéticamente en tres tipos: adventicias, que parecen provenir del exterior; facticias, que construye la mente a partir de otras ideas; e innatas, aquellas que la razón tiene en sí misma y no son ni adventicias ni facticias. Tras la demostración de la existencia de la sustancia infinita o Dios (a partir de la idea de infinito) Descartes afirmará la existencia de tres sustancias: la sustancia pensante o el cogito, la sustancia infinita o Dios, y la sustancia extensa o realidad exterior. Descartes definirá “sustancia” como todo aquello que existe independientemente de cualquier otro ser, y por ello, en sentido estricto, sólo Dios sería sustancia pues es el único que no necesita una causa ajena a sí mismo para existir. Sin embargo, como la sustancia extensa (la realidad exterior) y la sustancia pensante (el cogito) son independientes entre sí estima que también pueden ser consideradas sustancias 


EL PROBLEMA DE Dios, LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO


Santo Tomás aceptará en su concepción de la realidad varias de las teorías de Aristóteles, como el hilemorfismo y la explicación del movimiento como el paso de la potencia al acto. Pero Aquino distinguirá dos formas de ser distintas: la de Dios y las criaturas. Afirmará que Dios es el creador de todo el universo y por tanto es un ser necesario, no puede no existir, frente a las criaturas que son contingentes, pueden existir o no. En los seres contingentes hay una diferencia entre la esencia (su definición universal) y existencia (si realmente existen o no) ya que su esencia no implica su existencia, pero en Dios, al ser necesario, su esencia implica su existencia. La esencia es potencia de ser (posibilidad) y la existencia es acto de ser (el hecho). Aquino, igualmente, establecerá una organización jerárquica de los seres basada en sus grados de perfección según la potencialidad de sus esencias y su semejanza (participación) con Dios: los seres serán más o menos perfectos de acuerdo a su mayor o menor parecido con Dios. Sto. Tomás afirma a Dios como el ser necesario y acto puro, ser inmutable y perfecto, cuya actividad es pensarse, como Aristóteles. Pero Aquino defiende el creacionismo y, por lo tanto, Dios conoce el mundo al pensarse a sí mismo, además de cuidar y amar a sus criaturas. Santo Tomás comprende que la existencia de Dios es problemática racionalmente y por tanto considera una de las tareas fundamentales de la razón la demostración de la existencia de Dios. En primer lugar, criticará el Argumento Ontológico de San Anselmo, pues para Aquino la existencia de Dios no es evidente para la razón humana, por lo que debe ser demostrada. Una proposición evidente puede serlo en sí misma y para nosotros, cuando es evidente y al comprender todos sus términos lo afirmado en el predicado está incluido en el sujeto, o evidente en sí misma pero no para nosotros, cuando siendo evidente (por fe) nuestra razón no lo comprende por no conocer todos sus términos. “Dios existe” es una proposición evidente en sí misma, pues Dios es un ser necesario, pero no es evidente para nosotros, pues nuestra razón no puede comprender plenamente la esencia de Dios. Por ello, habrá que demostrar su existencia. Aquino distinguirá dos tipos de demostración: la a priori, en la que conociendo la causa podemos inferir el efecto, y la a posteriori, en la que al darse el efecto podemos demostrar la causa. Afirmará que sólo es posible demostrar la existencia de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto (la creación) y buscamos su causa (Dios). Sto. Tomás presentará cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Todas ellas son demostraciones a posteriori pues parten del efecto para demostrar la necesidad de una última causa y todas siguen cuatro pasos: constatación de un hecho de experiencia, aplicación del principio de causalidad, afirmación de la imposibilidad de una regresión infinita de causas, debiendo haber una causa primera, y afirmación de la existencia de Dios. La primera vía, parte del movimiento de los seres para afirmar la existencia de Dios como primer motor inmóvil. La segunda, parte de la existencia de causas causadas para demostrar la de Dios como primera causa incausada. La tercera, parte de la existencia de seres contingentes para afirmar la de Dios como ser necesario. La cuarta (de influencia platónica), parte de la existencia en los seres de distintos grados de perfección para afirmar la de Dios como ser perfectísimo. La quinta, parte del orden y finalidad en el comportamiento de los seres naturales para afirmar la existencia de Dios como inteligencia ordenadora. 


Así Dios es motor inmóvil, causa primera, creador, ser necesario, ser perfecto y ordenador del universo. El orden de la naturaleza se realiza mediante la ley eterna, que regula con la ley física a los seres naturales, y a los seres humanos con la ley natural, o ley moral, que posibilita su libertad. Sto. Tomás distingue dos fuentes distintas de conocimiento, la razón y la fe. La razón conoce de forma imperfecta la esencia de Dios y tiene unos límites que sólo pueden ser ampliados por la fe. Razón y fe tienen contenidos propios y específicos, pero también contenidos comunes. Para Sto. Tomás razón y fe son autónomas e independientes, no puede existir contradicción entre los contenidos de ambas y deben ayudarse mutuamente: la razón ayuda a la fe para construir la teología y la fe a la razón como criterio extrínseco negativo de sus conclusiones. Aquino, influenciado por Aristóteles, en relación con el conocimiento racional afirmará que se parte de la percepción sensible para elaborar mediante abstracción los conceptos universales que expresan la esencia. El entendimiento agente abstrae las carácterísticas comunes creando el concepto universal y el posible aplica los conceptos universales a lo concreto para hacer juicios. 

EL PROBLEMA DEL SER HUMANO

El entendimiento, la capacidad racional, es la facultad más propia del alma humana, la cual es su esencia y el principio de vida. El hombre es para Aquino la uníón sustancial del cuerpo (mortal) y del alma racional (subsistente, inmortal e incorruptible) siguiendo al teoría hilemórfica aristotélica. El alma humana tiene tres facultades: vegetativa, que posibilita la alimentación y el desarrollo, propia de todos los seres vivos; sensitiva, posibilita las sensaciones dotadas por los sentidos, deseos y movimientos, propia de todos los animales; y la racional, que posibilita el pensamiento y es exclusiva de los seres humanos.

EL PROBLEMA DE LA MORAL O ÉTICA

Tomás de Aquino defiende una concepción teleológica del ser humano según la cual con el desarrollo perfecto de nuestra alma conseguimos la felicidad que es la finalidad última a la tendemos. Esta felicidad perfecta solo se conseguirá de forma plena con la contemplación de Dios en la otra vida. Aquino afirma la existencia de la ley natural, la forma moral en que Dios ha impuesto en el alma humana la ley eterna respetando su libertad. La ley natural tiene varios preceptos que se fundamentan en uno: el deber de desarrollar la esencia humana realizando el bien y evitando el mal. De éste se derivan tres preceptos primeros en relación al desarrollo de las facultades del alma: el deber de conservar la vida, que desarrolla la facultad vegetativa; el deber de procrear y educar a los hijos, que desarrolla la facultad sensitiva; y el deber de respetar la justicia social y de buscar la verdad (el conocimiento de Dios) desarrollando así la facultad racional. Para Sto. Tomás, los preceptos de la ley natural son evidentes, todos podemos conocerlos por estar en nuestra alma, universales, válidos igualmente para todos los seres humanos, e inmutables, no cambian nunca por estar implícitos en la esencia humana. Los seres humanos tienen una capacidad natural para descubrir y tender al cumplimiento de la ley natural de forma espontánea, denominada sindéresis. Igualmente, a través de la conciencia podemos deducir de estos preceptos generales unos preceptos secundarios, concretos para las distintas situaciones cotidianas, que sí pueden admitir excepciones.

EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD O POLÍTICA

El alma humana tiene tres facultades, pero estas facultades del hombre sólo pueden desarrollarse correctamente en sociedad por lo que el hombre es para Sto. Tomás un ser social por naturaleza. Este desarrollo de la esencia humana se realiza siguiendo la Ley Natural dada por Dios. Pero los preceptos de la ley natural son demasiado generales y deben ser concretados mediante la ley positiva, las leyes que rigen una sociedad concreta. Las leyes positivas son convencionales y deben ser una prolongación de la ley natural y respetarla, ya que si no es así serán injustas y existe el derecho a desobedecerlas. La búsqueda de la justicia es el punto de uníón entre la moral y el derecho. Las mejores formas de gobierno, para Sto. Tomás son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia siempre que respeten la ley natural al hacer sus leyes positivas.

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