Lacan y Descartes

El objetivo de Descartes era unificar todas las ciencias en una sola, mediante un método

deductivo basado en las matemáticas, de forma que se llegase a la verdad y no hubiera

errores ni dudas. Para ello, parte dudando de todo lo que cree conocer a través de su

llamada duda metódica. No se le puede considerar escéptico por este hecho, ya que duda

de todo con la finalidad de encontrar una primera verdad indudable. Distintos motivos llevan a Descartes a utilizar su duda metódica:

1º. Las falacias de los sentidos. Si estos nos han engañado alguna vez no podemos estar

seguros de que no nos estén engañando siempre (recordemos como ejemplo los espejismos). (Cabe dudar de que las cosas sean como las percibimos por medio de los sentidos, pero ello no nos permite dudar de que existan las cosas que percibimos).

2º. También es posible dudar de nuestros razonamientos. Si nos equivocamos alguna vez (por ejemplo, resolviendo cualquier problema de tipo lógico o matemático), sería posible que nos equivoquemos siempre y pensemos que razonamos de un modo correcto, cuando en realidad vivimos en el error permanente.

3º. La dificultad para distinguir el sueño de la vigilia. Al despertar es cuando reconozco el sueño como sueño, no mientras sueño. Por eso, existe la posibilidad de que todos los pensamientos del estado de vigilia sean en realidad sueños que no reconozcamos como tales. La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño permite dudar de la existencia de las cosas y del mundo, pero no parece afectar a las verdades matemáticas, de ahí que Descartes añada el cuarto y más radical motivo de duda.

4º. La hipótesis del genio maligno. Si existiera un genio que se empeña en inducirme a error cuando creo alcanzar la verdad, no podríamos estar seguros de nada, por más que nuestra mente nos dijera que algo era totalmente seguro. Las verdades matemáticas dejarían de ser fiables.

La duda llevada hasta este extremo parece abocar irremisiblemente al escepticismo. Sin

embargo, Descartes encuentra una verdad indudable: la existencia del yo pensante.

Puedo dudar de todo, pero de lo que no es posible dudar es de que soy un sujeto que piensa, porque, al dudar, es cierto que pienso. Incluso aunque todo lo que piense o sobre lo que dude no exista, es indudable que pienso y, por tanto, existo. Descartes afirma su primera verdad: “Pienso, luego existo”. (Es tachado de ateo por ello, ya que la primera verdad no es Dios, sino el yo pensante, aunque Descartes corregirá esto más adelante indicando la necesidad de Dios).

Tenemos ya una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sujeto pensante.

Esta existencia indubitable del yo no parece implicar la existencia de ninguna otra realidad. En efecto, aunque yo lo piense, tal vez el mundo no exista en realidad (podemos dudar de su existencia); lo único cierto es que yo pienso que el mundo existe. ¿Cómo demostrar la existencia de una realidad exterior al pensamiento? A Descartes no le queda más remedio que deducir la existencia de la realidad a partir de la existencia de las proposiciones evidentes hasta ahora: el pensamiento (como actividad) y las ideas que piensa. Encontramos, según Descartes, tres tipos diferentes de ideas:

1) Ideas adventicias: las que parecen provenir a través de los sentidos (la idea de

árbol, etc.). Hemos escrito “parecen provenir” y no “provienen” porque aún no nos consta la existencia de una realidad exterior.

2) Ideas facticias: las que construye la mente a partir de ideas que ya tenemos (por ejemplo, la idea de un caballo con alas).

3) Ideas innatas: las que surgen de la propia facultad de pensar (del propio pensamiento). Son unas ideas que nuestra mente capta y ha de aceptar necesariamente (por ejemplo, la idea de Dios).

Las únicas ideas que consideramos verdaderas son las innatas ya que nos las da la razón,

no como las ideas adventicias y facticias, que nos ofrecen los sentidos. Por tanto, solo a partir de las ideas innatas es posible demostrar que existe alguna realidad distinta del sujeto, pues ni sabemos si existe la realidad exterior ni si las ideas construidas son ciertas.

Así pues, la existencia del mundo es demostrada por Descartes a partir de la existencia

de Dios: puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que

me engañe al creer que el mundo existe; luego el mundo existe. Dios aparece como

garantía de que mis ideas sobre la realidad exterior existen independientemente de mí.

Dios es la garantía última del conocimiento verdadero.

Descartes demuestra la existencia de Dios mediante tres argumentos:

1º argumento. Parte de la idea innata de perfección: si yo no soy perfecto, pero tengo la

idea innata de perfección, esta no puede venir de mí, pues lo perfecto no puede provenir

de lo imperfecto, sino de un ser perfecto, que no soy yo. Este ser perfecto que implanta

en mí la idea de perfección es Dios.

2º argumento. Parte de la causa de mi propia existencia finita: yo me reconozco un ser

finito e imperfecto, incapaz de ser la causa de mi propio ser. Si yo fuera la causa de mí

mismo, me habría dotado de las perfecciones que concibo y atribuyo a Dios. Ha debido,

por tanto, crearme un ser que tiene dichas perfecciones. No sería posible que mi

naturaleza fuera imperfecta y finita pero dotada de la idea de lo infinito si el ser infinito

no existiera.

3º argumento. Es el argumento ontológico, ya utilizado en la Edad Media por San

Anselmo: la esencia de Dios es inseparable de su gran propiedad: la existencia. A este

ser perfecto no le puede faltar una perfección como es la existencia.

De estas demostraciones, se deduce que Descartes distinga tres ámbitos de la realidad:

– Dios o sustancia (res) infinita.

– Yo o sustancia (res) pensante (el alma).

– Materia o sustancia (res) extensa (la realidad que nos rodea y mi propio cuerpo).

Descartes define la sustancia como lo que no necesita de ninguna otra cosa para existir.

Estrictamente hablando, solo habría una sustancia, la sustancia infinita (Dios), pues las

otras dos dependen, en última instancia, de Dios.

El objetivo último de Descartes al afirmar que alma (sustancia pensante) y cuerpo

(sustancia extensa) constituyen sustancias distintas, es salvaguardar la autonomía del

alma con respecto a la materia. A pesar de esta independencia, Descartes creyó que

había un punto de uníón / comunicación entre ambas sustancias situado en el cerebro,

concretamente en la glándula pineal. (Hoy en día, este dato se reconoce como erróneo).



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