La metafísica dualista de Platón y la relación entre las ideas y las cosas

2.1. Una metafísica dualista:

Platón empleó los términos idea y eidos. En griego es forma o figura. La propuesta de Platón que distingue el mundo de las esencias del mundo sensible suele denominarse teoría de las Ideas o teoría de las formas. La teoría de las Ideas es una doctrina ontológica, que expresa cuáles son las realidades que verdaderamente existen. La metafísica de Platón es dualista, distingue dos ámbitos de la realidad, mundo sensible y mundo inteligible. Creía que la existencia de estos dos mundos tan distintos permite explicar las enormes diferencias que hay entre las cosas y las esencias. Las cosas que vemos y tocamos están sujetas a cambio, la imperfección y el deterioro. Las esencias no sufren alteraciones.

2.2 La relación entre las ideas y las cosas:

La distinción platónica entre el mundo sensible y el mundo inteligible deja abierta una importante cuestión. ¿Cuál es la relación que hay entre estos dos ámbitos de la realidad? Platón creía que esta cuestión sólo podía aclararse suponiendo que todo lo que es bello participa en la Idea de belleza. Las cosas hermosas son bellas porque en ellas se hace presente. La relación entre las cosas y las Ideas puede entenderse como una participación. La teoría de la participación afirma que las Ideas actúan como modelos eternos e inmutables de las cosas, son lo que son porque participan de aquella Idea de la cual proceden. Las cosas del mundo sensible proceden de una Idea a la que tratan de imitar aunque sólo lo consigan parcialmente. Platón creía que todos los objetos del mundo sensible intentan parecerse lo más posible a las Ideas de las cuales participan. Las cosas son lo que son y tienen las cualidades que tienen porque imitan o aspiran a las Ideas correspondientes. La teoría de la participación tiene una consecuencia: Si las cosas son copias imperfectas de las Ideas que les sirven de modelo, las Ideas son más importantes que las cosas.

2.3 La jerarquía de las ideas:

Todas las Ideas son imperecederas, perfectas y eternas, no todas ellas tienen la misma importancia. En República, Platón afirma que las ideas están ordenadas en una jerarquía, que recuerda la forma de una pirámide. En la base están las Ideas menos importantes, mientras que en la cúspide se encuentran las más generales, significativas y valiosas. Las principales son las de relaciones y valores como la bondad, la belleza o la justicia. En el vértice de la pirámide está la Idea del Bien. Las ideas del mundo inteligible están ordenadas jerárquicamente. Por encima de todas ellas se encuentra la Idea del Bien, que es la Idea Suprema.

2.4. El mito del demiurgo:

Platón expuso en el Timeo su interpretación del Cosmos. Explica el origen de todas las cosas que existen mediante una narración alegórica: el mito del Demiurgo. Platón compartía con los demás filósofos antiguos la creencia en la eternidad del mundo. Según él, en un principio sólo existía una materia caótica, imperfecta e informe. Si hoy vemos un mundo múltiple, diverso y ordenado es porque las cosas que actualmente existen a nuestro alrededor fueron modeladas por una especie de Dios, un artesano sabio y bueno al que Platón llama Demiurgo. El mito del Demiurgo cuenta cómo esta divinidad trató de materializar las ideas modelando la materia de la que disponía, dando así lugar a todas las cosas que ahora existen en el mundo. Esta narración parece tener un significado simbólico. Lo que pretende explicar con esta historia es su teoría de participación. Las cosas tratan de semejarse a las Ideas sin terminar de conseguirlo porque están hechas de una materia mala e imperfecta. El mito nos recuerda que las Ideas son los arquetipos de los que procede todo lo que existe, insistiendo en la diferencia que hay entre los modelos perfectos e imperecederos, y sus copias materiales que son imperfectas y cambiantes.



3.1. Dos mundos, dos formas de conocer:

La teoría gnoseológica de Platón está ligada a su propuesta metafísica. La existencia de dos mundos diferentes explica que haya también dos maneras muy distintas de conocer. Está el mundo sensible, que puede captarse a través de los sentidos. Está el mundo de las Ideas que constituye la auténtica realidad perfecta y eterna, a la que sólo puede llegarse mediante la razón. Todo lo que captamos mediante los sentidos es cambiante e imperfecto. El conocimiento sensible no es un saber de lo verdadero sino sólo de lo aparente. Platón llama opinión, a este tipo de saber falible e incompleto. El conocimiento de las Ideas, en cambio, es un saber verdadero ya que las Ideas nunca cambian y siempre permanecen inalterables. Este conocimiento, para Platón era ciencia. Platón distingue dos formas de saber distintos: la doxa (opinión) es el conocimiento del mundo sensible y que es imperfecto e incompleto. La episteme (ciencia) corresponde al mundo inteligible, que se alcanza con la razón y es un conocimiento de Ideas eternas e inmutables. La verdadera episteme no está al alcance de cualquiera. Para llegar a captar las ideas es preciso reconocer las limitaciones de los sentidos y confiar en exclusiva en la razón.

3.2 El paso de la doxa a la episteme:

Para realizar esta ascensión debemos confiar en nuestra razón, pero resultará muy difícil que podamos completarlo solos. Necesitaremos la ayuda de alguien, que ya conozca las Ideas y nos muestre el camino mediante el diálogo. Platón llamaba ascensión dialéctica, a este largo y complejo proceso. Para alcanzar el saber verdadero debemos realizar un complejo proceso de ascensión dialéctica que nos lleve desde el conocimiento sensible hasta el conocimiento de las Ideas. El primer conocimiento que percibe cualquier persona es sólo una opinión (doxa) que puede estar equivocado. Dentro de la doxa podemos encontrar dos tipos de conocimiento: lo que de verdad percibimos no son más que imágenes. Conocimiento de imágenes es lo que Platón denomina conjetura (eikasia). El mundo sensible está hecho de cosas no de imágenes. Si conseguimos ir más allá de las imágenes, llegando a captar los objetos, habremos alcanzado la segunda fase del conocimiento, que es la creencia. Al tratarse de un conocimiento sensible, tampoco la creencia (pistis) es un saber verdadero. Si logramos comprender que los objetos matemáticos tienen una existencia inmaterial, habremos alcanzado la siguiente fase del conocimiento, a la que llama saber discursivo (dianoia). Este conocimiento pertenece a la episteme o saber verdadero, porque no trata de objetos sensibles sino de entidades inmateriales, eternas e inalterables. Los entes matemáticos aunque pertenecen al mundo inteligible, no se corresponden con las ideas más importantes y valiosas. Este proceso, que culmina cuando conseguimos contemplar la idea de bien, es el más difícil y el más importante. Es el único que puede llamarse inteligencia (noesis). La ascensión dialéctica se realiza partiendo de ideas para, a través de ideas llegar a Ideas superiores. Platón ofreció una imagen simbólica de la ascensión dialéctica en la célebre alegoría de la caverna, incluida en el Libro VII de la República. Ilustra el dualismo metafísico de Platón así como su diferenciación entre la doxa y la episteme.

3.3. La reminisciencia:

La teoría de la ascensión dialéctica puede parecer a primera vista algo extraña. Las personas, aunque vivimos en el mundo sensible somos capaces de captar una realidad mucho más elevada si nos remontamos al mundo de las Ideas. Platón creía que las personas podemos captar las Ideas porque éstas ya se encuentran en nuestro interior. Es como si nuestra alma, ya conociese esas ideas, pero por alguna razón las hubiera olvidado y tuviera dificultades para contemplarlas de nuevo. Propuso la teoría de la reminiscencia. Las Ideas nos resultan de algún modo familiares porque nuestra alma ya ha estado en contacto con ellas, aunque nosotros no nos acordemos. Esto debió suceder antes de nuestro nacimiento, cuando nuestra alma se encontraba en el mundo inteligible, rodeada de las Ideas inmateriales. Cuando nuestra alma se unió a nuestro cuerpo el conocimiento de las Ideas quedó olvidado y oscurecido, como si de estos saberes hubieran quedado dormidos en nuestro interior. Sin embargo, ese conocimiento puede despertar al relacionarnos con las cosas que nos rodean en el mundo sensible. Se despierta en nosotros el recuerdo de las Ideas que conocíamos pero habíamos olvidado. En esto consiste la reminiscencia (anamnesis) que hace posible el proceso de la ascensión dialéctica.

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