La Ética del Deber y la Naturaleza Humana en Immanuel Kant

La Crítica Kantiana a las Éticas Materiales y la Propuesta de una Ética Formal

Immanuel Kant criticó las éticas previas a su época, acusándolas de ser éticas materiales, esto es, con contenido, que establecen un fin supremo y proponen para alcanzarlo unas máximas que tienen, según él, estos defectos:

Defectos de las Éticas Materiales según Kant

  • Son a posteriori, o sea, obtenidas de la experiencia (p. ej., la ética cristiana implora “no robarás”, porque la experiencia demuestra que perjudica a los demás).
  • Son hipotéticas, es decir, presuponen una condición que está asumida y que se acepta como cierta (p. ej.: si quieres agradar a Dios, o si quieres salvarte y alcanzar el cielo, “no robarás”).
  • Son heterónomas, o lo que es lo mismo, impuestas al individuo desde afuera (p. ej.: el sacerdote te dice: “no robarás”).

La Ética Formal Kantiana

Frente a estas éticas materiales, Kant propone una ética formal, esto es, sin contenido, y por tanto válida para todas las circunstancias, cuya máxima debe ser:

  • A priori, independiente de la experiencia.
  • Categórica, no supeditada a ninguna condición.
  • Autónoma, impuesta por el propio individuo, que sigue solo a su razón.

El Imperativo Categórico

La máxima moral de la ética formal kantiana es el imperativo categórico. Kant lo formula así: “Obra según una máxima tal que quieras a la vez que tu forma de actuar se torne en universal”, o sea, obra como quisieras que lo hiciera todo el mundo, o también: no le hagas a los demás lo que no desearas que te hicieran a ti.

Otra formulación es esta: “Obra considerando siempre a los demás como un fin en sí mismo, nunca como un medio”, es decir, no utilices a los demás. Así, el individuo se impone categóricamente una norma moral universal de la que no puede él mismo escapar.

Los Postulados de la Razón Práctica

Pero la acción moral que se convierte en un deber por el deber mismo (es una ética deontológica) presupone las condiciones que la hacen necesaria. Kant llama a estos fundamentos condicionantes, pero indemostrables de la ética formal, con el nombre de postulados de la razón práctica. Son tres:

  • La libertad del hombre, como presupuesto primero y necesario de la acción moral. Aunque el hombre fenoménico esté sujeto a la aplicación universal de la categoría de la causalidad y la dependencia, hay que admitir que como sujeto de una acción moral es libre, lo que solo podría hacerlo como noúmeno.
  • La inmortalidad del alma, puesto que en una vida finita, el individuo no podría alcanzar la moralidad perfecta, debido a los obstáculos que se le presentan, como el de la existencia de su tendencia hacia el mal radical (= salirse de la propia ley).
  • La existencia de Dios, como única garantía de los otros dos postulados, así como de que la acción moral puede acarrear la felicidad.

De esta manera, la razón práctica admite lo que la razón pura no puede conocer ni demostrar, por lo que ejerce un primado sobre ella.

La Antropología Filosófica en Kant: El Ser Humano entre Naturaleza e Historia

Según Kant, la pregunta más importante de las cuatro a las que puede reducirse la filosofía es precisamente la última: ¿qué es el hombre? Por ello quizá la respuesta es muy compleja y difícil.

El Hombre como Fenómeno y Noúmeno

De la Crítica de la Razón Pura se deduce que las ciencias solo pueden estudiar al hombre como fenómeno, como sujeto a la aplicación de la categoría de la causalidad y la dependencia, y por tanto como sometido a las leyes de la Naturaleza (como se estudia, por ejemplo, en Medicina).

Mientras que la Metafísica se ve imposibilitada para conocer la esencia del hombre, pues el hombre nouménico permanece incognoscible para la razón pura.

Pero en la Crítica de la Razón Práctica, Kant establece su ética formal sobre la base de la libertad del hombre e incluso sobre la inmortalidad de su alma, que se erigen como postulados de la razón práctica, aunque no sean cosas demostrables por la razón teórica. Es desde este enfoque moral desde donde Kant ve posible estudiar al hombre en sí mismo, pensando teleológicamente en su finalidad como criatura de la Naturaleza y como protagonista de la Historia.

Las Disposiciones Naturales del Ser Humano

La Naturaleza ha puesto en el hombre tres disposiciones que deben desarrollarse:

  • Disposición a la animalidad, por la que tiende a conservar su vida; por ello el hombre a lo largo de su historia desarrolla la técnica, que le ayuda a conservarse y vivir mejor.
  • Disposición a la humanidad, por la que colabora con los demás y desarrolla su pragmatismo, fundamentalmente mediante el trabajo.
  • Disposición a la personalidad, por la que desarrolla su pensamiento propio y sus normas éticas, mejorando su vida espiritual.

La Insociable Sociabilidad y el Destino Histórico

Como consecuencia de estas disposiciones, en el ser humano se observan dos tendencias contradictorias: una tendencia a la sociabilidad, a relacionarse con los demás, colaborar y preocuparse por la mejora de la convivencia de todos; y una tendencia a la insociabilidad, a desarrollar su propia esencia, independencia y autoconciencia, que le induce a aislarse de los demás.

Kant llama a esta situación paradójica del ser humano la «insociable sociabilidad«, o también la «sociable insociabilidad» del hombre.

El hombre como individuo no puede por sí mismo desarrollar sus disposiciones naturales y llevarlas a su perfeccionamiento; por eso debe hacerlo el hombre como especie, a través de la Historia y de la Religión, que deben dirigir a los individuos hacia el logro de una sociedad más justa, que por un lado favorezca la libertad individual y por otro establezca el respeto por la ley, que garantice la convivencia y la libertad de los demás.

Por eso es necesario difundir la Ilustración en toda sociedad. La finalidad de todos los hombres debe ser caminar juntos hacia la realización de una federación de las naciones de todo el mundo, o una sociedad cosmopolita, para proseguir a través de las generaciones con un mejoramiento de la humanidad, alcanzando así el hombre cada vez una mayor dignidad, realizando el bien supremo en el mundo.

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