Formato de sociedad de responsabilidad limitada

Hume es uno de los primeros pensadores en reivindicar el papel fundamental de las emociones y los sentimientos en el comportamiento humano.
Frente a los que consideran la razón como la responsable de nuestras decisiones, Hume sostiene que, en realidad, toda acción descansa en la emoción y los sentimientos. Es cierto que reflexionamos y razonamos antes de tomar decisiones; es cierto que no actuamos alocadamente, de una manera inconsciente e irresponsable. Hume no lo niega, pero lo matiza: estos razonamientos están motivados por creencias en las cuales tienen un peso fundamental las emociones.

Nuestras acciones en última instancia están motivadas por los sentimientos de atracción o aversión que nos producen ciertos comportamientos. Según Hume, buscamos y apreciamos lo que nos causa placer, y aborrecemos y rechazamos los que nos ocasiona dolor.

El bien no es otra cosa que lo que nos complace, mientras que el mal consiste en el disgusto y el dolor que determinadas acciones nos provocan. Para Hume, la simpatía es propia de la naturaleza humana, y la define como la inclinación o tendencia que los seres humanos sientan a participar y revivir las emociones de los demás. Esta inclinación, además, hace naturales los sentimientos que en nosotros despiertan las desgracias ajenas, como por ejemplo la compasión y la solidaridad. Por lo tanto, el placer no debe entenderse como algo egoísta; la justicia, la benevolencia, la gratitud y la amabilidad son actitudes que me gustan, aunque de ellas no obtenga directamente un beneficio personal. En este contexto, tiene un papel fundamental la educación, ya que racionaliza y encarrila los sentimientos de aprobación y rechazo ante determinadas acciones. Así, cuando el placer y la felicidad afectan al máximo número de personas, me complacen y me proporcionan tanto placer como mi propio provecho. La ética de Hume es, en este sentido, una ética utilitarista que concibe como bien lo que proporciona placer y es útil a la mayoría


Rousseau, igual que Hobbes, hablaba de un estado natural del hombre, pero, en radical oposición a Hobbes, imaginó al hombre natural como un ser bueno y feliz, sin preocupaciones y sin industria, sin lenguaje y sin hogar, ajeno a toda guerra y a toda atadura. El hombre primitivo que describíó Rousseau, movido por dos impulsos básicos- el amor a sí mismo y la compasión-, era un ser inocente y generoso como un niño pequeño.

El hombre contemporáneo de Rousseau, el hombre histórico, había perdido la bondad original; su inocencia se había transformado en degeneración y su sinceridad, en hipocresía. Para este pensador, el hombre histórico era un ser vil, egoísta, depravado, lleno de odio. Ahora bien, este hombre histórico no podía mostrar públicamente su degeneración: necesitaba enmascarar su vileza, su egoísmo y sus pasiones. Por ello, adopta un comportamiento ilustrado, que incluía la cortesía, el arte de hablar bien, la técnica de las apariencias.

¿Cómo y por qué se generó ese abandono del estado natural, ese camino hacia la degeneración y la desigualdad? Según Rousseau, en un determinado momento el buen salvaje se halló ante una situación problemática: los árboles se volvieron más altos; los frutos, insuficientes, y los recursos, escasos. El hombre tuvo miedo, fabricó armas y abandonó el estado natural para poder sobrevivir. Entonces se abrieron paso la propiedad, la dominación y la desigualdad social.


Rousseau consideraba inútil soñar con un retorno al antiguo estado natural de bondad e inocencia. Sin embargo, creía que había una posibilidad de regeneración moral para el ser humano: el contrato o pacto social. Este era el resultado del intento de armonizar individuo y sociedad, de legitimar el orden social conservando la libertad política.

Los seres humanos, asociados mediante un pacto, crean las condiciones para que se respete la voluntad general.
Lo esencial en el pacto social es un intercambio: cada ser humano somete su persona y todo su poder a la dirección de la voluntad general y, a cambio, cada miembro de la sociedad es acogido como parte indivisible del todo.

Rousseau valora positivamente el estado civil surgido del pacto y de sus leyes, fruto de la voluntad general. Si el hombre histórico es un ser depravado y vil, el hombre civil, aunque no pueda retornar al estado de naturaleza original, por lo menos cuenta con la posibilidad de recuperar y regenerar parte del bien, de su antigua felicidad y de las libertades pasadas.

Veamos las diferencias entre el estado natural (según Rousseau, el mejor que ha habido) y el estado civil (el mejor al que puede aspirar el hombre civilizado):

  • Estado natural: Libertad natural, limitada por la fuerza de cada hombre. Derecho a la posesión de todo lo que se quiere y se puede tener. Dependencia del instinto y del deseo.

  • Estado civil: Libertad civil, limitada por la voluntad general. Derecho a la propiedad de lo que se tiene. Libertad moral, consistente en la obediencia a la ley prescrita por uno mismo como soberano.

Rousseau distingue entre voluntad general y voluntad de todos. La primera tiene un sujeto universal, el pueblo soberano, y su objeto es el bien común. En cambio, la voluntad de todos no es más que una suma de voluntades particulares. Si los ciudadanos forman facciones o partidos con voluntades propias, entonces el resultado se aleja de la voluntad general, pues esta no puede identificarse con la suma de voluntades particulares.

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