Formas de gobierno filosofía

La mirada racional a la naturaleza busca en ella algo netamente diferente a la mitología, se propone diferenciar con claridad entre:

· Sustancia / accidentes. Sustancia es lo que permanece inalterado en los cambios, mientras que el  accidente es todo aquello que se gana o se pierde con los cambios.

· Esencia / apariencia. La esencia es la verdadera realidad, la apariencia es la forma más o menos ilusoria bajo la que se manifiesta la esencia.

· Unidad / multiplicidad. Los filósofos presocráticos buscan la unidad subyacente a la multiplicidad aparente de la naturaleza, la simplicidad bajo el caos.

· Razón / sentidos. Son las dos vías de conocimiento y acceso a la naturaleza. En términos generales, en la filosofía griega predomina el Racionalismo o preferencia por el razonamiento al margen de, e incluso en contra de, los sentidos, a veces hasta llegar a extremos verdaderamente llamativos. Pero no es infrecuente entre los presocráticos el uso de la observación como fuente o guía para el razonamiento. Por ejemplo, Empédocles dedujo acertadamente que zonas actualmente montañosas estuvieron alguna vez cubiertas por el mar observando la presencia de fósiles marinos. Monismos Los tres primeros filósofos, nacidos en la ciudad jonia de Mileto y conocidos con el nombre colectivo de milesios, caen de lleno en esta categoría. Se dice de ellos que son hilozoístas (de hyle, materia, y zóon, vida), es decir, que consideran que la sustancia primordial tiene implícita la capacidad de cambiar, no necesita de un agente externo. Tales de Mileto era conocido por sus aportaciones matemáticas (el teorema que lleva su nombre, la ingeniosa medida de la altura de las pirámides), astronómicas (se dice que predijo un eclipse) en incluso políticas y militares, así como multitud de anécdotas (como la famosa caída en el pozo o su hábil enriquecimiento), y cosas parecidas atribuirá la tradición a sus sucesores, parcialmente envueltos todos ellos en la leyenda y de los que sabemos algo sobre todo gracias a Aristóteles. Tal vez por su obvia importancia para la vida, o por su capacidad para adquirir los tres estados de la materia, Tales dijo que el principio es el agua, y un par de frases más de las que nos queden noticias, pero sólo con ello ya representa el primer salto del mito al logos. Anaximandro de Mileto, igualmente versado en astronomía, geografía –se dice que dibujó el primer mapa y hasta predijo un terremoto, cosa que escama un poco– y demás, rechazó elegir como arjé una sustancia determinada, al parecer porque no veía cómo una sustancia puede transformarse en otra distinta. Precisamente por eso sugirió un elemento distinto de todos, “indeterminado”: el ἂπ&épsilon;ιρ&ómicron;ν (ápeiron), tal vez una mezcla de todo material, o quizá “algo intermedio”. Fue aún más lejos, puesto que pensó que el nuestro no era sino uno de los innumerables mundos que surgían de, y se disolvían en, esa sustancia indefinida, animada inicialmente con un movimiento giratorio que dio origen a la multiplicidad de seres que vemos. Estos seres individuales, dice Anaximandro en un lenguaje poético pero cargado de significado filosófico, deben necesariamente “pagarse mutuamente la pena de su injusticia” –su individuación– y retornar al arjé “según el orden del tiempo”: necesidad, orden, principio. Anaximandro es uno de los primeros filósofos.  AnaxíMenes de Mileto también es venerado como sabio multifacético (astronomía, física etc. Se dice que construyó el primer reloj de sol). Volvíó a señalar una sustancia concreta, el aire o neblina, infinito como el ápeiron pero no indeterminado, lo que podría considerarse un retroceso de no ser porque, además, indicó dos procesos opuestos mediante los cuales habría el aire de transformarse en los restante elementos que vemos: condensación (agua, madera, piedra…) y rarefacción (calor, fuego, sol…). Esto no lo habían creído necesario sus colegas (por lo que sabemos), pero representa un paso adelante. También afirmó que el alma del hombre es aire que lo gobierna, al igual que el universo tiene un pneuma que lo gobierna. Escepticismo: doctrina o teoría que declara imposible o muy difícil y problemático el conocimiento de la verdad. El máximo exponente, pero no único, es el sofista Gorgias de Leontinos, conocido por su triple afirmación “No existe nada; aunque existiera, no podríamos conocerlo, y aun cuando pudiésemos conocerlo, no podríamos comunicarlo con palabras”

· Relativismo: tesis epistemológica, moral y política que sostiene que las verdades, valores y leyes dependen de las condiciones, momentos y circunstancias en que son formuladas. Es decir, que niega la existencia de verdades absolutas, universalmente válidas e independientes. Protágoras de Abdera es conocido por defender la teoría que luego se denominó homo mensura: “el hombre es la medida de todas las cosas; de las que son, en cuanto son, y de las que no son, en cuanto no son”.

· Agnosticismo (postura filosófica que considera imposible el conocimiento de lo divino, aunque no niega ni afirma su existencia) y a menudo el ateísmo (negación de la existencia de lo divino).

· Convencionalismo. Las leyes que regulan la convivencia o la moral no proceden de los supuestos dioses, eso ya lo dejaron sentado los presocráticos, pero tampoco de la propia naturaleza, sino que son el resultado de meras convenciones humanas y, por lo tanto, pueden cambiar. Es habitual entre los sofistas la distinción physis (lo que es por naturaleza) / nomos (lo que es por acuerdo). Algunos sofistas no concederán valor alguno a la ley, mientras que otros la defenderán por su utilidad.

· La retórica, que es el arte de utilizar el lenguaje con fines estéticos y persuasivos, además de comunicativos. Incluso la erística, que es una especie de lógica del engaño y la falacia para el mismo propósito.

Sócrates rechaza el escepticismo y el relativismo sofistas: la verdad objetiva existe y está al alcance de cualquiera, porque no proviene del exterior, sino del interior. Todo hombre tiene en su alma la verdad, aunque de una forma latente que puede manifestarse si es adecuadamente conducido. El papel del maestro no consiste en dar discursos y persuadir al auditorio, que nada podría realmente entender si no procede de su propio esfuerzo, sino en dirigir el diálogo, las preguntas y respuestas que permiten al oyente alumbrar por sí mismo la verdad. Esta comprensión es como una chispa que se enciende dentro, no el fogonazo de una linterna desde fuera). Este método se denomina mayéÚtica, de la palabra griega que significa “obstetricia”, la rama de la medicina encargada de asistir los nacimientos.  

Teoría  platónica del conocimiento


O gnoseología, como se dice en filosófico. La gnoseología es la parte de la filosofía que intenta explicar cómo logra el ser humano adquirir conocimientos, y, aunque ya había habido algunas teorías previas al respecto, en tiempos de Platón, las limitaciones del programa presocrático y, sobre todo, el escepticismo y relativismo de los sofistas habían puesto en cuestión la misma posibilidad del conocimiento: que no se puede saber nada con certeza, en suma. Lo primero que hace Platón es criticar severamente la herramienta favorita de los sofistas. La retórica no produce conocimiento: en realidad, a) la persuasión retórica solo funciona ante la masa ignorante, nunca ante el individuo preparado y en un diálogo sereno. Por otra parte, b) todo auténtico conocimiento se orienta hacia el bien (¡la verdad nunca puede ser perjudicial!), pero la retórica solo busca el provecho personal (deberían ustedes percibir aquí la influencia del intelectualismo moral socrático). Además, c) como la erística, no es más que un jueguecillo fácil de aprender por cualquiera, digno de niños y no de adultos. Otro tiene que ser el método, porque la realidad que debe estudiar no es tan sencilla como creen los sofistas, ni como pensaron los presocráticos. A cada tipo de realidad narrado en la alegoría de la caverna le corresponderá un tipo distinto de conocimiento explicado también en La República mediante el símil o metáfora de la línea. En general, dado que hay dos mundos distintos, poblados por objetos de naturaleza radicalmente distinta, hay una vía de conocimiento diferente para cada uno de ellos: δόξα (“Dóxa”, opinión) y ἐπιστήμη (“Epistéme”, ciencia, conocimiento en sentido estricto).

La evolución degenerativa de las formas de gobierno

En el Político, Platón se reflexiona por los criterios para distinguir formas históricas de gobierno.
Así, desde el punto de vista del número de personas que ejercen el poder, hay tres formas básicas: monarquía (un solo gobernante), aristocracia (varios, literalmente “los mejores”) y democracia (muchos, o todos). Pero podríamos considerar también otros criterios: si se respeta la ley o no, si se busca el bien común o no, si se impone por la fuerza o se acepta libremente, si la riqueza ejerce un papel o no. En caso negativo, la monarquía puede degenerar en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en demagogia. Cuando los regíMenes no están corruptos, puesto que siempre funcionará mejor un sistema con pocos dirigentes, al igual que un alma es la que debe regir al individuo, el mejor es la monarquía, y, por lo mismo, la democracia es el peor, pero en el lado oscuro, la democracia corrupta es el menos malo, y el peor, sin duda, la tiranía. Pero estos criterios no son, en realidad, importantes. El auténtico criterio es el de la ciencia: La forma de gobierno más justa solo puede ser la que ejerzan los más sabios. Desde este punto de vista, no tiene importancia ni el número, ni la libertad o imposición, ni la riqueza o pobreza, ni el ajustarse o no a las leyes. En la República, establece una clasificación con este criterio. De mejor a peor:

1. La aristocracia. Históricamente, este tipo de gobierno reserva las funciones de gobierno para “los mejores”, aunque no necesariamente en el sentido que le interesa a Platón. Debidamente reinterpretada, es decir, entendiendo por los mejores los más sabios, es el gobierno del filósofo o filósofos, educados en las ideas tal como hemos descrito. O monarquía, si es un solo gobernante.

2. La timocracia, o sistema basado en los honores: La segunda mejor forma de gobierno la representaría la timocracia, el gobierno de la clase los guardianes, que no estaría ya dirigida por la sabiduría, sino por virtud propia de la parte irascible del alma, que es la propia de dicha clase. Aquí ya no manda quien debe, el que sabe, sino el más fuerte.

3. La oligarquía es el destino habitual de cualquier timocracia: el gobierno de los ricos que buscan aumentar su riqueza, un deseo más propio ya de la parte concupiscible del alma.

4. La democracia, cuyo lema sería la libertad e igualdad entre todos los individuos y cuyo resultado, según Platón, es la pérdida total del sentido de los valores y de la estabilidad social, dado que es la masa inculta la que dirige la sociedad.

5. Por último, en el lugar más bajo de la escala, se encuentra la tiranía, que representaría el gobierno del despotismo y de la ignorancia, dominado el tirano por las pasiones de la parte más baja del alma, dando lugar al dominio de la crueldad y de la brutalidad.

Esta clasificación es también histórica, porque Platón cree, como muchos otros de su época y posteriores, que la humanidad ha sufrido un retroceso desde su origen, o, como suele decirse, ha ido degenerando desde una hipotética Edad de Oro en la que todo era mejor.

Teoría aristotélica de las causas


La ciencia debe proporcionar explicaciones de los fenómenos (los distintos movimientos): debe descubrir sus causas. Pero, como ya sabemos que es carácterístico, Aristóteles afirma que hay diversos tipos de causas, y no tendremos una explicación adecuada mientras no demos con todas. Consideremos el caso de una estatua. El cambio se puede producir por razón de la materia, de la forma, de un agente, o del fin:

· Causa material: Aquello de lo que algo “está hecho”. La madera o mármol en el caso de la estatua, es su causa material, sin ella no podría haber aparecido la estatua.

· Causa formal: Aquello que deriva de la propia esencia del objeto, o el modelo que imita o reproduce. El modelo, real o ideal, al que copia la escultura.

· Causa eficiente: Aquello que trae de forma efectiva a la existencia al fenómeno. El modelado o cincelado, martillo y escoplo en la mano, del escultor, en nuestro ejemplo.

· Causa final o teleológica (de τέλ&ómicron;ς, objetivo, fin): el objetivo o finalidad que persigue el cambio. La fama del escultor, o su beneficio económico, o pasar el rato, etc. 

Dicho de otra forma, tenemos que encontrar la respuesta a estas cuatro preguntas sobre el fenómeno: de qué, cómo, por qué y para qué se ha producido. Los filósofos anteriores han buscado o identificado una o varias causas8, pero nunca las cuatro y, en especial, la cuarta, que considera su principal aportación. A diferencia de otros filósofos y de la ciencia moderna, Aristóteles mantiene una visión teleológica de la naturaleza, es decir, considera que los acontecimientos naturales persiguen, de algún modo, una finalidad, como los seres humanos aunque no de forma necesariamente consciente.


Racionalismo: carácterísticas generales


A pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicarse en esferas distintas, el término “Racionalismo” se utiliza específicamente para referirse a la corriente filosófica de la Edad Moderna que se inicia con Descartes, se desarrolla en la Europa continental con Spinoza, Malebranche y Leibniz, y se opone al Empirismo que en esta misma época tiene éxito en las Islas Británicas. Sus carácterísticas principales son: PREOCUPACIÓN PRIORITARIA POR CUESTIONES METODOLÓGICAS Y EPISTEMOLÓGICAS. OPTIMISMO GNOSEOLÓGICO Y METAFÍSICO. EL CONOCIMIENTO PUEDE SER CONSTRUIDO DEDUCTIVAMENTE A PARTIR DE UNOS PRIMEROS PRINCIPIOS. El PAPEL SECUNDARIO O IRRELEVANTE DE LA EXPERIENCIA. LA EXISTENCIA E IMPORTANCIA FILOSÓFICA DE Dios. EXISTEN IDEAS INNATAS. RECURRE TAMBIÉN AL DENOMINADO ARGUMENTO ONTOLÓGICO. MECANICISMO. SUSTANCIALISMO. RELACIÓN ALMA / CUERPO. CIERTA PREFERENCIA POR LA TEORÍA SOBRE LA PRAXIS.

Empirismo: carácterísticas generales:

Al igual que ocurre con el término Racionalismo, por Empirismo entendemos al menos dos cosas relacionadas pero distintas. Por una parte se refiere a la corriente filosófica que, entre otras cosas, atribuye una importancia decisiva, aunque no suficiente, a la experiencia, a los sentidos, en el proceso del conocimiento. En este sentido podemos citar, tras algunos precedentes presocráticos, a Aristóteles y a Tomás de Aquino. Pero por Empirismo, con mayúsculas, nos referimos a una corriente específica de la era moderna, inmediatamente posterior al Racionalismo moderno y crítico con él, representado por tres filósofos británicos: el inglés John Locke, el irlandés George Berkeley y el escocés David Hume. NEGACIÓN DE LAS IDEAS INNATAS. SENTIDOS SON LA FUENTE Y EL CRITERIO DE VERACIDAD ÚLTIMO DE NUESTROS CONOCIMIENTOS. LA CRÍTICA DE LA NOCIÓN DE SUSTANCIA. NIEGAN LA DISTINCIÓN ENTRE CUALIDADES PRIMARIAS Y CUALIDADES SECUNDARIAS. EN GENERAL NO CONCEDE PAPEL FILOSÓFICO A Dios. ENDENCIA AL FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO GNOSEOLÓGICOS. EL Empirismo DEDICA TAMBIÉN MUCHA ATENCIÓN A LA FILOSOFÍA PRÁCTICA.

El contractualismo

El contractualismo es una teoría de la filosofía política y del derecho que ofrece una explicación sobre el origen y legitimidad del poder político y la sociedad desde el concepto de pacto. Tradicionalmente, se había explicado el poder político desde bases teológicas o desde bases naturalistas. Por un lado, filósofos como Agustín de Hipona entendían el origen del Estado como una consecuencia del pecado original. Si los humanos no conocíésemos el pecado, viviríamos en armónía sin necesidad de leyes ni gobernantes, pero, dado que esto no es así, necesitamos un poder común que nos dirija hacia la virtud y eluda el pecado. Dios es la fuente de la legitimidad del poder. La teoría de las dos espadas, como ya vimos, afirma que la sociedad debe regirse por dos autoridades, la civil y la eclesiástica, pero ambas emanan de la voluntad de Dios. Por otra parte, filósofos como Aristóteles habían insistido en la natural sociabilidad del ser humano. El ser humano, como todos los demás, tiene un fin que le es propio, connatural, que está a su alcance. Por consiguiente, tanto la organización de la sociedad como el establecimiento del poder son también naturales, y se trataría de encontrar la forma política más práctica para este fin. Pero autores como algunos sofistas rechazaban ambas opciones porque eran escépticos y relativistas, no podían aceptar ninguna fuente absoluta como Dios o la naturaleza. Para ellos, la sociedad era convencional, los humanos se ponían de acuerdo para vivir de esta o de aquella manera. Esta es la base del contractualismo clásico: el estado y el poder surgen como consecuencia de un pacto o contrato suscrito de alguna manera por los integrantes de la sociedad. Algunos sofistas son, por tanto, precedentes de esta teoría, así como unos pocos autores de la Edad Media como Guillermo de Ockham, pero los conceptos básicos y la definición precisa del contractualismo son propios de la Edad Moderna. · Estado de naturaleza: Es el estado en el que se hallarían los seres humanos antes de organizarse políticamente. Recuerden que tal estado es imposible para Aristóteles, mientras que para los autores como Agustín correspondería al período anterior a la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. · Contrato o pacto: Sería el acuerdo al que llegan los seres humanos para mejorar sus condiciones de vida mediante la convivencia y la colaboración mutuas. · Estado social o político: El resultado del pacto, la vida social y bajo determinada organización política.

Facultades de conocimiento: sensibilidad, entendimiento y razón

Kant distingue en esa crítica de la razón pura no dos, sino tres facultades de conocimiento: sensibilidad, entendimiento y razón (este último concepto tiene, como ves, dos sentidos distintos: a) capacidad racional en general y, específicamente, b) una de sus tres facultades). Una carácterística de la razón es su espontaneidad, palabra con la que Kant se refiere a algo que nadie ha tenido en cuenta debidamente hasta ese momento: la mente no se limita a registrar pasivamente los datos o los hechos, sino que es activa7 o, como él dice, espontánea. La capacidad cognoscitiva del ser humano no es una mera pantalla que refleja el mundo exterior, sino que elabora, construye ese mundo que conocemos. Cada componente del conocimiento produce un ingrediente para el resultado final, obtenido a partir de material previo procedente en última instancia de los sentidos pero no reducido a él porque aporta algo que no está en esos datos, algo que es innato. Es decir, todo conocimiento comienza con la experiencia, a posteriori, como quieren los empiristas, pero no se reduce a ella, sino que la razón aporta algo de carácter innato, a priori, como quieren los racionalistas. La experiencia aporta el contenido, la razón está dotada de ciertas estructuras innatas o formas a priori que aportan la universalidad del conocimiento científico. Estas formas son puras (es decir, vacías, sin contenido) y son también trascendentales: trascendental es el adjetivo que usa Kant para referirse a todo lo que hace posible el conocimiento universal). La sensibilidad es la facultad de las intuiciones (llamadas así porque son anteriores y distintas al pensamiento): produce intuiciones empíricas (es como llama Kant a las percepciones) gracias a dos formas o intuiciones puras: el espacio y el tiempo. Novedoso en esta teoría del conocimiento es que espacio y tiempo no son objetos perceptibles, al contrario, son los que hacen posible toda percepción (el espacio posibilita la percepción externa y el tiempo la percepción interna). Y son formas innatas, no están en la realidad, sino que forman parte de la mente, la mente las impone a la realidad al igual que una jarra vacía hace adoptar al agua su forma cuando esta la llena. Paralelamente, el entendimiento es la facultad de los conceptos (“concebidos”, pensados): produce conceptos empíricos (como el concepto de “árbol” o el de “grande”) y también enlaces entre conceptos, es decir, juicios empíricos (“este árbol es grande”) gracias a que, también de forma innata, dispone de varias formas a priori, los conceptos puros o categorías. Estas categorías son doce (unidad, pluralidad, negación, posibilidad, sustancia etc., especialmente la causalidad). Mediante el uso de estas dos facultades y sus formas a priori es posible la formulación de juicios sintéticos a priori. Las matemáticas funcionan como ciencia gracias a un uso intensivo de las intuiciones trascendentales espacio (posibilita la geometría) y tiempo (posibilita la aritmética, la ciencia de la sucesión y el recuento), y la física funciona como ciencia gracias al uso adecuado de los conceptos puros, especialmente el de causalidad. Sin embargo, no olvidemos que las formas trascendentales son puras, es decir, carecen de todo contenido a menos que lo obtengan de la experiencia, por lo que no pueden producir ningún conocimiento sin ella. 

Base, superestructura

Si sabemos qué es el hombre para Marx, debemos detenernos ahora en el mundo externo, esa realidad cambiante y cambiada por el trabajo del hombre. La palabra “realidad” deja de ser ese mundo puramente biológico explicado por la ciencia natural mecanicista, o la elucubración de los filósofos modernos: es un mundo material construido por los hombres. Vuestros ojos, en el momento que estudiáis estos apuntes ven hojas, lápices, agendas y otros cachivaches: todo es una construcción humana, no natural. Y esa construcción tiene un origen en el tiempo, es decir, es histórica, y por lo tanto cambiante, dinámica. Nosotros tenemos unos objetos distintos a los de nuestros padres y los de nuestros abuelos, y también unas ideas distintas en la cabeza. Para Marx, la historia está hecha por individuos humanos vivientes, y estos la hacen según también unas condiciones materiales de la vida. Estas condiciones pueden ser producidas por el hombre o puede que el hombre se las encuentre sin más, o lo que es más probable, simultáneamente las produce y se las encuentra. Y como la historia la hace el hombre a través de sus relaciones sociales que en último término, son creadas por una relación económica o de producción, podemos afirmar que el verdadero sujeto de la Historia ya no es la Razón o espíritu que quería Hegel, sino la evolución de esos medios y relaciones de producción. Esta realidad social está compuesta por lo que Marx denomina Base o estructura y superestructura. La base está formada por las condiciones materiales en las que se desarrolla la vida y el trabajo de los seres humanos, y sobre ella se asientan (de ella dependen) los pensamientos, las teorías e ideologías de todo tipo. Por eso su filosofía puede calificarse de materialismo. Hay tres niveles en esta base: Condiciones de producción (recursos naturales, minas, clima…), fuerzas productivas (máquinas, fábricas etc. La suma de ambas se denomina medios de producción) y relaciones de producción (la propia organización del trabajo, es decir; a la división del trabajo y a las relaciones de propiedad). La Superestructura está formada por las construcciones culturales: religión, ciencia, entretenimientos, arte, y por supuesto la propia filosofía. Estas construcciones culturales se superponen a la infraestructura económica: la superestructura no es más que un reflejo de la estructura. A esto Marx añadirá que muchas veces la superestructura no hace otra cosa que recoger los intereses de la clase dominante (ideología para controlar mejor a los dominados). La historia es el resultado de una permanente lucha entre las diferentes clases sociales por la posesión de los medios de producción. De ahí lo de materialismo histórico. Sin embargo, este materialismo se denomina también dialéctico, no es un materialismo al estilo atomista antiguo o mecanicista moderno. La base dirige la superestructura, es prioritaria, pero, a su vez, la superestructura puede ejercer una influencia sobre la base, aunque relativa y secundaria. Esta influencia puede ser ideológica o revolucionaria. 

Propuesta filosófica: reivindicación de la vida:

· El Nihilismo. Del latín nihil, “nada”. No es exactamente una doctrina filosófica, sino el proceso que sigue la conciencia del hombre occidental desde la muerte de Dios. En un primer momento, es el resultado de la negación de todos los valores vigentes: es el resultado de la duda y la desorientación. En una segunda fase es la autoafirmación de esa negación inicial: es el momento de la reflexión de la razón. Es, finalmente, el punto de partida de una nueva valoración. Esta es la base sobre la que ha de construirse, según Nietzsche, la nueva filosofía. El hombre provoca, en primer lugar, la muerte de Dios, sin apenas darse cuenta de ello. En segundo lugar, el hombre toma conciencia plena de la muerte de Dios y se reafirma en ella. En tercer lugar, y como consecuencia de todo lo anterior, el hombre se descubre a sí mismo como responsable de la muerte de Dios descubriendo, al mismo tiempo que el Nihilismo es la puerta para una nueva moral y una nueva filosofía · El superhombre. ¿Qué queda, tras la muerte de Dios y la liquidación de todos los valores tradicionales? Un nuevo hombre, como ideal antropológico, moral y estético. Un hombre superior. El hombre es solo un puente hacia el superhombre; en este se harán visibles los nuevos valores, los valores que servirán a la vida y no a la debilidad, los valores que brotarán de la vida misma y no de Dios. El superhombre habrá vencido la necesidad de un “Dios guía”, de ahí que no sea más que aquel hombre capaz de vivir sin referir su existencia a Dios. Se trata pues de un hombre liberado, de un hombre que ha recuperado su naturaleza. El hombre se dará a sí mismo y como creación continua, sus propios criterios morales. Tres “metamorfosis del espíritu” sucesivas conducen del hombre al superhombre. En primer lugar, el espíritu se convierte en camello: obedece ciegamente, se arrodilla y recibe su carga (las convenciones de la sociedad). Luego se transforma en león: es el gran negador y representa al nihilista que rechaza los valores tradicionales. Es, finalmente, niño: el espíritu inocente y sin prejuicios capaz de crear la nueva tabla de valores contra los valores del cristianismo. Como el niño, debemos acometer una transvaloración o transmutación de todos los valores. La idea de un superhombre atraerá finalmente a los nazis, que encontraron textos nietzscheanos que parecían avalarles: calificativos violentos contra el judaísmo, apelaciones a la moral del señor y el uso de la violencia, anti igualitarismo etc. Al mismo tiempo, el propio filósofo despreciaba a los nazis y la cultura alemana, criticaba el estado, la estética militarista y toda forma de estatismo que impusiera el colectivo al individuo. La de Nietzsche es, cuando menos, una figura ambivalente. · La voluntad de poder. Es la esencia de la vida y de la realidad. Aristóteles o Santo Tomás habían considerado la voluntad como una facultad del espíritu, pero Nietzsche va más en la línea de Arthur Schopenhauer. Este había hablado de la voluntad como una fuerza ciega que empuja a todos los seres a persistir en su ser. Era una voluntad de ser. Pero Nietzsche habla de una voluntad de poder en el sentido de ser más. Es una entidad irracional: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero no la más verdadera ni la más profunda; y ello tanto en el sentido de que en el hombre la razón no tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o la mera eficacia en el control de la realidad (es decir su mera utilidad, que no su verdad), como en el sentido de que el mundo mismo no es racional: nosotros lo creemos racional, intentamos someter a un orden y a una legalidad lo que en sí mismo no es otra cosa que caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte. Es también inconsciente, aunque esporádica y fugazmente se manifiesta de este modo precisamente en nosotros, los seres humanos Y carece de finalidad: las distintas manifestaciones que toman las fuerzas de la vida, sus distintas modificaciones, los resultados de su actuación, no tienen ningún objetivo o fin, no buscan nada, son así pero nada hay en su interior que les marque un destino. Dado que lo que nosotros percibimos, y que todo con lo que tratamos (objetos físicos, mundo espiritual, social y cultural) es expresión de esta realidad sin sentido, Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia (tesis totalmente idéntica al existencialismo sartriano para el que todo ente “está de más”). · El eterno retorno. Pero ello no se traduce en ninguna clase de pesimismo, sino, muy al contrario, en la verdadera encarnación del espíritu dionisíaco. Los pueblos orientales, y filósofos como Heráclito  ya han planteado la idea de circularidad del tiempo y de repetición incesante de sus ciclos. Nietzsche retoma esa idea de una manera un tanto extraña, pues plantea la repetición no ya de los ciclos sino de todos y cada uno de sus instantes y elementos, sin variación alguna.

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