Filosofía de Kant: Crítica de la Razón Pura y el Imperativo Categórico

Immanuel Kant: Pilares de su Filosofía Crítica

La Crítica de la Razón Pura: Estructura y Propósito

La Crítica de la Razón Pura (en alemán: Kritik der reinen Vernunft) es la obra principal del filósofo prusiano Immanuel Kant. Tuvo su primera edición en 1781. El propio Kant la corrigió en vida, publicando en 1787 una segunda edición.

La Crítica se divide en dos grandes secciones:

  • La «Doctrina trascendental de los elementos»
  • La «Doctrina trascendental del método»

A su vez, la «Doctrina trascendental de los elementos» se subdivide en dos partes:

  • La «Estética trascendental»
  • La «Lógica trascendental», esta última subdividida en «Analítica trascendental» y «Dialéctica trascendental».

Se trata de una indagación trascendental (acerca de las condiciones epistémicas del conocer humano) cuyo objetivo central es determinar si la metafísica puede ser considerada una ciencia, lo que, en términos kantianos, implica la posibilidad de juicios sintéticos a priori. Estos son juicios que añaden nueva información (donde el predicado no está contenido en el sujeto) y que poseen un carácter universal y necesario, es decir, son anteriores a cualquier experiencia. De este modo, Kant buscaba superar la crítica al principio de causalidad (y, por ende, al saber científico) formulada por David Hume, la cual no había encontrado una respuesta satisfactoria hasta su época.

La existencia de juicios sintéticos a posteriori es innegable; son los juicios fácticos, empíricos y, por tanto, contingentes. El propósito de Kant es trascender la gnoseología de Hume, que distinguía entre cuestiones de hecho y relaciones de ideas (juicios sintéticos a posteriori y juicios analíticos a priori), y, al mismo tiempo, superar la metafísica dogmática de los racionalistas.

Kant comienza la obra dando por sentada la existencia de juicios sintéticos a priori en la física y la matemática, asumiendo así su existencia. Su indagación se centra en «cómo son posibles esos juicios», cuya existencia considera «obvia». A partir de esta investigación, busca determinar si es posible la existencia de este tipo de juicios en la metafísica, lo cual, anticipa, tendrá una respuesta negativa.

Cabe señalar que, si bien la sección donde «demuestra» la posibilidad de juicios sintéticos a priori en las matemáticas es ampliamente aceptada, la parte referente a su existencia en la física es, según el criterio de numerosos críticos (como Korner, Romeo & Molina, Martin, entre otros), bastante dudosa.

En esta obra, Kant busca la conjunción del racionalismo y el empirismo, criticando ambas corrientes filosóficas que se centraban en el objeto como fuente de conocimiento. De este modo, propone un «giro copernicano» en la concepción de la filosofía, al estudiar al sujeto como la fuente que construye el conocimiento.

La Lógica Trascendental

La Lógica Trascendental es la segunda parte en la cual está dividida la Crítica de la Razón Pura. En esta sección se afirma que el conocimiento surge de dos fuentes: la capacidad de recibir representaciones, a la que Kant denomina receptividad, y la facultad que tiene un sujeto de conocer un objeto a través de tales representaciones. Kant señala que, a través de la primera, se nos «da» un objeto, y a través de la segunda, lo «pensamos».

Cabe señalar que Kant denomina entendimiento a la capacidad del sujeto de producir espontáneamente representaciones en su mente, o a la receptividad del entendimiento para atenderlas.

Al inicio de la Lógica Trascendental, Kant establece una diferenciación clave entre su lógica (la trascendental) y la lógica general, señalando que esta última se ocupa del esclarecimiento de la forma en que un sujeto piensa, es decir, de las reglas del pensamiento en general. En este sentido, la lógica no aporta nada sobre el contenido del conocimiento, sino más bien sobre las condiciones formales en las que conocemos, condiciones que resultan completamente indiferentes al objeto en sí.

El Imperativo Categórico Kantiano

Para Kant, toda la moralidad humana debía poder reducirse a un único mandamiento fundamental, emanado de la razón y no de la autoridad divina, a partir del cual se pudieran deducir todas las demás obligaciones humanas. Definió el concepto de imperativo como cualquier proposición que declara una acción (o inacción) como necesaria.

Según Kant, las éticas anteriores se basaban en imperativos hipotéticos, lo cual implicaba que no eran de obligado cumplimiento en cualquier situación ni desde cualquier planteamiento moral, religioso o ideológico. Un imperativo hipotético conduciría a una acción bajo determinadas circunstancias (por ejemplo, «Si quiero el bien común, no debo cometer un asesinato»), de tal manera que quien no comparta la condición («querer el bien común») no se vería obligado por esa clase de imperativos. Un imperativo categórico, en cambio, denotaría una obligación absoluta e incondicional, ejerciendo su autoridad en todas las circunstancias, ya que sería autosuficiente y no requeriría justificación externa.

El formalismo kantiano se basa en la «buena voluntad» y no en las experiencias o hechos que podrían fomentar una ética concreta y bien definida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *