El ser humano como ser mortal filosofía

 físico como algo carente de propósitos e intenciones, en donde el orden de los acontecimientos parece estar determinado o fijado de antemano. Si nos fijamos en el mundo de la mente, entonces aparecen fenómenos como la conciencia, la voluntad, la planificación y el deseo. ¿Son dos mundos separados? ¿O es un solo mundo que se muestra de modos diferentes? Un deseo puede alterar acontecimientos del mundo físico, y el mundo físico afecta al mundo mental. ¿Cuál es la naturaleza de la mente y el cuerpo?
¿Cuál es su relación o conexión?

Vamos a reflexionar, siguiendo las propuestas de algunos filósofos en la historia. Vamos a comenzar con el esquema tradicional: dualismo—monismos.

  1. EL DUALISMO

Afirma que el ser humano está compuesto de un cuerpo (realidad material) y de un alma, espíritu, mente (realidad espiritual). Ahora bien; ¿son estas realidades independientes, o forman parte de una única realidad que es el ser humano?

  1. EL DUALISMO PLATÓNICO

Siguiendo la tradición pitagórica, Platón (IV a. C) afirma que el alma es eterna, que existíó antes del cuerpo, y que perdurará, una vez el cuerpo desaparezca.
El alma es inmortal e inmaterial, es el principio vital que mantiene al cuerpo vivo y en movimiento, pero su función más propia es el conocimiento.
Su lugar natural es el mundo de las ideas, que es eterno y perfecto. Por alguna razón, el alma dejó el mundo de las ideas y se vio atrapada en un cuerpo, que es como una cárcel. .  
El cuerpo es material y mortal, es una prisión para el alma, que se ve sometida a necesidades y deseos materiales. La vida consiste en vivir en un mundo se sombras, de apariencias, en donde el conocimiento es recordar las ideas del mundo de las ideas. El hombre debe liberarse de las cadenas de lo aparente y por medio del recuerdo ir ascendiendo hasta el verdadero conocimiento. .Conocer es recordar, es “parir”, “dar a luz” algo que ya estaba dentro de nosotros pero que habíamos olvidado. No se busca lo que ya se conoce, puesto que sería inútil, ni lo que se desconoce, porque no sabríamos qué estamos buscando ni cómo reconocerlo cuando lo hayamos encontrado. Buscamos lo que ya conocíamos, pero hemos olvidado, CONOCER ES RECORDAR. El ser humano tiende, por esto, hacia las ideas del bien, la justicia y la belleza, es decir tiende hacia la verdad. Si consigue, en este tiempo de prueba, alcanzar, reconocer, la verdad, entonces vivirá eternamente en el mundo de las ideas, si por el contrario no ha sido capaz de ascender, y se ha visto esclavizado por las pasiones y necesidades materiales, seguirá en la rueda de reencarnaciones. Es la teoría de la reencarnación, de clara ascendencia pitagórica, que plantea una relación accidental entre el cuerpo y el alma. Mientras permanece unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es purificarse, prepararse para la contemplación de las Ideas.

  1. HILEMORFISMO

 Aristóteles, discípulo de Platón, sostuvo que el alma y el cuerpo son dos principios complementarios, que no puede haber alma sin cuerpo, ni cuerpo sin alma. El cuerpo es la materia, y el alma es la forma, es lo que “informa” al cuerpo qué es lo que tiene que hacer, hacia dónde tiene que ir. El ser humano es una única realidad o sustancia. Es un dualismo especial, pues distingue dos principios sustanciales, pero que solo se pueden separar en nuestra imaginación, mientras que en la realidad van siempre unidos. El alma, según esta concepción, es mortal pues es el principio de la vida, y cuando ya no hay vida, tampoco existe el principio de la misma. No puede haber forma sin materia, ni materia sin forma.

2.1.1.3 EL DUALISMO CRISTIANO

En la época medieval se introduce la creencia en un Dios personal que resucita y nos salva del pecado. De este modo se rompe el enfoque naturalista del pensamiento griego, y se instaura un pensamiento teocentrista. El ser humano es un ser creado por Dios, se introducen conceptos ajenos al mundo griego, como son los de pecado y culpa, gracia y salvación. La dignidad humana es siempre, aquí, una dignidad subsidiaria, y la libertad del ser humano consistía básicamente en una justificación de la extraordinaria responsabilidad de que era portador el ser humano, podías ganar el cielo o condenarte en virtud de tu libertad. El cuerpo, deja de convertirse en la cárcel del alma, y pasa a considerarse como el templo del alma.

Agustín de Hipona, que sigue la influencia de Platón, identifica dos dimensiones del ser humano, la exterior y la interior. Después de haberse despojado de todas las máscaras, el verdadero hombre es el interior, en su interior, se encuentra el reflejo de la divinidad, Dios está dentro de nosotros, por eso, la vía del conocimiento es la interioridad. Somos dignos, porque dentro de nosotros se encuentra el reflejo de Dios.

Para Tomás de Aquino, cuya filosofía es una síntesis entre el aristotelismo y el dogma cristiano, el alma es inmortal e incorruptible, y la finalidad del ser humano es, ya no la vida contemplativa  o dedicada al conocimiento racional y la ciencia, como en Aristóteles, sino  el conocimiento y amor a Dios.

2.1.1.4 DUALISMO CARTESIANO

Ya dentro del periodo de la filosofía moderna, Descartes (1596-1650) observó que el mundo natural se caracteriza por el determinismo. Todo efecto tiene una causa, la naturaleza es un inmenso mecanismo que puede ser conocido y de este modo predecir lo que ocurrirá en el futuro. En este mundo no hay lugar para la libertad, todo esta absolutamente determinado .Es la materia, la res extensa.
Pero, ¿y el ser humano? Descartes consideró que el ser humano tiene una realidad que escapa a este determinismo, es un yo que piensa, que tiene conciencia, más aún, autoconciencia, siendo su realidad espiritual, y por tanto escapa a este determinismo que preside el resto de la realidad. Es la res cogitans, el espíritu, algo que solo tienen los seres humanos. El ser humano se compone de dos sustancias, y como tales, distintas e independientes: cuerpo, sustancia extensa y alma, sustancia pensante.

2.1.1.5 DUALISMO INTERACCIONISTA

Tesis defendida por el neurofisiólogo John C Eccles en el Siglo XX. Sostiene que:

  • Mente y cerebro son dos realidades distintas.
  • Hay hechos que solo se pueden explicar suponiendo que existe una mente autoconsciente (por ejemplo el carácter unitario de las experiencias, la voluntariedad de la acción humana, etc.)
  • La interacción entre lo físico y lo mental ocurre en la corteza cerebral, entre las agrupaciones de las dendritas. Para explicar esto expone una complicada teoría bioquímica, bioeléctrica y mecánico-cuántica.  Propone la hipótesis de que además de la materia, del cerebro, existe otra realidad denominada “sí mismo”, “alma” o “ego”, que es responsable del carácter único del ser humano.
  1. EL MONISMO

El monismo defiende que solo existe una única realidad. Hay monistas materialistas (Demócrito y Epicuro en la Antigüedad, Hobbes en la Edad Moderna, o Skinner y Feyerabend en la época actual). Hay monistas idealistas (Berkeley en el Siglo XVII).

  • El monismo materialista fisicalista sostiene que las actividades mentales son meros procesos fisicoquímicos o neurofisiológicos. Otra forma de monismo es el materialismo cibernético, según el cual el cerebro no es sino un complejo ordenador, así Alain Turing afirma que el ser humano es un “autómata autoconsciente”.

    (Ver el test de Turing). ( Ver película BLADE RUNNER)


  • El monismo emergentista considera que lo mental no se reduce a lo físico, pero sí que emerge evolutivamente de lo físico. Solo existe una sustancia, la materia, con muchas y diferentes propiedades fruto de la evolución. La materia es algo dinámico que llega a articularse en diferentes niveles: el fisicoquímico, el biológico y el mental.
  1. NUEVA ACTITUD       METAFÍSICA: LA NATURALEZA HUMANA: EL SER HUMANO ANTE LA MUERTE Y EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA


¿QUÉ HAGO AQUÍ? ¿QUÉ SENTIDO TIENE MI VIDA? ¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE ALGO SI CON LA MUERTE TODO SE ACABA? ¿ES NECESARIO ENCONTRAR ALGUNA RAZÓN QUE JUSTIFIQUE NUESTRO SUFRIMIENTO? ¿ES NECESARIA UNA FINALIDAD PARA DOTAR DE SENTIDO UNA VIDA? ¿QUÉ VALOR PUEDE HABER EN EL PROGRESO HUMANO, EN LAS ACCIONES BUENAS, EN EL AMOR, EN LA AMISTAD…EN TODO LO QUE BUSCAMOS Y ANHELAMOS?

  1. EL SER  HUMANO ANTE LA MUERTE

La evidencia de la muerte no solo le deja a uno pensativo, sino que le vuelve pensador” Fernando Savater

La muerte es un misterio. No podemos experimentarla, cuando ocurre, ya nada hay, ya no sentimos, no padecemos, no somos, no podemos saber absolutamente nada de ella; solo una cosa, que alguna vez nos llegará. Si no podemos experimentarla como propia, tal vez si podamos experimentarla como ajena. Pero eso tampoco es posible. La muerte es intransferible, a lo más que podemos aspirar es a ser espectadores de la muerte ajena. Pero el valor, el auténtico valor de la muerte solo lo alcanzaremos cuando ya no nos demos cuenta de él, cuando ya no somos.

El hombre no se ha resignado nunca a la certeza de una muerte. Ha pensado, ideado muertes parciales, aparentes, ha supuesto que existe una vida más allá, una trascendencia que nos permite seguir siendo.
PLATÓN entendía que el alma humana había estado en contacto con el Mundo de la Ideas, y que volvería a él, una vez vivido en el corruptible e imperfecto mundo corporal (recordar Mito de la Caverna). Antes que él, PITÁGORAS se trajo las creencias órficas basadas en la reencarnación, del valle del Indo.
ARISTÓTELES, discípulo de PLATÓN, consideraba al alma como principio de vida, de modo que cuando un ser humano muere, su principio de vida deja de funcionar, y la muerte es definitiva. Aún así, sus intérpretes posteriores dudan sobre si no había dejado un resquicio a la inmortalidad, pues, según algunos de estos intérpretes (Tomás de Aquino) habría una parte de cada alma que sería común al alma de todos los individuos humanos, de modo que permanecería inmortal. Todo el cristianismo interpretó a la existencia humana como una depuración material, para vivir la plenitud en el más allá. Desde esta perspectiva el sentido de la vida es claro, y las preguntas del inicio se pueden responder con la esperanza que supone un vida y una recompensa plena en el más allá. La existencia de un Dios justo y castigador, benefactor y juez, posibilita vivir una vida de acuerdo con una determinada finalidad.
Kant (XVIII) en plena Ilustración considera que la inmortalidad es un postulado de la razón, es decir, algo que es imposible de probar pero que hay que admitir si queremos aspirar a la auténtica felicidad.

SPINOZA (XVII) ha sido considerado, por algunos, como un pensador panteísta porque admitía que todos formamos parte de un todo, y que ese todo siempre perdura. Dios es al sustancia infinita, la única sustancia, de modo que todos los demás no somos sino modos de la misma. De alguna manera, solo desaparece, se transforma un modo de la totalidad, de la sustancia inmortal que es Dios.

Nietzsche (1844-1900) consideraba que dotar de sentido una vida más allá era a consta de vaciar el sentido de esta vida, significaba vaciar el instante, el presente vivido. Este es el Nihilismo que critica Nietzsche: cuando lo auténticamente valioso está en otro lugar—una trascendencia—entonces esta vida se convierte en una nada que hay que superar cuanto antes a través de la resignación y la pasividad. Si la finalidad está en otra vida, en una trascendencia, ¿qué sentido tiene esta vida?, ¿acaso la vida no es un fin en sí misma?, ¿o es un medio? Viviremos esperando siempre, una eterna espera, una renuncia permanente.

Heidegger (1889-1976) nos dice que asumiendo nuestra propia muerte se nos abre la posibilidad de que nuestra vida aparezca como algo único e irrepetible; al mismo tiempo nos convertimos en individuos libres, tanto en nuestros actos como en nuestro pensamiento. La idea de la muerte nos abre las puertas de la consciencia de que somos seres responsables de nuestras propias vidas y de nuestras acciones. El tiempo de que disponemos es escaso, no hay que malgastarlo.

EL CONCEPTO DE


ENTROPÍA, la segunda ley de la termodinámica,afirma que todo tiende al desorden, que el orden—y algo vivo es algo ordenado—tiende a desorganizarse, y algo de eso hay en la muerte. Desde esta perspectiva, la muerte es algo inevitable, pero más que una desaparición, significaría una desorganización. ¿No decía algo parecido Spinoza?…

  1. EL SENTIDO DE LA VIDA

Heidegger afirma que el ser humano se encuentra lanzado, arrojado a la existencia. Esto nos obliga a tomar decisiones sobre el mundo, y a veces naufragamos, nos equivocamos; pero este es el precio de la libertad. Tenemos que andar por nuestra cuenta, y a veces nos queda un poso de amargura. Aceptamos la vida como algo único e irrepetible, y eso supone vivirla con autenticidad, pero también supone una gran responsabilidad, nuestro tiempo es escaso, no podemos malgastarlo. Con el reconocimiento de que somos finitos y temporales y que estamos condenados al olvido, una sensación de desamparo nos inunda. Para Heidegger, vivir esto supone vivir de modo auténtico. Por el contrario, refugiarse en consolaciones variadas, no ser conscientes del valor absoluto que tiene cada vida, cada instante, supone vivir una vida inauténtica, basada en el entretenimiento y el engaño.

Los filósofos existencialistas se sirvieron del término angustia para describir el desamparo en el que el ser humano se encuentra en el mundo.

CIORAN (XX)afirma, quizá cínicamente, la superioridad del mineral o de la planta, por su incapacidad de sufrir la angustia que posee al ser humano. Esta situación emocional de la angustia es la que ha servido como motor a la creación artística al hombre, es como si la certeza de la muerte le empujara a vivir con más radicalidad.

CAMUS (XX) por medio del mito de Sísifo se cuestiona si la vida merece ser vivida.  Sísifo es condenado por los dioses, al haber traicionado su confianza. La condena consiste en que debe subir ETERNAMENTE una enorme piedra por una agreste montaña, de modo que cuando llegue a la cima, la piedra rodará de nuevo a la falda de la montaña y deberá volver a empezar, así por los tiempos de los tiempos. Con este mito Camus reflexiona sobre el absurdo de una vida condenada a la repetición de un acto sin otra finalidad que el acto mismo. Para los griegos, una vida mecánica, repetitiva, absurda, era el peor castigo para un ser humano. Camus, parece que entreve una razón para vivir, si, aunque absurdo, al llegar a la cima, Sísifo contemplara, aún ciego, la inmensidad del mundo, y el titánico esfuerzo de su absurda aventura. Este esfuerzo, esta superación inútil, ese aceptar el absurdo se convierte en el único motivo para seguir viviendo. 

“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible


.”

SARTRE (XX) realiza una distinción fundamental: antes que ser existimos: “uno no nace mujer”; no se es “ser es en sí” sino “ser para sí”. Quizá quiere decirnos que no somos algo hecho, sino que nuestra subjetividad está lanzada en un tiempo y en un espacio, en una relacionarse con el otro; somos en función de ser para algo. Es en este sentido en el que afirma que la existencia precede a la esencia, parafraseando a Descartes: existo luego pienso. Por ello estamos condenados a decidir constantemente, a elegir. Estamos condenados a la libertad, no podemos elegir no elegir, o dicho de un modo más paradójico: no somos libres de no ser libre. Debemos elegir por nosotros mismos quienes deseamos ser. Y esto lo hacemos en un tiempo y espacio limitado, y además rodeados de los otros (“el infierno son los otros”, nos recuerda Sartre).

  1. EL PROBLEMA DE LA LIBERTAD

¿Es el ser humano libre?

Según las teorías deterministas, no es posible salirse del mecanismo que envuelve nuestra vida. Todo tiene una causa previsible, y por ello, la improvisación no es posible, lo mismo que un reloj no puede improvisar. Por eso, Descartes tuvo que reinventar el dualismo, alma-cuerpo, esta vez más radical que el de Platón, para salvar la libertad humana. ¿Pero es esta una propuesta satisfactoria?

Según el indeterminismo, tal como propone últimamente la teoría cuántica, todo está gobernado por el azar y la indeterminación. ¿En un mundo así, podemos hablar de libertad humana?

Ya hemos visto cómo, Jean-Paúl Sartre (1905-1980) indicaba que el ser humano está condenado a ser libre, puesto que no es libre de dejar de ser libre y no tienen más remedio que ser libre. Incluso cuando decide actuar obedeciendo ciegamente las decisiones de otros o cuando se anula como individuo y pasa a formara parte de la masa anónima, ha optado por esa vía, ha escogido no escoger por sí mismo.

Si no admitimos la libertad, el poder elegir, entonces no podemos hacernos responsables de nuestros actos. La responsabilidad se basa en suponer que somos libres. Y cuando hablamos de responsabilidad, hablamos de moralidad, de ética y de justicia.

Solemos afirmar que nos diferenciamos del resto de los seres vivos en que podemos elegir, en que nuestros actos no son previsibles, no están programados. Cuando actuamos no tenemos una única opción, aunque tengamos una determinación biológica y recibamos un condicionamiento cultural a través del lenguaje y de los valores aprendidos, ninguno de estos aspectos nos obliga a elegir en un sentido u otro ante una situación.

El aspecto que nos caracteriza es la libertad. Pero esto no quiere decir que podamos elegir todo: no se elige la época en que se nace, ni la familia, ni la dotación genética, ni las circunstancias que nos rodean, y con las que tendremos que vernos. Hay unas condiciones establecidas, un escenario en el cual el ser humano elige.
Ortega y Gasset decía que “Yo soy yo y mis circunstancias”, y también decía que el ser humano no tiene naturaleza sino historia, para hacer referencia, quizá, a la importancia de los elementos culturales y circunstanciales en el ser humano, incluso algo más importante que el aspecto puramente biológico. Por eso distinguimos entre libertad interna o psíquica y libertad externa o libertad de acción.
 A menudo determinadas circunstancias que no dependen de nosotros pueden impedir que realicemos una acción deseada (regíMenes dictatoriales, pobreza, etc). En estas situaciones no disponemos de libertad externa, pero si de libertad interna, pues podemos luchar o resignarnos o buscar una solución de compromiso ante la realidad y nuestros deseos. La privación de la libertad externa no implica la privación de la libertad psíquica o moral.

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