Introducción al Racionalismo Continental
René Descartes: La Búsqueda de la Certeza
La Unidad de la Razón
La unidad de la razón: el problema que domina en el pensamiento de Descartes es el del hombre. Su precedente es Montaigne, como él, Descartes no quiere enseñar sino describirse a sí mismo. Su problema surge cuando se da cuenta de que no posee ningún criterio seguro para distinguir lo verdadero de lo falso. Descartes es un hombre defraudado por la educación de su tiempo y aunque parece estar en contra del escolasticismo, contra lo que se opone es al escepticismo. En la primera parte del Discurso del Método, Descartes se dedica a hacer una serie de consideraciones sobre las ciencias partiendo de la unidad de la razón. La capacidad de juzgar bien o distinguir lo verdadero de lo falso, es lo que se llama el buen sentido, de tal manera que la diversidad de nuestras opiniones viene del método que cada cual ha utilizado para desarrollar sus facultades. Para Descartes, el único camino que tiene el hombre para obtener conocimientos es la razón.
Las Tres Sustancias
Las tres sustancias: además de la sustancia pensante, de la cual partimos, existen la sustancia extensa y la sustancia divina: el alma, el mundo y Dios. Descartes entiende por sustancia aquella realidad que de tal modo existe que no necesita de otra cosa para existir. De un modo pleno y absoluto, solo es aplicable a Dios. Las sustancias se conocen a través de sus atributos y modos. Los atributos son propiedades o actividades esenciales, sin las cuales no se pueden entender o concebir las sustancias.
El Mecanicismo Cartesiano
El mecanicismo cartesiano: Descartes considera que todos los cuerpos están constituidos por la sustancia extensa, piensa que el carácter esencial de un cuerpo está en su extensión. Descartes considera que todos los cuerpos están compuestos por dos cualidades: primarias —son aquellas que pueden ser reducidas a un procedimiento matemático y que se consideran objetivas en los cuerpos—; secundarias —aquellas afecciones subjetivas que generan los cuerpos; no dependen del objeto, sino del sujeto—. El mecanicismo está directamente relacionado con el estudio del movimiento, pero Descartes dice que el movimiento procede de fuera. Dice que Dios, al crear el mundo, infundió una cantidad de movimiento. Esta concepción lo lleva a un sistema mecanicista donde hay tres leyes que regulan la naturaleza: principio de inercia —todo cuerpo persevera en el mismo estado de reposo o movimiento a no ser que haya una fuerza que lo modifique—; principio de conservación del movimiento —un cuerpo al chocar con otro le transmite la misma cantidad de movimiento, de manera que este permanece constante—; ley de la simplicidad —todo cuerpo que se mueve en el universo tiende a hacerlo en línea recta—.
Baruch Spinoza: La Sustancia Única
La Noción de Sustancia en Spinoza
La noción de sustancia: La noción cartesiana de sustancia incluía en su definición: a) la autonomía e independencia de la sustancia expresada en su definición; b) la percepción clara y distinta de la autonomía de la sustancia. Ambos aspectos aparecen integrados en la definición ofrecida por Espinoza: “Por sustancia entiendo aquello que, es en sí y se concibe por sí: esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa.” Sustancia es, pues, lo que existe por sí mismo y es conocido por sí mismo. Espinoza interpreta la realidad como un sistema único en que las partes remiten al todo y encuentran en él su justificación y fundamento. Esta sustancia única es denominada por Espinoza “Deus sive Natura (Dios o Naturaleza)”. Esta sustancia posee infinitos atributos, de los cuales nos son conocidos dos: el pensamiento y la extensión. Cada uno de estos infinitos atributos se realiza en infinitos modos.
El Orden de lo Real
El orden de lo real: La definición espinozista de sustancia se basa en que existe una correspondencia perfecta entre el orden de las ideas y el orden de lo real. La correspondencia entre ambos órdenes constituye la clave de todo el sistema filosófico de Espinoza. En efecto, tal correspondencia implica: a) Que la totalidad de lo real (Dios, Naturaleza) constituye un sistema en el cual las distintas partes están relacionadas unas con otras y, en último término, con el todo. La realidad presenta la estructura de un sistema geométrico: en este, en efecto, cada proposición, cada teorema, se hallan vinculados racionalmente al resto de las proposiciones y al sistema en su totalidad. b) La conexión que existe entre las ideas, entre las proposiciones de un sistema matemático-geométrico, es necesaria, continua e intemporal: necesaria, porque los teoremas son como son y no pueden ser de otro modo; continua, porque las proposiciones se suceden, se derivan unas de otras sin saltos ni lagunas; intemporal, porque la derivación de unas proposiciones a partir de otras no implica una sucesión cronológica, sino meramente lógica, la sucesión que va del principio a la consecuencia.
Gottfried Wilhelm Leibniz: Mónadas y Armonía
La Noción de Mónada
La noción de mónada: También Leibniz toma de Descartes la idea básica de sustancia como realidad autónoma e independiente. Rechaza dos puntos fundamentales del cartesianismo: la extensión como esencia de la sustancia material y el mecanicismo como explicación del movimiento. Leibniz llega a la conclusión de que existe una infinidad de sustancias simples, inextensas, que denomina mónadas. Afirma que estas sustancias son activas. Las mónadas no actúan, pues, las unas sobre las otras. En su teoría de la armonía preestablecida: Dios, al crear las mónadas, las ordenó de tal modo que, aun sin existir influencias mutuas entre ellas, el resultado de su actividad es el orden armónico de la totalidad.
El Problema de la Relación entre Sustancias
Un problema crucial del racionalismo es la relación existente entre las distintas sustancias, específicamente entre la sustancia pensante (alma) y la sustancia extensa (cuerpo). Malebranche introdujo la doctrina ocasionalista. Según el ocasionalismo, unas sustancias no actúan sobre otras. Propuso la teoría de la armonía preestablecida. En cuanto a Espinoza, su monismo le permite obviar perfectamente el problema.
Verdades de Hecho y Verdades de Razón
Verdades de hecho y verdades de razón: Leibniz distingue estos dos tipos de verdades: 1. Las verdades de razón son analíticas, es decir, basta con analizar el sujeto de la proposición para encontrar que el predicado le conviene. Las verdades de razón, según Leibniz, se basan exclusivamente en el principio de contradicción: en nuestro ejemplo, basta con que el todo sea el todo y la parte sea la parte para que nuestra proposición sea verdadera sin más requisitos. 2. Las verdades de hecho no son analíticas; no basta con analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene. Para fundamentar las verdades de hecho es necesario otro principio, que Leibniz denomina de “razón suficiente”. Este principio establece que todo lo que existe o sucede tiene una razón suficiente para existir o suceder.
El Problema de la Libertad
El problema de la libertad: La distinción entre verdades de hecho y verdades de razón fue introducida por Leibniz, entre otros motivos, para salvar la libertad de los actos humanos. Las verdades de hecho serían, pues, analíticas, de razón. Leibniz no está dispuesto a aceptar esta conclusión y en sus obras ofrece dos respuestas a ese razonamiento: 1. En primer lugar, haría falta un análisis infinito realizado por un entendimiento infinito, y esto es imposible. 2. Existe una diferencia radical entre ambos tipos de verdades: las de la razón se refieren a esencias, mientras que las de hecho se refieren a existencias. Veamos lo que significa esta distinción. Que las verdades de razón se refieren a esencias significa que son verdades independientemente de que existan o no los objetos a que se refieren. Este no es el caso de las verdades de hecho, que implican la existencia del sujeto: “César pasó el Rubicón” solo es verdad si César existió realmente.
Dios y el Principio de Razón Suficiente
Dios y el principio de la razón suficiente: El problema queda así trasladado a Dios. Según Leibniz, las verdades de razón —que no implican existencias— tienen su fundamento en el entendimiento divino, mientras que las verdades de hecho se basan en la voluntad divina. Dios creó este mundo porque es el mejor de los posibles. He ahí la razón suficiente de su creación.