Como clasifica Kant los actos en relación al deber

Ética:

Que es para Kant la buena voluntad y el deber?
DEBER:

Kant define el deber como “la necesidad de una acción por respeto a la ley”

Las acciones pueden ser hechas por inclinación (mediata o inmediata), o por deber. Son hechas por inclinación cuando las hacemos porque nos parece que con ellas podemos obtener un bien relacionado con nuestra felicidad: en el caso de las que se buscan por inclinación inmediata porque la acción misma produce inmediatamente satisfacción (ver una película, por ejemplo); en el caso de las que hacemos por inclinación mediata porque con dichas acciones conseguimos una situación, hecho o circunstancia que produce satisfacción o ausencia de dolor (ir al dentista, por ejemplo). Sin embargo, las acciones hechas por deber se hacen con independencia de su relación con nuestra felicidad o desdicha, y con independencia de la felicidad o desdicha de las personas queridas por nosotros, se hacen porque la conciencia moral nos dicta que deben ser hechas.

BUENA VOLUNTAD: Comenzó su teoría ética argumentando que la única virtud que puede ser incondicionalmente buena es una buena voluntad. Ninguna otra virtud tiene este estatus debido a que todas las otras virtudes pueden usarse para lograr fines inmorales (la virtud de la lealtad no es buena si se es leal a una persona malvada, por ejemplo). La buena voluntad es única en que siempre es buena y mantiene su valor moral incluso cuando fracasa en el logro de sus intenciones morales.4 Consideró la buena voluntad como un principio moral individual que libremente elige usar a las otras virtudes para fines morales. Para Kant una buena voluntad es una concepción más amplia que una voluntad que actúa por deber. Una voluntad que actúa por deber es distinguible como una voluntad que supera los obstáculos con el fin de cumplir la ley moral. Es por tanto un caso especial de buena voluntad que se hace visible en condiciones adversas. Kant sostiene que solo los actos realizados por deber tienen valor moral. Esto no quiere decir que los actos realizados solamente en conformidad con el deber sean despreciables (estos todavía merecen aprobación y apoyo), pero las acciones que se realizan por deber poseen una consideración especial.La concepción kantiana del deber no implica que las personas realicen sus tareas de mala gana. Aunque el deber a menudo limita a las personas y las motiva a actuar en contra de sus inclinaciones, todavía proviene de la voluntad de un agente: desean mantener la ley moral. Por lo tanto, cuando un agente realiza una acción por deber es porque los incentivos racionales le importan más que sus inclinaciones opuestas. Kant deseaba ir más allá de la concepción de la moral como deberes externamente impuestos y presentar una ética de autonomía, donde los agentes racionales reconocen libremente las exigencias que la razón les hace. Voluntad es para Kant la razón práctica — esto es, la facultad de los principios que reconocen leyes, adoptan máximas, y derivan acciones de ellas (Ak 4:412). Una buena voluntad, entonces, es aquella facultad cuando adopta buenos principios y se propone actuar acordemente. Puede hacerlo cuando necesita constreñirse en orden de realizar la acción, pero también cuando no sea necesario, porque sus buenos principios están en una contingente armónía con las inclinaciones (deseos empíricos y no-morales). Una buena voluntad debe distinguirse de lo que Kant luego llamará una “voluntad absolutamente buena”, cuyo principio es el imperativo categórico o la ley moral misma (Ak 4:437-9, 444)[1].

IMPERATIVO Categórico: La formulación primordial de la ética kantiana es el imperativo categórico,10 de la que deriva cuatro formulaciones adicionales.11 Kant hace una distinción entre imperativos categóricos e hipotéticos. Un imperativo hipotético es uno que debemos obedecer si queremos satisfacer nuestros deseos: «ir al médico» es un imperativo hipotético, porque solo estamos obligados a obedecerlo si queremos mejorarnos. Un imperativo categórico nos obliga a pesar de nuestros deseos: todo el mundo tiene el deber de no mentir, independientemente de las circunstancias e incluso si hacerlo nos beneficia. Estos imperativos son moralmente vinculantes ya que se basan en la razón, en lugar de hechos contingentes sobre un agente. A diferencia de los imperativos hipotéticos, que nos obligan en la medida en que somos parte de un grupo o sociedad con los que tenemos deberes, no podemos excluirnos del imperativo categórico porque no podemos optar por dejar de ser agentes racionales. Le debemos obligación a la racionalidad en virtud de ser agentes racionales; por lo tanto, el principio moral racional se aplica a todos los agentes racionales en todo momento.

Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones.

En La religión dentro de los límites de la mera razón (1793) Kant trata de distinguir la bondad de la maldad moral. Allí señala que «se llama malo a un hombre no porque ejecute acciones que son malas (contrarias a la ley), sino porque éstas son tales que dejan concluir máximas malas en él» (AA VI:20). La maldad moral solo tiene sentido si el hombre es responsable de sus actos, si estos pueden serle imputados; es por ello que «el fundamento del mal no puede residir en ningún objeto que determine el albedrío mediante una inclinación, en ningún impulso natural, sino sólo en una regla que el albedrío se hace él mismo para el uso de su libertad, esto es: en una máxima» (AA VI:21). La bondad o maldad moral reside pues en la adopción de buenas o malas máximas; y el ser humano siempre es autor responsable de dicha adopción.

Según Kant, siempre que la voluntad se determina a una acción, lo hace motivada por un móvil; pero ello solo puede ocurrir si quien actúa ha admitido ya tal móvil en su máxima, «si se ha hecho de ello una regla universal según la cual él quiere comportarse» (AA VI: 24). Es moralmente bueno quien hace de la ley moral su máxima, siendo la propia ley un motivo impulsor suficiente, es decir, quien actúa por deber En cambio, el mal moral «tiene que consistir en el fundamento subjetivo de la posibilidad de la desviación de las máximas respecto de la ley moral» (AA VI: 29). La diferencia entre la bondad y la maldad moral no reside en los diferentes motivos por los que se adopte una máxima –esto es, no en el contenido de la máxima–, sino en la subordinación de uno de los motivos al otro («cuál de los dos motivos hace el hombre la condición del otro»). Uno de los motivos, el tocante a la sensibilidad, es el del egoísmo o de la búsqueda de la felicidad; el otro, tocante a la racionalidad, es el de la moralidad. Entonces, la maldad moral no consiste en que adoptar motivos de la primera clase, sino en que se pongan dichos motivos como condición del seguimiento de la ley moral. Tiene una intención moralmente buena quien pone el seguimiento de la ley como condición de los motivos impulsores sensibles, y moralmente mala quien hace lo opuesto

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