Filosofía Política: Conceptos Clave, Teorías y Derechos Humanos

Política y Sociedad: Fundamentos Filosóficos

Para los griegos, el desarrollo en sociedad era esencial para alcanzar la felicidad, lo que vinculaba estrechamente la filosofía y la ética al abordar el bienestar individual y colectivo.

La ética se enfoca en la felicidad individual, mientras que la política aborda cómo debe organizarse la sociedad para garantizar una buena vida para todos. Los seres humanos, mediante la razón y su libertad, organizan su convivencia social estableciendo normas, creando instituciones y configurando el espacio público, donde también prevalecen principios éticos.

La filosofía política reflexiona sobre la organización social racional y el buen uso de los asuntos públicos, orientándonos a vivir en sociedad. Toda sociedad posee alguna forma de organización, y en el caso de las sociedades complejas, esta se manifiesta a través del poder político.

Este poder político es la capacidad de influir en otros para que actúen de una manera concreta en favor del bien colectivo, permitiendo que ciertas personas ordenen al resto. Para que funcione, es necesario que quienes deben obedecer acepten y cumplan las órdenes, lo que nos lleva a distinguir entre poder y autoridad.

El Desarrollo del Pensamiento Político

La Visión de la Antigüedad

Platón propuso un modelo ideal de sociedad donde cada persona se desarrollara según sus características personales. Diferenció tres grupos según el tipo de alma predominante en cada individuo, buscando una sociedad justa y organizada. Describió cómo debía organizarse la convivencia:

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Aristóteles, en su filosofía política, buscó explicar cómo funciona realmente la sociedad desde una perspectiva descriptiva, basándose en modelos de organización social y analizando diferentes formas de gobierno:

  • Justas: Buscan el bien común.
  • Injustas: No buscan el bien particular, sino el beneficio de unos pocos.

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La Separación entre Ética y Política en la Edad Moderna

Durante la Edad Moderna, la filosofía consideró que la política era un ámbito independiente de la ética, dando lugar a la ciencia política, que estudia cómo funcionan las sociedades humanas. Esta separación entre política y moral se evidencia en la obra El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, donde se argumenta que la política debe ocuparse de cómo ejercer el poder. Según Maquiavelo, los gobernantes no deben ser necesariamente buenos, sino poderosos, y en ocasiones pueden verse obligados a actuar de manera inmoral.

Durante el Renacimiento, se defendió la necesidad de cambiar la sociedad basándose en modelos ideales de organización política. Destaca Tomás Moro con su obra Utopía, que describe una isla imaginaria donde la sociedad está organizada de forma igualitaria, garantizando la felicidad de todos y donde no existe la propiedad privada, evitando así el deseo de apoderarse de bienes ajenos. A partir de entonces, el término ‘Utopía’ se utilizó para describir una sociedad organizada de forma modélica e ideal.

Otras utopías notables incluyen La Nueva Atlántida de Francis Bacon y La Ciudad del Sol de Tommaso Campanella. Estas obras plantean nuevas formas de hacer política y depositan su confianza en la razón para crear una organización política que conduzca a una sociedad mejor y más feliz.

La Desconfianza del Siglo XX: Las Distopías

Como alternativa a las utopías, surgen las distopías, que describen una sociedad futura donde el poder político ha eliminado la libertad y la dignidad de las personas. Estas obras muestran el horror en el que podría convertirse nuestra convivencia, ofreciéndonos ideas para interpretar nuestro mundo y reflexionar sobre sus posibles consecuencias.

Teorías sobre el Origen de la Comunidad Política

Teoría del Derecho Natural

Aristóteles defendió que el ser humano es un zoon politikon, es decir, un ‘animal social’ por naturaleza. Necesitamos vivir en sociedad, ya que la sociabilidad forma parte intrínseca de nuestra naturaleza humana desde el nacimiento, con el fin de alcanzar nuestro objetivo: la felicidad. De esta dimensión social surge la necesidad de construir un Estado (polis) con un poder político cuya función sea resolver las necesidades de los ciudadanos.

Tomás de Aquino explicó que, si la sociabilidad es propia del ser humano, también lo son la autoridad y el gobierno, ya que sin ellos no se podría organizar la comunidad política. Destacó que el fin último del ser humano no se debe únicamente a la voluntad humana, pues todos nos encontramos bajo la ley de Dios, que se refleja en la ley natural. La autoridad de los gobernantes, según Aquino, proviene de Dios a través del pueblo; en caso de abusar del poder, se convierten en tiranos.

Teorías Contractualistas

El origen del poder político, según estas teorías, reside en un contrato social entre los miembros de la comunidad política. Los individuos ceden parte de sus derechos al Estado a cambio de que este garantice la paz y el orden, defendiendo así que la sociedad es una creación para facilitar nuestra vida.

Estas teorías imaginan cómo vivían los seres humanos antes de la existencia de la sociedad, un período denominado ‘estado de naturaleza‘, donde intentaban sobrevivir de forma aislada con sus desventajas. Con el tiempo, los seres humanos deciden vivir juntos para mejorar su situación, concibiendo este ‘estado de naturaleza’ como una hipótesis para entender el funcionamiento de la sociedad.

Thomas Hobbes apoyó esta teoría mediante dos postulados fundamentales:

  • Cada ser humano pretende disfrutar exclusivamente de todos los bienes. De ahí la famosa frase: «El hombre es un lobo para el hombre», lo que convierte el estado original del ser humano en un estado natural de guerra permanente de todos contra todos.
  • Toda persona tiene una razón natural que la impulsa a huir de una muerte violenta.

Esto los lleva a redactar un contrato social, renunciando a su deseo de poseerlo todo. Así se crea el Estado civil, representado por un soberano que posee autoridad a cambio de terminar con la inseguridad del estado de naturaleza. El resto son sus súbditos, quienes deben obedecer su voluntad, justificándose así la idea de monarquía absoluta. Si el soberano no es capaz de conseguir la paz y el orden, será sustituido por otro gobernante más eficaz.

John Locke sostenía que el estado de naturaleza no conlleva inevitablemente un estado de guerra. Por ello, se crea el Estado civil, cuya finalidad es proteger los derechos naturales de los ciudadanos: el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada.

En el estado de naturaleza, estos derechos no siempre eran respetados. Por tanto, el Estado surge con la finalidad de garantizarlos. Asimismo, los ciudadanos debían conservar su derecho a defenderse frente al poder político. Locke propuso la separación de poderes dentro del Estado y la separación Iglesia-Estado.

Jean-Jacques Rousseau postuló que el ser humano en estado de naturaleza era bueno y feliz. El contrato social y el poder político surgieron de la necesidad de asociarse para sobrevivir. Sin embargo, la creación de la sociedad dio lugar a la aparición de la propiedad privada, lo que generó desigualdades y la necesidad de transformar la sociedad. Rousseau propuso la creación de un contrato social adecuado para que triunfara la justicia, donde el poder debía perseguir el bien del pueblo, siendo este el único soberano legítimo. El pueblo podía participar en los asuntos políticos, mientras que los gobernantes serían personas encargadas de acatar su voluntad, y en caso de no cumplirla, podían ser sustituidos. Esta teoría sirvió como base del sistema político democrático, en el que el poder reside en el pueblo.

Durante la Edad Contemporánea, John Rawls supuso un intento de renovación del contractualismo. Mantuvo que la ley y el derecho deben surgir de unos principios aceptados por todos, siendo su base la autonomía de la persona. Esto implica tener la libertad de escoger sin dañar la libertad de otros. Tras llegar a un acuerdo sobre estos principios, se alcanzaría un régimen democrático justo.

Teorías Historicistas

Estas teorías consideran que las sociedades y sus instituciones son fruto de un proceso evolutivo dirigido por leyes históricas. Esta evolución social, según sus postulados, conducirá a una sociedad perfecta en la que ningún ser humano sea dominado por otro, y donde el poder político no necesitará imponer sus leyes.

Para Auguste Comte, la historia humana sigue su evolución mediante tres estados o etapas:

  • El estado teológico: La humanidad busca entender el mundo a través de la religión y las creencias.
  • El estado metafísico: Las explicaciones transitan de lo divino a lo abstracto, buscando principios metafísicos que expliquen la realidad.
  • El estado científico (o positivo): La humanidad busca comprender la realidad mediante la observación, la experimentación y la razón, utilizando el método científico para descubrir leyes que explican los fenómenos. Comte entendía la historia como un progreso hacia la comprensión científica del mundo, y creía que la organización social perfecta existiría cuando los científicos fueran quienes gobernaran.

Sin embargo, al final de esta evolución, la humanidad se dirigiría a sí misma sin necesidad de gobiernos.

Karl Marx sostuvo que la historia es el resultado de la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas productivas. La historia se divide en etapas, cada una caracterizada por un modo de producción diferente, como el esclavista, el feudal y el capitalista. El motor de la historia es la lucha de clases, surgida de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Estas tensiones conducen a revoluciones que hacen avanzar a la sociedad (hacia el socialismo). En la etapa final (el comunismo), se eliminarán todas las relaciones de poder entre los individuos, y tanto el Estado como las clases sociales desaparecerán.

La Política como Ética Pública

Nuestra forma de organización social actual se debe a la crisis del sistema feudal, que dio origen a la formación de los estados nacionales, el marco político predominante hoy en día.

El Estado es una institución cuyo poder es ejercido de manera legal cuando quienes están bajo su influencia reconocen su autoridad, desarrollando sus funciones dentro de una zona geográfica definida. Según Max Weber, el Estado es la única institución que puede usar la violencia de manera legítima dentro de un territorio.

La actuación política es una acción moral. Se diferencia entre la ética política, que se refiere al desarrollo de la ética de la persona en el ámbito público, y la ética pública, que se ocupa de las relaciones entre personas e instituciones, contribuyendo a la convivencia entre diferentes culturas.

La filosofía política se ocupa de la ética pública, y sus valores o virtudes fundamentales son:

  • Solidaridad: Se basa en ayudar a quien lo necesita, poniendo a su disposición los bienes propios, lo que refleja el nivel ético de una sociedad.
  • Responsabilidad Pública: Es una consecuencia del principio democrático del control del poder por parte de los ciudadanos, ya que quien posee un cargo público debe responder por las decisiones que toma, tanto para bien como para mal.
  • Justicia: Se diferencian cuatro virtudes cardinales: templanza (asociada a la ‘historia de bronce’), fortaleza (a la ‘historia de plata’), y prudencia más justicia (a la ‘historia de oro’), teniendo como finalidad el equilibrio de la vida social.

La Justicia y la Paz Social

La justicia organiza las relaciones sociales, distinguiendo tres tipos:

  • Conmutativa: Se centra en el intercambio justo entre personas, donde cada cual recibe lo que le corresponde según su aportación, respetando la igualdad y la equidad en las relaciones.
  • Distributiva: Se refiere a cómo se distribuyen los recursos en una sociedad, asegurando que cada persona reciba lo que se merece o necesita.
  • Legal: Se refiere a la aplicación de leyes para resolver conflictos y proteger los derechos de los individuos. Plantea que la contribución de los ciudadanos al Estado tiene como finalidad el bien común, y la contribución del Estado es establecer leyes para el bien común.

El Estado debe crear un orden social para una convivencia pacífica, basada en la seguridad y la paz social, con el fin de alcanzar el bien común, para lo cual la justicia es indispensable.

La libertad es un derecho fundamental, una condición esencial para el desarrollo personal. Por ello, el Estado debe facilitar las condiciones para el desarrollo individual. Al mismo tiempo, los ciudadanos deben respetar la libertad de los demás miembros, y el Estado debe intervenir cuando esta libertad sea impedida.

El Bien Común

El fin último de la comunidad política es el bien común. Para ello, debe crear un ambiente adecuado para que la persona pueda desarrollarse plenamente. Al mismo tiempo, los individuos no deben actuar en contra del bien común, el cual requiere ciertas condiciones fundamentales:

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La construcción de este bien común es fundamental y recae en los individuos de la sociedad, siendo el bien común un deber y un derecho irrenunciable. El bien individual debe ceder ante las exigencias del bien común, encontrándose en función de este.

La Sociedad Civil

La sociedad civil contribuye a mejorar nuestra convivencia sin depender directamente del Estado. Está asociada a intereses económicos, la transmisión de valores, e incluye organizaciones como asociaciones vecinales, ONG, etc. Esta sociedad civil desarrolla el bien común mediante la defensa de la dignidad, los derechos humanos, la igualdad entre géneros, entre otros.

En un Estado democrático, el Estado debe apoyar a la sociedad civil, ya que no siempre posee recursos suficientes para satisfacer todas las necesidades. El poder político debe cubrirlas para que las personas puedan acceder a los recursos que necesitan. Por otro lado, el Estado no debe intervenir en aquello que elimine la participación de la sociedad civil, interviniendo solo cuando esta sea incapaz de actuar por sí misma.

Los Derechos Humanos: Fundamentos y Evolución

El concepto de justicia está estrechamente relacionado con el concepto de derecho, diferenciándose entre derecho natural y derecho positivo:

  • Derecho Natural: Son normas universales referidas a aspectos de la vida que provienen de la naturaleza humana, sirviendo de base para el derecho positivo. El derecho natural plantea que cualquier persona tiene derechos y deberes propios de su naturaleza, siendo universales, inviolables e irrenunciables. Es fundamental para decidir si una ley civil es justa o no.
  • Derecho Positivo: Son normas escritas por la autoridad, fruto de un acuerdo, distinguiendo entre:
    • Derecho civil: Se ocupa de las relaciones entre personas particulares.
    • Derecho público: Se centra en las relaciones entre el Estado y los particulares.

Los Derechos Humanos (DDHH) son derechos naturales basados en la dignidad, que todo ser humano posee simplemente por el hecho de ser persona. El poder político tiene la obligación de respetarlos y garantizarlos. Sus características principales son:

  • Inherentes: Son derechos que se tienen por el hecho de ser humano, no son otorgados por ningún Estado.
  • Inalienables e inviolables: No pueden cederse ni renunciar a ellos, ni tampoco pueden ser arrebatados, pues forman parte de nuestra persona.
  • Imprescriptibles: No pueden perderse con el tiempo ni caducar.
  • Universales: Todas las personas disfrutan de ellos, independientemente de su raza, sexo, religión, etc.

Al provenir del derecho natural, el Estado no crea los DDHH, sino que simplemente declara su existencia. Su reconocimiento ha requerido una larga lucha a favor de la dignidad y en contra de los abusos y la intolerancia. Su reconocimiento formal se dio en 1948, cuando la ONU los recogió en su Declaración Universal de Derechos Humanos, convirtiéndose en un referente para su ejercicio.

Se diferencian tres generaciones de DDHH, recogidas en el derecho positivo:

  • Derechos de 1ª Generación (Siglo XVII): Se refieren a los derechos del ciudadano, plasmados en documentos como la Constitución de Virginia y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (Revolución Francesa). Se dividen en:
    • Derechos civiles: Protegen la libertad, la propiedad, la seguridad, etc.
    • Derechos políticos: Garantizan la participación ciudadana en la vida pública.
  • Derechos de 2ª Generación (Siglo XIX): Reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU (1948). Se dividen en:
    • Derechos laborales: Surgen de los movimientos obreros, buscando desarrollar la igualdad y la justicia social.
    • Derechos culturales: Establecen una legislación social propia del Estado del bienestar en Europa.
  • Derechos de 3ª Generación (Siglo XX): Se refieren a derechos medioambientales, entre otros, tratados en la Conferencia de la ONU (1992), que refuerzan la solidaridad y la protección del planeta.

Su promoción y protección es fundamental para construir una sociedad justa y pacífica. Sin embargo, no todos los Estados están obligados a que se cumplan dentro de sus fronteras, y existen lugares donde no siempre son respetados. Por ello, se han creado organizaciones internacionales encargadas de defenderlos, muchas de ellas dependientes de la ONU, aunque también existen ONG que trabajan para mejorar su situación en el mundo.

Por otra parte, existen diferentes órganos para su defensa y protección. En nuestro país, están garantizados por la Constitución y la ley. Cuando sea necesario, se puede acudir a órganos superiores como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. A nivel mundial, existe una Corte Penal Internacional, aunque no todos los Estados la reconocen o recurren a ella.

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