Ética Aristotélica
Introducción
La ética aristotélica fue creada por Aristóteles en el siglo IV a. C. y está muy influenciada por las ideas de su maestro, Platón, quien daba gran importancia a la razón como medio para buscar valores universales en filosofía. En la misma línea, Aristóteles defendía la teleología, es decir, la creencia de que todo ser vivo tiene un fin, siendo el del ser humano la vida contemplativa basada en la razón.
Desarrollo
Para Aristóteles, el fin último del ser humano es la eudaimonía, que él define como la buena vida o la actividad virtuosa según la razón. La palabra eudaimonía viene del griego, eu, que significa ‘bien’ o ‘bueno’, y daimon, un término usado por el intelectualismo socrático (defendido por Platón) para referirse a una voz interior que permite el progreso moral.
La principal diferencia con el intelectualismo socrático radica en la forma de entender la razón. Para Aristóteles, la razón se entiende de forma más práctica, como la capacidad de saber elegir, la prudencia (phrónesis), mientras que para Sócrates y Platón era un concepto más teórico. Para Aristóteles, la phrónesis es “la capacidad de escoger el justo medio, adecuado a nuestra naturaleza, tal como es determinado por la razón, y como podría determinarlo el sabio.”
Según Aristóteles, la eudaimonía se encuentra en el punto medio entre dos extremos: el exceso y el defecto. A esto se le conoce como la teoría del justo medio. No se trata de una media aritmética, sino de la moderación entre extremos, y el medio para encontrar ese justo medio es la phrónesis.
Aristóteles admite que la razón no es lo único necesario para alcanzar la eudaimonía; también son necesarias la amistad (o base social) y la base económica, lo que implica la necesidad de vivir en sociedad.
Conclusión
En resumen, la ética aristotélica se basa en la búsqueda de la eudaimonía como fin último de la vida. La razón, la phrónesis y los recursos materiales y sociales son clave para alcanzar la buena vida.
Una crítica a esta filosofía es que implica que solo quienes poseen la razón pueden ser felices, y dado que solo los hombres libres (en su contexto histórico) poseían la razón, solo ellos podían alcanzar la eudaimonía.
Marxismo
Desarrollo
El marxismo es una corriente filosófica y política desarrollada por Karl Marx y Friedrich Engels en el siglo XIX. Su origen se encuentra en el contexto de la Revolución Industrial, donde la clase obrera sufría condiciones de explotación extrema debido al avance del capitalismo y la precariedad de la vida laboral. Marx y Engels criticaron el liberalismo económico, que defendía la libertad de mercado y la propiedad privada. Aspiraron a desarrollar una teoría científica para comprender las dinámicas sociales y económicas de su tiempo.
Marx sostuvo que el motor de la historia es la lucha de clases, una batalla constante entre los grupos sociales que poseen los medios de producción y aquellos que solo tienen su fuerza de trabajo para vender. Las clases sociales se dividen en dos principales: la burguesía, dueña de los medios de producción, y el proletariado, que vende su fuerza de trabajo. Marx explicó que la relación entre estas clases es explotadora, ya que la burguesía obtiene una ganancia, la plusvalía, que es el valor producido por los trabajadores más allá de lo que se les paga.
La explotación lleva a la alienación, un proceso por el cual el trabajador se siente separado del producto de su trabajo, ya que no tiene control sobre lo que produce ni sobre las condiciones de su labor. Esta alienación también afecta a su vida social y humana, convirtiéndose en una mera pieza dentro de la maquinaria capitalista. Marx propuso que la solución a esta situación era la revolución social, donde los trabajadores tomarían el control de los medios de producción y establecerían una sociedad sin clases.
Marx también desarrolló la teoría de la infraestructura y la superestructura. La infraestructura hace referencia a los medios de producción (fábricas, recursos, tecnología), mientras que la superestructura son las instituciones sociales, políticas y culturales que dependen de la base económica. Según Marx, la superestructura justifica y mantiene el sistema capitalista, pero también puede ser transformada mediante la concientización de los trabajadores, la organización política y la movilización de las masas, generando eventualmente una transformación radical de la sociedad.
En conclusión, el marxismo critica las desigualdades y explotación inherentes al capitalismo y busca una transformación radical de la sociedad. Aunque muchos intentos de concretar sus ideas en el siglo XX no tuvieron el éxito esperado, sus principios siguen siendo influyentes, especialmente al analizar las desigualdades sociales y económicas actuales. Hoy en día, los debates marxistas se mantienen vigentes, especialmente en lo que respecta a la justicia social y la redistribución de la riqueza.