Guillermo de Ockham: Pensamiento Clave del Siglo XIV

Guillermo de Ockham (1285-1349)

Filosofía Medieval del Siglo XIV

Aunque es cronológicamente posterior, de cara al informe de este mes vamos a estudiar antes a Sir Guillermo de Ockham que a Tomás de Aquino. Algo tendrá de interesante si el gran escritor italiano Umberto Eco, fallecido este mismo año, se inspiró en él a la hora de crear su inmortal personaje de El nombre de la rosa: Guillermo de Baskerville.

Guillermo a Adso: “- Entonces piensa si acaso no sería más… ¿cómo decirlo?… menos oneroso para nuestra mente pensar que Adelmo, por razones que aún debemos averiguar, se arrojó sponte sua por el parapeto de la muralla, rebotó en las rocas y, ya muerto o herido, se precipitó hacia el montón de estiércol. Después, el huracán de aquella noche provocó un derrumbamiento que arrastró el estiércol, parte del terreno y también el cuerpo del pobrecillo hasta el pie del torreón oriental.”

“-¿Por qué decís que ésta es una solución menos onerosa para nuestra mente?”

“-Querido Adso, no conviene multiplicar las explicaciones y las causas mientras no haya estricta necesidad de hacerlo. Todo se explica utilizando un menor número de causas.”

Introducción

Contexto histórico, social, cultural y filosófico

El siglo XIV fue un siglo convulso, marcado por las desgracias de la guerra, el hambre y la peste, y dominado por una inestabilidad política, social y religiosa que provocó el derrumbamiento de las instituciones del mundo medieval.

  • La llamada peste negra asoló Europa durante varios años, lo que unido a las hambrunas provocadas por las malas cosechas, originó la muerte de la mitad de la población.
  • Los conflictos militares se sucedieron y dio comienzo la guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia.
  • Socialmente, el auge de la burguesía debilitó las relaciones de vasallaje y se produjeron revueltas en el campesinado debido a las condiciones de producción.
  • Los príncipes rechazaron las injerencias del Papa en sus reinos, con lo que se inicia un momento de crisis en la Iglesia. En 1309, el Papa Clemente V trasladó la sede del papado de Roma a Aviñón, comienzo del llamado Cisma de Occidente, que supuso la división de la Iglesia en dos: una en Roma, con Urbano VI de Papa, y otra en Aviñón, con Clemente VII de Papa. Que la Iglesia tuviera dos papas y que estos se vieran envueltos en las luchas por el poder terrenal causó malestar y desorientación entre los fieles.
  • Desde el punto de vista cultural, las lenguas nacionales fueron abriéndose paso. Se abandona el idealismo del caballero feudal y se introduce el realismo. Además, aparecen un grupo de artistas que anticipan el movimiento renacentista: Dante, Boccaccio, Petrarca y Giotto.
  • Filosóficamente, estamos en el siglo de la decadencia de la escolástica. La razón se libera del yugo de la fe, dando comienzo a un proceso paulatino e imparable de secularización del pensamiento. Entre los pensadores más destacados de la época se encuentra el maestro de Ockham, Duns Scoto.

Vida y curiosidades

Nació en Surrey, en el pueblo de Ockham. Ingresó en la orden franciscana y estudió en la universidad de Oxford. El papa Juan XXII condenó su doctrina, motivo por el que huyó a Múnich en 1330. Aquí, bajo la protección de Luis de Baviera, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, desarrolló una intensa actividad polémica en materia política y religiosa. Muere en esta ciudad en 1349, seguramente contagiado por la peste negra. Entre sus obras más importantes destacan la Suma de lógica (1328) y Diálogo entre un maestro y un discípulo acerca de la potestad del Emperador y el Pontífice (1341).

La Filosofía Ockhamiana

Conocimiento

La navaja de Ockham

Es el principio por el que ha pasado a la historia. Es una metodología que implica eliminar todo lo accesorio y simplificar al máximo las explicaciones de los fenómenos (“no hay que multiplicar los entes sin necesidad”, formulación hecha por Clauberg). De esta forma, elimina de la filosofía aquellos conceptos y seres superfluos que solo contribuyen a alejarnos de la verdad.

Principio de la singularidad

No existen esencias universales comunes a varios individuos. Los universales no existen de forma objetiva, solo son nombres que se han ido utilizando por motivos prácticos, ya que es más cómodo utilizarlos para hablar de un conjunto de fenómenos y no tener que nombrar todas las cosas una a una. Solo existen las cosas concretas y singulares. Esta teoría ha recibido el nombre de nominalismo.

El nominalismo

Se desarrolla a partir de la lógica de términos compendiada por Pedro Hispano en el siglo XIII, basada a su vez en la lógica aristotélica y centrada en los términos que aparecen en las proposiciones. Así, se distinguen:

  • Conceptos: signos naturales que surgen por el funcionamiento natural del alma. Por ejemplo, el concepto “árbol”.
    • Intenciones primeras: signos naturales que se aplican a las cosas.
    • Intenciones segundas: signos naturales de intenciones primeras, es decir, conceptos de conceptos. Por ejemplo, los términos “género” y “especie” no se aplican a las cosas mismas, sino a conceptos.
  • Palabras: signos convencionales, cuyo significado se establece por acuerdo. Por ejemplo, la palabra castellana “árbol” o la palabra inglesa “tree”.

Tanto los conceptos como las palabras, es decir, tanto los signos naturales como los convencionales, solo sirven para sustituir, hacer las veces de un objeto en el discurso. Los signos, al no existir los universales fuera del alma, nunca pueden representar esencias inexistentes.

Tipos de conocimiento

Ockham parte de la distinción de su maestro Duns Scoto entre conocimiento abstracto y conocimiento intuitivo.

  • Abstracto: establece relaciones entre conceptos o ideas, no entre las cosas mismas. Prescinde de la singularidad de lo real y concreto para enunciar proposiciones generales.
  • Intuitivo: es un conocimiento inmediato y evidente, basado en la experiencia, que nos impone una certeza acerca no solo de individuos particulares, sino también de nuestros propios actos.

Como solo existe lo singular, el objeto de nuestro conocimiento solo puede ser lo individual, de forma que el conocimiento fundamental es el intuitivo y experiencial: solo podemos conocer lo singular de forma directa e inmediata.

Razón y fe

Como solo se puede conocer aquello que puede ser intuido o experimentado, Dios y todo lo que concierne a los artículos de fe no entran en la esfera de la razón. De esta forma se consuma la separación entre fe y razón: una y otra no se necesitan en ninguno de sus aspectos. Los argumentos teológicos, aunque usan la razón para deducir, parten de premisas conocidas por la fe, así que sus conclusiones también pertenecen a este ámbito. Para que pertenecieran al ámbito racional, sus premisas deberían ser evidentes por sí mismas. Además, el conocimiento que la razón puede ofrecer sobre la existencia de Dios es solo meramente probable. Solo mediante la fe se puede tener un conocimiento cierto, concluyente y necesario de su existencia. Y la fe depende de un don, de la gracia, es decir, directamente de la voluntad de Dios.

Ética

El voluntarismo

Ockham pone a la voluntad por encima del entendimiento como facultad protagonista de la vida moral humana, restando importancia al papel de la razón. Lo que es bueno no es bueno en sí (si no, Dios no habría podido dejar de elegirlo, lo que limitaría su poder), sino que es bueno porque Dios lo ha elegido. Esto supone que si Dios hubiera querido que robar o mentir fueran buenos, lo habrían sido. Nada limita la voluntad divina. Su absoluta libertad implica que Dios no está sujeto a ideas o plan alguno.

Política

La pobreza evangélica

Postula el retorno de la Iglesia a su dimensión puramente espiritual, reparadora de los efectos del pecado y alejada de la riqueza. En su obra Opus nonaginta dierum defiende la doctrina franciscana sobre la pobreza evangélica, declarada herética por el Papa Juan XXII. Según Ockham, la posición papal es contraria a las Escrituras y a la enseñanza de los Padres. Aunque la pobreza impuesta por Cristo a la Iglesia es un mandato de perfección voluntaria, que no puede ser impuesto a la fuerza, tampoco puede ser impedido a quienes voluntariamente deciden imitar a Cristo en este punto, renunciando a toda propiedad y limitándose a usar las cosas que sus benefactores ponen libremente a su disposición.

El poder papal

Mantiene la independencia de los dos poderes, el religioso y el político. Por eso critica el absolutismo papal: según Juan XXII, la autoridad imperial procedía de Dios solo a través del Papa y por ello solo él tenía autoridad absoluta. Ockham defiende que el poder político viene de Dios y se manifiesta en la voluntad del pueblo. El emperador, nombrado a través de electores que representan al pueblo, es el receptor legítimo del poder temporal y no requiere la aprobación del Papa para tomar sus decisiones. Uno de los argumentos esgrimidos por Ockham se basa en el ejemplo de Jesús: Cristo, en cuanto hombre mortal, careció de poder político y no lo buscó. Además, no confirió a Pedro y sus sucesores ningún poder temporal, sino una autoridad espiritual en un ministerio pastoral sobre la comunidad cristiana de hombres libres, una autoridad que no puede ejercerse como poder coercitivo. Por otra parte, Jesús se sometió a las leyes del Imperio y reconoció su autoridad: “Dad a César lo que es de César” (Mt 21, 22).

También niega el poder absoluto al Papa en el ámbito de la Iglesia, ya que esta nació como una comunidad libre, unida por reconocer la verdad de Cristo, y ajena a los intereses mundanos del poder y la propiedad. Poder y propiedad no son consustanciales a la naturaleza humana (no se daban en el Paraíso), sino efecto de la corrupción de la misma por el pecado original. En la medida en que la Iglesia es ajena a estas realidades mundanas se muestra la restauración del hombre operada por Cristo y la ley evangélica. Si las persiguiera, perdería su auténtica dimensión cristiana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *