El tema de nuestro tiempo: Fundamentos del Pensamiento Orteguiano
En esta obra de 1923, dividida en diez lecciones y una sección de apéndices, Ortega parte de la idea de que el pensamiento de una época puede ser afrontado mediante dos actitudes contrapuestas: si se opta por la aceptación, se vive en una época de «filosofía pacífica», pero si, como ocurre en nuestro tiempo, se intenta la superación, estaremos en una época de «filosofía beligerante». Cuando el pensamiento se vuelve beligerante, se organizan dos grupos antagónicos: la masa, que insiste en prorrogar la ideología establecida, y una «minoría de corazones de vanguardia», que propone algo nuevo y radical. Esta minoría corre el riesgo de no ser entendida y de ser apartada por la masa, pero constituye lo que Ortega denomina una «generación». Cada generación representa una cierta actitud vital, una manera distinta de sentir, de pensar y de valorar la existencia. Cada generación recibe el pensamiento de la anterior y le corresponde la tarea de continuar la «sensibilidad vital» de la precedente, o bien de cambiarla. Ortega se presenta como un ser humano de un tiempo nuevo y quiere estar a la altura de ese tiempo; por eso, en su filosofía tiene que acometer la definición del tema de ese tiempo nuevo, que ya no será ni el de los antiguos ni el de los modernos.
Racionalismo, Relativismo y el Advenimiento de la Razón Vital
En la Modernidad se han planteado dos teorías para definir la relación entre cultura y vida, o entre verdad y vida: el racionalismo y el relativismo. Ortega se enfrenta a ambas, porque las considera erróneas, y quiere abrirse a una forma de pensar y de sentir que no ponga la vida al servicio de la cultura, sino viceversa; pretende dejar atrás la «razón pura» e inaugurar el tiempo de la «razón vital». En el primer texto, «Relativismo y racionalismo», se presentan y a la vez se superan las doctrinas relativista y racionalista como teorías sobre la verdad: para el relativismo, la verdad no existe y el conocimiento queda abocado al escepticismo; según el racionalismo, la verdad existe y es una, pero la razón se olvida de la vida y se convierte en «razón pura». En el segundo texto, «La doctrina del punto de vista», Ortega esboza su perspectivismo o doctrina del punto de vista: no existe el punto de vista absoluto, abstracto, ubicuo. La realidad se ofrece en perspectivas individuales, así que la perspectiva, como uno de los elementos de la realidad, lejos de deformarla, la organiza.
Comentario al Banquete de Platón: Mundo, Existencia y Circunstancia
El tercer texto seleccionado corresponde a una obra de Ortega fechada en 1946: Apuntes para un Comentario al Banquete de Platón, que sería publicada póstumamente en el tomo IX de sus Obras completas. En dicha obra, Ortega se propone analizar el Banquete de Platón, pero enseguida desvía la atención de la obra platónica aludida a los temas de su propia filosofía: en este caso, las nociones de mundo o circunstancia, de existencia, de ser, pero también, por ejemplo, los conceptos de lenguaje, de habla y de cuerpo; de este último dice Ortega que es la «abreviatura de nuestro destino».
La Existencia Humana como «Ser Aquí y Ahora»
En este fragmento analiza la existencia humana, indicando que consiste en «encontrarse siendo aquí y ahora». Estos términos aluden de manera simbólica al mundo del ser humano, y ese concepto, mundo, cabe definirlo como la circunstancia. La circunstancia no es elegida: nos viene dada; por eso se nos impone. Pero circunstancia también significa actualidad, por eso, el mundo es el mundo de aquí y de ahora: la circunstancia actual. En relación con el ser humano, el mundo o la circunstancia se caracteriza por un sentido primordial: «sernos», dice Ortega; es decir, el mundo se compone de «lo que nos es». Eso que «nos es» resulta ser tanto lo real como lo fantástico, lo presente como lo ausente, etc. Por eso conviene distinguir el mundo humano del mundo que nos presenta la física, que solo realiza una interpretación del mundo dejando de lado cosas que también nos son, que forman parte de nuestro verdadero mundo.
Crítica al Idealismo y la Realidad de la Circunstancia
Contra el idealismo, Ortega insiste en que el mundo no solo es para mí, sino que yo también soy al mundo; es decir, que la relación entre el mundo y el yo es de una doble dirección. Se entrevé la idea orteguiana de la coexistencia originaria entre el yo y el mundo. En el fragmento objeto de comentario, Ortega matiza que el mundo como circunstancia no es el mundo de las cosas como tal; es preciso, dice, abandonar el concepto de «cosa», porque no muestra correctamente la realidad: «cosa» solo es sinónimo de «algo», y con esta palabra podemos designar cualquier objeto, así que no resulta aclaratoria de nada. El mundo en el que vivimos no se compone de cosas, ni materiales ni espirituales. El mundo en el que vivimos se compone de circunstancias. Materia y espíritu son mitos, que pueden ser útiles en algún aspecto, pero que no describen lógicamente la realidad. En cambio, el término de «circunstancia» o «mundo» es todo cuanto nos afecta de alguna manera. La auténtica realidad es nuestra circunstancia, y esta se compone de todo lo que nos pasa. En medio de esa circunstancia, el ser humano, cada ser humano, tiene que actuar, sobreponerse: «salvarse», dice Ortega.
Ahora bien, la circunstancia no es el único elemento que define nuestra vida; a la vez, esta viene definida por todo lo que hacemos, es decir, por nuestras decisiones, pues estamos abocados a ser libres, a ejercitar nuestra libertad.
Ortega y Descartes: Dos Visiones del Yo, el Mundo y la Verdad
Es posible confrontar el problema filosófico expuesto en el texto de Ortega con las ideas que Descartes, en el siglo XVII, tenía del mundo y del yo.
El Yo, el Mundo y la Noción de Sustancia
Si, según Ortega, el yo es un ser en el mundo, porque su vida consiste en convivir con una circunstancia, y esa vida es la realidad radical, es decir, la verdad primordial, básica, primera; para Descartes, por su parte, tanto el mundo como el yo son sustancias, cosas o realidades que no precisan de otras para ser, pues Descartes definía la sustancia como aquello que no necesita de otra cosa para existir. En cambio, Ortega entenderá el concepto de sustancia como sinónimo de inmovilidad, esencialidad inmutable, es decir, lo contrario a toda realidad histórica, cambiante. Según Ortega, ese es el grave error de Descartes y del racionalismo, que para salvar la verdad, renuncia a la vida, pensando de manera «antihistórica» y «antivital». Para Descartes, la verdad primera es el «yo pienso». Por eso afirmaba: «Pienso, luego existo». Ortega, en cambio, defiende que «Yo soy yo y mi circunstancia», así que el mundo, la circunstancia, es para el ser humano el hecho mismo de su existir.
La Verdad Radical y el Contraste entre Razón Vital y Razón Pura
Si, para Ortega, la verdad radical es el hecho de vivir en el mundo o de convivir con una circunstancia construyendo libremente un proyecto de vida, en la filosofía de Descartes la verdad radical está relacionada con la evidencia como criterio de verdad: verdadero es aquello de lo que no es posible dudar, es decir, lo evidente. Si, en Descartes, el yo se define por el atributo del pensamiento y de esta actividad no es posible dudar, en la filosofía de Ortega, el pensar es uno de los innumerables «haceres» que completan la existencia humana. Es cierto que es un hacer fundamental e irrenunciable, pero en la definición de la existencia humana Ortega pone el énfasis en el concepto de vida como acción, y no tanto en el de pensamiento. La razón, dice Ortega, ha de quedar dedicada a la vida, no al revés. Por eso, Ortega confronta su «razón vital» a la «razón pura», que sería la propia del racionalismo cartesiano. Ortega critica que Descartes se haya olvidado de la vida al divinizar la razón como si esta pudiera prescindir de la realidad radical que es vivir.
Profundización: El Pensamiento como «Hacer» y la Primacía de la Vida
Si, en Descartes, el yo se define por el atributo del pensamiento y de esta actividad no es posible dudar, en la filosofía de Ortega, el pensar es uno de los innumerables «haceres» que completan la existencia humana. Es cierto que es un hacer fundamental e irrenunciable, pero en la definición de la existencia humana Ortega pone el énfasis en el concepto de vida como acción, y no tanto en el de pensamiento. La razón, dice Ortega, ha de quedar dedicada a la vida, no al revés. Por eso, Ortega confronta su «razón vital» a la «razón pura», que sería la propia del racionalismo cartesiano. Ortega critica que Descartes se haya olvidado de la vida al divinizar la razón como si esta pudiera prescindir de la realidad radical que es vivir.