Resúmenes Introductorios
Resumen 1: La Ciencia y sus Características
Idea principal: La explicación exhaustiva de cómo es la ciencia y de las características de lo que estudia.
Tesis Fundamentales:
- En la primera tesis, se ponen de manifiesto las virtudes dianoéticas, que son disposiciones del intelecto: la sabiduría, la intelección y la ciencia (que presentan un conocimiento teórico con el que se estudian los objetos necesarios); y la técnica o arte y la prudencia (que presentan un conocimiento basado en la acción con el que se estudian los objetos contingentes). Estas virtudes se contraponen a la opinión y a la suposición, que son subjetivas.
- La segunda tesis es la definición de una virtud dianoética, en concreto, la ciencia. Se explica que se pueden estudiar dos tipos de objetos: los necesarios, que siempre se comportan igual, y los contingentes, que no siempre son iguales e incluso podrían haber sido de otra manera a como son. La ciencia, pues, estudia los objetos necesarios, que son eternos, ingénitos e indestructibles. Que la ciencia sea enseñable es otra de sus características, ya que, al estudiar objetos necesarios, se puede transmitir.
- En la tercera tesis, se plantea una necesidad de la ciencia: el razonamiento deductivo e inductivo. Mientras que la inducción va de la experiencia sensible a los rasgos generales (más Nous), la deducción parte de axiomas generales para llegar a una conclusión particular. Sin inducción no hay ciencia ni deducción.
Conclusión: Se concluye que la ciencia sí tiene una explicación científica y, cuando se puede demostrar, se tiene un saber científico. Por el contrario, tendría ciencia por accidente quien no conoce sus axiomas.
Resumen 2: Diferencias entre Arte y Prudencia
Idea principal: La diferencia que hay entre el arte y la prudencia.
Tesis Fundamentales:
- La primera tesis compara la diferencia entre arte y prudencia, y explica que saber producir y saber actuar no es lo mismo, ya que en ambas maneras se utiliza la razón, pero de diferente forma. El primer uso de la razón se emplea en la acción de realizar acciones morales, y el segundo uso de la razón sirve para producir cosas; por esto se dice que tiene un conocimiento verdadero. Por eso, Aristóteles decía que se puede ser buena persona, pero malo en el trabajo que se realiza, o viceversa, y que también existen grados, es decir, buenos técnicos y malos técnicos.
- En la segunda tesis, Aristóteles distingue entre la producción y la acción, y dice que ambas estudian objetos contingentes. Los objetos pueden ser contingentes (lo que significa que las cosas pueden ser de otra manera a como son) y también pueden ser necesarios.
A continuación, está la relación entre arte y azar: se establece una relación entre arte y azar porque el azar se «cuela» en la producción artística.
La diferencia entre arte y naturaleza es que no hay arte de cosas contingentes ni de cosas que se producen de acuerdo con su naturaleza, pero estas últimas tienen el fin en sí mismas.
Resumen 3: La Importancia de la Prudencia
Idea principal: La importancia de la prudencia en todos los aspectos.
Tesis Fundamentales:
- La primera tesis se basa en la explicación de la prudencia y los aspectos a los que afecta, y una comparación entre el técnico y el prudente.
- La segunda tesis nos explica que la prudencia es la única que delibera; por lo tanto, la ciencia no delibera porque estudia los objetos que se comportan siempre igual, es decir, los objetos necesarios. También nos explica que la técnica tampoco delibera, porque esta consiste en producir o fabricar cosas y no en realizar acciones morales. Puesto que el significado de deliberar es calcular acerca de lo que es bueno moralmente hablando, y esto se puede aplicar a todos los ámbitos de la vida, tanto pública como privada.
Conclusión: Y concluye diciendo que el fin de una acción es ella misma.
1. Lo necesario y la ciencia
Existen, según el Estagirita, dos partes en el alma racional o intelectiva: una con la que percibimos las clases de entes cuyos principios no pueden ser de otra manera (necesarios), y otra con la que percibimos los contingentes. A la primera de esas partes racionales la llama «científica», y a la segunda, «razonadora», porque se encarga de deliberar acerca de lo contingente. Los «seres contingentes» son aquellos que pueden ser de otra manera. Son seres contingentes todos aquellos que pueden ser producidos por el ser humano, así como las acciones que este realiza, debiendo decidir en todo momento cómo comportarse. Esta pregunta constituye el contenido de los llamados «saberes prácticos», esto es, la Ética y la Política, que se mueven en el ámbito de la experiencia.
Los «seres necesarios» son aquellos que no pueden ser de otra manera distinta de como son, no pueden no existir, y son objeto de las llamadas «ciencias primeras» o teoréticas. Lo que es objeto de ciencia es necesario y, por tanto, eterno, ingénito (no engendrado) e indestructible. Toda ciencia es enseñable y se puede aprender, pues es un modo de ser demostrativo. Cuando uno está convencido de algo (no cabe duda de ello) y le son conocidos sus principios, entonces puede decir que sabe científicamente.
La ciencia (episteme), que forma parte de las virtudes intelectuales (aquellas que permiten al alma intelectiva alcanzar la verdad), es un conocimiento racional y universal que trata de la esencia de lo real, por oposición a la opinión (doxa). Esta distinción entre la ciencia y la opinión se remonta a Platón. La ciencia es el «conocimiento de lo universal y de las cosas necesarias» porque es el conocimiento de la causa por la que la cosa es, y esta no puede ser de otra manera.
2. La producción y la acción
Aristóteles diferencia explícitamente, en el libro VI de la Ética Nicomáquea, dos tipos de actividades (fruto de la racionalidad práctica). Es importante notar que el concepto de ciencia también alude al conocimiento o saber en general: cualquier saber es lo que podemos considerar una «ciencia». Es en este sentido en el que Aristóteles distingue entre tres tipos de ciencias: ciencias primeras o teoréticas, ciencias segundas o prácticas, y ciencias terceras o productivas. Las dos actividades fruto de la racionalidad práctica son:
- La praxis: es aquel tipo de acción que tiene un fin interno a la propia acción. Se correspondería con las acciones éticas.
- La poiesis: es aquel tipo de acción que tiene siempre un fin externo a la propia acción. Se correspondería con las actividades técnicas o productivas (el término arte procede del latín ars, y es el equivalente al término griego téchne).
Para cada tipo de actividad, Aristóteles distingue un tipo de racionalidad. La racionalidad propia de la praxis será la phrónesis o prudencia (sabiduría práctica), mientras que la racionalidad propia de la poiesis será la racionalidad técnica o productiva. En la acción moral, a diferencia de la actividad técnica o productiva, el ser humano no busca fines externos que justifiquen la acción, sino que la acción quedaría justificada por sí misma. El fin de la acción es la actividad misma y no algo diferente a ella (causa eficiente y causa final coinciden), mientras que en la producción el fin de la actividad es algo distinto a ella, esto es, el producto. Ambas, la producción y la acción, tienen en común el referirse a lo que puede ser de otra manera (contingente) y no a lo necesario.
Por tanto, una acción bien hecha es ella misma el fin, a diferencia de la producción. Practicar un arte es considerar cómo puede producirse algo que es contingente (es susceptible de ser o de no ser) y cuyo principio está en quien lo produce (causa eficiente) y no en lo producido (causa final). Dentro de los seres contingentes (que pueden ser de otra manera), encontramos el objeto producido y la acción que lo produce, esto es, el ámbito de la producción, que es distinta de la acción. El arte (téchne) es el modo de ser productivo (una virtud productiva) acompañado de la razón verdadera. Téchne indica, no el arte del artista, sino una actitud para producir, una «disposición productiva acompañada de razón verdadera». El fin de la política es para Aristóteles la acción, y no el conocimiento, pues este es un medio para realizar rectamente las acciones, pero no es el fin. A través de la acción es como nos hacemos virtuosos, siendo esta, por tanto, el objeto de la ética y la política. En el terreno de la acción, actúan solo la causa eficiente y la causa final.
3. Prudencia y moderación
La prudencia (phrónesis) es la sabiduría práctica, una virtud intelectual o dianoética que permite al ser humano deliberar correctamente. El hombre prudente es capaz de juzgar adecuadamente sobre las cosas que pueden ser buenas para él y que deben contribuir a su virtud y a su felicidad. Así, la prudencia será un modo de ser racional (virtud intelectual), verdadero y práctico, respecto a lo que es bueno para el hombre. Es la virtud de la parte racional del alma encargada de formar opiniones, pues ambas (la opinión y la prudencia) tienen por objeto lo contingente, a diferencia de la racionalidad teórica.
La moderación es un término medio respecto de los placeres corporales. El hombre moderado es aquel que es guiado por la recta razón (prudencia y término medio), por lo que no ama más esos placeres que la dignidad. Los apetitos del hombre moderado deben estar en armonía con la razón, porque el fin de ambos es lo bueno. La recta razón es la que determina el justo medio de las virtudes morales y es obra de la sabiduría práctica o prudencia. Pero el límite o norma de esta recta razón es la contemplación, obra de la filosofía (sophía).
Por tanto, la moderación es para Aristóteles algo que salvaguarda la prudencia, por lo que debe añadírsele a esta, porque un hombre que no contenga los placeres (que no sea moderado) se encontrará cegado a la hora de deliberar acerca de lo bueno, labor que corresponde a la prudencia. La moderación, por tanto, preserva a la prudencia de la perturbación que el placer y el dolor ocasionan en los juicios morales. Las virtudes morales se rigen por la regla del «justo medio»: la virtud es el término medio entre dos extremos deficientes, uno por exceso y otro por defecto. Por tanto, la moderación es necesaria para alcanzar el resto de las virtudes.
En resumen, la prudencia y la moderación constituyen dos caras (una del plano de las virtudes morales y otra del plano de las virtudes intelectuales prácticas, respectivamente) para el dominio de los deseos irracionales. Nuestros impulsos están situados en el alma sensitiva, que no es racional, pero puede ser influida por los dictados de la razón y puede ser guiada por ella gracias a las virtudes. La virtud moral de la moderación hace recto el fin que se propone el hombre en su acción, mientras que la prudencia hace rectos los medios para este fin.