Realidad eminente Descartes

Descartes afirma que se puede dudar de la existencia del cuerpo y del mundo, puesto que obtenemos información a través de los sentidos y los sentidos no son fiables, pero no puedo dudar de la existencia de mis pensamientos, de mis ideas. La subjetividad la define como el conjunto de pensamientos, ideas, representaciones… Que fluyen en mi Yo.Debido a esto, Descartes modifica la noción escolástica de idea y la define como la forma de un pensamiento, por la inmediata percepción de la cual soy consciente de ese pensamiento. Dios pone en mí su idea pero para descubrirla necesito utilizar mi razón. El atributo de la res cogitans es el pensamiento y su modo es la imaginación. Toda idea posee para él dos aspectos: 
Como acto o modo de pensamiento, en este sentido todas las ideas son semejantes. 
Según su contenido objetivo, en ello difieren las ideas unas de otras y unas contienen más realidad objetiva que otras. 
Desde este segundo aspecto, Descartes establece una distinción entre realidad formal y realidad eminente.
Llama realidad objetiva al contenido representativo de las ideas.
Realidad formal es la realidad efectiva o en acto; es la clase de realidad propia de los objetos.
Realidad eminente es una clase de realidad, más realidad que la formal ya que la incluye y le da origen. 
Así Descartes clasifica las ideas por su origen en tres tipos: 
Ideas adventicias: son las que parecen provenir de la experiencia externa; su contenido es extraño a mí y parece llegar de fuera. Por ejemplo las ciencias naturales. 
• Ideas facticias, ficticias o artificiales: las formadas o halladas por mí mismo, provenientes de mi imaginación y voluntad. Por ejemplo la idea del animal mitológico llamado centauro. Ninguna de estas dos clases de ideas pueden servir como punto de partida para acceder a una realidad exterior. 
• Ideas innatas: hay ideas que el entendimiento posee por si mismo, por su naturaleza racional. Veremos que Dios es la más eminente idea innata. 
Epistemología CARTESIANA 
La epistemología (del griego (episteme), «conocimiento», y (logos), «teoría») es una rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento científico. La epistemología se ocupa de problemas tales como las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a su obtención, y los criterios por los cuales se lo justifica o invalida. 
LA DUDA COMO Método: 
Descartes fue considerado el filósofo de la duda porque pensaba que, en el contexto de la investigación, había que rehusarse a asentir a todo aquello de lo que pudiera dudarse racionalmente. Él establecíó tres niveles principales de duda: 
En el primero, citando errores típicos de percepción de los que cualquiera ha sido víctima, Descartes cuestiona cierta clase de percepciones sensoriales, especialmente las que se refieren a objetos lejanos o las que se producen en condiciones desfavorables. 
En el segundo se señala la similitud entre la vigilia y el sueño, y la falta de criterios claros para discernir entre ellos; de este modo se plantea una duda general sobre las percepciones (aparentemente) empíricas, que acaso con igual derecho podrían imputarse al sueño. 
Por último, al final de la Meditación I Descartes concibe que podría haber un ser superior, específicamente un genio maligno extremadamente poderoso y capaz de manipular nuestras creencias. Siendo éste el más célebre de sus argumentos escépticos, no hay que olvidar cómo Descartes considera también allí mismo la hipótesis de un azar desfavorable o la de un orden causal adverso (el orden de las cosas), capaz de inducirnos a un error masivo que afectara también a ideas no tomadas de los sentidos o la imaginación (vg., las racionales). El propósito de estos argumentos escépticos, y en particular los más extremos, de los dos últimos niveles, no es provocar la sensación de que hay un peligro inminente para las personas en su vida cotidiana. Se trata de posibilidades abstractas, cuya finalidad es servir a la investigación en forma semejante a un microscopio en el laboratorio. En filosofía, la duda escéptica equivale a la suspensión del juicio (epojé) que trataban de provocar, con sus numerosos y a menudo sensatos argumentos, los escépticos antiguos (Pirronismo). 
LA DUDA CARTESIANA 
Los argumentos escépticos que enfrenta Descartes parecen estrambóticos, vistos desde la vida cotidiana y el sentido común. Pero Descartes no parece haber confundido el conjunto de creencias y convicciones que a las claras parecen indispensables para orientarnos en la práctica, con los criterios de la investigación filosófica. Esto puede apreciarse en la distinción que establece Descartes, entre las Reglas del Método (Discurso, 2) y las Reglas de la «moral provisional» (Discurso, 3). 
La investigación, que es una tarea práctica y se desarrolla en el ámbito general de la vida, tiene el propósito de servir a ésta, pero sería insensato esperarlo antes de que ella misma alcance algunos resultados razonablemente confiables. Entre tanto, para desarrollarse, la investigación consiste en someter a examen una porción enorme de lo que llamamos «sentido común «, incluyendo aquí muchas ideas conforme a las cuales (todo parece indicarlo) habremos de vivir mientras la investigación misma se desenvuelve. El proyecto cartesiano fue el de examinar esas ideas, entre otras, en busca de fundamentos filosóficamente válidos. Los argumentos escépticos (encaminados a introducir dudas) que Descartes considera en las Meditaciones Metafísicas, han sido tomados en su totalidad de Platón (Cratilo y Teetetes). Estos argumentos constituyen un instrumento de investigación, y en primer lugar deben evaluarse conforme a si son o no inteligibles, y si una vez aceptados, serían en principio susceptibles de discutirse (pues de lo contrario, serían incompatibles con la actividad de investigación). Si ambas condiciones se cumplen, los argumentos son útiles a la empresa filosófica en opinión de Descartes (precisamente como instrumentos de investigación). Para más tarde, dentro de la investigación cartesiana, quedaría juzgar si realmente no tenemos razón alguna que permita descartarlos. 

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