Ortega y Gasset tradición moderna y razón vital

El perspectivismo

          En Verdad y perspectiva Ortega nos explica que en la tradición filosófica se han dado dos interpretaciones opuestas del conocimiento:
El objetivismo o dogmatismo y el escepticismo o subjetivismo.
El primero declara que la realidad existe en sí misma y que nos es posible su conocimiento; a la vez, defiende la idea de que la verdad sólo puede ser una y la misma, con independencia de las peculiaridades, cultura y época a la que pertenezca el individuo que la alcance. El conocimiento es posible si cuando la verdad se hace presente en el mundo humano se hace presente sin ser deformada por el sujeto que conoce; de ahí que el sujeto cognoscente deba carecer de peculiaridades, textura o rasgos propios, tenga que ser extrahistórico y estar más allá de la vida, puesto que la vida es historia, cambio, peculiaridad. La mayor parte de autores han defendido este punto de vista, particularmente Platón. Frente a esta doctrina tenemos el  subjetivismo:
Es imposible el conocimiento objetivo puesto que los rasgos del sujeto cognoscente, sus peculiaridades, influyen fatalmente en el conocimiento. El subjetivismo es relativismo, termina negando la posibilidad de la verdad, del acceso al mundo, y concluye en la idea de que nuestro conocimiento se refiere a la apariencia de las cosas. Los partidarios más importantes del subjetivismo fueron los sofistas y posteriormente Nietzsche.
Estas dos doctrinas opuestas tienen, sin embargo, un mismo fundamento, ambas admiten una tesis errónea: la creencia en la falsedad del punto de vista del individuo: dado que no existe más que un punto de vista individual y que las peculiaridades del individuo deforman la verdad, la verdad no existe, y así tenemos el subjetivismo, relativismo o escepticismo; en oposición, alegan los defensores del objetivismo, dogmatismo o Racionalismo, la verdad existe y si existe tiene que existir igualmente un punto de vista sobreindividual. Ortega insiste en el error de este presupuesto: el punto de vista individual es legítimo porque es el único posible, es el único desde el que puede verse el mundo; la realidad, si es tal, siempre se muestra de ese modo. La perspectiva queda determinada por el lugar que cada uno ocupa en el Universo, y sólo desde esa posición puede captarse la realidad. La mirada y el Universo, el yo y la circunstancia son correlativos: la realidad no es una invención, pero tampoco algo independiente de la mirada pues no se puede eliminar el punto de vista. Cada vida trae consigo un acceso peculiar e insustituible del universo pues lo que desde ella se capta o comprende no se puede captar o comprender desde otra.

       Ortega se enfrenta a las dos interpretaciones tradicionales de la verdad: el objetivismo es una teoría incorrecta ya que todo conocimiento se alcanza desde una posición, desde un punto de vista; es imposible el conocimiento que no sea una consecuencia de la circunstancia en la que se inscribe el sujeto que conoce. Pero ello no le lleva al subjetivismo puesto que esta doctrina también es falsa, y lo es porque en el fondo aún sigue creyendo en la realidad una e inmutable, sólo que inalcanzable. La realidad es sin embargo múltiple, no existe unmundo en sí mismo, existen tantos como perspectivas; y cada una de ellas permite una verdad: la verdad es aquella descripción del mundo que sea fiel a la perspectiva. La única perspectiva falsa es la que quiere presentarse como única, la que se declara como no fundándose en punto de vista alguno.      

          En «El tema de nuestro tiempo» Ortega defiende el perspectivismo alegando que el sujeto no es un medio transparente, ni idéntico e invariable en todos los casos. Con sus propias palabras, es más bien un “aparato receptor” capaz de captar cierto tipo de realidad y no otro: de la totalidad de cosas que componen el mundo (fenómenos, hechos, verdades) muchas son ignoradas por el sujeto cognoscente por no disponer de órganos o “mallas de su retícula sensible” adecuados para captarlas, y otras pasan por éstas a su interior. En la percepción visual y la auditiva se ve con claridad las limitaciones y el carácter selectivo de nuestros sentidos, pero lo mismo ocurre con las verdades: en cada individuo su psiquismo, y en cada pueblo y época su “alma”,  actúa como un “órgano receptor” que faculta en cada caso la comprensión de ciertas verdades e impide la recepción de otras. Por ello la pretensión de poseer una verdad absoluta y excluir de ésta a otras épocas y otros pueblos es gratuita. Cada perspectiva capta una parte de la realidad, de ahí la importancia de todo hombre y toda cultura, todos ellos son insustituibles pues cada uno tiene como tarea mostrar, hacer patente el mundo que se le ofrece en virtud de su circunstancia.

          El filósofo madrileño ilustra con frecuencia su tesis refiriéndose a la perspectiva espacial: el mismo paisaje es distinto visto desde dos puntos de vista; la posición del espectador hace que el paisaje se organice de distinto modo y que haya objetos que desde una se aprecien y desde otra no. Carecería de sentido que uno de los espectadores declarase falso el paisaje visto por el otro pues tan real es uno como el otro; pero tampoco nos serviría declarar los dos ilusorios por aparentemente contradictorios puesto que ello exigiría un tercer paisaje auténtico, verdadero, pero tal paisaje no visto desde ningún lugar carece de sentido. La propia esencia de la realidad es perspectivística, multiforme; todo conocimiento está anclado en un punto de vista, en una situación, puesto que, en función de su constitución orgánica y psicológica y de su pertenencia a un momento histórico y cultural, todo sujeto de conocimiento está situado en una perspectiva, en un lugar vital concreto. Una realidad que vista desde cualquier punto de vista sea siempre igual es un puro absurdo. El conocimiento absoluto, objetivo e independiente del sujeto cognoscente no existe, es ficticio, irreal. Esta dimensión perspectivística no se limita al mundo físico y espacial, se da también en las dimensiones más abstractas de la realidad como los valores y las propias verdades. De este modo, el perspectivismo le permite a Ortega superar tanto el objetivismo como el subjetivismo.


 La nueva idea de Razón propuesta por Ortega: razón vital y razón histórica

        Puesto que Ortega nos propone una modificación de la idea de ser, no es extraño que acompañe a esta propuesta la reivindicación de una nueva forma de conocer la realidad: la realidad primordial, la vida, sólo puede captarse adecuadamente mediante el recurso de la razón vital y de la razón histórica.

        Ortega y Gasset llamó racio-vitalismo a su sistema filosófico. Es la filosofía que tiene como tema explícito la reflexión sobre la vida y el descubrimiento y explicación de sus categorías fundamentales. Con este título quiso separarse de los movimientos vitalistas más conocidos, particularmente del irracionalista propuesto por Nietzsche. Nuestro autor considera que carece de sentido rechazar la racionalidad humana pues es una dimensión básica e irrenunciable al estar incardinada en la vida humana y ser uno de sus instrumentos. El apetito de verdad y de objetividad forma parte de las inclinaciones más profundas del ser humano, así como nuestra predisposición a alcanzar dichos ideales mediante el ejercicio de la razón; además,  con la razón construimos descripciones de la realidad que nos permiten orientarnos en la existencia: los sistemas de creencias hacen inteligible la realidad y permiten enfrentarnos al naufragio que invariablemente es la existencia. Pero ello no nos lleva de ningún modo al Racionalismo pues la razón vital, a diferencia de la razón pura del Racionalismo es capaz de recoger las peculiaridades y reclamaciones de la vida (la perspectiva, la individualidad, la historia, la vocación por la acción, la excelencia y la corporeidad…).

          La razón vital conduce invariablemente a la razón histórica, puesto que la vida es esencialmente cambio e historia. La razón histórica tiene como objetivo permitirnos comprender la realidad humana a partir de su construcción histórica y de las categorías de la vida; con ella podemos superar las graves limitaciones de la razón físico-matemática propuesta en la modernidad. La filosofía tradicional había defendido la existencia de la naturaleza humana, de un núcleo fijo, estático y esencial, y por lo tanto había entendido al hombre en términos semejantes a las cosas del mundo (en términos substancialistas). El concepto de razón pura y matematizante típico de la modernidad es la culminación de este punto de vista, pero, señala Ortega, este tipo de racionalidad ha tenido un éxito relativo pues con ella se han cumplido los ideales técnicos de la modernidad aunque no los morales y existenciales. La razón básica de este fracaso se debe a que esta idea de racionalidad típica de la Edad Moderna es adecuada para aprehender las cosas, pero no propiamente la realidad humana, pues el hombre no es una cosa más del mundo, ni tiene naturaleza ni un ser estático, sino temporalidad e historia. Ortega describe dos formas de dar cuenta de la realidad: explicamosuna cosa cuando descubrimos las leyes cuantitativas a las que se somete; esta forma de comprensión es legítima cuando se aplica a los hechos y a las cosas, pero no cuando intentamos dar cuenta de los asuntos humanos. Entendemos algo cuando captamos el sentido presente en dicha realidad, y es esta la forma de comprensión adecuada  para dar cuenta del mundo humano: el mundo humano no consta de hechos sino de sentidosEl sentido o significación de una acción o asunto humano se hace inteligible cuando lo relacionamos con las creencias, valoraciones, sentimientos y proyectos del individuo, grupo o comunidad en el que aparece dicha acción o asunto; la razón histórica es precisamente el instrumento que debemos utilizar para comprender los sentidos de la existencia humana. Para ello, la razón histórica se ha de referir a dimensiones del vivir como los sentimientos y proyectos del individuo o colectividad que queramos estudiar, y a las categorías, creencias y esquemas mentales que cada individuo, grupo o cultura ha utilizado para dar un sentido a su vida y enfrentarse al reto de la existencia. La razón histórica utiliza igualmente los recursos interpretativos que nos permite el enfoque historicista: el análisis de la biografía, la teoría de las generaciones y la comprensión de las distintas épocas que constituyen nuestro pasado y determinan nuestro presente.

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