Ortega y Gasset: Raciovitalismo, Perspectivismo y la Construcción de la Verdad

La Filosofía de Ortega y Gasset: Conceptos Fundamentales

La obra El Tema de Nuestro Tiempo, publicada por José Ortega y Gasset en 1923, condensa su filosofía más original, buscando superar el idealismo. En este texto, Ortega ya tiene elaborada su propia visión filosófica.

1. La Antinomia entre Cultura y Vida

La idea central de este primer segmento es la oposición entre cultura y vida, una dicotomía que se estableció a partir del siglo XVII en la época moderna. Esta antinomia dio origen a dos corrientes filosóficas principales:

  • El culturalismo: Defiende la primacía de la cultura, rechazando todo lo vital. Un ejemplo claro es Descartes, para quien la verdad se asocia a la razón pura.
  • El vitalismo: Exalta la vida, aceptando solo aquello que tiene que ver con la existencia. Nietzsche es un representante clave de esta corriente, priorizando el conocimiento útil para la vida.

Ortega identifica esta oposición como una antinomia fundamental. El racionalismo, iniciado en el siglo XVII con Descartes, evolucionó a través de Kant hasta culminar en el idealismo de Hegel, quien representa la cúspide del culturalismo. Tras Hegel, surge una filosofía opuesta: la de Nietzsche, que, en contraposición, defiende el vitalismo.

Para Ortega, el vitalismo de Nietzsche se asocia al relativismo, ya que postula que no existe una verdad única y absoluta, sino múltiples interpretaciones de la verdad. En contraste, el racionalismo defiende una verdad única y absoluta.

En el siglo XX, Ortega busca una solución a esta dicotomía, proponiendo la necesidad de encontrar un punto de unión entre la cultura y la vida. Su propuesta busca una síntesis superadora, uniendo ambos conceptos, algo que resuena en planteamientos actuales como las «matemáticas socioafectivas».

Ortega argumenta que tanto el racionalismo como el relativismo padecen de «cegueras complementarias«: el racionalismo ignora la vida al centrarse solo en la cultura, mientras que el relativismo, al despreciar la verdad absoluta, también se limita. En conclusión, Ortega propone que estos movimientos solo superarán sus limitaciones al integrar la perspectiva opuesta, lo que constituye la base de su propia filosofía superadora.

2. El Perspectivismo Raciovitalista

El segundo eje temático es el perspectivismo. Esta teoría postula que cada ser humano posee un punto de vista único desde el cual percibe la realidad. Sin embargo, esto no implica que las perspectivas sean mutuamente excluyentes o que una sea la única verdadera; más bien, la verdad se construye a partir de la confluencia de múltiples puntos de vista.

El perspectivismo no se limita al ámbito del conocimiento, sino que se extiende a la realidad misma, que es inherentemente perspectivista.

Aunque la teoría de Ortega parte de Nietzsche, quien fue el primero en abordar el perspectivismo, sus concepciones difieren. El perspectivismo nietzscheano es relativista, mientras que el de Ortega es raciovitalista y se opone al relativismo. La diferencia clave radica en que el perspectivismo de Ortega otorga valor de verdad a cada perspectiva como parte de una verdad mayor, mientras que el de Nietzsche tiende a validar la propia perspectiva, rechazando las demás.

Ortega introduce el concepto de «paisaje arquetipo» como un paisaje modélico o perfecto que englobaría todas las perspectivas. Sin embargo, afirma que tal paisaje no existe, dado que cada individuo posee su propio punto de vista y, como seres históricos, estamos en constante evolución de pensamiento y necesidades.

Dentro del perspectivismo, Ortega distingue tres niveles:

  • Nivel individual: La perspectiva de cada persona.
  • Nivel social: La manera de pensar de una sociedad, que es generacional y pertenece a una determinada edad.
  • Nivel histórico: Va más allá de lo social, refiriéndose a la mentalidad de una época o siglo, una visión más amplia.

En síntesis, cada perspectiva individual es una parte constitutiva de la verdad completa, lo que implica que todas son necesarias para su comprensión.

3. La Crítica a la Utopía

El tercer apartado aborda la utopía, entendida como aquello que se concibe como ideal y perfecto. Ortega sostiene que todas las perspectivas son válidas, excepto la utópica, precisamente porque esta se presenta como la verdad absoluta y única.

Si existiera una única verdad absoluta, se daría la razón al racionalismo o al vitalismo en su versión más dogmática, lo que iría en contra del planteamiento de Ortega. Esta concepción choca frontalmente con la filosofía de Ortega, que defiende la validez de la pluralidad de perspectivas.

La utopía es considerada falsa porque, al pretender ser la verdad absoluta, trasciende la noción de perspectiva y postula una existencia eterna, ajena a la condición histórica del ser humano.

Ortega utiliza la analogía del bosque: cuando estamos dentro de él, vemos los árboles, pero no podemos abarcar la totalidad del bosque. De manera similar, inmersos en nuestra realidad, no podemos verla en su totalidad desde una perspectiva externa y absoluta. El bosque simboliza nuestra realidad, la sociedad en la que vivimos. Como seres históricos, estamos intrínsecamente inmersos en ella y no podemos observarla desde una posición externa y atemporal.

Para Ortega, el utopista es equiparable al racionalista, pues ambos creen en la existencia de una verdad absoluta y externa a la vida. En síntesis, Ortega propone que la razón pura debe ser reemplazada por la razón vital. La primera conduce a una verdad absoluta y trascendente, ajena a la vida; la segunda, en cambio, permite una interpretación de la realidad desde la inmanencia de la vida y la historia.

4. La Verdad Absoluta y la Concepción de Dios

El cuarto y último segmento explora la cuestión de la verdad absoluta, también denominada verdad omnímoda. Ortega postula que la verdad absoluta existe como la convergencia de todas las perspectivas posibles; sin embargo, ningún ser humano, por muy sabio que sea, puede abarcarlas en su totalidad.

Solo Dios, en la concepción orteguiana, podría alcanzar esa verdad omnímoda. A pesar de ello, Ortega era agnóstico, entendiendo el agnosticismo como la postura de no afirmar ni negar la existencia de Dios, dada la ausencia de pruebas concluyentes.

En este contexto, Ortega sugiere que Dios no existe como una entidad externa al ser humano. Para Ortega, Dios es la entidad que posee la verdad omnímoda, y su existencia se fundamenta en la existencia de los seres humanos, quienes aportan las diversas perspectivas que Dios integra. Es decir, Dios es la unión de todas nuestras perspectivas.

Dentro del perspectivismo, se reiteran los tres niveles:

  • Nivel individual: La perspectiva de cada persona.
  • Nivel social: La manera de pensar de la sociedad, que es generacional y pertenece a una determinada generación en función de la edad.
  • Nivel histórico: Va más allá de lo social, refiriéndose a la época o al siglo, una mentalidad más amplia.

Un ejemplo ilustrativo es la marcada diferencia entre el pensamiento de la época moderna y la medieval; las ideas defendidas por Ortega en su tiempo habrían sido motivo de condena en épocas anteriores.

En conclusión, la verdad absoluta existe, aunque ningún ser humano pueda poseerla. Esta verdad se atribuye a Dios, quien representa la integración de todas las perspectivas. Implícitamente, la desaparición de la especie humana conllevaría también la desaparición de esta concepción de Dios.

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