Mundo supralunar y sublunar segun aristoteles

1-La vida y obra de Descartes abarcó la primera mitad del siglo XVII, coincidiendo con una continuación y profundización de las corrientes renacentistas. La nueva ciencia es uno de los  movimientos culturales más característicos de la época, y surgió a consecuencia del estudio de la naturaleza, perteneciendo a la Revolución Científica. El modelo aristotélico se basaba en un cosmos geocéntrico. En él, La Tierra inmóvil, ocuparía el centro y todos los demás astros conocidos girarían en torno a ella en órbitas perfectamente circulares. Los astros celestes girarían en torno a la Tierra rodando sobre esferas, para Aristóteles cuerpos físicos reales. Cada esfera se situaría envolviendo a la Tierra, a modo de las capas de una cebolla. La última esfera sería la de las estrellas fijas e inmóviles, por lo tanto el cosmos que describía sería finito. Aristóteles distinguía dos regiones, la sublunar relacionada con la materia más baja e innoble, y la región supra celeste con la pureza y afirmó que estaba compuesta de la quinta esencia. Otra de las ideas de la Nueva Ciencia fue la de que en los cuerpos hay una naturaleza, es decir, un modo de ser o de comportarse, que hace que actúen de una manera y no de otra, obligados por su naturaleza. La física aristotélica es teleológica, acude a causas finales para explicar los procesos naturales. Tolomeo se encargó de añadir o mejorar ciertos conceptos aristotélicos para salvar las apariencias. Tras el complicado sistema explicado por Aristóteles, Copérnico introdujo la hipótesis de que la Tierra se mueve en torno al sol, siendo éste el centro del universo. La teoría copernicana no fue admitida inmediatamente, ya que para un aristotélico despertó ciertas objeciones. Esta teoría no fue aprobada por el mundo católico, aunque no fue prohibida hasta que Galileo en 1616 se empeñó en demostrar su realidad.


3
La nueva ciencia, también conocida como la matematización de la realidad, produjo algunas consecuencias filosóficas. En primer lugar, la renuncia a la búsqueda de causas últimas o esencias al investigar los movimientos. La tarea del científico de la naturaleza es reducir lo real a magnitudes, figuras, volúmenes y ponerlas en relación con otras propiedades medibles como tiempo, espacio, movimiento para descubrir relaciones existentes entre ellas y expresarlo en forma de ley matemática. En segundo lugar, la consideración de que las matemáticas representan la verdad y objetiva realidad, que nos proporciona la estructura de lo real. Las matemáticas son ¨el lenguaje en que está escrito el gran libro del mundo¨. Según Galileo, solo las cualidades cuantificables y matematizables como tamaño y masa, pertenecen realmente a las cosas, y no las cualidades objetivas como olores o colores. En tercer lugar, la exaltación de la razón humana como fuente autónoma de verdades. La razón puede engañarse cuando se deja guiar de la experiencia ingenua, pero no cuando razona sobre esquemas matemáticos. En este caso el hombre conoce matemáticamente, su conocimiento no es menos perfecto que el de Dios mismo. Galileo reclama el valor autónomo de la razón humana para hallar verdades. En cuarto lugar, esta matematización llevaba a cambiar la imagen que el ser humano se hacía del mundo y de sí mismo. Esto desemboca en una visión mecanicista del mundo. No solo el mundo en general, sino todos los cuerpos que lo forman son comparados con maquinarias de relojería. Descartes pretende explicar todas las funciones del cuerpo humano.


2.1-


Fue la mecánica la que originó la verdadera revolución científica. La noción central de la mecánica es el concepto de movimiento. Galileo deja de lado por confusa la definición de Aristóteles de movimiento, y deja de incluir en esta noción las de generación, corrupción, alteración etc. Reduce el movimiento a traslado de un cuerpo de un espacio a otro, lo que Aristóteles había llamado ¨movimiento local. Lo único que hay que tener en cuenta son las cualidades cuantificables, medibles. Lo que se busca al estudiarlo es su medición, no su esencia o naturaleza. Como resultado de esta matematización, Galileo destruye una de las piedras angulares de la mecánica aristotélica: la de que todo lo que se mueve necesita una causa externa que actue sobre el móvil todo el tiempo que dure el movimiento. Lo que una fuerza produce al actuar sobre el móvil es el incremento de la cantidad de movimiento, es decir, la aceleración. Esto es lo que ocurre en la caída libre, donde la fuerza que provoca esa aceleración es la gravedad. Si pudiéramos desconectar la gravedad, no habría entonces causa alguna de aceleración y el movimiento debería se uniforme. Por tanto, no cabe sino concluir que el móvil, sobre un plano inclinado permanecería en movimiento uniforme, salvo que una fuerza lo sacara de ese estado. Galileo sentaba así el principio de inercia y, con ello, toda la mecánica aristotélica se venía abajo.



2.2Caía el principio aristotélico, que impedía comprender el movimiento de los proyectiles: si un cuerpo está en reposo se necesita una fuerza para sacarlo de él; pero si está en movimiento, tiende a perseverar uniformemente en él, se necesita igualmente una fuerza para detenerlo. Además, el movimiento deja de ser interpretado como una imperfección. Hay que constar que para deducir este principio ha habido que imaginarse un plano horizontal ¨perfecto¨, sin rozamientos, una bola perfectamente esférica, etc. Ha tenido que sustituirse la experiencia por un esquema geométrico de ella. La matemática, y no la observación ingenua, nos muestra la verdadera realidad. Una vez dotado del principio de inercia, Galileo podía explicar las objeciones que el sistema copernicano recibía. Galileo pudo explicar también movimientos que, según los principios aristotélicos, eran incomprensibles. Así, el movimiento de los proyectiles. Consideró el movimiento de éstos como el resultado de la suma o combinación de dos movimientos que se dan en el proyectil: por una parte, la gravedad que ¨tira¨ del móvil hacia el centro de la Tierra con velocidad uniformemente acelera; por otra, la inercia que tiende a desplazarlo en línea recta con velocidad uniforme. El conocimiento de este hecho empírico se tenía ya desde antes; Galileo lo demostró.

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