Moralidad, Sentimiento y Razón: Pilares del Conocimiento y la Experiencia Humana

Capítulo 3: La Influencia de la Moralidad en la Dinámica del Conocimiento

¿Cómo confiar en una persona?

Esto introduce un factor de actitud en el sujeto que debe fiarse, que designamos como moralidad. Existe una unidad profunda, una relación orgánica, entre el instrumento de la razón y el resto de nuestra persona.

En el ámbito de la experiencia personal, penetra un acontecimiento (físico, mental, emoción afectiva); algo sucede dentro del horizonte experimental, dentro de los confines que alcanza la percepción de la persona, generando una cierta reacción (dolor, alegría, etc.). La palabra que indica este estado de ánimo, esta reacción, esta emoción, este ser tocados por lo que sucede, se llama sentimiento.

El Sentimiento: Un Estado Inevitable

El sentimiento es un inevitable estado de ánimo consecuente al conocimiento de algo que atraviesa o penetra en el horizonte de nuestra experiencia. La razón, para conocer un objeto, está ligada a este, está condicionada por este.

Los racionalistas plantean un problema: si la razón es la capacidad de conocer y está influida por sentimientos y estados de ánimo, ¿es objetivo el conocimiento?

Además, hay cierto tipo de objetos que constituyen la meta de un interés que el hombre no puede evitar: el interés por los significados (problema afectivo, problema del destino y problema político). Cuanto más interés tenga la persona, más provocará un estado de ánimo y más condicionará a la razón para conocer este valor. ¿Dónde resulta posible la reducción del sentimiento? En el campo científico y matemático.

Observaciones sobre el Sentimiento y el Conocimiento

  1. Existencialmente: Cuanto más curiosidad, exigencia y pasión por conocer una cosa, más me impide conocerla, ya que condiciona mi instrumento de conocimiento con el sentimiento.
  2. Es un error formular un principio explicativo que, para resolver una cuestión, tenga necesariamente que eliminar algunos de los factores en juego. La verdadera solución no es eliminar factores, sino exaltarlos, que se valoren todos.

Existe otro punto de vista en el cual hay una actitud adecuada y equilibrada, capaz de valorar el dinamismo humano por entero. Se basa en graduar (poner en su justo lugar) el sentimiento. Este es una condición importante para el conocimiento; el sentimiento es un factor esencial para la visión, representa la condición para que el ojo, la razón, vea de acuerdo con su propia naturaleza. Es un engaño imaginar poder llegar a la verdad del objeto, más digna, donde el estado de ánimo permanezca indiferente.

Si una cosa determinada no me interesa, no la miro, y si no la miro, no la puedo conocer. Para conocerla es necesario que ponga mi atención (en latín, tender a…) en ella. El centro del problema es tener una postura justa del corazón, una actitud adecuada, un sentimiento en su lugar apropiado, una moralidad.

La Moralidad y la Verdad

La moralidad consiste en adoptar la actitud justa ante cada objeto; también está determinada a su vez por el objeto en cuestión. La moralidad es diversificada. Para poner un objeto bajo mi consideración, debo tener interés sobre él, tener deseo de conocer lo que el objeto es verdaderamente.

Somos proclives a permanecer ligados a las opiniones que ya tenemos sobre los significados de las cosas y a pretender justificar nuestro apego a esas opiniones. En el campo del conocimiento, la regla moral es: que el amor a la verdad del objeto sea siempre mayor que el apego a las opiniones que uno tiene de antemano sobre él.

Está claro que amar más la verdad que la idea que nos hemos hecho de ella quiere decir estar libres de prejuicios. Pero carecer de prejuicios es una frase equívoca, porque la ausencia de ideas preconcebidas, en el sentido literal de la palabra, es imposible.

Uno está impregnado de prejuicios, y esto especialmente en los campos que mencionamos: afectividad, destino, política. Hay que lograr la actitud en la que la libertad reflexiona sobre sí misma y se controla de tal manera que utiliza su energía de una manera armónica con su finalidad. Aquí entra el fastidioso proceso llamado ascesis. La moralidad nace con nosotros; después, si no se recupera continuamente mediante trabajo, se altera, se corrompe.

Capítulo 5: El Sentido Religioso y su Naturaleza

Desde el punto de vista metodológico, el punto de partida para investigar lo que nos interesa está en nuestra propia experiencia (la acción de nosotros mismos). En la vida, tienes aspectos materiales y espirituales. El factor religioso es un aspecto fundamental del factor espiritual. El factor religioso representa la naturaleza de nuestro yo en cuanto se expresa en ciertas preguntas.

El sentido religioso está situado dentro de la realidad de nuestro yo, al nivel de estas preguntas (por ejemplo, ¿por qué la muerte?). Coincide con ese compromiso radical con la vida de nuestro yo, que se manifiesta en esas preguntas.

1. El Fondo de Nuestro Ser

Estas preguntas arraigan en el fondo de nuestro ser: son inextirpables, porque constituyen como el tejido del que está hecho. Cualquier movimiento del hombre surge de aquí, de esta energética raíz; procede y depende de esta enigmática fuente última, original y radical.

2. La Exigencia de una Respuesta Total

En tales preguntas, el aspecto decisivo nos lo muestran los adjetivos y adverbios. Son preguntas que agotan toda la energía para investigar que tiene la razón. Preguntas que exigen una respuesta total, que cubran el horizonte de la razón, agotando todas las categorías de lo posible. La razón tiene una coherencia que no le permite detenerse si no llega exhaustivamente hasta el fondo, hasta el final.

3. Desproporción con la Respuesta Total

Cuanto más uno se adentra en el intento de responder a esas preguntas, mejor percibe su fuerza y más descubre su propia desproporción con la respuesta total. Esta imposibilidad de agotar las preguntas exalta la contradicción que hay entre el ardor de la exigencia y la limitación de la capacidad humana para buscar.

4. Desproporción Estructural

Esto constituye nuestro yo estructural, tan inherente a nuestra naturaleza que conforma su característica esencial. Se llama «Dios» al objeto indefinible del interrogante. «Cada vez que adelantaba en su investigación, descubría que el horizonte al que llegaba le remitía de nuevo a otro horizonte (R → x → … → x). R = energía investigadora de la razón y la libertad humana; x = meta provisional, tiende hacia una incógnita superior.»

5. La Sociedad Ideológica y la Investigación

Toda la sociedad ideológica tiende a congelar la verdadera investigación: usa el poder que ostenta como instrumento para contener dentro de ciertos límites la investigación que se realiza y se enseña (el hombre libre es el límite para el poder).

A la presunción de poder, cargada de censuras y negaciones, le corresponde en el individuo, en el hombre real, una gran tristeza, que es el deseo de un bien ausente, característica fundamental de la vida consciente (Santo Tomás).

El ser consciente del valor de la tristeza se identifica con tener conciencia de la grandeza de la vida y con el sentimiento de su destino. Si la tristeza es una chispa que salta de la diferencia de potencial que vivimos entre el destino ideal y nuestra carencia histórica, la ocultación de esta diferencia engendra el opuesto lógico de la tristeza: la desesperación.

Para el hombre, bastará más indispensable que su propia felicidad el saber y creer en todo momento que existe un lugar donde hay una felicidad perfecta y calma para todos y en todo. La ley de la existencia humana es que el hombre pueda inclinarse ante lo infinitamente grande; si los hombres vivieran privados de eso, ya no podrían vivir y morirían presos de la desesperación.

6. La Naturaleza del Yo como Promesa

Lo que un hombre busca en los placeres es un infinito, y nadie renunciaría nunca a la esperanza de conseguir esta infinitud. Nadie nos prometió nada, y sin embargo lo esperamos. La espera constituye la estructura misma de nuestra naturaleza, la esencia de nuestra alma. La promesa está en el origen, procede del origen mismo de nuestra hechura. La vida es estructuralmente promesa. El hombre es mendigo por estructura.

7. El Sentido Religioso como Dimensión

El sentido religioso es la capacidad que tiene la razón de expresar su naturaleza profunda en un interrogante último: es el locus de la conciencia que el hombre tiene de su existencia. Esa pregunta inevitable está en todo individuo y dentro de su mirada hacia todas las cosas.

La religión (según un filósofo americano) es lo que el hombre hace en su soledad, pero es aquello en lo que descubre su esencial compañía. Tal compañía es además más original que la soledad, porque el interrogante estructural no ha sido engendrado por un querer mío; me ha sido dado. Antes que la soledad, está la compañía que abraza mi soledad, de manera que esta ya no es una verdadera soledad, sino un grito que recuerda la compañía escondida.

Solo la hipótesis de Dios, solo la afirmación del misterio como realidad que existe más allá de nuestra capacidad de reconocimiento, corresponde a la estructura original del hombre. En efecto, dado que la naturaleza del hombre exige una búsqueda indomable de respuesta, y que es estructura del hombre este preguntar irresistible e inagotable, se estaría suprimiendo esa pregunta si no se admitiera la existencia de una respuesta. Únicamente la existencia de un misterio resulta adecuada para la estructura indigente del hombre. El mundo sin Dios sería como una fábula contada por un idiota en un acceso de ira.

El sentido religioso es una exigencia de la totalidad constitutiva de nuestra razón, precisamente de la capacidad que tiene el hombre de tomar conciencia, de abrirse a la realidad, para introducirse en ella y abrazarla cada vez más. El hombre se plantea esta pregunta por el simple hecho de vivir; es la raíz de su conciencia de la realidad. Si no se admite que haya un factor oculto determinando el paso, se tendría que admitir la identidad entre A y A1, lo que constituiría la negación de la fórmula apuntada, que es la descripción de la experiencia práctica.

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