Lacan y Descartes

EL PROBLEMA DE Dios, LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO1 Santo Tomás aceptará en su concepción de la realidad varias de las teorías de Aristóteles, como el hilemorfismo y la explicación del movimiento como el paso de la potencia al acto. Pero Aquino distinguirá dos formas de ser distintas: la de Dios y las criaturas. Afirmará que Dios es el creador de todo el universo y por tanto es un ser necesario, no puede no existir, frente a las criaturas que son contingentes, pueden existir o no. En los seres contingentes hay una diferencia entre la esencia (su definición universal) y existencia (si realmente existen o no) ya que su esencia no implica su existencia, pero en Dios, al ser necesario, su esencia implica su existencia. La esencia es potencia de ser (posibilidad) y la existencia es acto de ser (el hecho). Aquino, igualmente, establecerá una organización jerárquica de los seres basada en sus grados de perfección según la potencialidad de sus esencias y su semejanza (participación) con Dios: los seres serán más o menos perfectos de acuerdo a su mayor o menor parecido con Dios. Sto. Tomás afirma a Dios como el ser necesario y acto puro, ser inmutable y perfecto, cuya actividad es pensarse, como Aristóteles. Pero Aquino defiende el creacionismo y, por lo tanto, Dios conoce el mundo al pensarse a sí mismo, además de cuidar y amar a sus criaturas. Santo Tomás comprende que la existencia de Dios es problemática racionalmente y por tanto considera una de las tareas fundamentales de la razón la demostración de la existencia de Dios. En primer lugar, criticará el Argumento Ontológico de San Anselmo, pues para Aquino la existencia de Dios no es evidente para la razón humana, por lo que debe ser demostrada. Una proposición evidente puede serlo en sí misma y para nosotros, cuando es evidente y al comprender todos sus términos lo afirmado en el predicado está incluido en el sujeto, o evidente en sí misma pero no para nosotros, cuando siendo evidente (por fe) nuestra razón no lo comprende por no conocer todos sus términos. “Dios existe” es una proposición evidente en sí misma, pues Dios es un ser necesario, pero no es evidente para nosotros, pues nuestra razón no puede comprender plenamente la esencia de Dios. Por ello, habrá que demostrar su existencia. Aquino distinguirá dos tipos de demostración: la a priori, en la que conociendo la causa podemos inferir el efecto, y la a posteriori, en la que al darse el efecto podemos demostrar la causa. Afirmará que sólo es posible demostrar la existencia de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto (la creación) y buscamos su causa (Dios). Sto. Tomás presentará cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Todas ellas son demostraciones a posteriori pues parten del efecto para demostrar la necesidad de una última causa y todas siguen cuatro pasos: constatación de un hecho de experiencia, aplicación del principio de causalidad, afirmación de la imposibilidad de una regresión infinita de causas, debiendo haber una causa primera, y afirmación de la existencia de Dios. La primera vía, parte del movimiento de los seres para afirmar la existencia de Dios como primer motor inmóvil. La segunda, parte de la existencia de causas causadas para demostrar la de Dios como primera causa incausada. La tercera, parte de la existencia de seres contingentes para afirmar la de Dios como ser necesario. La cuarta (de influencia platónica), parte de la existencia en los seres de distintos grados de perfección para afirmar la de Dios como ser perfectísimo. La quinta, parte del orden y finalidad en el comportamiento de los seres naturales para afirmar la existencia de Dios como inteligencia ordenadora. Así Dios es motor inmóvil, causa primera, creador, ser necesario, ser perfecto y ordenador del universo. 1 Si respondemos a la pregunta sobre el Problema de Dios, se hará con todos los contenidos de esta cara. Si es el problema de la Realidad y/o el Conocimiento no se pondrán los párrafos relacionados con la demostración de la existencia de Dios y se incluirán los párrafos de la siguiente cara. www.Lalechuzademinerva.Es El orden de la naturaleza se realiza mediante la ley eterna, que regula con la ley física a los seres naturales, y a los seres humanos con la ley natural, o ley moral, que posibilita su libertad. Sto. Tomás distingue dos fuentes distintas de conocimiento, la razón y la fe. La razón conoce de forma imperfecta la esencia de Dios y tiene unos límites que sólo pueden ser ampliados por la fe. Razón y fe tienen contenidos propios y específicos, pero también contenidos comunes. Para Sto. Tomás razón y fe son autónomas e independientes, no puede existir contradicción entre los contenidos de ambas y deben ayudarse mutuamente: la razón ayuda a la fe para construir la teología y la fe a la razón como criterio extrínseco negativo de sus conclusiones. Aquino, influenciado por Aristóteles, en relación con el conocimiento racional afirmará que se parte de la percepción sensible para elaborar mediante abstracción los conceptos universales que expresan la esencia. El entendimiento agente abstrae las carácterísticas comunes creando el concepto universal y el posible aplica los conceptos universales a lo concreto para hacer juicios. EL PROBLEMA DEL SER HUMANO2 El entendimiento, la capacidad racional, es la facultad más propia del alma humana, la cual es su esencia y el principio de vida. El hombre es para Aquino la uníón sustancial del cuerpo (mortal) y del alma racional (subsistente, inmortal e incorruptible) siguiendo al teoría hilemórfica aristotélica. El alma humana tiene tres facultades: vegetativa, que posibilita la alimentación y el desarrollo, propia de todos los seres vivos; sensitiva, posibilita las sensaciones dotadas por los sentidos, deseos y movimientos, propia de todos los animales; y la racional, que posibilita el pensamiento y es exclusiva de los seres humanos. EL PROBLEMA DE LA MORAL O ÉTICA Tomás de Aquino defiende una concepción teleológica del ser humano según la cual con el desarrollo perfecto de nuestra alma conseguimos la felicidad que es la finalidad última a la tendemos. Esta felicidad perfecta solo se conseguirá de forma plena con la contemplación de Dios en la otra vida. Aquino afirma la existencia de la ley natural, la forma moral en que Dios ha impuesto en el alma humana la ley eterna respetando su libertad. La ley natural tiene varios preceptos que se fundamentan en uno: el deber de desarrollar la esencia humana realizando el bien y evitando el mal. De éste se derivan tres preceptos primeros en relación al desarrollo de las facultades del alma: el deber de conservar la vida, que desarrolla la facultad vegetativa; el deber de procrear y educar a los hijos, que desarrolla la facultad sensitiva; y el deber de respetar la justicia social y de buscar la verdad (el conocimiento de Dios) desarrollando así la facultad racional. Para Sto. Tomás, los preceptos de la ley natural son evidentes, todos podemos conocerlos por estar en nuestra alma, universales, válidos igualmente para todos los seres humanos, e inmutables, no cambian nunca por estar implícitos en la esencia humana. Los seres humanos tienen una capacidad natural para descubrir y tender al cumplimiento de la ley natural de forma espontánea, denominada sindéresis. Igualmente, a través de la conciencia podemos deducir de estos preceptos generales unos preceptos secundarios, concretos para las distintas situaciones cotidianas, que sí pueden admitir excepciones. EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD O POLÍTICA3 El alma humana tiene tres facultades, pero estas facultades del hombre sólo pueden desarrollarse correctamente en sociedad por lo que el hombre es para Sto. Tomás un ser social por naturaleza. Este desarrollo de la esencia humana se realiza siguiendo la Ley Natural dada por Dios. Pero los preceptos de la ley natural son demasiado generales y deben ser concretados mediante la ley positiva, las leyes que rigen una sociedad concreta. Las leyes positivas son convencionales y deben ser una prolongación de la ley natural y respetarla, ya que si no es así serán injustas y existe el derecho a desobedecerlas. La búsqueda de la justicia es el punto de uníón entre la moral y el derecho. Las mejores formas de gobierno, para Sto. Tomás son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia siempre que respeten la ley natural al hacer sus leyes positivas.


EL PROBLEMA DE LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO Descartes, Siglo XVII, es el fundador de la Filosofía Moderna y principal pensador de la corriente filosófica del Racionalismo. El Racionalismo es una escuela filosófica que considera a la Razón, frente a los sentidos, como única fuente de conocimiento verdadero. Para Descartes lo fundamental es buscar un conocimiento cierto y seguro sin ningún tipo de duda. Por ello, su prioridad será buscar un método que nos ayude a modo de guía a razonar. Además, este método debe ser compatible con la forma de pensar de la Razón humana, pues si no sería inútil. Por ello, lo primero que hace es analizar la forma de actuar de la propia Razón. En la Razón, que es la misma para todos los hombres, se distinguen dos modos de conocimiento seguros: la intuición o luz natural, conocimiento de las ideas simples que surgen de la propia razón de forma clara y distinta, cuya verdad es evidente e indudable; y la deducción, que es el conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples y de las conexiones que la razón descubre entre ellas para llegar a verdades complejas, juicios o leyes. Por ello, el método deberá cumplir cuatro reglas que permitan desarrollar estos modos y que nos lleven a un conocimiento seguro. La primera regla es la evidencia, que consiste en aceptar como verdadero solo aquello que se muestra de forma clara y evidente. La segunda es el análisis, por el que se dividen las ideas complejas hasta llegar a las ideas simples y evidentes para que puedan ser intuidas. La tercera es la síntesis que busca desde lo ya intuido construir las verdades complejas. Y, por último, la cuarta es la enumeración, por la que al final se deben revisar los pasos anteriores para estar seguros de su correcta aplicación. Descartes aplicará este método para buscar una verdad indudable y llegar así a una metafísica cierta y segura. Para encontrar esta verdad evidente aplicará la duda metódica: a través de un proceso de duda se buscará llegar hasta aquello que resulte evidente e indudable. En la primera duda, dudará del conocimiento que proviene de los sentidos pues pueden engañarnos. En la segunda duda, dudará de la existencia de la realidad extramental ya que resulta imposible distinguir la vigilia del sueño. Y por último, en la tercera duda, dudará del conocimiento que proviene de la razón, de las ideas de razón o de los razonamientos, pues se puede suponer la existencia de un genio maligno que nos lleva hacia el error cuando creemos estar en lo cierto. Sin embargo, afirma Descartes, no podemos dudar que dudamos, mientras pensamos no podemos dudar que estamos pensando y por lo tanto que existimos. La primera intuición de una verdad indudable es pienso, luego existo (cogito ergo sum). Y si existo lo hago como un yo pensante, un cogito, afirmando, pues, la existencia de la sustancia pensante (el cogito) como primera verdad indudable. Descartes partirá del cogito, la verdad indudable, para construir su metafísica. El cogito piensa ideas que pueden dividirse hipotéticamente en tres tipos: adventicias, que parecen provenir del exterior; facticias, que construye la mente a partir de otras ideas; e innatas, aquellas que la razón tiene en sí misma y no son ni adventicias ni facticias. Tras la demostración de la existencia de la sustancia infinita o Dios (a partir de la idea de infinito) Descartes afirmará la existencia de tres sustancias: la sustancia pensante o el cogito, la sustancia infinita o Dios, y la sustancia extensa o realidad exterior. Descartes definirá “sustancia” como todo aquello que existe independientemente de cualquier otro ser, y por ello, en sentido estricto, sólo Dios sería sustancia pues es el único que no necesita una causa ajena a sí mismo para existir. Sin embargo, como la sustancia extensa (la realidad exterior) y la sustancia pensante (el cogito) son independientes entre sí estima que también pueden ser consideradas sustancias. www.Lalechuzademinerva.Es EL PROBLEMA DE Dios Entre las ideas innatas se encuentra la idea de Infinito, que Descartes identifica con la idea de Dios, idea que tiene la mayor realidad objetiva (carácterísticas y cualidades) pues incluye las máximas perfecciones. Según Descartes, la idea de Infinito (Dios) que existe en nuestra mente no es adventicia, pues no puede proceder del exterior, ni facticia, pues no puede ser producida por la mente, así pues tiene que ser innata. Descartes aplicará a continuación el principio de causalidad sobre la idea de Dios para demostrar la existencia de Dios. Descartes afirma que toda idea tiene una realidad objetiva dada, sus carácterísticas y propiedades, y su causa debe tener una realidad formal, existencia real actual con cualidades determinadas, igual o mayor y por lo tanto proporcional a la realidad objetiva de la idea causada. La idea de infinito (Dios) no puede haber tenido como causa a un ser finito, pues no habría proporción entre la realidad formal de la causa (las cualidades del ser real que ha originado la idea de infinito en el sujeto) y la realidad objetiva del efecto (las carácterísticas o propiedades de la idea de infinito). Por tanto, esa idea de infinito ha tenido que ser causada por un ser real que es infinito y, por ello Descartes afirmará que Dios existe como sustancia infinita pues es la causa necesaria de nuestra idea de Dios-infinito. Además de esta demostración, Descartes defenderá también una variante del Argumento Ontológico según la cual el propio concepto de Dios al implicar todas las perfecciones necesariamente conlleva la afirmación de su existencia pues si no supondría una imperfección. Igualmente, considerará que Dios debe existir por la necesidad de una primera causa para la sustancia pensante que sea, a su vez, incausada. El Dios afirmado por Descartes, la sustancia infinita, es infinito, omnisciente, perfecto y bueno. Así, Dios existe sin duda alguna y es la garantía, el fundamento, de que a mis ideas sobre el mundo exterior les corresponde una realidad extramental, pues Dios es bueno y no me engaña. Por tanto, ya no podremos dudar de la existencia de la realidad extramental. Esta sustancia extensa es concebida como si fuera una máquina y será explicada a través del Mecanicismo. EL PROBLEMA DEL SER HUMANO Y DE LA MORAL Descartes afirmará un dualismo según el cual alma (el cogito) y cuerpo (sustancia extensa) mantienen una lucha permanente siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo a través de dicha conexión. El ser humano es propiamente la sustancia pensante (el cogito), independiente de la sustancia extensa (que en este caso es su cuerpo físico). El cuerpo, como toda la realidad física, actúa como una máquina (tal y como defiende el Mecanicismo) y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a esa misma máquina. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito siendo, por tanto, auténticamente libre. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero. Descartes no presenta un sistema ético terminado sino que defenderá una moral provisional. Como resultado de la duda como método y mientras se construye una ética indudable y cierta, los seres humanos deberán actuar moralmente de forma moderada, de acuerdo a las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta moderación el error no será nunca absoluto mientras se busca, de ahí que sea una moral provisional, esa ética cierta que producirá la Razón


EL PROBLEMA DE LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO Hume es el autor más importante de la escuela del Empirismo (siendo Locke su primer representante). Para el Empirismo todo nuestro conocimiento procede de la experiencia. Hume niega, pues, la existencia de las ideas innatas en la razón anteriores a la experiencia, y considera que nuestro entendimiento es al nacer como una página en blanco en la que nada hay escrito. Hume distinguirá dos elementos en la razón: las impresiones, representaciones mentales simples de las percepciones recibidas por la sensibilidad; y las ideas, representaciones o copias de las impresiones (pasadas) en la mente, son menos vivas y proceden siempre de una impresión. Asimismo, afirmará dos modos de conocimiento racional: – El conocimiento de relaciones entre las ideas, o razonamiento a priori, que no trata sobre la realidad sino sobre la estructura del razonamiento (matemática y lógica). Ofrece proposiciones analíticas, lo que afirma el predicado está implícito en la definición del sujeto y por lo tanto no nos dan nueva información sobre la realidad, y su verdad se conoce a priori, no es necesario recurrir a la experiencia ya que es determinada por la razón misma. – El conocimiento de cuestiones de hecho, o razonamiento a posteriori, que trata sobre la realidad. Ofrece proposiciones sintéticas, donde lo que afirma el predicado no está implícito en la definición del sujeto, y por tanto afirman algo nuevo sobre la realidad extendiendo nuestro conocimiento sobre ésta. Además, su verdad se descubre a posteriori, pues se necesita recurrir a la experiencia para confirmar si lo afirmado es verdadero o falso. Así, según Hume todo conocimiento sobre la realidad proviene de un razonamiento a posteriori, cuyo criterio de verdad es la experiencia, es decir, para saber si una idea es verdadera o falsa es necesario recurrir a la impresión correspondiente. Hume a continuación criticará el principio de causalidad, principio que afirma que todo ser o suceso es producto de una causa anterior de la que es efecto, por tanto, siempre que se produzca la causa necesariamente se dará el efecto. Hume analizará dicho principio aplicando el criterio de verdad de todo razonamiento a posteriori, la necesidad de la experiencia. Concluirá que el principio de causalidad no se puede afirmar pues no podemos tener impresión de una conexión universal y necesaria entre causa y efecto, al no ser capaces de percibir que algo ocurrirá siempre, por lo que no podremos nunca afirmarlo con absoluta certeza. Según Hume, la relación universal y necesaria entre causa y efecto la afirmamos basados en la experiencia de haber percibido de forma habitual en el pasado un acontecimiento detrás de otro, y por ello suponemos que lo que ha sucedido en el pasado se repetirá en el futuro y que objetos semejantes tendrán efectos semejantes. Hume afirma que el principio de causalidad es sólo una suposición o creencia basada en el hábito y la costumbre de haber tenido impresión en el pasado de dos acontecimientos distintos que se suceden consecutivamente. Sostiene que la verdad de toda ley de la naturaleza es sólo probable. Aunque Hume acepta la utilidad de estas creencias para la vida y por ello afirma la utilidad de la ciencia para la humanidad. Hume, tras su crítica al principio de causalidad, también criticará la afirmación de las tres sustancias cartesianas (el Yo, la Realidad Exterior y Dios) y asegurará que es imposible conocer su existencia defendiendo así el escepticismo, según el cual no hay certeza sobre ningún conocimiento de la realidad. Hume negará la afirmación de la existencia del “yo” entendido como una identidad permanente y estable, una sustancia o esencia, pues es imposible tener una impresión (o intuición) permanente y estable del propio yo. Así, nuestro Yo no es más que la sucesión de las impresiones acaecidas en nuestra mente que nuestra memoria recuerda y que unificamos ilícitamente. El yo por tanto es un hecho psicológico producido por la memoria y no algo sustancial. También afirmará que no podemos saber con seguridad si existe la realidad extramental basándose en su crítica al principio de causalidad. No es posible afirmar sin duda que nuestras impresiones procedan de algo exterior a nuestra propia mente al no poder aplicar la relación causaefecto, de manera que no podremos asegurar que exista una realidad externa a nosotros. Igualmente, señalará que tampoco podemos afirmar la existencia de Dios pues es imposible tener experiencia de él (recurrir a la impresión correspondiente) y porque todas las demostraciones de su existencia presentadas por los filósofos se basaron en la aplicación del principio de causalidad que Hume mismo ha demostrado falso. Hume finalmente, en su desarrollo radical del Empirismo, terminará estableciendo el escepticismo, afirma imposible demostrar la existencia del mundo, del yo y de Dios, y el fenomenismo, pues sólo es posible conocer las impresiones como hechos mentales. EL PROBLEMA DE LA MORAL O LA ÉTICA Hume realizará una crítica de todas las teorías éticas presentadas por los filósofos anteriores a él que basan la moral en la razón. Afirma que nuestros juicios morales no son producto de la razón pues no proceden de ninguno de los tipos de conocimiento racional. Las afirmaciones de la moral no son el resultado del conocimiento de relaciones entre ideas (razonamiento a priori), pues los juicios morales no son analíticos a priori. Pero, tampoco son el resultado del conocimiento de cuestiones de hechos (razonamiento a posteriori) ya que no describen una realidad sino que la juzgan como buena o mala produciendo así un juicio de valor del que es imposible tener impresión. Además, añade Hume que si bien la razón puede ayudarnos a clarificar la utilidad de las acciones humanas no puede impulsarnos o motivarnos a realizarlas. Así, según Hume, la moral no se fundamente en nuestra razón. Hume defenderá el emotivismo moral según el cual el fundamento de la moral está en el sentimiento moral que surge del interior del individuo. Este sentimiento moral se presenta como una emoción o “gusto” interior que brota del sujeto, desde su propia esencia o naturaleza, y que expresa agrado o desagrado ante las acciones. Esta emoción moral es universal y común a todas las personas debido a la universalidad de la naturaleza humana. Este sentimiento moral se basa en dos principios: la utilidad y la simpatía. La utilidad depende de la expectativa del placer que una acción puede ocasionar. Así, aquellas acciones que más placer podamos prever que van a procurar las tenderemos a calificar como buenas. Por ello, una parte de la calificación moral de las acciones se basará en criterios pragmáticos. En segundo lugar, está la simpatía, que Hume define como la inclinación que todos los seres humanos poseen a participar de los sentimientos y de las inclinaciones de los otros seres humanos y que nos lleva a obrar moralmente buscando la felicidad del otro. De esta forma, la moral humana no es ni resultado de un frío cálculo racional ni tampoco de un puro sentimiento, sino que ambos factores se interrelacionan. Esta mutua relación garantiza que el sentimiento moral no sea individual ni egoísta y que la moral no sea meramente convencional, sino que se constituya desde un sentimiento moral carácterístico de la propia humanidad y su naturaleza siendo, por tanto, universal.


EL PROBLEMA DEL SER HUMANO Según Rousseau hay una diferencia fundamental entre el hombre natural y el hombre social. El hombre natural es aquel que vive en el estado de naturaleza, una época histórica hipotética que permite a Rousseau desarrollar la idea del mito del buen salvaje. El hombre en estado de naturaleza, antes de convivir en sociedad, era bueno y feliz, independiente en relación a los otros hombres y con un egoísmo no negativo. El buen salvaje tenía, así, un sano amor hacia sí que no implicaba buscar el mal de los otros hacia los que sentía compasión. En este estado natural, el hombre manténía sentimientos puros, no coartados o envenenados por el prejuicio social, y una relación directa con la naturaleza. Este estado natural de cómo sería el ser humano en sus hipotéticos orígenes se enfrenta al hombre social, aquel que vive en un estado de sociedad o estado cultural. En este estado social, que sí que es real frente al natural, el hombre no es un ser feliz y bueno, sino que está llevado por un egoísmo malsano por el cual busca su propio interés en detrimento de los otros seres humanos. Así, la cultura y el progreso no han hecho al ser humano más feliz y más bueno, como creían la mayoría de los pensadores de la Ilustración, sino que lo han hecho más desigual, injusto y profundamente infeliz. Cultura y progreso no actúan pues como elementos emancipadores, sino que dentro de la sociedad son elementos que han corrompido a los hombres. EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD O LA POLÍTICA La sociedad corrompe así al hombre, pero Rousseau es consciente de que no se trata de volver a un estado primitivo, que ni siquiera se puede demostrar que existíó, sino que hay que analizar esta sociedad, que produce esa infelicidad y egoísmo en el ser humano, para ver cuál es su causa y reformarla de forma tal que pueda ser una comunidad que haga felices a los hombres. Y para realizar esta tarea seguirá dos pasos: en primer lugar, situar el origen del mal social; y, segundo, proponer una serie de reformas para transformar esta sociedad. Para Rousseau el origen del mal en la sociedad es la desigualdad. Esta es fruto de la propiedad privada que al surgir produjo que los hombres acabaran siendo socialmente desiguales pues unos empezaron a atesorar privilegios frente a otros. Además, esto produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo era poseer más y por tanto se fomentaba la codicia y el enfrentamiento entre todos. Así, la sociedad actual es injusta y además impide la realización plena de los seres humanos pues no los lleva a la felicidad. Para reformarla, Rousseau propone un Contrato Social. Se debe reformar la sociedad, pero no se puede volver al estado de naturaleza, sino que la idea del estado natural debe servir para crear las bases de una sociedad justa, legítima de acuerdo al ser humano. Se trata de establecer las bases para un pacto social justo, donde se pueda armonizar libertad, igualdad y poder político. En este pacto social, que es un contrato social, el pueblo es el soberano. www.Lalechuzademinerva.Es Esta soberanía popular se expresa en la voluntad general que no es una mera suma de las voluntades de cada individuo sino el interés social común. Efectivamente, la voluntad de todos sería la suma de intereses egoístas de cada uno; sin embargo, la voluntad general es la del sujeto colectivo que siempre pretende el bien común. Así, con el Contrato Social el individuo renuncia a sus egoísmos personales para someterse a las leyes que establecen derechos y deberes desde la voluntad general. Cada individuo renuncia así, según Rousseau, no a la libertad como ciudadano sino a la libertad de obrar de acuerdo al egoísmo propio y en contra de la comunidad, asegurándose así la igualdad y libertad de todos los ciudadanos. Además, opina Rousseau, para la creación de esta nueva sociedad será fundamental la educación ya que la educación interesa a los padres, pero también interesa al Estado porque hay que formar al hombre y al ciudadano. Rousseau, en su obra Emilio, considera que a los niños se les debe instruir desde la libertad, huyendo del academicismo y el mero aprendizaje memorístico. Para esta educación se debe tener en cuenta que los niños tienen una mentalidad diferente a los adultos, buscando abrir su mente a la curiosidad y deseo de saber a través, fundamentalmente, del contacto con la naturaleza. Esta educación tiene como finalidad última formar buenos ciudadanos y contribuir a la mejora social despertando el amor por las leyes justas que representan el interés común. De esta forma, y según Rousseau, los seres humanos pueden entrar en un nuevo estado que no es ni el social anterior donde primaba el egoísmo individual ni tampoco el natural. Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre donde se erradicará el mal moral y la injusticia y permitirá que cada uno de los seres humanos pueda alcanzar su felicidad y plena realización.


EL PROBLEMA DE LA REALIDAD Y EL CONOCIMIENTO Según Kant, dado el antagonismo surgido entre el Racionalismo y el Empirismo es necesario hacer una crítica de la Razón y contestar definitivamente a la pregunta qué puedo conocer. Para ello, se propone hacer un estudio y análisis de la Razón Pura, de nuestra capacidad de conocer, en su obra Crítica de la Razón Pura. Para responder a esta pregunta se cuestionará primero cómo es posible la ciencia pues para Kant éste es un conocimiento seguro y a partir de él podremos establecer qué condiciones debe tener cualquier otro conocimiento que quiera también ser cierto. Las condiciones que hacen posible los juicios científicos son dos: empíricas (de experiencia, particulares y concretas de cada ciencia) y trascendentales o a priori (anteriores a la experiencia y universales de la razón y, por tanto, necesarias para todas las ciencias), siendo las segundas las que deberemos estudiar. A su vez, clasificará todos los posibles tipos de juicios para analizar cuáles son aquellos que se emplean en la ciencia y conocer cómo son posibles. En cuanto a si nos dan una nueva información y extienden nuestro conocimiento los juicios pueden ser analíticos (el predicado está comprendido en el sujeto y no son extensivos) o sintéticos (son extensivos, amplían nuestro conocimiento). Si hace falta la experiencia para conocer su verdad, los juicios serán o a priori (su verdad se conoce sin recurrir a la experiencia, es universal y necesaria) o a posteriori (su verdad depende de la experiencia, no es universal ni necesaria). Para Kant, los juicios científicos serán los juicios sintéticos a priori, que son extensivos, dan un nuevo conocimiento, pero su verdad no depende de la experiencia y por tanto son universales y necesarios. Por ello, estudiará cuáles son las condiciones trascendentales de la razón que posibilitan la realización de dichos juicios y para ello analizará las tres facultades de la Razón: Sensibilidad, Entendimiento y Razón. En primer lugar Kant estudia la sensibilidad y el fundamento de los juicios de las matemáticas (en la “Estética Trascendental”). La sensibilidad es la capacidad de percibir de forma pasiva. Sus condiciones trascendentales (que la hacen posible) son las intuiciones puras: el espacio y el tiempo que pertenecen a la Razón y no a la realidad. Al percibir el sujeto aplica estas intuiciones puras de forma espontánea, creando así el fenómeno, que es lo percibido y no la cosa en sí. De esta manera se da, según Kant, el giro copernicano en el conocimiento pues es el objeto el que para ser conocido debe adaptarse a las condiciones de la propia razón del sujeto. Las intuiciones puras además posibilitan los juicios sintéticos a priori en las Matemáticas, el espacio posibilita la geometría y el tiempo la aritmética, por lo que son universales. En segundo lugar estudia el entendimiento y el fundamento de los juicios de la física (en la “Analítica Trascendental”). El entendimiento es la capacidad de pensar lo percibido de forma activa. Las condiciones trascendentales que hacen posible comprender lo percibido mediante el entendimiento son los conceptos puros o categorías del entendimiento (vacías de contenido empírico) y que se deben siempre aplicar a lo percibido por la sensibilidad, a los fenómenos de la experiencia, para poder comprenderlos. Las categorías posibilitan los juicios sintéticos a priori en la física y por eso son universales. Kant distingue entre el fenómeno, lo que percibimos y comprendemos aplicando las intuiciones puras y las categorías, y el noúmeno, la cosa en sí de la que no tenemos experiencia y que no puede ser conocida y solamente puede ser pensada por nuestra razón. Así, toda la realidad, incluido el ser humano, tiene un ámbito fenoménico, lo que percibimos, y otro nouménico, lo que es realmente, la cosa en sí. La ciencia, el conocimiento seguro, sólo puede conocer los fenómenos pues el noúmeno es incognoscible y sólo puede ser pensado. La filosofía kantiana se llama por eso Idealismo Trascendental pues lo que conocemos no son las cosas reales, sino ideas o fenómenos construidos a partir de los elementos a priori de la razón (intuiciones y categorías). www.Lalechuzademinerva.Es Finalmente, Kant estudia la razón y si la Metafísica es posible como ciencia (en la “Dialéctica trascendental”). La razón es la capacidad de unificar los juicios del entendimiento haciendo teorías cada vez más generales. Así surge la Metafísica que busca estudiar y conocer las realidades que están más allá de la experiencia, en el ámbito nouménico, los trascendentes Dios, Alma y Mundo como totalidad. Para ello la razón aplica las intuiciones de la sensibilidad y las categorías del entendimiento sobre objetos que no son de experiencia, directamente sobre el noúmeno, y por lo tanto su conocimiento es ilegítimo y lleva siempre a contradicciones. Sin embargo, Kant reconoce que es una tendencia propia de la Razón la búsqueda de un saber incondicionado que no esté limitado por la experiencia, y por ello no puede dejar de preguntarse por estos problemas. Las ideas metafísicas de Dios, alma y mundo como totalidad expresan el ideal de la razón, el deseo del conocimiento absoluto que es inalcanzable, pero gracias al cual es posible el progreso en el conocimiento científico. EL PROBLEMA DE LA MORAL O LA ÉTICA Kant trata el tema de la moral respondiendo a las preguntas qué debo hacer en su obra Crítica de la Razón Práctica. Comenzará haciendo una distinción entre dos tipos de sistemas éticos en general: las éticas materiales y la ética formal. Kant criticará a las éticas materiales ya que son empíricas (a posteriori), establecen una finalidad o Bien basándose en la experiencia; sus preceptos o normas son hipotéticos, dependen del fin establecido; y mantienen una moral heterónoma, donde la norma no surge de la propia razón sino que es determinada por algo exterior al sujeto (Dios o la naturaleza humana). Frente a ellas, Kant defenderá la ética formal, vacía de contenido empírico lo moral no depende de ninguna finalidad, es a priori y universal, ya que el valor moral de una acción no se determina por la experiencia; sus preceptos son categóricos, su cumplimiento es obligado sin esperar conseguir ningún fin; y es una moral autónoma, determinada por la propia razón a priori del sujeto. Según Kant, la ética debe fundamentarse en el deber que establece la conciencia o razón de los hombres de forma a priori y universal. La realización del deber por el puro deber, por respeto a la propia razón, supone la buena voluntad. Una acción es moral solo si se realiza por buena voluntad. No son acciones morales por tanto las conformes al deber, que realizan el deber pero no solo por buena voluntad sino para conseguir algo, ni por supuesto las contrarias al deber. Así, el bien moral, la virtud, es cumplir el deber que establece mi razón por respeto a la misma. El imperativo categórico expresa la forma, el modo o protocolo que debemos seguir para establecer la norma moral (el precepto o máxima) que guie la acción para poder estar así seguros que nuestra acción es moral y que realiza efectivamente el deber establecido por la razón. Es imperativo porque se expresa como una orden y es categórico porque representa la obligación moral de realizarlo sin condición ninguna, solo porque así lo establece nuestra razón. Kant ofrece varias formulaciones del Imperativo categórico de las que destacan dos: hay que obrar siempre según una norma que pueda desearse se impusiera como ley universal obligatoria; y hay obrar siempre según una norma que asegure el trato de todo ser racional como un fin en sí mismo y nunca se utilice a ningún ser humano solo como un medio para nuestros fines egoístas. Cumpliendo el imperativo categórico, según Kant, se conseguiría construir el Reino de los Fines, una sociedad ideal donde cada persona sería siempre tratada como un fin y no como un medio. Además, Kant afirma tres postulados (supuesto necesario como condición de la moral misma pero indemostrable teóricamente) de la razón práctica. El primero, y único demostrado en la práctica, es el de la libertad pues la existencia en nuestra razón de la exigencia de obrar por deber supone la libertad como algo previo para poder ser capaces de vencer nuestras inclinaciones e intereses. El segundo postulado exigencia de la razón práctica, es el alma inmortal pues el cumplimiento del deber al que nos sentimos obligados moralmente nunca acaba y por ello es necesaria la inmortalidad del alma. Y el tercer postulado exigencia de la razón práctica, es la existencia de Dios pues nuestra razón establece una identificación entre la virtud y la felicidad que no se da en nosotros por lo que dicha uníón se afirma como realizada en Dios.

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