La Ilustración y la Religión: El Desencantamiento del Mundo

4.-La Ilustración y la Religión


4.1-Introducción: El Desencantamiento del Mundo

La expresión weberiana «desencantamiento del mundo» parece especialmente adecuada para designar la meta perseguida por la Ilustración. La tradición religiosa se presentaba a los ilustrados como la fuente última de legitimación de prácticamente todo. De ahí la radicalidad del debate. La Ilustración francesa conduce este proceso a unos niveles de radicalismo desconocidos en la cultura occidental, por la cantidad y la intensidad del debate contra la tradición cristiana; por ello el siglo XVIII ha sido calificado como el siglo anticristiano.

¿Por qué los ilustrados franceses entablaron un combate tan radical? El motivo inmediato nos remite al carácter legitimador que revestía la tradición religiosa de todos aquellos valores vinculados al antiguo régimen y que obstaculizaban la difusión de los principios ilustrados. Pero es preciso remontarse más lejos para poder enfocar adecuadamente este problema. Es necesario hablar del papel desempeñado por el cristianismo en la evolución del mundo occidental. Al sobrevenir el hundimiento de la cultura antigua, la Iglesia no sólo quedó enfrentada a la tarea de la educación religiosa y moral del hombre occidental, sino que se ve precisada a llenar todo ese vacío cultural que dejan libre las distintas instancias del mundo antiguo. De ahí la dolorosa confrontación con la cultura moderna, al tener que ir cediendo poco a poco parcelas de la actividad humana que ahora reclaman de nuevo su autonomía, al desprenderse de la primitiva tutela eclesiástica. Se inicia así, con la llegada de la cultura moderna, todo un proceso de secularización que comienza por aspectos más externos, como la propiedad, la actividad política, científica y educativa, pero que indefectiblemente terminará afectando a las conciencias mismas. El protestantismo quedó en condiciones de hacer frente más fácilmente al reto que suponía para el cristianismo el enfrentarse con la cultura moderna. El mundo católico, por el contrario, tiende a encerrarse en sí mismo, a modo de fortaleza, para hacer frente a la nueva situación. Todos los grandes representantes de la Ilustración francesa, incluso, con matices, Rousseau, se muestran hostiles o al menos críticos con el cristianismo.

Por otra parte, la división dentro del Cristianismo en tiempos de la Reforma, la apertura a nuevos países y continentes -que facilita el contacto con pueblos que no tienen religión específica o que tienen una rigidez moral enorme aún siendo ateos, como China-, plantea la validez universal de la religión cristiana y su moral. Si hasta ese momento la defensa de la religión se había hecho desde las armas o desde la plataforma de la intransigencia doctrinal, o incluso desde la tortura (Inquisición), ahora aparecerá la exigencia de tratar las distintas formas de pensar o de creer de un nuevo modo: la Tolerancia. Los representantes de la Ilustración se muestran hostiles ante la religión, al ser ésta la fuente de legitimación de todos aquellos valores contra los cuales luchaban y que obstaculizaban la difusión de los principios ilustrados -la autonomía del hombre y la secularización de la cultura (las ciencias, las artes…)- y sus posiciones oscilarán entre el deísmo y el ateísmo, pasando por el teísmo de Rousseau. Es decir, desde la religión natural, en cualquiera de sus versiones (deísmo y teísmo) hasta el ateísmo.

4.2-El Ateísmo D’Alembert y Diderot

D’Alembert y Diderot -quien define al deísta como el hombre que no ha vivido lo suficiente, o no sabe lo suficiente, para ser un ateo-, deístas en un comienzo, se convirtieron en materialistas ateos. La mayoría de enciclopedistas restantes, D’Holbach, Helvétius, La Mettrie, Sade, Condillac, etc., también partieron del deísmo para llegar al ateísmo materialista. El giro hacia posiciones materialistas resulta perceptible en la segunda mitad del siglo. La expresión más rotunda de este materialismo ilustrado, es el «Sistema de la naturaleza» de D’Holbach de 1770. D’Holbach afirma:

  • Dios es superfluo en una concepción materialista y mecanicista porque la materia es el principio único y necesario para explicar el mundo: Para conocer el mundo basta con conocer las causas eficientes de los fenómenos, entendiendo por causas eficientes razones mecánicas (un hecho que llamamos causa provoca la aparición de otro hecho que llamamos efecto), así la gravedad es la causa eficiente de la caída de los graves, y esas relaciones o leyes pueden matematizarse (expresarse en lenguaje matemático). No queda espacio alguno para la divinidad como causa final -primera-. Y esta doctrina recibe el nombre de ateísmo materialista porque ya no se precisa de Dios y porque el principio explicativo reside en la propia materia.
  • Pero además de ser superfluo Dios, añade que la religión es enemiga de la felicidad y del progreso humano. La fe en Dios, lejos de hacer a los hombres felices, aumenta su ansiedad y su miedo. Para Meslier las religiones no son más que errores, ilusión e imposturas.

No fueron conscientes de la advertencia, que algún tiempo después, señaló Kant en la «Crítica de la razón pura» en el sentido de que si resultaba imposible encontrar demostraciones evidentes de la existencia de Dios, también lo era encontrarlas para lo contrario.

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