La Filosofía de Platón: Metafísica, Alma, Ética y el Estado Ideal

Realidad y Conocimiento en Platón: La Teoría de las Ideas

Platón establece una distinción fundamental entre dos mundos: el Mundo Sensible y el Mundo de las Ideas. Esta dualidad es clave para comprender su filosofía sobre la realidad y el conocimiento.

El Dualismo Ontológico: Mundo Sensible y Mundo de las Ideas

El Mundo Sensible se caracteriza por ser el mundo terrenal y material, compuesto por seres particulares y concretos que son diversos, múltiples, imperfectos y corruptibles. Los objetos en este mundo son solo copias de las Ideas y, por lo tanto, son una representación imperfecta de la verdadera realidad.

En cambio, el Mundo de las Ideas es el mundo trascendente (más allá de los límites del conocimiento) y real, pues las Ideas existen de forma independiente a sus realizaciones concretas y son la esencia y la verdadera realidad de las cosas. Son únicas, eternas, perfectas e inteligibles (pueden llegar a ser entendidas).

Relación entre los Mundos: La Participación y el Demiurgo

La relación entre ambos mundos se explica con la Teoría de la Participación, donde los seres concretos y materiales del Mundo Sensible existen en tanto que participan en diversos grados de perfección en la Idea correspondiente. Son múltiples y diversos, siendo mejores o peores copias de acuerdo con su grado de participación en la Idea.

Según el Mito del Demiurgo, este ser divino copia las Ideas perfectas en la materia informe y caótica, dando origen al Mundo Sensible.

La Jerarquía de las Ideas

Las Ideas están jerarquizadas y organizadas racionalmente. Esta jerarquía se establece de la siguiente manera:

  1. Ideas de los seres sensibles (menos generales).
  2. Ideas matemáticas.
  3. Ideas éticas, estéticas y políticas.
  4. En la cúspide, la Idea de Bien.

La Idea de Bien es el fundamento ontológico (todas las Ideas participan de ella, permitiendo su existencia y perfección) y epistemológico (las Ideas son plenamente conocidas solo cuando se comprende la Idea de Bien) de todas las demás Ideas.

Epistemología Platónica: Doxa y Episteme

Según el Mito de la Caverna, Platón distingue dos modos fundamentales de conocer:

1. Doxa (Opinión)

La Doxa es el conocimiento falso que proviene de la percepción sensible de los seres concretos del Mundo Sensible. Incluye dos niveles:

  • Eikasia (Imaginación): Conocimiento de las imágenes de los objetos sensibles.
  • Pistis (Creencia): Conocimiento por percepción directa de los objetos sensibles.

2. Episteme (Ciencia)

La Episteme es el verdadero conocimiento de las Ideas trascendentes e inteligibles. Incluye dos niveles:

  • Dianoia (Razón Discursiva): Conocimiento por razonamiento, como en las matemáticas, utilizando hipótesis, deducción e imágenes visibles.
  • Noesis (Intelección): Intuición intelectual y pura de las Ideas, culminando en la comprensión de la Idea de Bien.

El Proceso Dialéctico y la Reminiscencia

El Mito de la Caverna también representa el proceso educativo del alma: el filósofo que sale de la caverna simboliza el ascenso desde la ignorancia del Mundo Sensible hasta la contemplación racional de las Ideas. Al regresar a la caverna, el filósofo cumple su deber ético y político de guiar a los demás hacia la verdad.

En la Teoría de la Reminiscencia, conocer es recordar las Ideas que el alma ya conocía antes de estar atrapada en el cuerpo. En el Mito del Carro Alado, se explica cómo el alma racional, preexistente en el Mundo de las Ideas, cae al mundo terrenal y olvida su conocimiento al quedar atrapada en el cuerpo. Con el método de la Mayéutica, el filósofo ayuda a otros a recordar mediante preguntas que provocan la reflexión racional, haciendo que el interlocutor recuerde las Ideas que su alma ya conocía, pero ha olvidado.

En el proceso Dialéctico y Grados del Conocimiento, el alma sigue un proceso de argumentación para alcanzar el conocimiento de la Idea de Bien. Siguiendo el Símil de la Línea, se describen los cuatro grados del conocimiento: Doxa (dividida en Eikasia y Pistis) y Episteme (dividida en Dianoia y Noesis). Al llegar a la Noesis, el conocimiento de las Ideas es perfecto y completo.

Conclusión sobre Realidad y Conocimiento: La filosofía de Platón establece una dualidad entre el Mundo Sensible y el Mundo de las Ideas. El conocimiento verdadero es el conocimiento de las Ideas, alcanzado a través de la razón y el recuerdo (reminiscencia). La Idea de Bien es fundamental tanto ontológica como epistemológicamente. La educación y la filosofía son los medios que permiten al alma liberarse de la ignorancia y ascender hacia la contemplación del Bien.

El Ser Humano: Dualismo y la Inmortalidad del Alma

La Composición Dual del Ser Humano

Platón considera que el ser humano está compuesto de cuerpo, perteneciente al Mundo Sensible, y alma, perteneciente al Mundo Inteligible. Nuestros sentidos están ligados a nuestro cuerpo y a través de ellos obtenemos un conocimiento de segundo grado, la Doxa (opinión), que no es el conocimiento de las Ideas. Nuestro cuerpo puede llegar a ser un obstáculo para que el alma alcance un perfecto conocimiento de estas. Nuestra alma debe evitar dejarse arrastrar por los deseos o apetencias del cuerpo. Aunque nuestra alma está encerrada en nuestro cuerpo, su origen es el Mundo de las Ideas.

Argumentos sobre la Inmortalidad del Alma

Platón defiende que el alma preexiste al cuerpo en que se encarna y que sobrevive a la muerte de este. Por lo tanto, el alma es inmortal. La constatación de la existencia en nosotros de la reminiscencia se considera una prueba de la preexistencia del alma.

Además, se ofrece el argumento del origen de los contrarios para avalar esta tesis, que consiste en que todas las cosas tienen un contrario, y en él precisamente tienen su origen. Por ejemplo, la vida es lo contrario de la muerte y la muerte lo contrario de la vida. Como consecuencia, dado que todas las cosas tienen su origen en un contrario, de lo que vive habrá de producirse lo que está muerto, y de lo que está muerto habrá de producirse lo que está vivo.

También se considera la posibilidad de que el alma acabe por disolverse, lo que supondría su muerte. Sin embargo, esta hipótesis se rechaza finalmente mediante el argumento de la indisolubilidad de lo simple, el cual explica que las cosas que son susceptibles de disolverse son las cosas compuestas; es decir, las verdaderas realidades son invisibles y simples, luego no pueden disgregarse. El alma es, al igual que esas realidades, invisible, por lo que es lícito sostener como conclusión que no se puede disolver.

La Estructura Tripartita del Alma y el Mito del Carro Alado

Platón sostiene que en el alma hay tres partes distintas y cada una de ellas tiene una función diferente:

  • Parte Racional (Logistikón): Reside la facultad del conocimiento propiamente dicho (la razón).
  • Parte Irascible (Thymoeidés): Reside la facultad de la voluntad, el valor y la ira.
  • Parte Concupiscible o Apetitiva (Epithymetikón): Reside la facultad por la cual deseamos los placeres y apetitos corporales.

No obstante, la parte irascible y la parte concupiscible deben obedecer a la parte racional, aunque no siempre sucede. Platón explica míticamente, con el Mito del Carro Alado, por qué nuestra alma está encerrada en un cuerpo. Esto es debido a que originalmente cometió una falta: el alma habitó originalmente en el Mundo de las Ideas y podía allí contemplar directamente estas.

El alma es como un carro con dos caballos y un auriga. Uno de los caballos es dócil y sigue las instrucciones del auriga, pero el otro se deja arrastrar por los deseos y no sigue las instrucciones del auriga. Este caballo hace finalmente caer el carro. El mito representa:

  • El Auriga: La parte racional.
  • El Caballo Dócil: La parte irascible.
  • El Caballo Rebelde: La parte concupiscible.

Cuando las pasiones dominan y desobedecen a la razón, el alma cae del Mundo Inteligible al Mundo Sensible y tiene que encarnarse en un cuerpo como castigo.

Además, Platón sostiene que la misión del alma humana es purificarse del cuerpo mediante la razón y el conocimiento filosófico, para poder regresar al Mundo de las Ideas tras la muerte. De esta forma, el conocimiento y la virtud no solo perfeccionan la razón, sino que liberan al alma de su prisión corporal.

Conclusión sobre el Ser Humano: Platón concibe al ser humano como un ser dual, compuesto por cuerpo y alma. Mientras el cuerpo pertenece al Mundo Sensible, el alma procede del Mundo de las Ideas y aspira a regresar a él. Su verdadera naturaleza es racional e inmortal, y su misión es purificarse del cuerpo mediante la virtud y el conocimiento. Solo cuando la razón domina a las pasiones y deseos, el alma alcanza la armonía interior y se libera, pudiendo contemplar nuevamente las Ideas eternas.

La Política Platónica: El Estado Ideal y la Justicia Social

Platón describe en La República y en Las Leyes cómo sería un Estado ideal. Para ello sigue el mismo esquema que había utilizado para describir las partes o funciones del alma. El alma estaba compuesta por tres partes e igualmente el Estado ideal debe estar compuesto por tres estamentos:

Los Tres Estamentos del Estado Ideal

  1. Los Gobernantes-Filósofos (Razón): Dirigen a los ciudadanos y han sido elegidos entre los guerreros más sabios y prudentes. Deben tener un perfecto conocimiento del Mundo de las Ideas, ya que solo quien conoce lo que es el “Bien en sí” y la “Justicia en sí” podrá realmente ser bueno y gobernar a los demás con justicia. La Sabiduría y la Prudencia son las virtudes que los caracterizan.
  2. Los Guerreros-Guardianes (Voluntad/Irascible): Se encargan de defender a los ciudadanos de sus enemigos y son escogidos de entre los ciudadanos más fuertes y valerosos. El Valor o Fortaleza es la virtud que los caracteriza.
  3. Los Productores (Apetitiva/Concupiscible): Incluyen agricultores, artesanos y comerciantes, encargados de producir los bienes necesarios para la vida de la población. La Templanza es la virtud que los caracteriza.

Al igual que para el caso del alma, en la sociedad (Estado o ciudad) se dará la virtud de la Justicia cuando cada estamento desarrolle la virtud específica que le es propia. Dicho de otro modo, cuando cada uno de estos estamentos cumpla con su función específica.

No se trata de estamentos cerrados, sino que la pertenencia a cada estamento viene dada por las capacidades demostradas desde niño. Se educaría a los futuros gobernantes primeramente en las artes menores, luego en las matemáticas y finalmente en la dialéctica, lo que les convertiría en filósofos. Se educaría a los ciudadanos para formar parte en uno u otro estamento.

El Filósofo-Rey y la Exclusión de los Poetas

Platón no excluye a las mujeres de la vida política o militar, por lo que también podrían formar parte de la casta gobernante o militar en caso de tener las virtudes adecuadas para ello.

No se admitiría a los poetas dentro de ese Estado ideal. Los poetas y artistas en general están especializados en la imitación o ficción. La poesía puede confundir a los ciudadanos y hacer que tomen por realidad lo que es ficción, y dejarse arrastrar así por las pasiones. De ahí que la presencia de los poetas constituya un peligro para la ciudad, por lo que no se admitiría su presencia en ella.

Platón considera que el Estado es un reflejo del alma humana: así como la razón debe gobernar sobre las pasiones para lograr la justicia interior, los filósofos deben gobernar sobre los demás estamentos para lograr la justicia social. De esta manera, la ética y la política se complementan, pues solo una sociedad justa puede formar individuos justos, y viceversa.

Conclusión sobre Política: Platón considera que el Estado ideal debe reflejar la estructura del alma humana. Cada clase social, al igual que cada parte del alma, tiene una función y una virtud que cumplir. La justicia surge cuando cada estamento cumple su deber y la razón, representada por los filósofos, gobierna. Así, ética y política son inseparables, pues solo una sociedad justa puede formar individuos justos, y solo ciudadanos justos pueden sostener un Estado verdaderamente justo.

Ética y Virtud: El Intelectualismo Moral

Contexto Histórico del Problema Ético

En el siglo VIII a.C. aproximadamente apareció la primera polis en Grecia. Entonces empezaron a cuestionarse si la manera en que vivían era la correcta porque vieron que en otras partes del mundo vivían de maneras diferentes, convencidos de que esa era la única forma de vida y la correcta.

El Debate Ético: Hedonismo Sofista vs. Intelectualismo Moral

Para resolver este problema, los Sofistas y Sócrates dieron dos soluciones bastante diferentes:

  • Los Sofistas (Hedonismo Moral): Defendían que para ser feliz había que ser injusto y aparentar justicia, porque entendían la felicidad como satisfacción de deseos, hacer todo el rato lo que se desea. Pero en una sociedad siempre hay normas que limitan la libertad y hay consecuencias si no se cumplen. Para convencer a todos de que se comportaban de manera justa usaban la retórica.
  • Sócrates y Platón (Intelectualismo Moral): Sócrates decía que para ser feliz hay que ser justo, aunque no lo parezca, porque la felicidad no está en la satisfacción inmediata de deseos sino en la virtud como cumplimiento del deber. Platón desarrollará el intelectualismo moral de Sócrates, pero lo matizará.

Para responder a la cuestión de cómo vivir, Platón primero explica cómo funciona el ser humano, qué lo motiva, y escribe la primera “psicología”. Sócrates dividía al ser humano en alma y cuerpo, que solo funcionan en conjunto, aunque entren en conflicto. Platón elimina el cuerpo (por ser material y mortal) y divide el alma en tres partes: deseo, voluntad y razón.

Que el alma sea tripartita lo deduce porque observa que hay conflictos de motivaciones dentro del propio individuo. El alma apetitiva (deseo) busca satisfacer los deseos; el alma irascible (voluntad) está en constante conflicto con la apetitiva, lo cual prueba que son independientes; y el alma racional (razón) puede calcular que algo es conveniente aun sin desearlo ni tener fuerza de voluntad para llevarlo a cabo, indicando una dirección hacia la que llevar las decisiones.

La Justicia como Armonía del Alma

Desde el punto de vista del intelectualismo moral, es la razón la que debe gobernar y someter los deseos utilizando la voluntad como intermediaria. Si la felicidad radica en la justicia, en la virtud, y la justicia consiste en cumplir las normas que nos autoimponemos racionalmente, entonces la razón debe imponerse.

“Virtud” significa que cumple su función adecuadamente, por lo que una persona será virtuosa moralmente cuando tenga conocimiento sobre lo que está bien y lo que está mal y las tres partes de su alma estén en armonía y cumplan su función. Las virtudes cardinales son:

  • Templanza o Ecuanimidad: Los deseos se someten a la razón.
  • Valor o Fortaleza: Fuerza de voluntad para actuar correctamente.
  • Prudencia: La razón calcula adecuadamente el Bien.
  • Justicia: El conjunto funciona a la perfección y está ajustado.

Además, la Justicia es la virtud suprema porque armoniza las otras tres y permite el equilibrio del alma, del mismo modo que en el Estado la justicia armoniza las clases sociales.

Llegados a este punto, hay que tener en cuenta que las personas son seres sociales y una persona justa en una sociedad injusta se verá, al contrario, como injusta. Es por eso por lo que Platón dice que para ser justo y parecerlo es necesario que la sociedad en la que vive el individuo sea justa. Esto lo llevará a abordar el problema de la política, que en realidad no es tan distinto ya que la sociedad guarda semejanzas con el individuo y la existencia de la ética implica la de la política, y viceversa.

Conclusión sobre Ética: Platón defiende una ética racional e intelectualista: la felicidad no consiste en satisfacer los deseos, sino en vivir de acuerdo con la virtud y la razón. El alma humana debe mantener la armonía entre sus tres partes (racional, irascible y apetitiva) para alcanzar la justicia interior. La virtud se logra cuando cada parte cumple su función adecuadamente bajo el gobierno de la razón. La justicia es la virtud suprema, porque une y equilibra las demás, tanto en el alma individual como en la sociedad. Por eso, para Platón, la ética y la política son dos dimensiones inseparables de una misma búsqueda del Bien.

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