Kant: conocimiento y experiencia

Tema: La crítica a la metafísica tradicional
Nociones:

Experiencia y conocimiento a priori


Kant identifica experiencia con el conocimiento sensible, es decir hablamos de experiencia en Kant como la relación causal entre nuestras facultades y el mundo. Este acceso sólo es posible mediante nuestros sentidos, pero la experiencia sólo inicia el conocimiento. ¿Cómo se consigue que la experiencia finalice en ciencia?. Kant dice que existen tanto en la sensibilidad como en el entendimiento unas formas trascendentales, que no dependen de la experiencia, y que son a priori, por lo tanto, que actuarán como un «molde» al que se tienen que someter los datos recibidos por la sensibilidad y los conceptos formados por el entendimiento. En consecuencia, tanto la sensibilidad como el entendimiento adquieren, aunque a distinto nivel, un papel configurador de la realidad. 


Kant dice que si las ciencias progresan deben tomar elementos de la experiencia que amplíen nuestro conocimiento. Pero ¿cómo explicar que la ciencia también sea un saber universal y necesario? Kant admite que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero que no se origina todo en la experiencia. El conocimiento comienza con las impresiones sensibles(materia del conocimiento) Pero no todo el conocimiento proviene de la experiencia puesto que las impresiones, en el momento mismo en que son recibidas por el sujeto, son informadas por su propia facultad cognoscitiva. Luego nuestro conocimiento resulta de la composición de dos elementos: uno, que procede de fuera de nosotros (dato empírico) y otro, proporcionado por nuestra facultad cognoscitiva, que es el elemento a priori. La necesidad y universalidad del conocimiento no vienen dados por el elemento empírico, sino por el a priori. Con la novedad de este elemento a priori, Kant ha cumplido un «giro copernicano»: no es el objeto quien rige nuestro conocimiento, sino que es dicho objeto quien se adapta a nuestro modo conocer («idealismo gnoseológico»).


Los elementos que hacen nuestro conocimiento universal y necesario no pueden ser empíricos. En efecto, no pueden provenir del objeto puesto que nada universal y necesario puede provenir de la experiencia. Si nuestro conocimiento se regulara por la naturaleza del objeto, entonces sería necesario experimentar los objetos para tener conocimiento, pero en este caso nuestro conocimiento sería a posteriori y, en consecuencia, ni universal ni necesario. En cambio si hay elementos en nuestra razón que indican cómo debe presentarse el objeto para ser conocido, entonces es que el objeto se regula según los elementos de nuestras facultades cognoscitivas. No queda más remedio, pues, que tales elementos a priori sean patrimonio de la razón: son previos e independientes de la experiencia, pero regulan la experiencia dándole el carácter de universalidad y necesidad que tiene para nosotros.


Veamos ahora, como se aplica esto a cada una de nuestras facultades cognoscitivas: si analizamos el contenido de cualquier conocimiento, despojándolo de todo elemento procedente del entendimiento, a fin de quedarnos sólo con el conocimiento sensible; y una vez hecho esto analizamos ese conocimiento sensible, despojándolo de todo elemento perteneciente a la sensación, nos quedaremos sólo con la forma del conocimiento sensible. Tendremos entonces la forma pura de la sensibilidad. (Estética trascendental)
En el caso de los objetos que nos representamos como exteriores a nosotros, como una mesa o una casa, por ejemplo, podemos prescindir de cualquier representación sensible (tamaño, forma, color) pero no podemos prescindir de representárnoslo como algo en el espacio.
De modo similar, por lo que respecta a la intuición de los estados internos del sujeto podemos prescindir de todas sus carácterísticas excepto de representárnoslos en relaciones de tiempo.


El espacio no puede ser una realidad objetiva (como pensaba Newton), ya que las cosas existen en el espacio; si lo consideramos como una cosa tendríamos que concebir otro espacio que lo contuviese, y así indefinidamente, lo que resulta absurdo. El espacio tampoco puede ser un concepto empírico, dado que para representarme un objeto debo presuponer de antemano el espacio; por lo tanto, el espacio no puede proceder de la experiencia, sino que la precede. Si no procede de la experiencia ha de ser una representación a priori, independiente de la experiencia.


Según Kant existen dos modos de la sensibilidad, la sensibilidad externa por la cual nos representamos los objetos en el espacio, y la sensibilidad interna, por la cual intuimos en el tiempo nuestros estados psíquicos. El espacio y el tiempo son formas a priori de la sensibilidad o intuiciones puras. El resultado de la ordenación de las sensaciones (materia) en el espacio-tiempo (forma) es el fenómeno, que es el objeto de nuestra experiencia. Las matemáticas construyen sus juicios sobre las intuiciones puras del espacio (geometría) y del tiempo (aritmética). Esto explica que las proposiciones matemáticas tengan validez y sean aplicables a la experiencia, aunque no se construyan a partir de ella.


El entendimiento (Analítica trascendental) es la facultad de pensar el objeto dado en la intuición empírica, es decir, el fenómeno. Pensar supone subsumir (englobar un caso particular dentro de lo general) los fenómenos bajo conceptos que les dan unidad y significación. Hay conceptos empíricos (caballo) y a priori, que se llaman categorías, que son las estructuras a priori del pensamiento. La naturaleza entendida como el conjunto de los fenómenos, se encuentra sometida a las categorías, que son las condiciones de posibilidad de pensar la experiencia, las leyes físicas que se imponen a la experiencia por el entendimiento. De este modo, adquieren necesidad y universalidad, haciendo posible la física como ciencia. Las leyes físicas sólo tienen validez para el mundo fenoménico. No conocemos ni las cosas en sí mismas (noúmenos) ni las leyes a que están sometidas.


Nociones: Experiencia y conocimiento a priori.
Kant identifica experiencia con el conocimiento sensible, es decir hablamos de experiencia en Kant como la relación causal entre nuestras facultades y el mundo. Este acceso sólo es posible mediante nuestros sentidos, pero la experiencia sólo inicia el conocimiento. ¿Cómo se consigue que la experiencia finalice en ciencia?. Kant dice que existen tanto en la sensibilidad como en el entendimiento unas formas trascendentales, que no dependen de la experiencia, y que son a priori, por lo tanto, que actuarán como un «molde» al que se tienen que someter los datos recibidos por la sensibilidad y los conceptos formados por el entendimiento. En consecuencia, tanto la sensibilidad como el entendimiento adquieren, aunque a distinto nivel, un papel configurador de la realidad. 
Kant dice que si las ciencias progresan deben tomar elementos de la experiencia que amplíen nuestro conocimiento. Pero ¿cómo explicar que la ciencia también sea un saber universal y necesario? Kant admite que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero que no se origina todo en la experiencia. El conocimiento comienza con las impresiones sensibles(materia del conocimiento) Pero no todo el conocimiento proviene de la experiencia puesto que las impresiones, en el momento mismo en que son recibidas por el sujeto, son informadas por su propia facultad cognoscitiva. Luego nuestro conocimiento resulta de la composición de dos elementos: uno, que procede de fuera de nosotros (dato empírico) y otro, proporcionado por nuestra facultad cognoscitiva, que es el elemento a priori. La necesidad y universalidad del conocimiento no vienen dados por el elemento empírico, sino por el a priori. Con la novedad de este elemento a priori, Kant ha cumplido un «giro copernicano»: no es el objeto quien rige nuestro conocimiento, sino que es dicho objeto quien se adapta a nuestro modo conocer («idealismo gnoseológico»).
Los elementos que hacen nuestro conocimiento universal y necesario no pueden ser empíricos. En efecto, no pueden provenir del objeto puesto que nada universal y necesario puede provenir de la experiencia. Si nuestro conocimiento se regulara por la naturaleza del objeto, entonces sería necesario experimentar los objetos para tener conocimiento, pero en este caso nuestro conocimiento sería a posteriori y, en consecuencia, ni universal ni necesario. En cambio si hay elementos en nuestra razón que indican cómo debe presentarse el objeto para ser conocido, entonces es que el objeto se regula según los elementos de nuestras facultades cognoscitivas. No queda más remedio, pues, que tales elementos a priori sean patrimonio de la razón: son previos e independientes de la experiencia, pero regulan la experiencia dándole el carácter de universalidad y necesidad que tiene para nosotros.
Veamos ahora, como se aplica esto a cada una de nuestras facultades cognoscitivas: si analizamos el contenido de cualquier conocimiento, despojándolo de todo elemento procedente del entendimiento, a fin de quedarnos sólo con el conocimiento sensible; y una vez hecho esto analizamos ese conocimiento sensible, despojándolo de todo elemento perteneciente a la sensación, nos quedaremos sólo con la forma del conocimiento sensible. Tendremos entonces la forma pura de la sensibilidad. (Estética trascendental)
En el caso de los objetos que nos representamos como exteriores a nosotros, como una mesa o una casa, por ejemplo, podemos prescindir de cualquier representación sensible (tamaño, forma, color) pero no podemos prescindir de representárnoslo como algo en el espacio. De modo similar, por lo que respecta a la intuición de los estados internos del sujeto podemos prescindir de todas sus carácterísticas excepto de representárnoslos en relaciones de tiempo.
El espacio no puede ser una realidad objetiva (como pensaba Newton), ya que las cosas existen en el espacio; si lo consideramos como una cosa tendríamos que concebir otro espacio que lo contuviese, y así indefinidamente, lo que resulta absurdo. El espacio tampoco puede ser un concepto empírico, dado que para representarme un objeto debo presuponer de antemano el espacio; por lo tanto, el espacio no puede proceder de la experiencia, sino que la precede. Si no procede de la experiencia ha de ser una representación a priori, independiente de la experiencia.
Según Kant existen dos modos de la sensibilidad, la sensibilidad externa por la cual nos representamos los objetos en el espacio, y la sensibilidad interna, por la cual intuimos en el tiempo nuestros estados psíquicos. El espacio y el tiempo son formas a priori de la sensibilidad o intuiciones puras. El resultado de la ordenación de las sensaciones (materia) en el espacio-tiempo (forma) es el fenómeno, que es el objeto de nuestra experiencia. Las matemáticas construyen sus juicios sobre las intuiciones puras del espacio (geometría) y del tiempo (aritmética). Esto explica que las proposiciones matemáticas tengan validez y sean aplicables a la experiencia, aunque no se construyan a partir de ella.
El entendimiento (Analítica trascendental) es la facultad de pensar el objeto dado en la intuición empírica, es decir, el fenómeno. Pensar supone subsumir (englobar un caso particular dentro de lo general) los fenómenos bajo conceptos que les dan unidad y significación. Hay conceptos empíricos (caballo) y a priori, que se llaman categorías, que son las estructuras a priori del pensamiento. La naturaleza entendida como el conjunto de los fenómenos, se encuentra sometida a las categorías, que son las condiciones de posibilidad de pensar la experiencia, las leyes físicas que se imponen a la experiencia por el entendimiento. De este modo, adquieren necesidad y universalidad, haciendo posible la física como ciencia. Las leyes físicas sólo tienen validez para el mundo fenoménico. No conocemos ni las cosas en sí mismas (noúmenos) ni las leyes a que están sometidas.
Nociones: Experiencia y conocimiento a priori.
Kant identifica experiencia con el conocimiento sensible, es decir hablamos de experiencia en Kant como la relación causal entre nuestras facultades y el mundo. Este acceso sólo es posible mediante nuestros sentidos, pero la experiencia sólo inicia el conocimiento. ¿Cómo se consigue que la experiencia finalice en ciencia?. Kant dice que existen tanto en la sensibilidad como en el entendimiento unas formas trascendentales, que no dependen de la experiencia, y que son a priori, por lo tanto, que actuarán como un «molde» al que se tienen que someter los datos recibidos por la sensibilidad y los conceptos formados por el entendimiento. En consecuencia, tanto la sensibilidad como el entendimiento adquieren, aunque a distinto nivel, un papel configurador de la realidad. 
Kant dice que si las ciencias progresan deben tomar elementos de la experiencia que amplíen nuestro conocimiento. Pero ¿cómo explicar que la ciencia también sea un saber universal y necesario? Kant admite que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero que no se origina todo en la experiencia. El conocimiento comienza con las impresiones sensibles(materia del conocimiento) Pero no todo el conocimiento proviene de la experiencia puesto que las impresiones, en el momento mismo en que son recibidas por el sujeto, son informadas por su propia facultad cognoscitiva. Luego nuestro conocimiento resulta de la composición de dos elementos: uno, que procede de fuera de nosotros (dato empírico) y otro, proporcionado por nuestra facultad cognoscitiva, que es el elemento a priori. La necesidad y universalidad del conocimiento no vienen dados por el elemento empírico, sino por el a priori. Con la novedad de este elemento a priori, Kant ha cumplido un «giro copernicano»: no es el objeto quien rige nuestro conocimiento, sino que es dicho objeto quien se adapta a nuestro modo conocer («idealismo gnoseológico»).
Los elementos que hacen nuestro conocimiento universal y necesario no pueden ser empíricos. En efecto, no pueden provenir del objeto puesto que nada universal y necesario puede provenir de la experiencia. Si nuestro conocimiento se regulara por la naturaleza del objeto, entonces sería necesario experimentar los objetos para tener conocimiento, pero en este caso nuestro conocimiento sería a posteriori y, en consecuencia, ni universal ni necesario. En cambio si hay elementos en nuestra razón que indican cómo debe presentarse el objeto para ser conocido, entonces es que el objeto se regula según los elementos de nuestras facultades cognoscitivas. No queda más remedio, pues, que tales elementos a priori sean patrimonio de la razón: son previos e independientes de la experiencia, pero regulan la experiencia dándole el carácter de universalidad y necesidad que tiene para nosotros.
Veamos ahora, como se aplica esto a cada una de nuestras facultades cognoscitivas: si analizamos el contenido de cualquier conocimiento, despojándolo de todo elemento procedente del entendimiento, a fin de quedarnos sólo con el conocimiento sensible; y una vez hecho esto analizamos ese conocimiento sensible, despojándolo de todo elemento perteneciente a la sensación, nos quedaremos sólo con la forma del conocimiento sensible. Tendremos entonces la forma pura de la sensibilidad. (Estética trascendental)
En el caso de los objetos que nos representamos como exteriores a nosotros, como una mesa o una casa, por ejemplo, podemos prescindir de cualquier representación sensible (tamaño, forma, color) pero no podemos prescindir de representárnoslo como algo en el espacio. De modo similar, por lo que respecta a la intuición de los estados internos del sujeto podemos prescindir de todas sus carácterísticas excepto de representárnoslos en relaciones de tiempo.
El espacio no puede ser una realidad objetiva (como pensaba Newton), ya que las cosas existen en el espacio; si lo consideramos como una cosa tendríamos que concebir otro espacio que lo contuviese, y así indefinidamente, lo que resulta absurdo. El espacio tampoco puede ser un concepto empírico, dado que para representarme un objeto debo presuponer de antemano el espacio; por lo tanto, el espacio no puede proceder de la experiencia, sino que la precede. Si no procede de la experiencia ha de ser una representación a priori, independiente de la experiencia.
Según Kant existen dos modos de la sensibilidad, la sensibilidad externa por la cual nos representamos los objetos en el espacio, y la sensibilidad interna, por la cual intuimos en el tiempo nuestros estados psíquicos. El espacio y el tiempo son formas a priori de la sensibilidad o intuiciones puras. El resultado de la ordenación de las sensaciones (materia) en el espacio-tiempo (forma) es el fenómeno, que es el objeto de nuestra experiencia. Las matemáticas construyen sus juicios sobre las intuiciones puras del espacio (geometría) y del tiempo (aritmética). Esto explica que las proposiciones matemáticas tengan validez y sean aplicables a la experiencia, aunque no se construyan a partir de ella.
El entendimiento (Analítica trascendental) es la facultad de pensar el objeto dado en la intuición empírica, es decir, el fenómeno. Pensar supone subsumir (englobar un caso particular dentro de lo general) los fenómenos bajo conceptos que les dan unidad y significación. Hay conceptos empíricos (caballo) y a priori, que se llaman categorías, que son las estructuras a priori del pensamiento. La naturaleza entendida como el conjunto de los fenómenos, se encuentra sometida a las categorías, que son las condiciones de posibilidad de pensar la experiencia, las leyes físicas que se imponen a la experiencia por el entendimiento. De este modo, adquieren necesidad y universalidad, haciendo posible la física como ciencia. Las leyes físicas sólo tienen validez para el mundo fenoménico. No conocemos ni las cosas en sí mismas (noúmenos) ni las leyes a que están sometidas.

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