1. Comprender, en cuanto existencial y no como método: Hermenéutica Clásica y Hermenéutica Filosófica
Para entender el concepto de hermenéutica en cuanto existencia y no como un método, hemos de remitirnos al inicio del curso. En el momento en el que distinguimos tres acepciones del término hermenéutica:
- En primer lugar, y siguiendo con la etimología del término, podríamos aceptar que hermenéutica, en su sentido más literal, significa interpretar y comprender.
- En segundo lugar, hablamos de una teoría, un método interpretativo de las ciencias del espíritu o de las ciencias humanas.
- En tercer lugar, podemos entender el concepto de la hermenéutica como una auténtica filosofía hermenéutica o hermenéutica filosófica u ontología hermenéutica.
Se trata de una denominación corriente que arranca desde 1919 con Heidegger y que se caracteriza porque, en lugar de entender la comprensión como una realización metódica, disciplinar y artificiosa, piensa el comprender y el interpretar como determinante ontológico del Dasein humano, de la vida humana. En este sendero delimitado, deberíamos anotar que, más que una auténtica división de las ciencias del espíritu y las ciencias de la naturaleza, deberíamos distinguir entre ciencias nomotéticas como aquellas dirigidas a la determinación de leyes de conocimiento histórico, en la medida en la que están dispuestas a asumir lo irrepetible de los acontecimientos.
2. Giro Ontoexistencial en la Hermenéutica: Giro hacia el Dasein
En el siglo XX, la hermenéutica produce una “revolución copernicana” de la mano de Heidegger.
Él eliminó la rivalidad epistémica resaltando el error del dualismo ontológico sobre el que se sustentaba. El debate entre explicar y comprender era erróneo porque era inexistente, pues la comprensión no es un modo de conocer, sino un modo de ser; el modo de ser de aquel ente que existe al comprender.
Heidegger revela la preestructura óntica del comprender que, como tal, opera en cualquier intento de conocimiento posterior.
La epistemología queda invertida desde el principio por un interrogante que la precede y que se refiere a la manera en que un ser se encuentra en el mundo antes mismo de que se lo oponga como un objeto a conocer, enfrentando a un sujeto que conoce.
3. Hermenéutica como Despliegue de la Vida Fáctica
La hermenéutica de Heidegger se entiende como radicalización de la radicalización interpretadora inherente al entender. En ello se toma la hermenéutica en el significado originario de la palabra, según el cual designa la tarea de interpretación. La tarea de la hermenéutica elevada a la filosofía no es la teoría de la interpretación, sino la interpretación misma, y concretamente en función de una transparencia para sí misma de la existencia que esta misma debe conquistar, donde el trabajo filosófico de clarificación solo lleva a término la interpretación que la existencia entendedora siempre está realizando. De esta manera, la hermenéutica filosófica apunta a que la facticidad se interprete a sí misma, en cierto modo, a una interpretación de la interpretación que permita al Ser-ahí volverse transparente a sí mismo. Surgida de la preocupación del Ser-ahí por sí mismo, la filosofía relaciona la función autoesclarecedora de la interpretación con el Ser-ahí mismo. La hermenéutica indica el modo unitario de la apuesta, acercamiento, cuestionamiento y explicitación de la facticidad, que se presenta como anuncio del posible estar despierto. Aunque concebida como la posible transparencia de la existencia misma, la hermenéutica no debe tomar ella misma el camino en dirección a este estar despierto o aconsejar la edificación. Hay que dejar a la iniciativa del Ser-ahí en cada caso que trace su propio camino hacia su autotransparencia. La hermenéutica filosófica se limita a la tarea de recordar al Ser-ahí este camino. Heidegger dice que la hermenéutica tiene la tarea de hacer accesible y de comunicar a este Ser-ahí su propia existencia en cada caso en su carácter de ser, y de perseguir la autoalienación con la que el Ser-ahí está castigado. En la hermenéutica se configura una posibilidad para el Ser-ahí de volverse y ser entendedor de sí mismo.
4. Dasein como Proyecto Proyectado
Las filosofías dominantes en Occidente incurrirían en lo que se ha llamado metafísica de la presencia. Aquellas que entendían que el ser era lo presente, y no prestaban atención ni al futuro ni al pasado. Para Heidegger, en cambio, el tiempo va a ser un elemento de una importancia capital, hasta el punto de defender que toda nuestra existencia ontológica está marcada por lo que hemos sido y por lo que podemos ser. En este sentido, el Dasein para Heidegger se caracteriza por ser un proyecto proyectado. El Dasein vive hacia el futuro (hacia una posibilidad del ser que ya es) desde el pasado que ya es. Nuestro ser es por una parte (procedencia) y por otra (porvenir). Soy sido y soy poder-ser. Todo el futuro se basa en el ser interpretado que ya es. El Dasein se da aisladamente, siempre se da en una determinada situación, en un determinado «Da». También somos ese Da, esa situación concreta. Cuando se piensa a sí mismo, no se encuentra un yo puro, desligado de la situación en la que se encuentra. Se encuentra un yo ya *arrojado* en el mundo, ya pensado. De esta forma, el Dasein heideggeriano se diferencia del yo kantiano en que el primero no es un sujeto puro de conocimiento. No se trata de un yo formal y abstracto, sin cuerpo ni tradición, sino que el yo es un yo sido, ya pensado, que está en una determinada tradición y tiene un determinado *pre-entender*. Por lo tanto, no existe para nosotros una posición desde la que, intactos e incontaminados, el mundo se nos ofrezca como objeto de enjuiciamiento. Es importante resaltar que el Dasein es un proyecto, está realizándose aún. Por lo tanto, la vida *fáctica* no puede ser objetivada como un objeto cualquiera de la naturaleza.
5. Ser-en-el-mundo, Significado y Comprensión
Heidegger denomina Ser-en-el-mundo a la condición fundamental del Dasein que busca dilucidar una relación viva con el ambiente concreto que, en cualquier tiempo dado, es inderivable y es anterior a todas las distinciones de sujeto y objeto. Ser-en-el-mundo es el modo en el que se actualiza el Dasein. Conlleva en sí el horizonte de un mundo ya proyectado que hace patentes las cosas. Todo lo que nos encontramos aparece dentro de un contexto de significado, relevante para nuestra acción y accesible sin problemas.
Al ser el mundo-proyecto un modo de actualización del Dasein, y al desplegarse la existencia del Ser del Dasein, la determinación total del Dasein se caracteriza por su *cuidado*. El Dasein habita anticipadamente en el mundo de las cosas y de los hechos que le son relevantes. El Dasein temporalmente existente debe considerarse como histórico. En el Ser-en-el-mundo del Ser-ahí se ha dispersado y despedazado en cada caso ya, con su facticidad, en determinados modos del «ser-en».
6. Círculo Hermenéutico
Heidegger deriva la estructura circular de la comprensión a partir de la temporalidad del Ser-ahí. La descripción de Heidegger del círculo hermenéutico es:
«El círculo no debe ser degradado a círculo vicioso, ni siquiera a uno permisible. En él yace una posibilidad positiva del conocimiento más originario, que solo se comprende realmente cuando la interpretación ha comprendido que su tarea primera, última y constante, consiste en no dejarse imponer nunca por ocurrencias propias o por conceptos populares ni la posición, ni la previsión, ni la anticipación, sino el asegurar la elaboración del tema científico desde la cosa misma».
Lo que dice aquí Heidegger no es realmente una exigencia a la praxis de la comprensión, sino que más bien describe la forma de realizar la misma interpretación comprensiva. La reflexión hermenéutica de Heidegger culmina menos en demostrar que aquí está contenido un círculo, que hace ver que dicho círculo tiene un sentido ontológico positivo.
7. Finitud
El pensar universal de la finitud es la perspectiva que se ofrece en las últimas páginas de Verdad y método. Gadamer sostiene que la hermenéutica, nos liberó de las estrecheces de la problemática de las ciencias humanas y, con ello, de la problemática epistemológica, nos lleva a toda la dimensión del problema de la metafísica clásica. Gadamer desea recordar que la integración del entender en el ser de lo entendido es algo que pertenece a nuestra finitud. Esa finitud y pertenencia del entender es lo que el nominalismo suprimió al separar al sujeto de su mundo, que llegó a ser así infinitamente dominable y disponible. A la infinitud de ese instrumentalismo del conocer, Gadamer contrapone la finitud de nuestra pertenencia al sentido y al ser entendido. La idea básica es aquí que el conocer, en esa doctrina, no era todavía un dominar, sino una participación en el ser y en la verdad. El testimonio más elocuente de esa metafísica de la finitud lo encontrará Gadamer en la idea de Platón acerca de lo bello. Es Platón quien entiende el conocer como participación en un *ser* que lo sobrepasa y que de esta manera hace más justicia a la finitud humana. Una hermenéutica de la finitud no podrá menos que rehabilitar el concepto de lo probable.
8. Tradición e Historicidad
Hay que entender la tradición como un conjunto de prejuicios que no se repiten de forma literalmente idéntica. En la tradición hay un papel activo y creativo que en ocasiones obviamos en el término. Y es aquí donde radica la libertad del ser humano, que en ocasiones no se ve explícitamente en las críticas que se le hacen a la hermenéutica filosófica. Puede que la libertad del ser humano sea limitada o más bien restringida por la tradición, pero es la máxima a la que el ser humano puede aspirar dentro de su finitud y su historicidad. Por eso sería erróneo decir que estar en tradiciones es algo que limita nuestro conocer e interpretar, más bien serían condiciones de posibilidad de nuestro constante comprender. La tradición enriquece al Dasein más que robarle senderos por los que andar. Esta tradición no es estar en mundos cerrados, sino en mundos abiertos donde se posibilita la libertad del ser humano. Los prejuicios no son más que la *arraigada* historicidad de nuestro ser.
Para la hermenéutica filosófica, la historia es una condición determinante *ontoexistencial*. Con la historicidad se indica la forma de ser temporal e histórica de la existencia humana como una condición que no se puede rebasar, pues no es posible que se dé una existencia humana fuera del transcurrir histórico. Formamos parte de una historia entendida como proceso de *transmisión* y herencia. En el sentido de estar inmersos en un momento histórico determinado con unas características determinadas. El ser histórico no es un problema, es la condición previa que hace posible que los seres humanos podamos plantearnos problemas. La tradición no limita la libertad, la libertad se hace posible desde el hecho determinante de estar en la tradición. Somos libertad porque somos proyectos proyectados. El pasado es algo actuante y efectivo en lo que somos y en lo que podemos ser.
No nos relacionamos con las tradiciones del mismo modo en que elegimos la ropa en un armario. El sido que *somos* ha podido elegir muchas cosas, pero no su tradición histórica y cultural.
9. Distancia
El tiempo ya no es un abismo que tuviera que ser salvado porque por sí mismo sería causa de división y lejanía, sino que en realidad es el acontecer en el que tiene sus raíces el presente.
La distancia no es, en consecuencia, algo que tenga que ser superado. Se trata de reconocer la distancia como una posibilidad positiva y productiva del comprender. No es un abismo devorador, sino que está cubierto por la continuidad de la procedencia y la tradición, a cuya luz se nos muestra todo lo *transmitido*.
La distancia tiene evidentemente más sentido que la mera desconexión de los propios intereses sobre el objeto. La distancia es la única que permite una expresión completa del verdadero sentido que hay en las cosas. La distancia hace posible resolver la verdadera cuestión crítica de la hermenéutica, la de distinguir los prejuicios verdaderos bajo los cuales comprendemos, de los prejuicios falsos que producen los malentendidos.
10. Conciencia de la Historia Efectual
La conciencia de la historia efectual es distinta de la investigación de la historia efectual de una determinada obra. La conciencia de la historia efectual forma parte de ella misma, del efecto.
Hay que admitir que toda conciencia aparece esencialmente bajo la posibilidad de elevarse por encima de aquello de lo que es conciencia.
La estructura de la reflexividad está dada por principio en toda forma de conciencia. Debe valer, por tanto, también para la conciencia de la historia efectual.
Pensar la conciencia de la historia efectual de manera que en la conciencia del efecto la inmediatez y superioridad de la obra que lo provoca no vuelva a resolverse en una simple realidad reflexiva; importa pensar una realidad capaz de poner límites a la omnipotencia de la reflexión.
11. Experiencia Hermenéutica
La verdadera experiencia es aquella en la que el hombre se hace consciente de su finitud. En ella encuentran su límite el poder hacer y la autoconciencia de una razón planificadora. La verdadera experiencia es experiencia de la propia historicidad. La experiencia hermenéutica tiene que ver con la tradición, es esta la que tiene que acceder a la experiencia. Esto no debe malinterpretarse como si en la tradición lo que ella accede a la experiencia se comprendiese como la opinión de otro que es a su vez un tú.
El comportamiento respecto al tú y el sentido de la experiencia que en él tiene lugar deben poder servir al análisis de la experiencia hermenéutica; pues también la tradición es un verdadero compañero de comunicación, al que estamos vinculados como lo está el yo al tú. Existe una experiencia del tú que, observando el comportamiento de los otros hombres, detecta elementos típicos, y que gracias a esta experiencia adquiere capacidad de previsión sobre el otro. Comprendemos al otro de la misma manera que comprendemos cualquier proceso típico dentro de nuestro campo de experiencia, esto es, podemos contar con él.
Este comportamiento hacia el tú significa la pura referencia a sí mismo y repugna a la determinación moral del hombre. Así pues, la experiencia hermenéutica tiene que dejar valer a la tradición en sus propias pretensiones, y no en el sentido de un mero reconocimiento de la alteridad del pasado sino en el de que ella tiene algo que decir. También esto requiere una forma fundamental de apertura. El que está abierto a la tradición de esta manera se da cuenta de que la conciencia histórica no está realmente abierta, sino que cuando lee sus textos «históricamente» ha nivelado toda tradición, y los patrones de su propio saber no podrán ser puestos en cuestión por ella.
12. Comprender como Acontecer Lingüístico
La conciencia de la historia efectual es saberse siempre resultado de la historia, nunca se sabrán los límites de la experiencia hermenéutica. ¿Hay que entender la conciencia de la historia efectual como la fundamentación de un saber absoluto? No, la conciencia que incorpora la hermenéutica es la conciencia de los límites de nuestro ser consciente. Se trata de una conciencia con límites. La experiencia dialéctica de Hegel la contrapone con otra experiencia:
- 1. Se olvida la pregunta por el ser.
- 2. Se olvida la pregunta por el lenguaje.
- 3. Articula una experiencia desde la ciencia moderna.
Gadamer intenta ver la experiencia más allá de la experiencia de la ciencia. Con la ciencia se olvida qué es propiamente la experiencia… El experimento para Gadamer tiene tres aspectos: Repetitividad, Teleológico y Colectividad. Gadamer desarrolla que a partir de la tercera pensemos que la experiencia es un acontecer abierto. Lo ganamos llevándolo hasta la última consecuencia. Frente al experimento, el acontecer. El acontecer no es teleológico, no tiene finalidad alguna, es abierto. Y la repetitividad tampoco está asegurada, pues no se puede ser el mismo acontecer. ¿Cómo una experiencia corrige a otra? Gadamer habla de la experiencia en un sentido negativo, es decir, se *falsan* prejuicios *para* ampliar nuestro conocimiento en un proceso dialéctico. Este tipo de experiencia negativa, de *falsación* de prejuicios, que es un resultado positivo *para* el conocer. Frente al principio de certidumbre del *cogito* cartesiano, frente a esa filosofía de la conciencia, hemos de señalar que vivimos en la incertidumbre, lo cierto e inmutable está destinado a ser destruido, demolido y dinamitado. Gadamer, frente a la teoría del saber absoluto, piensa que la hermenéutica nos lleva a la finitud. Y es, por cruel que nos parezca, que somos seres humanos destinados a morir. Deberíamos enorgullecernos de que, en vez de saber cada vez más cosas que nos acerquen a un saber absoluto, sepamos que cada vez sabemos menos cosas, pero que estas son ciertas. Gadamer sería fiel admirador de la *docta ignorancia* de Nicolás de Cusa, y es que, como diría Sócrates: «Solo sé que no sé nada», y por eso sé más que otros hegelianos que creen saber lo que en realidad ignoran.