Descartes y la teoria del conocimiento

Sócrates


Sócrates (469 – 399 a.C.) a diferencia de los sofistas no cobraba y era ateniense. Su método de enseñanza era el diálogo y en realidad no creía ser portador del saber, por el contrario hace suya la frase del Oráculo de Delfos,sólo sé que no sé nada.
Además no dejó escritos propios y todo lo que nos ha llegado de él ha sido a través de sus discípulos, principalmente Platón.
No le interesaba la naturaleza ya que pensaba que no se podía extraer un conocimiento de ella, tal y como demostraba la diversidad de teorías de los presocráticos.
Este rechazo generalizado al mundo físico, implica al mismo tiempo, el menosprecio por el conocimiento empírico y del propio cuerpo. De esta forma, Sócrates se preocupa por el hombre y la sociedad. Según él, la areté, es decir la virtud, consiste en obtener conocimiento a partir de la propia alma, por lo tanto el saber es virtud.
Sócrates no pretende transmitir contenidos, sino establecer un método para pensar y poder diferenciar entre verdad y falsedad. Explica que el verdadero conocimiento se encuentra en el interior del alma humana, presentes como ideas innatas las cuales aparecen inseparables de la razón. Estas ideas son verdaderas, porque son universales, es decir que todos las tenemos, y necesarias, ya que no admiten crítica al ajustarse a la racionalidad.
Para él, el conocimiento consiste en deshacerse de las ideas adquiridas y convencionales que impone la sociedad para encontrar en el alma, las verdaderas ideas, es decir, pensar por uno mismo. Para conseguir esto, Sócrates crea un método que se lleva a cabo mediante el diálogo.
El primer paso del método socrático es la ironía, que consiste en reconocer la propia ignorancia. En este primer momento, Sócrates hace entrar en contradicción a su interlocutor, haciéndole reconocer que lo que sabe es una mera convención. El segundo paso de este método se llama mayéutica, en este paso se consigue descubrir la verdad, aletheia, mediante el diálogo. Finalmente se llega al paso de la definición, donde se encuentra una verdad universal y necesaria.
Además, Sócrates pensaba que era muy importante la vida en la polis. Para él, nadie podía conseguir la felicidad en otra ciudad que no sea la suya, y a pesar de la convencionalidad de las leyes, creía que era necesario respetarlas y obedecerlas ya que esto conserva el orden. Por otra parte, Sócrates cree que quien conoce el bien, no actuará mal, por eso, la educación es básica y la búsqueda del saber todavía más. Sócrates fue condenado a muerte por pervertir la mente de los jóvenes y tomó la cicuta, a pesar de poder elegir escapar.

Platón


Platón (427 a.C. – 347 a.C.) fue discípulo de Crátilo (alumno de Heráclito) y posteriormente de Sócrates, de quien tomaría gran parte de su pensamiento. De família aristocrática, Platón tomaba la filosofía como un camino hacia el quehacer político. Pero descepcionado por la decadencia de una democracia donde todo podía ser tomado por relativo (influencia sofista) y que termina por condenar al más sabio de los hombres a la muerte por beber la cicuta (Sócrates), Platón cree que debe sentar los fundamentos del conocimiento antes de teorizar sobre la ética o la política.
La teoría platónica puede desarrollarse a partir de dos mitos: la alegoría de la caverna (que ejemplifica su teoría ontológico-gnoseológica) y el mito del carro alado (que ejemplifica su teoría sobre la naturaleza humana y sobre la estructura del estado).
Platón describe el ser dividido en dos mundos, un mundo inteligible o ideal, donde se encuentran las ideas de las que son copias los entes sensibles, pertenecientes estos últimos al mundo sensible.
Las ideas del mundo inteligible son entidades perfectas y objeto del verdadero conocimiento, mientras que los entes sensibles son copias imperfectas de


las ideas y pertenecen al dominio de la apariencia. Para identificar los grados de conocimiento del ser, Platón desarrolla el llamado paradigma de la línea, que propone una forma de conocer para cada forma de ser. Como vemos, el modelo platónico es racionalista (aunque llamarlo así sea un anacronismo) ya que no cree en la experiencia sensitiva como portadora de verdadero conocimiento.
En este dualismo entre mundo sensible e inteligible, se encuentra el alma que es aquello que nos conecta con el mundo inteligible. El alma, según Platón, proviene del mundo de las ideas, conociendo en ese entonces todas las ideas antes de migrar hacia el mundo sensible y pasar por el río del olvido, donde olvida todo su conocimiento sobre el mundo ideal. Entonces, al conocer en el mundo sensible, el alma en realidad recuerda su conocimiento del mundo ideal. El conocimiento es reminiscencia.

Este alma como fundamento y principio de conocimiento y vital (dota de vida al cuerpo y permite conocer) está dividido en tres partes. Según el mito del carro alado, el alma tiene una parte racional que es inmortal(que se representa en el auriga del carro), y una parte irracional formada por una parte irascible (que se representa en uno de sus caballos, caracterizado de color blanco) y una parte concupiscible (representada por el otro caballo, caracterizado de color negro).
En la extrapolación de la teoría del alma al Estado, Platón identifica tres sectores sociales que se suscriben cada una a una parte del alma, proponiendo el dominio de cada una de las partes sobre las demás. De esta forma, se encuentran los productores como grupo social, donde la parte dominante del alma es la concupiscible, y su virtud es la templanza;
Los guardianes, donde la parte dominante del alma es la irascible, y su virtud es la fortaleza;
Y los gobernantes (grupo conformado según Platón por filósofos), donde la parte dominante del alma es la racional y cuya virtud es la prudencia.

En este momento Platón plantea el gobierno perfecto como aquél en que gobierne el grupo de los filósofos, aquellos poseedores del saber y conocedores de la Idea del Bien que se alcanza mediante el ascenso dialéctico. Y en última instancia es un Rey filósofo, virtuoso aquél que debe gobernar (ver Conceptos: Estado platónico).
Concluidas estas dos teorías, debe explicarse su enlace mediante el ascenso dialéctico ejemplificado con el paradigma de la línea.
Tras abandonar las sombras de la caverna, aquél que se atreve a conocer el mundo de las ideas, realiza un ascenso dialéctico, en este ascenso, se comienza por el grado de conocimiento correspondiente a la primera parte del mundo sensible, las imágenes, conocidas por la imaginación (eikasía).
Siguiendo el ascenso dialéctico hay un segundo nivel de conocimiento sensible, la creencia (pistis), que corresponde a las cosas sensibles propiamente dichas. Estos dos primeros niveles de conocimiento son los que constituyen la opinión (doxa). Ya entrados en el mundo inteligible podemos llegar a conocer mediante el entendimiento (diánoia) las ideas matemáticas, que conforma el primer paso en el dominio de la ciencia (episteme) y en segundo lugar mediante la inteligencia (nóesis) se conocen las ideas morales y metafísicas.
Este ascenso culmina con el conocimiento de la Idea del Bien, que alumbra todas las demás ideas dando sentido y permitiendo vislumbrar todas las relaciones que entre ellas se despliegan.
Tras este ascenso, el buen filósofo debe volver con sus compañeros en la cueva e intentar apelar sobre ellos para que salgan de su letargo. Platón señala que este quehacer no puede aceptarse de buen grado por los que ignoran la condición del conocimiento, y así explica la condena de Sócrates a beber la cicuta.
Existen diferentes formas de leer la aportación de Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) a la filosofia. Entre otras muy interesantes tomaremos una que


permite pensar al desarrollo de la teoría hylemórfica de Aristóteles tanto en el momento de estabilidad abstracta como puesta en devenir, dispuesta en cambio, a partir de la lectura histórica que se puede realizar vinculando su pensamiento con otros filósofos de la época.
Para poder tratar la cuestion de la episteme, de la que ya había hablado Platón en otros términos, Aristóteles no se contenta con seguir a su maestro, sino que, muy al contrario, llega un momento en que se separa de él drásticamente debido a la inmanencia que predica de las ideas platónicas en el mundo de la apariencia.
Para esto, cambia el tradicional concepto platónico de idea (eidon en griego) por el de sustancia (ousía en griego). A diferencia de lo que sucedería en la teoría del conocimiento de Platón, Aristóteles planteará la cuestión sobre el ser sin distinguir en dos mundos, esta crítica que hace a su maestro simplifica la cuestion planteando que existe una sustancia que existe independiententemente de los accidentes que se hallen en ella.
Para desarrollar la teoría hylemórfica (del griego hile y morfé, materia y forma) es preciso reconocerla como la síntesis de los pensamientos de dos filósofos de la magnitud de Heráclito (quien predicaba el devenir como elemento primordial del ser) y Parménides (quien postulaba la imposibilidad de cambio y la unidad del ser como inalterable), además de una crítica a la teoría de las ideas de su maestro Platón. En esta gran teoría que se tomaría más tarde (al ordenarse las obras aristotélicas por los herederos de las mismas) como el fundamento metafísico de todo el conocimiento posible tanto en las ciencias particulares como en la filosofía, ya que es Aristóteles el primero en separar las diferentes ciencias.
En este campo llamado metafísica, Aristóteles hablará de lo que refiere al ente (lo que participa del ser) en cuanto ente. Es aquí donde se deben reconocer dos momentos de la metafísica aristotélica, la primera donde se ubica al ser, del cual Aristóteles dice que se puede predicar de distintos modos. Los modos del ser son: el ser en sí, que subsiste, es decir no necesita nada más para ser, es decir, es sustancia; y el ser en otro que precisa de la sustancia para ser, es decir los accidentes o caracteres contingentes (es decir que pueden ser o no y eso no altera la integridad de la sustancia). Pongamos un ejemplo para clarificar (para lo cual precisaremos un ente más que un ser, ya que el ser es la generalidad de lo que es y los entes son aquellos elementos concretos que participan del ser): si hablamos de una silla, nunca pensaríamos que una silla deja de ser una silla por ser roja en vez de azul, o estar realizada en madera en vez de metal o plástico, pues bien, lo que constituye la sustancia es aquello que la hace ser lo que es, lo particular del objeto silla, más allá de los accidentes que se manifiesten en ella.

Aristóteles


En un segundo momento de la metafísica aristotélica se habla en concreto de los entes particulares y en éstos se encuentra siempre dos elementos, que únicamente pueden considerarse de manera separada a través de la abstracción intelectual: la materia y la forma.
Es en este caso que encontramos la sustancia de lo que es, como vimos en el ejemplo anterior como la forma o también llamada esencia.
También vemos la materia como aquello de lo que se sirve la forma para poder conformar al ente. Así, la madera de la silla es su materia y su forma es la caracterización consustancial y esencial de una silla. Hasta este punto nos encontramos con la teoría hylemórfica en su momento estático, tratando de los entes en cuanto sustancia y accidente, en forma y materia; en el ser-ahí, el esto-aquí, sin embargo encontraremos que Aristóteles va más lejos, fundamentando el devenir y el cambio del ser a partir de la misma teoría.
Para Aristóteles es imposible dividir fundamentalmente el ser en materia y forma, nunca encontraremos una silla sin una composición material ni la pura madera sin ninguna forma que la sustente. Sin embargo, las materias y las formas cambian, son actos que devienen realizando sus potencias.
Así pues, para la dinámica del devenir, la teoría hylemórfica guarda estas dos concepciones, la de acto que es el ente en el momento que se encuentra actualmente y la potencia o las potencias, que son aquellas posibilidades de cambio que guarda el ente en relación a su acto.
Por ejemplo encontramos en acto un tronco de madera que tiene como potencia la posibilidad de devenir en una silla. Sin embargo para Aristóteles es fundamental cuales son las causas de los cambios, ya que estos no devienen solos, sino que cada realización de una potencia viene dada por cuatro causas que definiremos brevemente así:
– La causa material:
Aquello que compone al ente en su materialidad.
– La causa formal:
Aquella forma actual en la que se encuentra el ente.
– La causa eficiente:
El agente que se ocupa de gestar el cambio que se está por llevar a cabo en el ente.
– La causa final: la finalidad que persigue el cambio, su orientación teleológica (para qué) y esta es la que más enfatiza Aristóteles.
En relación a este énfasis teleológico se debe tener en cuenta que si existe devenir es porque hubo un primer efector de este movimiento, algo que sea acto puro y nada tenga en potencia por realizarse, un motor inmóvil que pusiera en marcha todo sin necesidad de ser movido por nada más y hacia lo cual todo tiende por su parte parcial sin poder alcanzarlo jamás debido a la finitud de cada uno de los entes. Si los entes tienden a la realización de sus potencias es por un finalismo, por la perfección de sí mismo, y por esto se dice que la teoría aristotélica es teleológica.

Santo Tomás de Aquino


El problema filosófico más importante de este filósofo es el problema razón y fe. Afirma que ambas son independientes, pero tiene que haber armonía entre ambas. La Escolástica es la corriente filosófica cristiana que pretende explicar racionalmente la doctrina cristiana, resolver el problema de la relación entre razón y fe.
La realidad en santo Tomás es Dios, cuya existencia no es evidente, pero debe ser demostrada, para lo que propone cinco vías: del movimiento, de la causalidad eficiente, de los grados de perfección, del orden cósmico, y de la contingencia.
El mundo, la naturaleza, se compone de sustancias que están compuestas de materia y forma. Conocer es captar la forma. Esto se realiza por medio de la abstracción. La abstracción es el proceso de adquirir el conocimiento intelectual. Para Tomás de Aquino, el objeto último del conocimiento es la verdad, que la define como “adecuación entre la realidad o las cosas con el entendimiento”.
El ser humano según Tomás de Aquino es una sustancia en la que el cuerpo es la materia y el alma es la forma, como decía Aristóteles, Pero en santo Tomás el alma es independiente del cuerpo, puede existir después de morir el cuerpo. El alma tiene tres funciones: Vegetativa, Sensitiva, e Intelectiva.
En ética, propone el concepto de ley natural, que consiste en conservar la existencia, procrear y cuidar a los hijos, conocer la verdad y vivir en sociedad. Esta ley es evidente, universal e inmutable. La ley natural es la parte de la ley eterna puesta por Dios referida a los hombres. Las leyes que hacen los hombres serán correctas si no van contra la ley natural.

Las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios, de Santo Tomás de Aquino


Primera vía: El movimiento como actuación del móvil:


Es cierto y consta por el sentido que en este mundo algunas cosas son movidas. Pero todo lo que es movido es movido por otro. Por tanto, si lo que mueve es movido a su vez, ha de ser movido por otro, y este por otro. Mas así no se puede proceder hasta el infinito… Luego es necesario llegar a un primer motor que no es movido por nada; y este todos entienden que es Dios.

Segunda vía: Experiencia de un orden de causas eficientes:


Vemos que en este mundo sensible existe un orden de causas eficientes; pero no vemos ni es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, porque de lo contrario sería anterior a sí mismo, lo cual es imposible. Ahora bien, no es posible que en el orden de causas eficientes se proceda hasta el infinito… Luego es necesario suponer una causa eficiente primera, que todos llaman Dios.

Tercera vía: La contingencia o limitación en el existir:


Nos encontramos con cosas que tienen posibilidad de existir y de dejar de existir, pues algunas se engendran y se corrompen. Ahora bien, lo que tiene posibilidad de no existir alguna vez no existe. De ahí que si todas las cosas tuviesen esa posibilidad de no existir, alguna vez no habría existido nada, y por consiguiente ahora tampoco, pues de la nada no procede nada. Pero dado que ahora existe algo, es que no todas las cosas tienen posibilidad de existir y de no existir, que algo ha de ser necesario, y esto, en última instancia, es Dios.

Cuarta vía: Diversos grados de perfección en las cosas:


Encontramos en este mundo cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos nobles, y otras cualidades así. Ahora bien, el más y el menos se dicen de cosas diversas según la diversa aproximación a lo que es máximo en ese orden. Por eso ha de haber algo que sea óptimo, nobilísimo, máximamente verdadero y, por consiguiente, máximo ser. Y como lo que es máximo en un género es causa de todo lo que se contiene bajo ese género, ha de haber un máximo ser causa de la bondad, de la verdad, de la nobleza y de las demás cualidades por el estilo; y este es Dios.

Quinta vía: El gobierno de las cosas:


Vemos que algunas cosas que carecen de conocimiento, esto es, los cuerpos naturales, obran con intención de fin… Ahora bien, las cosas que no tienen conocimiento no tienden a un fin si no son dirigidas por algún cognoscente e inteligente. Luego existe algún ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a un fin; que es lo que llamamos Dios.

Descartes


El constructo que Descartes (31 de marzo de 1596 – 11 de febrero de 1650) realiza se sitúa como antecesor a la Revolución Francesa en 1789, un período histórico convulso, con amplias pujas de poderes en diversos sentidos donde la burguesía ascendente se comenzaba a disputar los lugares políticos con la nobleza y aristocracia, situadas con el privilegio de la participación en las decisiones políticas. Es en este contexto: burguesía y nobleza, ciencia, filosofía y religión, donde se puede comprender realmente qué cambio revolucionario gesta la filosofía racionalista de Descartes.
Cuando Descartes se propone como proyecto encontrar un método válido para llegar a la verdad lo hace con la voluntad de poder llegar a operar en la vida con felicidad y buen sentido, encontrando mediante este método la justicia y la virtud tantas veces ansiada en el terreno de la filosofía y el pensamiento. Su criterio parece en principio sencillo, él intenta despojarse de toda creencia infundada y que no sea verdadera y partiendo del principio básico de la racionalidad humana, es decir que todos los hombres poseen racionalidad en la misma medida, considera que en realidad el fundamental origen de error en el pensamiento es la diversidad de métodos utilizados para llegar a la verdad. Por esto mismo y para poder liberarse de todo tipo de prejuicio
Descartes procede de manera tal que su juicio no pueda caer en los fallos habituales, proponiéndose dudar de manera hiperbólica (hasta de lo más evidente), y de manera metódica, para poder encontrar un verdadero puntal sobre el cual sostener su filosofía.
El procedimiento que lleva a cabo este pensador se precia por la búsqueda de una verdad primera que no sea fruto de los juicios apresurados y que pueda valer para sustentar una ciencia verdadera, una episteme en el sentido de conocimiento cierto y real. Es en este punto donde configura un carácter general acerca de su abordaje del pensamiento: La duda. La duda cartesiana no es en principio la duda relativista o un subjetivismo al estilo de los sofistas como Protágoras o Gorgias, sino que la duda de Descartes tiene una orientación constructiva. La duda se dirige a fundamentar los cimientos del saber y el conocimiento verdadero.

René Descartes – Retrato por Frans Hals.
Es por este motivo que el filósofo francés se propone primero un recorrido acerca de las diferentes fuentes de conocimiento, desconfiando y descartando como valedera cada una de aquellas de las cuales le sea posible poner en duda su validez. Este procedimiento le lleva primero al mundo de la experiencia, el mundo mediato que se puede conocer mediante los sentidos, al que pone en tela de juicio debido a que muchas veces produce el error, sabiéndose la existencia de ilusiones sensoriales tales como la visión de una cuchara en un vaso con água, ésta se muestra quebrada mientras que en realidad esto es falso. El segundo escalafón del conocimiento con el que se encuentra es el cuerpo y la sensorialidad inmediata, pero también reconoce que ante la existencia de la locura o la imposibilidad de reconocer con certeza entre la diferencia que existe en la vida en vigilia y en sueño, es imposible llegar a encontrar verdad en esta fuente de saber. Más tarde, Descartes se encuentra con un tipo de ideas que implican cierto grado de evidencia, las ideas matemáticas como la igualdad entre 2 + 2 = 4 o la exigencia de que todo triángulo tenga tres lados y tres ángulos, ya que tanto dormido como despierto estas cuestiones permanecerían inamovibles. Es en este punto donde se plantea una hipótesis, que le exige el carácter hiperbólico de su duda metódica, aún en este tipo de conocimientos es posible que existiera un Genio Maligno (al modo en que también podía existir un Dios todo bondadoso) que haga que nos equivoquemos siempre al operar de manera racional y al construir las figuras geométricas.
Y aquí, cuando Descartes parece encontrarse solo, este punto llamado solipsismo, encuentra una evidencia, un primer eje sobre el cual situar todo el conocimiento, algo de lo que realmente es imposible dudar: de que duda. Decartes, al dudar de que duda, está dudando y por tanto la primera evidencia es la duda. Yo dudo. Esta característica, el filósofo francés la engloba dentro de aquellas pertenecientes al acto del pensar y por tanto de aquí se sucede la emblemática frase cartesiana que se enarbola como símbolo del racionalismo:
cogito ergo sum (pienso luego existo). Esta construcción, sin embargo, es confusa puesto que para Descartes no hay pasos lógicos a desarrollar en esta evidencia, se presenta de manera inmediata como clara y distinta, el rasgo diferenciador de toda evidencia. Por lo tanto este cogito (se pronuncia cóguito) es un pienso-existo, sin mediaciones, esta sustancia pensante (res cogitans)
. Es en el pensar donde existe este sujeto cartesiano. Pero aquí, Descartes se queda solo.
No obstante, encuentra de cierto modo una salida posible a esta soledad donde el mundo externo y el de los sentidos internos queda totalmente inhabilitado como proveedor de conocimiento cierto, y esta forma proviene de las ideas que posee el pensamiento. Descartes procede de la siguiente manera: siendo que existen algunas ideas en nuestro pensamiento, podemos ver que hay algunas que son concebibles como existentes en el mundo y de las cuales podemos dar cuenta mediante nuestros sentidos como un toro o un hombre, estas ideas son adventicias y provienen de objetos que tienen realidad en el exterior; también es posible concebir a partir de estas ideas la idea de un Minotauro (figura mitológica mitad toro mitad humano) que sin necesidad de tener realidad exterior existe a partir de la combinación de ideas, éstas son las ideas facticias, y otro tipo de ideas de una naturaleza especial y sin ningún tipo de oportunidad de experiencia posible ni descomposición en otras ideas más sencillas como pueden ser la perfección y la infinitud, ideas innatas, y que para Descartes son la prueba que permite conocer la existencia de una sustancia infinita, Dios. Este Dios (res infinita)
De la razón, el Dios todo benévolo y todo racional que posee estos atributos de perfección e infinitud, que nada más posee en el universo es aquel que puso estas ideas en nosotros y así mismo, es el garante de la posibilidad de conocer a partir de nuestra experiencia sensorial y por tanto es así como se llega nuevamente a habilitar al mundo exterior (res extensa)
O sustancia extensa, el cual posee los atributos de corporeidad, extensión y movimiento mecánico.
Diagrama óptico de la percepción visual
Hay que entender el Dios cartesiano como el Dios que garantiza la posibilidad de hacer ciencia y tener un conocimiento certero acerca de las experiencias que la misma realiza y nunca com0 un intento desesperado de Descartes ante el terror que le causa la iglesia, como muchas veces se dice o se pretende. La filosofía cartesiana precisa este Dios que habilite la salida del solipsismo y le de la posibilidad de conocer mediante los procedimientos científicos en lo que respecta al saber sobre el mundo externo. Nace, pues, el Dios de la razón, la razón ilustrada.

Desglosemos, pues, el método que confecciona Descartes. Éste consiste en cuatro elementos básicos que se plantea seguir para abordar la comprensión filosófica:

La identificación de una evidencia

En este punto, Descartes plantea llegar a reconocer de manera intuitiva una evidencia, es decir aquello de lo cual es imposible dudar, una cuestión que en su desarrollo se vislumbra en el pensamiento o cogito.

El análisis

Procediendo para poder comprender esta evidencia dividiéndola en las partes más simples y analizando su naturaleza.

La síntesis

Una vez realizado el paso anterior, volver a recomponer esta sustancia de lo más simple a lo más complejo, esta vez comprehendiendo la interrelación que se esboza entre sus partes.

La enumeración

Que se debe llevar a cabo en cada uno de los pasos, controlando no olvidar ni omitir ningún elemento que se sujete al análisis propuesto.


pura madera sin ninguna forma que la sustente. Sin embargo, las materias y las formas cambian, son actos que devienen realizando sus potencias.
Así pues, para la dinámica del devenir, la teoría hylemórfica guarda estas dos concepciones, la de acto que es el ente en el momento que se encuentra actualmente y la potencia o las potencias, que son aquellas posibilidades de cambio que guarda el ente en relación a su acto. Por ejemplo encontramos en acto un tronco de madera que tiene como potencia la posibilidad de devenir en una silla. Sin embargo para Aristóteles es fundamental cuales son las causas de los cambios, ya que estos no devienen solos, sino que cada realización de una potencia viene dada por cuatro causas que definiremos brevemente así:
– La causa material:
Aquello que compone al ente en su materialidad.
– La causa formal:
Aquella forma actual en la que se encuentra el ente.
– La causa eficiente:
El agente que se ocupa de gestar el cambio que se está por llevar a cabo en el ente.
– La causa final: la finalidad que persigue el cambio, su orientación teleológica (para qué) y esta es la que más enfatiza Aristóteles.
En relación a este énfasis teleológico se debe tener en cuenta que si existe devenir es porque hubo un primer efector de este movimiento, algo que sea acto puro y nada tenga en potencia por realizarse, un motor inmóvil que pusiera en marcha todo sin necesidad de ser movido por nada más y hacia lo cual todo tiende por su parte parcial sin poder alcanzarlo jamás debido a la finitud de cada uno de los entes. Si los entes tienden a la realización de sus potencias es por un finalismo, por la perfección de sí mismo, y por esto se dice que la teoría aristotélica es teleológica.

Santo Tomás de Aquino


El problema filosófico más importante de este filósofo es el problema razón y fe. Afirma que ambas son independientes, pero tiene que haber armonía entre ambas. La Escolástica es la corriente filosófica cristiana que pretende explicar racionalmente la doctrina cristiana, resolver el problema de la relación entre razón y fe.
La realidad en santo Tomás es Dios, cuya existencia no es evidente, pero debe ser demostrada, para lo que propone cinco vías: del movimiento, de la causalidad eficiente, de los grados de perfección, del orden cósmico, y de la contingencia.
El mundo, la naturaleza, se compone de sustancias que están compuestas de materia y forma. Conocer es captar la forma. Esto se realiza por medio de la abstracción. La abstracción es el proceso de adquirir el conocimiento intelectual. Para Tomás de Aquino, el objeto último del conocimiento es la verdad, que la define como “adecuación entre la realidad o las cosas con el entendimiento”.
El ser humano según Tomás de Aquino es una sustancia en la que el cuerpo es la materia y el alma es la forma, como decía Aristóteles, Pero en santo Tomás el alma es independiente del cuerpo, puede existir después de morir el cuerpo. El alma tiene tres funciones: Vegetativa, Sensitiva, e Intelectiva.
En ética, propone el concepto de ley natural, que consiste en conservar la existencia, procrear y cuidar a los hijos, conocer la verdad y vivir en sociedad. Esta ley es evidente, universal e inmutable. La ley natural es la parte de la ley eterna puesta por Dios referida a los hombres. Las leyes que hacen los hombres serán correctas si no van contra la ley natural.

Las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios, de Santo Tomás de Aquino


Primera vía: El movimiento como actuación del móvil:


Es cierto y consta por el sentido que en este mundo algunas cosas son movidas. Pero todo lo que es movido es movido por otro. Por tanto, si lo que mueve es movido a su vez, ha de ser movido por otro, y este por otro. Mas así no se puede


proceder hasta el infinito… Luego es necesario llegar a un primer motor que no es movido por nada; y este todos entienden que es Dios.

Segunda vía: Experiencia de un orden de causas eficientes:


Vemos que en este mundo sensible existe un orden de causas eficientes; pero no vemos ni es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, porque de lo contrario sería anterior a sí mismo, lo cual es imposible. Ahora bien, no es posible que en el orden de causas eficientes se proceda hasta el infinito… Luego es necesario suponer una causa eficiente primera, que todos llaman Dios.

Tercera vía: La contingencia o limitación en el existir:


Nos encontramos con cosas que tienen posibilidad de existir y de dejar de existir, pues algunas se engendran y se corrompen. Ahora bien, lo que tiene posibilidad de no existir alguna vez no existe. De ahí que si todas las cosas tuviesen esa posibilidad de no existir, alguna vez no habría existido nada, y por consiguiente ahora tampoco, pues de la nada no procede nada. Pero dado que ahora existe algo, es que no todas las cosas tienen posibilidad de existir y de no existir, que algo ha de ser necesario, y esto, en última instancia, es Dios.

Cuarta vía: Diversos grados de perfección en las cosas:


Encontramos en este mundo cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos nobles, y otras cualidades así. Ahora bien, el más y el menos se dicen de cosas diversas según la diversa aproximación a lo que es máximo en ese orden. Por eso ha de haber algo que sea óptimo, nobilísimo, máximamente verdadero y, por consiguiente, máximo ser. Y como lo que es máximo en un género es causa de todo lo que se contiene bajo ese género, ha de haber un máximo ser causa de la bondad, de la verdad, de la nobleza y de las demás cualidades por el estilo; y este es Dios.

Quinta vía: El gobierno de las cosas:


Vemos que algunas cosas que carecen de conocimiento, esto es, los cuerpos naturales, obran con intención de fin… Ahora bien, las cosas que no tienen conocimiento no tienden a un fin si no son dirigidas por algún cognoscente e inteligente. Luego existe algún ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a un fin; que es lo que llamamos Dios.

Descartes


El constructo que Descartes (31 de marzo de 1596 – 11 de febrero de 1650) realiza se sitúa como antecesor a la Revolución Francesa en 1789, un período histórico convulso, con amplias pujas de poderes en diversos sentidos donde la burguesía ascendente se comenzaba a disputar los lugares políticos con la nobleza y aristocracia, situadas con el privilegio de la participación en las decisiones políticas. Es en este contexto: burguesía y nobleza, ciencia, filosofía y religión, donde se puede comprender realmente qué cambio revolucionario gesta la filosofía racionalista de Descartes.
Cuando Descartes se propone como proyecto encontrar un método válido para llegar a la verdad lo hace con la voluntad de poder llegar a operar en la vida con felicidad y buen sentido, encontrando mediante este método la justicia y la virtud tantas veces ansiada en el terreno de la filosofía y el pensamiento. Su criterio parece en principio sencillo, él intenta despojarse de toda creencia infundada y que no sea verdadera y partiendo del principio básico de la racionalidad humana, es decir que todos los hombres poseen racionalidad en la misma medida, considera que en realidad el fundamental origen de error en el pensamiento es la diversidad de métodos utilizados para llegar a la verdad. Por esto mismo y para poder liberarse de todo tipo de prejuicio
Descartes procede de manera tal que su juicio no pueda caer en los fallos habituales, proponiéndose dudar de manera hiperbólica (hasta de lo más evidente), y de manera metódica, para poder encontrar un verdadero puntal sobre el cual sostener su filosofía.
El procedimiento que lleva a cabo este pensador se precia por la búsqueda


de una verdad primera que no sea fruto de los juicios apresurados y que pueda valer para sustentar una ciencia verdadera, una episteme en el sentido de conocimiento cierto y real. Es en este punto donde configura un carácter general acerca de su abordaje del pensamiento: La duda. La duda cartesiana no es en principio la duda relativista o un subjetivismo al estilo de los sofistas como Protágoras o Gorgias, sino que la duda de Descartes tiene una orientación constructiva. La duda se dirige a fundamentar los cimientos del saber y el conocimiento verdadero.

René Descartes – Retrato por Frans Hals.
Es por este motivo que el filósofo francés se propone primero un recorrido acerca de las diferentes fuentes de conocimiento, desconfiando y descartando como valedera cada una de aquellas de las cuales le sea posible poner en duda su validez. Este procedimiento le lleva primero al mundo de la experiencia, el mundo mediato que se puede conocer mediante los sentidos, al que pone en tela de juicio debido a que muchas veces produce el error, sabiéndose la existencia de ilusiones sensoriales tales como la visión de una cuchara en un vaso con água, ésta se muestra quebrada mientras que en realidad esto es falso. El segundo escalafón del conocimiento con el que se encuentra es el cuerpo y la sensorialidad inmediata, pero también reconoce que ante la existencia de la locura o la imposibilidad de reconocer con certeza entre la diferencia que existe en la vida en vigilia y en sueño, es imposible llegar a encontrar verdad en esta fuente de saber. Más tarde, Descartes se encuentra con un tipo de ideas que implican cierto grado de evidencia, las ideas matemáticas como la igualdad entre 2 + 2 = 4 o la exigencia de que todo triángulo tenga tres lados y tres ángulos, ya que tanto dormido como despierto estas cuestiones permanecerían inamovibles. Es en este punto donde se plantea una hipótesis, que le exige el carácter hiperbólico de su duda metódica, aún en este tipo de conocimientos es posible que existiera un Genio Maligno (al modo en que también podía existir un Dios todo bondadoso) que haga que nos equivoquemos siempre al operar de manera racional y al construir las figuras geométricas.
Y aquí, cuando Descartes parece encontrarse solo, este punto llamado solipsismo, encuentra una evidencia, un primer eje sobre el cual situar todo el conocimiento, algo de lo que realmente es imposible dudar: de que duda. Decartes, al dudar de que duda, está dudando y por tanto la primera evidencia es la duda. Yo dudo. Esta característica, el filósofo francés la engloba dentro de aquellas pertenecientes al acto del pensar y por tanto de aquí se sucede la emblemática frase cartesiana que se enarbola como símbolo del racionalismo:
cogito ergo sum (pienso luego existo). Esta construcción, sin embargo, es confusa puesto que para Descartes no hay pasos lógicos a desarrollar en esta evidencia, se presenta de manera inmediata como clara y distinta, el rasgo diferenciador de toda evidencia. Por lo tanto este cogito (se pronuncia cóguito) es un pienso-existo, sin mediaciones, esta sustancia pensante (res cogitans)
. Es en el pensar donde existe este sujeto cartesiano. Pero aquí, Descartes se queda solo.
No obstante, encuentra de cierto modo una salida posible a esta soledad donde el mundo externo y el de los sentidos internos queda totalmente inhabilitado como proveedor de conocimiento cierto, y esta forma proviene de las ideas que posee el pensamiento. Descartes procede de la siguiente manera: siendo que existen algunas ideas en nuestro pensamiento, podemos ver que hay algunas que son concebibles como existentes en el mundo y de las cuales podemos dar cuenta mediante nuestros sentidos como un toro o un hombre, estas ideas son adventicias y provienen de objetos que tienen realidad en el exterior; también es posible concebir a partir de estas ideas la idea de un Minotauro (figura mitológica mitad toro mitad humano) que sin necesidad de tener realidad exterior existe a partir de la combinación de ideas, éstas son las ideas facticias, y otro tipo de


ideas de una naturaleza especial y sin ningún tipo de oportunidad de experiencia posible ni descomposición en otras ideas más sencillas como pueden ser la perfección y la infinitud, ideas innatas, y que para Descartes son la prueba que permite conocer la existencia de una sustancia infinita, Dios. Este Dios (res infinita)
De la razón, el Dios todo benévolo y todo racional que posee estos atributos de perfección e infinitud, que nada más posee en el universo es aquel que puso estas ideas en nosotros y así mismo, es el garante de la posibilidad de conocer a partir de nuestra experiencia sensorial y por tanto es así como se llega nuevamente a habilitar al mundo exterior (res extensa)
O sustancia extensa, el cual posee los atributos de corporeidad, extensión y movimiento mecánico.
Diagrama óptico de la percepción visual
Hay que entender el Dios cartesiano como el Dios que garantiza la posibilidad de hacer ciencia y tener un conocimiento certero acerca de las experiencias que la misma realiza y nunca com0 un intento desesperado de Descartes ante el terror que le causa la iglesia, como muchas veces se dice o se pretende. La filosofía cartesiana precisa este Dios que habilite la salida del solipsismo y le de la posibilidad de conocer mediante los procedimientos científicos en lo que respecta al saber sobre el mundo externo. Nace, pues, el Dios de la razón, la razón ilustrada.

Desglosemos, pues, el método que confecciona Descartes. Éste consiste en cuatro elementos básicos que se plantea seguir para abordar la comprensión filosófica:

La identificación de una evidencia

En este punto, Descartes plantea llegar a reconocer de manera intuitiva una evidencia, es decir aquello de lo cual es imposible dudar, una cuestión que en su desarrollo se vislumbra en el pensamiento o cogito.

El análisis

Procediendo para poder comprender esta evidencia dividiéndola en las partes más simples y analizando su naturaleza.

La síntesis

Una vez realizado el paso anterior, volver a recomponer esta sustancia de lo más simple a lo más complejo, esta vez comprehendiendo la interrelación que se esboza entre sus partes.

La enumeración

Que se debe llevar a cabo en cada uno de los pasos, controlando no olvidar ni omitir ningún elemento que se sujete al análisis propuesto.

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