Conocimiento racional intuitivo de Platón


Platón



Dos tipos de conocimiento

Según Platón ser y conocer son cosas correlativas, los grados de conocer corresponden a los grados de ser, así a un ser perfecto y verdadero corresponde un conocimiento perfecto, mientras que, a un ser imperfecto le corresponde un conocer menos riguroso y menos fiable. El valor del conocimiento se basa en la permanencia del ser de las cosas. Vemos por los sentidos que las cosas cambian pero lo que cambia no es el verdadero ser de las cosas, el ser autentico que no es perceptible por los sentidos no cambia, ni muere, ni desaparece. Habla así de los tipos de conocimiento: –
Conocimiento sensitivo, que tiene que ver con la materialidad del mundo, son las cosas con las cuales las personas se relacionan a través de los sentidos. Aquí entra lo que Platón llama sombras o figuras que se forman en las aguas y en las superficies de los cuerpos. -Conocimiento racional discursivo, que es mediación entre lo sensitivo y lo intuitivo. En este momento el saber trasciende la inmediatez de lo sensible, pero sin abandonar del todo las imágenes de los objetos terrestres y sensibles. El sujeto capta una cierta claridad y evidencia en los objetos, Platón está pensando en la matemática, particularmente en la geometría, que era el modelo platónico de ciencia.  -Conocimiento racional intuitivo. Este es el ámbito puro de las ideas, contiene en sí una superación dialéctica de los dos momentos anteriores. Aquí el sujeto asciende a la idealidad, al mundo puro de las ideas. No hay espacio para ningún atisbo de materialidad, tampoco para nada sensible, sólo ideas puras, por las que su demostración comienza, procede y termina. Este es el momento de la dialéctica, la ciencia pura por excelencia. Aparece aquí el predicado de una realidad que es la verdad ontológica y el predicado de un conocimiento, una proposición, o un enunciado que es la verdad lógica. En el primer caso se usa para distinguir una realidad como realidad verdadera en oposición a una realidad aparente, irreal o inexistente; lo que ocurre cuando tomamos una realidad por otra. Estas dos formas de consideración de la verdad no siempre aparecen claras en el uso vulgar de la palabra. Sin embargo la posibilidad del conocimiento de la verdad así entendida es rechazado por los escépticos considerando que no es posible para el conocimiento humano el conocimiento de la realidad. Los cristianos y escolásticos encontraron la solución situando esa verdad en el mismo conocimiento divino, pues el conocimiento de Dios es un acto creador; pues en Dios conocimiento y realidad coinciden. Tomado en un sentido racionalista e idealista la verdad lógica se ha de corresponder necesariamente con la ontológica. La verdad lógica como conocimiento de verdad objetiva encuentra su máximo exponente en la verdad científica.

Virtud y felicidad


El verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica de la virtud.
Platón acepta la identificación socrática entre virtud, felicidad y conocimiento. La falta de virtud no supone una perversión de la naturaleza humana; el hombre busca el bien y la felicidad para sí, pero si desconoce el bien puede tomar como bueno cualquier cosa y actuar incorrectamente; la falta de virtud es igual a ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien puede actuar correctamente, tanto en lo público como en lo privado. Según Platón hacemos actos malos creyendo que es lo correcto, ya que afirma que no lo hacemos adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia, la capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno y feliz para el hombre y los medios de que dispone para alcanzarlo. Platón señala cuatro virtudes principales: la sabiduría, el coraje, la templanza y la justicia. Establece una correspondencia entre cada una de las virtudes y las distintas partes del alma y las clases sociales de la ciudad ideal. Platón concibe la virtud como armónía de las tres partes del alma y como felicidad. Cuando el alma ejerce la función correspondiente se alcanza la justicia y la felicidad, y el hombre es virtuoso, armonioso, justo y feliz. El alma racional debe ser prudente y conducir a la parte irascible y valerosa. Ambas partes deben sujetar la parte concupiscible. El hecho de que Platón tenga una concepción absoluta del Bien hace que la función de la parte racional del alma siga siendo fundamental en la vida práctica del hombre. Una vez conseguido todo esto y el conocimiento necesario del areté, el hombre alcanza la felicidad plena.

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